Sagrario Morán señala que tres fases deben darse –de menor a mayor complicación y extensión en el tiempo– para alcanzar el final definitivo de ETA en España: la primera fase, que prácticamente ya ha culminado –escribe–, con la verificación del alto el fuego permanente. Una segunda fase, está el diálogo Gobierno español-ETA. Y, tras la desaparición de la violencia, habrá llegado el momento de iniciar de una forma seria la tercera fase del proceso: la formación de una mesa de partidos políticos.
Sagrario Morán es especialista en terrorismo y violencia política. Es profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Rey Juan Carlos I. Ha publicado «PNV-ETA. Historia de una relación imposible».
TRANSCURRIDOS TRES AÑOS DESDE QUE ETA matara a las dos últimas víctimas de su trágica escalada de violencia –iniciada en la década de 1960–, y a dos meses y medio desde que anunciara el alto el fuego permanente, nos encontramos a las puertas de lo que denomino como segunda fase del proceso de paz.
Se trata de un proceso que –a juzgar por cómo van ocurriendo los hechos– tiene una hoja de ruta muy clara: tres fases que van de menor a mayor complicación y extensión en el tiempo.
LA VERIFICACIÓN DEL ALTO AL FUEGO
La primera fase, que prácticamente ya ha culminado, comenzó con la verificación del alto el fuego permanente.
Los protagonistas principales de la etapa fueron dos: ETA y Gobierno español, con las Fuerzas de Seguridad del Estado como actores encargados de elaborar los informes de verificación. El resultado es que el alto el fuego de ETA es completo y real, según el Ministerio del Interior.
DIÁLOGO GOBIERNO-ETA
En los prolegómenos de la segunda fase del proceso está el diálogo Gobierno-ETA, y los protagonistas siguen siendo los mismos. Sin embargo, la impaciencia del resto de fuerzas políticas por desempeñar un papel más allá que el de meros observadores crece. Son conscientes de que sólo en la mesa de partidos tendrán protagonismo.
El ambiente político que se está viviendo en las semanas previas al inicio de esta segunda fase –precedida de la comparecencia del presidente Zapatero en el Congreso para comunicar su decisión de abrir el diálogo con ETA– no parece ser el más oportuno.
EL COLAPSO DEL PROCESO
En los últimos quince días, dirigentes de la ilegalizada Batasuna, brazo político de ETA, amenazaban con un colapso del proceso si sus líderes son encarcelados, y se vivían varios capítulos de violencia callejera (ataques a sedes de partidos políticos y extorsión).
La decisión del juez Grande-Marlaska de no encarcelar a los dirigentes batasunos y el anuncio de los socialistas vascos de mantener reuniones formales con la formación ilegalizada desatascaban la situación, por un lado, y la atascaban, por otro. La reacción del Partido Popular por su parte ha sido oponerse frontalmente a dicho diálogo.
Es de desear que la actual tensión política sólo forme parte del proceso negociador, que se entiende que no es lineal, sino que está lleno de picos, con salidas de tono, e incluso episodios puntuales de demostración de fuerza, y que las dificultades que vivimos en los momentos previos a la segunda fase se diluyan, como ocurrió antes del anuncio del alto el fuego.
PACIENCIA Y RESPONSABILIDAD
En esta segunda fase se precisa de mayor paciencia y responsabilidad por parte de todos para que las conversaciones entre el Gobierno y ETA concluyan en la disolución de ETA y en una solución para sus más de 500 presos. No es, sin embargo, la primera vez que se da este escenario.
En 1982, ETA-Político Militar decidió disolverse y sacar al mismo tiempo de esa disolución la ventaja política de acabar con los exiliados y los presos que renunciasen a la violencia. Eso se consiguió y unos 250 polimilis abandonaron las armas.
LA MESA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Solo entonces, y tras un acuerdo que lleve a la desaparición de la violencia, habrá llegado el momento de iniciar de una forma seria la tercera fase del proceso: la mesa de partidos en la que se planteen los temas políticos que separan a nacionalistas y no nacionalistas. Y ahí deberán estar todos, también una Batasuna previamente legalizada.
FINAL FELIZ
Pero el tiempo entre el fin de la primera mesa y la conclusión de la segunda deberá ser el suficiente para que dicho resultado no se vea perjudicado por la sombra de ETA.
Es fundamental que la mesa de partidos se active cuando se haya decidido entre todos que es el mejor momento y se hayan limado las diferencias.
Solo así tendremos garantías de concluirla. Cuanto más consenso haya en el plano de la política más probabilidades tendremos de llegar a un final feliz.
Publicado por:
Francisco Jiménez García
fecha: 12 | 06 | 2006
hora: 5:10 pm
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La profesora Sagrario Morán es una gran conocedora de los procesos abiertos en las últimas décadas en torno a la solución del problema terrorista de ETA, como lo demuestra su libro sobre PNV y ETA. No obstante, echo de menos un análisis sobre los nuevos interlocutores en el actual proceso, en particular el protagonismo o no del PNV, así como sobre la posible incardinación de la constitución de las mesas políticas con el Parlamento vasco y el proceso estaturario.
Publicado por:
Mercedes Camacho Arce
fecha: 13 | 06 | 2006
hora: 10:33 am
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Sin duda de la lectura del artículo se desprende que la profesora Morán es una gran entendida del tema. Nadie puede estar en desacuerdo con ella en que el consenso entre las fuerzas políticas es fundamental para finalmente lograr el definitivo final del terrorismo de ETA en nuestro país. Sin embargo, no estoy de acuerdo en llamarlo proceso de paz (aquí solo ha habido un bando que ha asesinado). Debe haber diálogo, pero previamente los terroristas y su brazo político deben arrepentirse, pedir perdón a las víctimas y entregar las armas.
Publicado por:
Javier Albisu
fecha: 22 | 11 | 2006
hora: 11:24 pm
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Comulgo con las pautas que define Sagrario Morán sobre las fases que deben seguirse para establecer un marco que permita llevar a buen término este proceso. Sin embargo, me temo que los compartimentos no sean tan estancos y supongo que cada una de las fases se entremezcla con la anterior.
Me parece razonable que esto sea así si observamos que nos referimos de un proceso de negociación (defínanlo como quieran) entre una organización terrorista y un estado, y no entre dos socios comerciales, dos vecinos o dos cónyuges.
Cada una de las partes sabe de antemano a lo que le es posible renunciar y a lo que no. Y supongo, las partes habrán hecho un amplio ejercicio de empatía y sabrán en qué puede y no puede ceder «el enemigo». Al final, nos dicen, nadie desea la violencia. Pero todos tienen un público al que satisfacer, al que vender una victoria, al que presentar un éxito tras el hipotético caso de que se llegue a «un final feliz». Creo que es absurdo hablar de rendiciones, como también lo es hablar de independencias.
Creo que serán necesarias grandes dosis de empatía, de realismo político, de generosidad y, sobre todo, extensos horizontes. ETA sabe que el gobierno no puede capitular ante sus reivindicaciones históricas, igual que el gobierno sabe que no puede, sencillamente, canjear paz por legalización de Batasuna. ¿Por qué? Porque hay que vender victorias. Porque el éxito del proceso pasa por que todos puedan vender su victoria (mal que le pese a los directores de periódicos que aspiran a vender derrotas).
Cuando era pequeño, le pedía a los reyes un Lego o el Monopoly. Pero no Disneylandia. ¿Por qué? Porque sabía que no me lo podían traer.
El señor Acebes, al que supongo docto en la materia, sabe que el cumplimiento de las condiciones que su partido le puso al gobierno para apoyar el proceso supone la rendición incondicional de ETA. Ergo, el fin del proceso. Eso es un imposible lógico y, me atrevería a decir, un improbable técnico. Ojalá fuera así. Ojalá las terroristas llegaran en camiones al Ministerio del Interior para entregar sus armas, condenasen la violencia, pidiesen perdón y trasladaran sus reivindicaciones (tan legítimas como cualquier otra) al regazo democrático de las instituciones. Pero mucho me temo que no va a ser así. Así que me planteo cuáles son las pretensiones del señor Acebes y cómo y cuándo desea su partido que termine esta situación. Quizá, tengamos que ser generosos los demás y esperar a que gobierne los populares para que vean con buenos ojos un proceso de paz, como ya vieron otros.