Por Ariel Moutsatsos (para Safe Democracy)

Ariel Moutsatsos analiza el escándalo político francés y dice que se ha transformado en un auténtico affaire de Estado, que acabará con el presidente Jacques Chirac y con la carrera política del primer ministro Dominique de Villepin, acorralados por el clamor popular. Moutsatsos cree que es el propio Nicolas Sarkozy –a quien se pretendía destruir haciendo uso de los recursos del Estado– el personaje de la política que sale fortalecido de este vergonzoso y aún inconcluso ménage à trois del Estado francés.


Ariel Moutsatsos es periodista mexicano de origen griego, egresado del Tecnológico de Monterrey. Tiene un Master en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense, y ha sido corresponsal internacional en Nueva York, Europa y Oriente Medio. Cubrió los atentados terroristas del 11-S y 11-M para la televisión y radio mexicana. Ha impartido cátedra de Terrorismo Internacional y de Prensa Comparada. Vive en París.

JUSTO CUANDO MUCHOS PENSABAN QUE EL AÚN PRIMER MINISTRO FRANCÉS, Dominique de Villepin, había salvado el puesto –tras las protestas en todo el país por el tristemente célebre Contrato de Primer Empleo (CPE), que intentó imponer sin éxito– un nuevo escándalo sacude desde hace semanas la cúpula de la República. Y se produce a un año de las elecciones presidenciales y de lo que muchos analistas señalan como el final de la era Chirac. Un auténtico «affaire» de Estado, que no pocos han calificado ya como el Watergate francés.

LOS TRES MOSQUETEROS
En el ojo del huracán están los tres personajes centrales de la derecha y del poder galo: el presidente, Jacques Chirac; el primer ministro Villepin y el ministro del Interior –enemigo político de los otros dos– Nicolas Sarkozy.

La bomba estalló hace apenas unos días pero llevaba años en cuenta regresiva.

En 2001 se inició un proceso judicial relacionado con la venta a Taiwán (en 1991) de seis fragatas francesas, supuestamente «canalizadas» a través de la empresa luxemburguesa Clearstream.

En el año 2004, los jueces que investigaban el caso recibieron de forma anónima una lista de cuentas de banco en el extranjero ligadas a dicha venta, supuestamente pertenecientes a varios altos políticos franceses. Uno de los nombres era el de Nicolas Sarkozy.

La corrupción parecía asomarse.

LA BOMBA ESTALLÓ

Los jueces no tardaron en descubrir que la lista era falsa y han iniciado una nueva investigación para esclarecer las acusaciones contra los mencionados.

Como parte de las averiguaciones, el General Philippe Rondot, actualmente retirado pero en ese entonces alto funcionario de espionaje, dijo a los investigadores que Villepin –en esa época ministro de Asuntos Exteriores– le había pedido investigar a Sarkozy por órdenes del Presidente Chirac. Las declaraciones de Rondot fueron publicadas hace unas semanas por el diario Le Monde y la bomba estalló.

Tanto Chirac como Villepin negaron los hechos.

EL FUEGO QUE NO CEDE

Aunque Villepin sí aceptó haber ordenado una investigación del asunto Clearstream, aclaró que el nombre de Sarkozy no fue mencionado en la conversación.

Para tratar de enmendar las cosas, Rondot confirmó que Villepin no le había pedido una indagatoria concreta contra Sarkozy y culpó a Le Monde de distorsionar lo sucedido. Las llamas se calmaron un poco pero el fuego nunca cedió.

El pasado viernes 12 de mayo, Le Monde publicó en primera plana las notas manuscritas del General Rondot (ya había publicado algunas frases), que ponen en claro que el nombre de Sarkozy sí fue mencionado como parte de la orden de investigación y –lo que es más– apuntan a que Jean-Louis Gergorin (vicepresidente de EADS, compañía aeroespacial y de Defensa y amigo de Villepin), fue probablemente el autor de las listas anónimas enviadas a los jueces.

DESTRUYENDO AL ARCHIENEMIGO
De confirmarse todo lo anterior, el actual primer ministro y muy posiblemente el presidente, habrían investigado a su archienemigo Sarkozy, haciendo uso de recursos del Estado para espionaje político y además, un amigo del premier habría buscado desprestigiar a varios políticos haciendo uso de falsedades.

El presidente Chirac terminará su mandato aún más ensombrecido por estos sucesos; pero la peor parte la lleva Dominique de Villepin, a quien ya dan por muerto políticamente y con casi nulas posibilidades de ser el candidato de la derecha (UMP) a la presidencia, dejando libre paso –quién lo iba a decir– a Nicolas Sarkozy.

LA CABEZA DE VILLEPIN
Además de la vergüenza, se suma el clamor popular que pide la cabeza de Villepin, quien no sólo ha negado la posibilidad de renunciar, sino que ha sido respaldado en repetidas ocasiones por el presidente Chirac.

Qué lástima por la contienda política, pero qué pena por Dominique de Villepin, quien después de alcanzar gran estatura –incluso intelectual– con motivo del debate hacia la guerra en Irak y de ejercer de forma destacadísima la representación diplomática de su país no supo ser un verdadero político, ni desempeñar el cargo de primer ministro, que en otras circunstancias le hubiera abierto las puertas a la jefatura de Estado.

Podría ser que se tratase de un hasta luego, pero todo apunta a que es un adiós, sin más.