Por Fabián Bosoer (para Safe Democracy)

Fabián Bosoer señala que la mayor parte de los análisis sobre la actualidad latinoamericana agrupa por países a Chile, encarnando el modelo de democracia liberal, seguido por Uruguay, mientras Venezuela lideraría el grupo de los populistas seguido por Bolivia, con Brasil y Argentina moviéndose entre ambos andariveles. Bosoer cree que más allá de estas divisiones, existe hoy un mayor margen de autonomía para las políticas nacionales: las decisiones y orientaciones de los gobiernos pesan, y no se observa un recetario único que se esté imponiendo desde el exterior. Por eso se denomina a esto giro a la izquierda o nuevo populismo. Con mayor o menor euforia, lo cierto es que los gobernantes y líderes latinoamericanos han de saber que forman parte de una misma impronta de época.


Fabián Bosoer es politólogo y periodista del diario Clarín. Es profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Belgrano.

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LEJOS DE LOS DERRUMBES, ESTALLIDOS Y COLAPSOS QUE signaron a varias democracias sudamericanas en los primeros años de este siglo, la región muestra hoy gobiernos con más recursos pero capacidades institucionales debilitadas y sociedades menos inermes, con demandas postergadas y paliadas merced a políticas asistenciales.

Este cuadro lleva a análisis como el que encuentra, lejos de un nuevo paradigma, un nuevo capítulo de la vieja batalla entre democracia liberal y populismo; entre la apuesta a la construcción institucional o la apelación al personalismo patrimonialista y caudillista. En la carrera por ganarse las lealtades de ciudadanos y líderes políticos, Chile encarnaría el primer modelo, seguido por Uruguay, mientras Venezuela pilotearía el segundo grupo seguido por Bolivia, con Brasil y Argentina moviéndose entre ambos andariveles. Son ejercicios comparativos, en este caso, para mirarse en el espejo que más guste y, muchas veces, para menoscabar los atributos propios resaltando los ajenos.

EL FACTOR NACIONALISTA
Pero hay un último elemento que no puede soslayarse, tal vez el decisivo y más complejo, en el presente político latinoamericano: la vuelta del factor nacionalista. La preocupación territorial, asociada al acceso y la disponibilidad de los recursos naturales, es un dato que, vaya paradoja, unifica para dividir.

Nutre a los liderazgos emergentes al interior de los países, permite cohesionar a las fragmentadas sociedades nacionales y separarse del descrédito de la dirigencia política tradicional, pero proyecta al vecindario discursos, gestos y comportamientos inamistosos y beligerancias inconducentes.

Esto vale como prevención frente a litigios y conflictos de intereses como los suscitados entre Bolivia y Chile por la salida al Pacífico, entre Chile y Perú por la soberanía marítima, entre Argentina y Chile y Argentina y Bolivia por las tarifas y cuotas exportables de hidrocarburos y el más reciente entuerto entre Argentina y Uruguay por las instalaciones fabriles de pasta celulosa sobre el Río Uruguay.

MAYOR AUTONOMÍA POLÍTICA
En resumen, contrariamente a lo que sucedía en la década pasada, tal vez más cerca de los años ochenta, aunque claramente en otras condiciones históricas y con otra agenda, existe ahora un mayor margen de autonomía para las políticas nacionales; las decisiones y orientaciones de los gobiernos pesan, no son unívocas y no se observa un recetario único que pueda imponerse desde las usinas de Washington, el FMI o el Banco Mundial. Tampoco hay un camino garantizado de crecimiento sustentable, las debilidades institucionales persisten y los extravíos localistas y espejismos endogámicos siguen a la vuelta de la esquina en cada país.

EL VASO LLENO O VACÍO
Pero las democracias han mostrado fortalezas y capacidad para auto-rescatarse del marasmo, reinsertarse en un ciclo de crecimiento y renovar su compromiso con una mejor distribución del ingreso y una mayor inclusión social. No es poca cosa, se llame a esto «giro a la izquierda» o «nuevo populismo» latinoamericano, el vaso medio vacío o medio lleno. Y al fin y al cabo, con mayor o menor euforia, lo cierto es que los gobernantes y líderes de esta región han de saber que forman parte de una misma impronta de época y a cada uno de ellos le conviene que a su vecino no le vaya mal.