Por Esteban Ibarra (para Safe Democracy)

Esteban Ibarra señala que el futuro de la democracia no sólo pasa por garantizar las libertades fundamentales y los derechos humanos, sino por promover la participación de la ciudadanía, especialmente a través de la sociedad civil en una perspectiva intercultural. Ibarra cree que en un mundo globalizado y plural como el que vivimos actualmente, las sociedades deben asumir el reto de la democracia intercultural: respetar y aceptar la diversidad en una interacción solidaria, donde todas las culturas estén basadas en una ética basada de los derechos humanos.


Esteban Ibarra es activista por los derechos humanos. Preside el Movimiento contra la Intolerancia (en España), desde donde promueve la toma de conciencia ciudadana frente a la violencia, el racismo y la discriminación. Ha publicado, entre otros libros, «Los crímenes del odio» y «Tiempos de solidaridad».

UNA DE LOS VECTORES ESENCIALES que permiten valorar el avance de una sociedad en el desarrollo humano es el nivel democrático que dispone; y si bien es verdad que el principio democrático ha triunfado a nivel mundial, aún dista mucho de su aplicación extensiva en todos las regiones, y mucho mas de su aplicación profunda, capilar, en todos los ordenes de la vida.

MÁS PARTICIPACIÓN CIUDADANA
En efecto, la fuerza de la democracia reside en que garantiza las libertades fundamentales y los derechos humanos de las personas, así como en la libre elección para los cargos de gobierno y la posibilidad de control por parte del pueblo de la gestión gubernativa.

Sin embargo, la democracia se interpreta también como forma de comportamiento interpersonal y de relación social, concibiéndose como un proceso permanentemente inacabado y dinámico cuyo avance supone la profundización y extensión de la participación cívica en una sociedad organizada que posibilite el desarrollo integral de las potencialidades humanas.

INTEGRANDO LA DIVERSIDAD
También en este sentido, y más en un mundo globalizado y plural como el que vivimos hoy día, con cerca de doscientos millones de inmigrantes, decenas de millones de refugiados, con gran diversidad étnica, religiosa y lingí¼ística, las sociedades deben asumir el reto de la democracia intercultural. Ésta supone respeto y aceptación de una diversidad en interacción solidaria, donde todas las culturas respeten una ética basada en los derechos humanos y ninguna de ellas sea considerada subalterna, ni tratada desde la asimilación.

El futuro avance de las democracias, sin ninguna duda, vendrá consignado por la participación de la ciudadanía, especialmente a través de la sociedad civil en una perspectiva intercultural, frente al peligro de esclerosis y degeneración autoritaria del inmovilismo democrático.