Por Abuy Nfubea (para Safe Democracy)

Abuy Nfubea escribe que con la caída del Apartheid en Sudáfrica en 1994, los pueblos de África han liderado procesos democráticos (en silencio), potenciado la discusión y el intercambio. Pero otro proceso se ha consolidado al mismo tiempo, desde dentro y fuera del continente: el Apartheid de los medios de comunicación. Nfubea encuentra una estrecha relación entre la democracia, los medios de comunicación y la tecnología; si se consolide una conciencia panafricanista generalizada, escribe, con estos tres elementos vinculados –no sólo como respuesta o antídoto al terrorismo o para señalar el techo a la violación de los Derechos Humanos– se estará consolidando el verdadero vector democrático en África.


Abuy Nfubea es periodista especializado en temáticas africanas. Preside la Federación Panafricana de Comunidades Negras de España y colabora con decenas de medios de comunicación. Imparte conferencias y da clases sobre la realidad africana en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Carlos III de Madrid, en la UNED y otras.

TRAS LA CAÍDA DEL APARTHEID EN SUDAFRICA en 1994, los pueblos de África hemos liderado (en silencio) procesos democráticos, potenciado la discusión y el intercambio como elemento central del desarrollo de la libertad de la persona.

En todos estos procesos fue determinante la participación de vectores de información. Al mismo tiempo, se consolidó otro tipo de Apartheid: el mediático.

Suscribo la idea de Anta Diop, sobre la existencia en África de un acuerdo doctrinal intangible de origen kemitico y las condiciones favorables que consolidan la democracia. Este factor –decía el senegalés– es el de los medios de comunicación, la libertad de expresión y, en tercer lugar, la inclusión de África en condiciones de igualdad en la revolución mundial de las comunicaciones.

DEMOCRACIA VERSUS DICTADURA
Con la aparición y desarrollo de las nuevas tecnologías, la democracia –no como ideología sino como práctica– debería potenciar la construcción colectiva de marcos de sentido críticos contra las dictaduras africanas.

Las nuevas tecnologías de la información deberían ponerse en marcha en África, con un avance incontenible, de modo que esto suponga una revolución transformadora en todos los aspectos de la vida africana.

Mediante el desarrollo de las nuevas tecnologías, el apartheid informativo contra África debería desaparecer, y los africanos podrían comunicarse vía satélite, con eficiencia y nitidez. Los costos de las conexiones telefónicas se reducirían mediante el uso de telefonía móvil, que hacen innecesarias las enormes inversiones. Así se beneficiarían los países más empobrecidos.

ESPAÑA NO PUEDE SER INDIFERENTE
Sin embargo, salvo la agencia de noticias EFE (que apenas cuenta con dos corresponsales en todo el continente) ningún medio de comunicación español tiene presencia en el continente africano. Ninguna facultad periodismo tiene conveníos de intercambio, becas o proyectos de investigaciones con centros africanos. Ningún colegio de periodistas mantiene relaciones oficiales con sus homólogos de Yaundé, Malabo, Dakar, Durban, Lagos, etc… Lo que supone un salvaje y brutal acto de violencia, que es parte esencial del Apartheid informativo contra África y cuya manifestación directa es el análisis infantil y sin rigor que sobre las migraciones realizan los poderes públicos y los medios de comunicación.

¿Y AFRICA?
Cuando transcurren cinco meses en los que los telediarios españoles pasan sin informar absolutamente nada sobre África (excepto el tema de las pateras) están aplicando algunos escritos de autores como Hegel cuando quiso apartar al continente de la historia afirmando que «África es la infancia de la humanidad»; o cuando dijo que «la razón no había atravesado el continente negro».

Podríamos decir que estas son las circunstancias intelectuales que contribuyen todavía hoy a edificar este Apartheid informativo que convierte a los más de 700 millones de africanos en invisibles.

TRANSMISIÓN DE ESTEREOTIPOS
Paradójicamente, aunque constituyen visiones alejadas de la realidad, los medios de comunicación occidentales siguen transmitiendo estos perversos estereotipos sobre África (catástrofes sin fin, hambrunas, enfermedad y marginación), sin el menor atisbo positivo. Se presentan más bien como pueblos con tradiciones peculiares, singularmente atrayentes para el público europeo, sediento de exotismo, consumidor de novedades y de lugares diferentes donde se pueda poner a prueba el último modelo de cámara digital, bomba atómica o vacuna del cáncer.

Conviene decir que, como toda construcción social, esta imagen surge de una necesidad determinada, sujeta al romanticismo institucional del eurocentrismo muy inserta en filmografías como «Lo que el viento se llevó», «Tarzan», «Mogambo» o «La reina de África».

LEGITIMIDAD FRENTE AL TERORISMO
La retórica mediática actual, que exige a los regímenes dictatoriales africanos controlar la migraciones (Mauritania o Marruecos) deslegitima los procesos democráticos africanos y supone automáticamente un cheque en blanco a gobiernos dictatoriales para la violación de Derechos Humanos; y desacredita al Estado democrático, presentando a los sistemas occidentales ante la opinión publica africanas como hipócritas, lo que contribuye a su vez enormemente a crear las condiciones en las que florecen los movimientos de ideología totalitaria cuyo medio es el terrorismo.

Un buen ejemplo fue la deportación de cientos de africanos esposados en autobuses de la muerte subvencionados por España y la Unión Europea (no en hornos crematorios sino en el desierto) donde de acuerdo con el Derecho Internacional fueron jurídicamente asesinados. Esto constituye un formidable obstáculo para la consideración de los procesos democráticos en África. Sin embargo, desde la perspectiva Nkrhumista es muy plausible (y sobre todo en defensa de la ancestral, herencia y tradición Kemítica) impulsar la democratización afrocentrista mediante factores democráticos endógenos apoyados no solo desde los medios de comunicación verticales (surgidos de la academia hegeliana que ve a los africanos como objeto de estudio).

CONDICIONES PARA LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA
La democracia se fortalecerá en África sólo si edificamos una comunicación participativa donde la horizontalidad se halle en la base de este neo-contrato social. Una relación que redunde en favor de los distintos procesos democráticos. Ello supone que se conciba a África como un ágora de discusión y civilización (y no como espacio de experimentación de guerras y dictadores afines).

Es imprescindible que los agentes sociales africanos desarrollen un discurso propio y no mediatizado. Para ello, es necesaria una producción mediática que genere un consumo más interesado en promover la voz de los propios africanos como protagonistas de los proceso democráticos, evitando recurrir abusivamente a los mediadores interculturales, misioneros blancos o analistas eurocéntricos.

Esto es bastante importante si queremos construir las bases espirituales de una verdadera sociedad democrática en África, porque desde el punto de vista de las luchas por levantar alternativas a las dictaduras africanas (algunas de ellas terroristas) apoyadas por el imperialismo de París, Bruselas o Washington. Ésta es de hecho una de las batallas principales –aunque no la única– que debemos presentar en el terreno de los discursos y de las luchas políticas democráticas: dar credibilidad al pueblo africano de que sólo en ellos existe una alternativa y solución posible.

CONCIENCIA PANAFRICANISTA
Las vectores de comunicación africanos nacieron producto del comercio de esclavos y modificadas para acomodar tanto el colonialismo como el neo-colonialismo. Ellas sirven hoy como medios para transferir a Europa inmigrantes. Las nuevas elites africanas buscan propuestas mediáticas democráticas alejadas de la violencia aculturada, desean romper el muro de silencio que nos impone el apartheid mediático. Esto se expresa como deseo de trabajar en común y buscar nuevas formas de relación mas justas. Mientras África siga en esta dinámica excluyente de las prioridades mediáticas, el nivel de eficacia –así como la legitimidad que acompaña los límites de lo aceptable en la ecuación democracia, terrorismo y seguridad– se mostraran muy debilitados.

Aunque no podemos afirmar que los actores, árbitros y moderadores del proceso determinarán la consolidación total de los procesos de transición africanos a la democracia, sí se puede decir que son procesos radicalmente irreversibles. Tal vez cuando se consolide una conciencia Panafricanista generalizada acerca de la estrecha vinculación entre información y democracia –no sólo como respuesta o antídoto al terrorismo o para señalarnos cuál es el techo a la violación de nuestros cotidiana de los derechos humanos–, pero sobre todo como creador y vector de una subjetividad liberada, libre de espíritu pacifista y sobre todo democrática.