El vínculo entre Beijing y Washington nunca ha sido idóneo pero sí lo suficientemente realista como saber que ambos países se necesitan mutuamente, dice el autor, que cree que las relaciones no han variado sustancialmente desde la fundación de la República China, en 1949, y que probablemente no lo hagan en un futuro a medio plazo. Sin embargo, la situación puede cambiar radicalmente en unos años, cuando el poderío chino no sea sólo económico, sino cuando se consolide también en el terreno político y militar, y explica por qué.


DESDE LA FUNDACIÓN DE LA REPÚBLICA CHINA, el 1 de octubre de 1949, las relaciones entre Beijing y Washington no han sido nunca idóneas pero sí lo suficientemente realistas como saber que se necesitan mutuamente para consolidar su poder en un mundo en transformación. Esta situación, a pesar de atravesar altibajos, no ha variado sustancialmente desde entonces y probablemente no lo haga en un futuro a medio plazo.

Las políticas de contención desde Washington han sido siempre sustituidas por otras de cooperación a medida que la nueva administración que estuviese en Washington se afianzaba en su nuevo puesto.

TODO PUEDE CAMBIAR
La realidad siempre se ha impuesto y la cooperación entre ambos no ha dejado de ser un win-win game para los dos Estados, especialmente a partir de los años 70 cuando el Presidente Nixon siguió la táctica del enemigo de mi enemigo es mi amigo, para contener a la Unión Soviética.

Esta situación puede cambiar radicalmente por primera vez en unos años cuando el poderío chino sea no sólo económico, sino también se consolide en el terreno político y militar y las intenciones de los líderes chinos pueden variar al cambiar también su agenda interna.

¿INTERÉS MUTUO?
La administración Bush, como bien indicaba el documento publicado en marzo del 2006 sobre Estrategia Nacional de Estados Unidos declaraba que el país celebra la emergencia de China siempre que sea pacifica y próspera y coopere con ellos para intentar de forma conjunta solucionar los desafíos de interés mutuo entre ambos.

Los dos países están conectados por la economía global, lo que sin duda ha sido positivo para ambos. Pero ahora más que nunca las consideraciones económicas irán ligadas a las de seguridad en una región en donde los conflictos sin resolver enfrentaran de nuevo a Washington y Beijing.

DIME QUÉ HACES…
Lo que importa de China no es lo que dice sino lo que hace, y en consecuencia, lo que hay que empezar a valorar es si China actúa ya como una potencia responsable y coherente con el papel que está desempeñada a jugar en la escena internacional.

No hay duda que China es una gran potencia en auge pero paradójicamente permanece incompleta como gran potencia en un mundo en rápida transformación. La cuarta economía mundial, ya por delante del Reino Unido sigue teniendo una renta per cápita que apenas supera los 1.000 dólares en las ciudades y los 300 dólares en el campo. China por tanto se sitúa sólo por delante de Ucrania o Marruecos en cuanto a su renta per cápita.

UN PUNTO DE PARTIDA
Otra vez, una gran potencia como China tendrá que ver cómo se acomoda con otra gran potencia, Estados Unidos, ésta sí hegemónica.

Sólo la emergencia precipitada de forma pacífica o el auge pacifico de China, podrá buscar los espacios necesarios para acomodar a ambos: el comercio, respeto mutuo y estabilidad pueden ser en este sentido un buen punto de partida.