Por Chimène Coste (para Safe Democracy)

Chimène Coste analiza las relaciones bilaterales entre Cuba y la Unión Europea, y de dos países fundamentales en el vínculo como Francia y España, y dice que Bruselas tiene dos posibilidades: mantener las sanciones y dar una fuerte señal a La Habana –mostrándole que no puede seguir con la represión política–, o dejar las sanciones de lado, y enseñar –como lo han hecho Felipe González y François Mitterrand en sus tiempos– que el diálogo con las autoridades, el comercio y el aumento de las relaciones institucionales son el mejor camino para apostar por un verdadero cambio en la isla. Coste cree que la segunda opción es más viable y dice que es posible seguir sancionando simbólicamente a Cuba y sembrar al mismo tiempo semillas para el diálogo.


Chimène Coste es politóloga y tiene un Master en Sociología Política por la Universidad de La Sorbonne. Se encuentra actualmente realizando su doctorado sobre Cuba por la misma universidad.

HAY UNA DIPLOMACIA EUROPEA HACIA CUBA PERO EXISTEN también diplomacias bilaterales independientes entre Estados de la Unión Europea y Cuba.

Dos países especialmente importantes para determinar la política europea hacia Cuba son España y Francia: el primero, por el obvio peso del pasado colonial; Francia por su talento diplomático y su visión de la geopolítica internacional, a través de los cuales intenta fomentar el diálogo y rechazar las medidas unilaterales (como los bloqueos).

DIME QUIÉN GOBIERNA…
Las relaciones entre la UE y Cuba dependen entonces muy estrechamente de quiénes gobiernan estos dos países; recordemos sino los estrechos vínculos que Felipe González y François Mitterrand –a través de la Fundación France Liberté de su esposa Danielle– establecieron con el régimen de Fidel Castro.

En 2001, el Parlamento Europeo otorgó el Premio Sakharov al disidente Oswaldo Payá, el principal promotor del proyecto Varela (para la democratización de la isla) pero cuya posición era a favor del diálogo con el régimen castrista.

TREMENDO DETERIORO ENTRE LAS PARTES
2003 fue por el contrario, un año de tremendos deterioros en las relaciones entre ambas partes. Esto se debió al cambio del contexto geopolítico mundial, con la profundización de la unilateralidad estadounidense y la invasión a Irak, pero también por la decisión del gobierno cubano de juzgar sin garantizar de defensa a 75 disidentes políticos y de ejecutar a tres ciudadanos cubanos que querían huir de su país en un barco que habían previamente secuestrado.

Ese mismo año, la Unión Europea decidió sancionar estos hechos congelando la cooperación institucional entre la UE y Cuba. Las embajadas recibieron consignas de invitar a los disidentes que aún seguían libres a participar de la celebración de su fiesta nacional. La parte cubana se defendió a través de tribunas políticas y decidió nacionalizar el centro cultural español ubicado en el Malecón de La Habana.

¿REENCUENTRO?
Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se pusieron de acuerdo en Viena para rechazar las medidas coercitivas de carácter unilateral con efectos extraterritoriales que son contrarias al Derecho Internacional y a las normas comúnmente aceptadas del libre comercio. Carlos Lage, vice-presidente del gobierno cubano, declaró que era un gran éxito para la nación cubana y los valores que defiende. ¿Será 2006 el año del reencuentro? ¿Será un primer paso para el fin de las sanciones impuestas a Cuba en 2003?

Ursula Plassnik, ministra de Asuntos Exteriores de Austria –país que presidió la Unión Europea en el primer semestre de 2006– declaró que la UE todavía no ha decidido si mantiene o no las sanciones contra Cuba. Para Carlos Lage, la UE no tiene ni razón ni justificación moral para sancionar a Cuba. No tiene razón porque ninguno otro país hizo tantos esfuerzos para lograr el bienestar de su pueblo. No tiene justificación moral porque la misma Europa apoyó y fue cómplice de Estados Unidos en la guerra contra Irak.

MANTENER (O NO) LAS SANCIONES
Existe la posibilidad de mantener las sanciones y sostener de este modo una fuerte señal para decirle a Cuba que no puede seguir con la represión política, que parece ser la única manera de tratar a los cubanos que piensan de manera distinta.

No mantenerlas, en cambio, sería decidir, como lo han hecho Felipe González y François Mitterrand en sus tiempos, que el diálogo con las autoridades castristas, el comercio con Cuba y el aumento de las relaciones institucionales entre ambas partes –a través de convenios universitarios, de una cooperación descentralizada entre regiones y del desarrollo de vínculos culturales– es la mejor manera de apostar por un verdadero cambio en la isla.

EL DILEMÁTICO ASUNTO DEL DIÁLOGO
La primera opción es sobre todo simbólica: Cuba no necesita del apoyo económico de la Unión Europea (Venezuela se la está dando).

Desde mi punto de vista, la segunda opción es más viable: es posible continuar sancionando simbólicamente a Cuba –por la represión política– y seguir trabajando también con Cuba, sembrando semillas para el diálogo.

Será crucial para alcanzar una transición que no este sólo determinada por los lobbies de Miami y Washington.

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