Mario Sznajder explica por qué a pocos días de las elecciones generales en Israel, el país no siente tensión. Y detalla cómo, la democracia israelí, aunque institucionalmente estable, ha hecho implosión hacia el centro. Sznajder cree en este sentido que la separación unilateral –egrimida por Kadima sino se logra un acuerdo negociado con los palestinos– es una desiderata de gran parte de los israelíes, y que al ser formulada en forma pragmática y sin análisis ideológico ni revisión estratégica, es irrealizable, aunque funcione como fórmula preelectoral.
Mario Sznajder es profesor titular de la cátedra Leon Blum en Ciencia Politica de la Universidad Hebrea de Jerusalén e investigador asociado del Instituto Truman para el avance de la paz. Ha publicado un centenar de artículos en publicaciones científicas sobre fascismo, derechos humanos, democracia y Oriente Medio.
A POCOS DÍAS DE LAS ELECCIONES GENERALES EN ISRAEL, el país no siente tensión. La campaña electoral no ha despegado aún y el tema, en general, no logra concentrar el interés de la opinión pública. Resulta un hecho extraño, que no se corresponde con el caso de un país estable, falto de problemas vitales, cuyo destino está asegurado, y por ende, gran parte de la opinión pública puede dejar de ocuparse y preocuparse con los resultados de las elecciones. Sin embargo, lo contrario sería más real.
IMPLOSION HACIA EL CENTRO
La democracia israelí, aunque institucionalmente estable, sufre de una serie de problemas que exigen resolución. Más allá del problema con los palestinos, y todo lo que éste representa para el futuro de Israel y de Oriente Medio, la democracia israelí se maneja a través de un sistema de partidos que ha hecho implosión hacia el centro, con la formación del partido Kadima por parte de Ariel Sharon, líder de gran popularidad, quien, al enfermar y quedar discapacitado para gobernar, dejó su lugar a Ehud Olmert, un personaje político de un perfil mucho más bajo.
PERSONALIZACION DE LA POLITICA
Señalo esta característica personalista, pues, en la última década, y como resultado de la reforma y contra-reforma del sistema electoral israelí, la personalización de la política se ha transformado en una de sus características centrales. Pero en el caso de Kadima, vemos a un partido centrista y personalista liderado por un líder poco carismático y sin demasiado apoyo popular. Es así, ya que desde la formación de Kadima, la migración de figuras políticas de un partido al otro y de un campo al otro –o su no-migración– se ha transformado en el juego político central en Israel.
GLOBALIZACION Y MODERNIZACION
La implosión hacia el centro tiene mucho que ver con los procesos políticos y socio-económicos que ha vivido este país. La modernización relacionada con la globalización y el posicionamiento de Israel entre los 20 países de mayores índices de desarrollo en el mundo, se ha llevado a cabo en el marco de un conflicto el que, durante la Intifada armada (2000-2005), se agregó un alto índice de violencia. La modernización, implicó, entre otras cosas, un aminoramiento de la política ideológica, a favor de posiciones pragmáticas que proveyeron respuestas eficaces a los problemas que se han ido generando en el seno de la sociedad. Este proceso podría explicar la pérdida de relevancia y el debilitamiento sufrido por los dos grandes partidos políticos que tradicionalmente gobernaron y apuntalaron a la democracia israelí: el Laborismo y el Likud.
FIN DE LAS IDEOLOGIAS
La izquierda israelí casi ha desaparecido y en la derecha, más allá del Likud, el debilitamiento del nacionalismo-religioso de carácter mesiánico es notorio, especialmente tras la retirada unilateral de Gaza. Pero surgen otras fuerzas que, en clave personalista, intentan proponer soluciones a lo que perciben como problemas centrales de Israel, sin realizar ningún tipo de debate ideológico o siquiera estratégico. Se trata del Hogar Nacional, partido encabezado por Avigdor Liberman, que más allá de una base de votantes de la ex-Unión Soviética llegados en la última década y media, utiliza una fórmula que, amen de personalista, es de mano dura contra la amenaza terrorista de origen palestino y árabe en general –incluyendo árabes que son ciudadanos israelíes– y propone cambios territoriales sobre base demográfica para afianzar el carácter judío de Israel, y aumentar su caudal de votos.
INTERESES ANTI-RELIGIOSOS
La implosión del Partido Shinui deja, sin embargo, un resto dividido en dos que quieren reflejar los intereses anti-religiosos de la parte más próspera de la clase media y también de algunos grupos de inmigrantes cuya definición como judíos en términos religiosos ortodoxos es difícil o quizás imposible. La fragmentación de los partidos árabes-israelíes también se da en términos que son más personalistas y de intereses de grupos, que ideológicos. Pero el gran ejemplo del problema planteado es Kadima, cuyo líder, Olmert ha lanzado su propuesta electoral en los términos que dictan los desarrollos antes señalados.
UNILATERALISMO IRREALIZABLE
El líder de Kadima declara que, de no lograrse un acuerdo negociado con los palestinos, es decir un acuerdo favorable a Israel con la Autoridad Nacional Palestina cuya mayor fuerza política es hoy Hamas, su gobierno fijará la futura frontera de Israel en forma unilateral, a través de la finalización del muro-valla divisorio, que incluirá los grandes bloques de asentamientos en la parte israelí.
Esta fórmula responde en forma más o menos precisa al problema planteado: modernización paralela a crisis violenta. La separación unilateral es una desiderata de gran parte de los israelíes, pero al ser formulada en forma pragmática y sin análisis ideológico ni revisión estratégica, es irrealizable. Aunque como fórmula preelectoral, funciona.
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