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Por Juan Gabriel Tokatlian (para Safe Democracy)

Juan Gabriel Tokatlian cree que la democracia latinoamericana es cada día más formal y menos sustantiva, al tiempo que vive hondos problemas estructurales y no sólo dificultades coyunturales: es muy dudoso que puedan consolidarse democracias políticas sin equidad económica ni justicia social, añade. Por ello, según Tokatlian, la muy reciente ola democrática –con apenas dos décadas de vida y facilitada por un ambiente internacional favorable — vive hoy una hora trascendental.


Juan Gabriel Tokatlián es sociólogo y ha realizado una maestría y un doctorado en Relaciones Internacionales en la Johns Hopkins University de Washington. Dirige actualmente la carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, en Argentina.

tokatlian.jpg SIEMPRE ES BUENO RECORDAR QUE EL MÁS RECIENTE AUGE DE LAS DEMOCRACIAS en América Latina –a partir de los años ochenta– estuvo facilitado por un ambiente internacional favorable a la instalación de gobiernos democráticos en la región.

El componente exógeno –particularmente, el papel de Estados Unidos, acompañado por una Europa en proceso de franca integración– fue co-determinante en la transición de regímenes autoritarios a democráticos.

INFLUENCIAS INTERNAS Y EXTERNAS
La sincronía de los procesos de transición hacia la democracia no obedeció a una singular y simultánea lucidez de los líderes civiles y de la convicción pluralista de los militares; la ampliación de las movilizaciones ciudadanas internas –así como el conjunto de potenciales incentivos y castigos desde el exterior– fueron esenciales.

Por ello, la eventual decadencia democrática también estará influida por variables internas (de diverso índole) y por externas (como las señales y actitudes de Washington y Bruselas).

Desde los años ochenta, se sucedieron en América Latina elecciones con variados grados de transparencia, relativa alternación de partidos en el gobierno, división nominal de poderes, ciertas libertades públicas, menor visibilidad militar en la dirección política del Estado y alentadoras manifestaciones de autonomía ciudadana.

DEMOCRACIAS SIN EQUIDAD
Sin embargo, los vacíos democráticos fueron y son graves y tienden a acentuarse a lo largo y ancho de la región: ausencia del Estado de derecho, falta de rendición de cuentas, exigua justicia general, incremento de la inequidad económica, notable desigualdad de género, ruptura de la solidaridad social, escasa protección ambiental, vasta corrupción estatal y empresarial, y degradación alarmante de la ética pública.

Así, la democracia latinoamericana es cada día más formal y menos sustantiva, al tiempo que vive hondos problemas estructurales y no sólo dificultades coyunturales. Básicamente, es muy dudoso que puedan consolidarse democracias políticas sin equidad económica ni justicia social.

EL NUEVO GOLPISMO
La historia mundial de las democracias más longevas y exitosas muestra que estas dos últimas condiciones son claves para garantizar la permanencia de regímenes democráticos. Así entonces, Latinoamérica vive en la actualidad el acoso a la democracia; acoso derivado de sus propios errores e irresponsabilidades. Pero además, en muchos casos aparece un nuevo tipo de golpe que toma distintas configuraciones y alcances según el país afectado.

A diferencia del clásico golpe de Estado, el «nuevo golpismo» está encabezado más abiertamente por civiles y cuenta con el apoyo tácito (pasivo) o la complicidad explícita (activa) de las fuerzas armadas; pretende violar la constitución del Estado de una manera menos ostensiblemente violenta; intenta preservar una semblanza democrática mínima; aspira a resolver un impasse social o político más que a fundar una hegemonía (u orden) novedosa; y cuenta con el silencio sutil (por ejemplo, en los distintos casos de cambio de presidentes en Ecuador, incluido el de 2005) o el respaldo explícito (por ejemplo, en los casos de Venezuela en 2002 y de Haití en 2004) de Estados Unidos.

EUROPA POCO APORTA
La Europa de los Estados, cada día más ensimismada y dividida, poco aporta a un fortalecimiento democrático en el área y no esboza crítica alguna frente a las reiteradas crisis institucionales en Latinoamérica.

En consecuencia, tanto las prácticas como los mutismos internacionales pueden facilitar, más allá de las buenas intenciones y discursos, el ocaso democrático en la región. Por ello, la muy reciente ola democrática –con apenas dos décadas de vida– vive hoy una hora trascendental.