Por Edgardo Mocca (para Safe Democracy)

Edgardo Mocca analiza las relaciones entre Estados Unidos y América Latina e indaga sobre posibilidad de crear una agenda única de discusión política interamericana. Mocca cree que América Latina debe integrar su agenda política para la consolidación de las democracias, sobre la base de crear condiciones de justicia e inclusividad que fortalezcan la legitimidad de sus instituciones.


Edgardo Mocca es politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Asesora al Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina.

EL ASCENSO AL GOBIERNO EN UN CONJUNTO DE PAÍSES LATINOAMERICANOS de fuerzas que, si bien heterogéneas en lo ideológico y político, pueden ser caracterizadas bajo el rótulo de «centroizquierdistas» o «progresistas» plantea el interrogante sobre si es posible crear una agenda única de discusión política de alcance interamericano.

Básicamente, como es obvio, la pregunta gira alrededor de la relación de varios países influyentes de la región con la principal potencia hemisférica y mundial, Estados Unidos.

Hasta ahora ha venido funcionando una agenda fragmentada.

LA SEGURIDAD HEMISFÉRICA
Particularmente desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, el círculo de cuestiones que giran alrededor de la seguridad hemisférica y global, comprendidas casi exclusivamente en términos policial-militares ocupa excluyentemente el centro de la acción política de la Administración Bush.

El lugar de América Latina en esa estrategia se resume, en el mejor de los casos, con la fórmula de la «gobernabilidad democrática», interpretada como capacidad de resistencia de sus gobiernos a los desafíos de fuerzas que cuestionan la estabilidad de sus regímenes democrático-liberales.

DÉFICIT EN LA CONCEPCIONES

Se supone, no sin razón, que la desestabilización de las democracias de la región generaría amenazas a la seguridad continental.

El déficit de esta concepción es que separa artificialmente el tema de la estabilidad política, como precondición de la seguridad continental, de un conjunto de problemas que constituyen el suelo social de los potenciales desafíos a la gobernabilidad democrática.

Desvinculada de la lucha por construir nuevos niveles de ciudadanía e inclusividad social en los países de la región, la gobernabilidad democrática se convierte en la defensa de instituciones progresivamente debilitadas por el desapego de poblaciones que no ven en ellas herramientas para mejorar sus condiciones de vida, sino instrumentos de conservación de las iniquidades y de disciplinamiento social.

RELACIÓN CRÍTICA CON ESTADOS UNIDOS

A esto se suma que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina tienen una larga y crítica historia, signada por recurrentes intervenciones de la superpotencia que poco tuvieron que ver con la consolidación democrática de diversos países latinoamericanos y mucho con la preservación de intereses económicos y geopolíticos estadounidenses.

No es demasiado difícil entender cómo varias de las nuevas fuerzas de gobierno en la región han crecido sobre la base de fuertes invocaciones de corte nacionalista y anti-imperialista, concretamente orientada contra Estados Unidos.

Si a eso se agrega la obsesiva sospecha que surge desde el Norte, cada vez que una fuerza «no amiga» asume el gobierno –sospecha acompañada con frecuencia por amenazas veladas o abiertas– se comprende que la articulación de una agenda común de alcance continental no aparezca como una tarea fácil.

ASUMIR LOS DESAFÍOS EN FORMA INTEGRADA

Tal vez, la clave sea la plena asunción del carácter global de los desafíos que enfrentamos y su comprensión integrada. Si algo demuestran los atentados terroristas del 2001 es que ninguna política de pertrechamiento militar –por gigantesca que sea– precave a país alguno de la amenaza terrorista.

Los acontecimientos posteriores muestran también que la política de «guerras preventivas» orientadas contra Estados real o supuestamente comprometidos con el terrorismo no hace sino facilitar las condiciones para la acción de los grupos más fundamentalistas.

OTRO CAMINO ES POSIBLE
Existe otro camino, más arduo, más complejo, menos espectacular para el combate contra el terrorismo.

Apunta a cortar las fuentes de suministro de legitimidad de las bandas terroristas; a pacificar las regiones envueltas en situaciones de guerra interminables, a abordar el problema de las migraciones masivas con criterios democráticos, a mejorar las condiciones del comercio internacional cuyas actuales asimetrías empeoran la situación del mundo no desarrollado.

En América Latina, la agenda compartida es la de la consolidación de las democracias, sobre la base de crear condiciones de justicia e inclusividad que fortalezcan la legitimidad de sus instituciones.