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Por Carlos Escudé (para Safe Democracy)

Carlos Escudé dice que en América Latina hay tres tipos de países: los que desearían penetrar en el mercado norteamericano con productos industriales; los que le interesa entrar en el mercado norteamericano con productos agropecuarios, y un último país que tiene un solo producto, el petróleo, que se vende en cualquier caso (Venezuela). Escudé cree que estas diferencias ilustran el hecho obvio de que los intereses de un Estado no convergen por igual con los intereses de los demás. Para Argentina, es Chile el país con quien se comparten intereses estratégicos, y no Venezuela.


Carlos Escudé es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Yale y profesor de Relaciones Internacionales. Dirige el Centro de Estudios Internacionales y de Educación para la Globalización en la Universidad del CEMA. Ha sido asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de su país.

EL COMERCIO NO TIENE IDEOLOGÍA. Es bueno comerciar con todos los países con que se pueda. No obstante, ceteris paribus (variables constantes), cuanto más grande sea la economía de los socios comerciales, mayor será el potencial de crecimiento del comercio.

ESTADOS UNIDOS, EL GIGANTE
Viene de suyo, por ende, que en principio a Argentina, y por cierto a todos los países de América latina, les convendría la apertura del mercado más grande del mundo, que es el de Estados Unidos. No obstante, porque la condición de ceteris paribus no está presente, dicha apertura no reviste la misma importancia o prioridad para todos estos Estados.

En América latina hay países cuyo interés comercial principal frente a Estados Unidos consiste en penetrar en el mercado norteamericano con productos industriales: a estos países, la cuestión de los subsidios al agro no les afecta demasiado, y a veces les beneficia.

Hay otros países cuyo interés es penetrar en el mercado norteamericano con productos agropecuarios: a éstos la cuestión de los subsidios sí les afecta, y es comprensible que sean más duros en sus negociaciones por el ALCA, que los primeros. Argentina reviste en esta categoría.

Finalmente, hay un país que tiene un solo producto, el petróleo, que se va a vender en cualquier caso: este es un país que no tiene ninguna necesidad del ALCA. Ese país es Venezuela.

INTERESES DIVERGENTES
Estas diferencias en los intereses de estos tres tipos de países latinoamericanos ilustran el hecho obvio de que los intereses de un Estado no convergen por igual con los intereses de los demás. Aunque resulte más difícil señalar cuál es el país latinoamericano cuyo interés converge mejor con Argentina, me parece relativamente claro que, estructuralmente y en el largo plazo, el país cuyo interés estratégico menos converge con Argentina es Venezuela. Razones coyunturales (la necesidad de auxilio financiero y energético, producto de la mala administración) pueden conducir a un gobierno a una alianza táctica con ese país, pero estratégicamente los intereses de ambos son casi irreconciliables.

¿VENEZUELA O CHILE?
Más allá de estas reflexiones conceptuales, en la práctica está claro que la Unión Europea es en la actualidad el mercado más valioso para las exportaciones argentinas, seguido del MERCOSUR, la zona del NAFTA y la región de Asia-Pacífico, en ese orden.

El crecimiento de las exportaciones argentinas hacia estos mercados se ordena, sin embargo, de manera muy diferente, situándose primero el de Asia-Pacífico (68 por ciento), y luego la Unión Europea (25 por ciento), MERCOSUR (16 por ciento), y la zona del NAFTA (7 por ciento). El resultado más sobresaliente del último bimestre, no obstante, es el arrojado por las exportaciones a Chile, que con US$ 729 millones, se comparan espectacularmente con los US$ 957 vendidos en toda la región del NAFTA.

Estas cifras muestran dos cosas. Primero, que algo debe estar haciendo mal Argentina para vender tan poco en la región del NAFTA. Segundo, que hay un error de cálculo muy grande de parte de quienes no parecen comprender que es Chile, y no Venezuela, el país de la región con que Argentina comparte intereses estratégicos. Que las alianzas políticas interestatales estén tan mal planteadas no representa un buen augurio para el futuro argentino.