Por Mario Sznajder (para Safe Democracy)

Mario Sznajder analiza la situación interina que se ha abierto entre el reciente triunfo de Hamas y las próximas elecciones israelíes, y afirma que no se sabrá demasiado sobre la evolución del proceso de paz hasta después de las elecciones israelíes del 28 de marzo. Sznajder ofrece asimismo una serie de medidas para rebajar las tensiones entre las partes, hasta que se aclare el rumbo político de Israel.


Mario Sznajder es profesor titular de la cátedra Leon Blum en Ciencia Politica de la Universidad Hebrea de Jerusalén e investigador asociado del Instituto Truman para el avance de la paz. Ha publicado un centenar de artículos en publicaciones científicas sobre fascismo, derechos humanos, democracia y Oriente Medio.

UNA DE LAS PREGUNTAS INÚTILES QUE SE HA HECHO repetidamente tras la victoria electoral de Hamas ha sido: ¿cual será la política israelí frente a este hecho? Está claro que es imposible responder a esta pregunta en forma clara estando Israel en vísperas de sus propias elecciones, previstas para el 28 de marzo.

PERÍODO INTERINO
Varios son los motivos. El primero es que el gobierno interino de Ehud Olmert no puede ni debe formular políticas a largo plazo, especialmente aquellas que pueden comprometer a la futura coalición de gobierno. La segunda razón tiene que ver con la cultura política israelí, generada por el largo conflicto con los vecinos árabes y, especialmente, con los palestinos.

Frente a un cambio que implica la radicalización del escenario político palestino, señalada tan claramente por los altos porcentajes de votos logrados por Hamas, la reacción casi automática de los liderazgos políticos israelíes tiende nuevamente a la demonización del enemigo y en este caso de Hamas. Este es un fenómeno que se da en forma paralela, tanto entre israelíes como entre árabes y que, a futuro, hace más difícil negociar acuerdos y transitar hacia la no-beligerancia y la paz.

El tercer motivo tiene que ver directamente con la competencia electoral. En una situación en la que los líderes de Hamas proclaman a diario que no reconocen como legítima la existencia del Estado de Israel y que su objetivo es establecer un Estado islámico en todos los territorios que considera palestinos –es decir, desmantelar a Israel y reemplazarlo por un estado palestino regido por las leyes del Corán– la competencia electoral israelí se da en términos de proclamar actitudes fuertes y paralelamente agresivas a las de Hamas.

LA GUERRA DE RETÓRICAS
Esto significa que tanto el proceso electoral palestino, como el israelí, han contribuido a que la guerra retórica que siempre existió entres ambas partes, haya sido exacerbada, y lo será más aún, cuanto más nos acerquemos a las elecciones en Israel. Todo esto tendría que hacernos reflexionar seriamente sobre las relaciones conceptuales y prácticas entre democracia y paz.

Sin duda, el proceso electoral palestino se realizó en base a claros criterios democráticos y aunque el sistema electoral haya otorgado a Hamas una mayoría parlamentaria sin que lograse una mayoría de votos, no se puede dudar de la calidad democrática de esta elección. Algo similar podrá afirmarse hacia fines de marzo, con respecto al proceso electoral israelí. El hecho de que el proceso se lleva a cabo en forma democrática no acerca a ninguna de las dos partes a negociaciones conducentes a la paz, ya que los procesos electorales mismos han implicado radicalización, al menos retórica, de las partes contendientes.

Si se pudiera asesorar a ambas partes, sería necesario, en base a las observaciones anteriores, sugerirles algunas medidas que, aunque no resolverían los dilemas pendientes, al menos evitarían que se agraven.

MEDIDAS PARA REBAJAR LA TENSIÓN
La primera sería rebajar el nivel de la guerra retórica, en lo posible. Esto puede cobrar precios electorales en Israel, pero a la vez, rendir beneficios estratégicos, a mediano plazo. La segunda, evitar la demonización del enemigo; ya que si bien amigos y aliados se eligen, a los enemigos no se los elige y sin embargo es con ellos con quienes se termina negociando en el futuro. La tercera, también válida para ambas partes, tiene que ver con el compromiso democrático. Si exigimos democracia, tenemos que aprender a respetar los resultados que ésta genera, nos gusten o no.