Por Augusto Zamora R. (para Safe Democracy)

Augusto Zamora R. cree que el gobierno de Israel no ha logrado ninguno de los objetivos que decía buscar en la guerra en Líbano: se proponía destruir a Hezbolá y ésta no sólo ha puesto resistencia, sino que su prestigio en el mundo árabe y musulmán –se trate de chiíes o suníes– ha crecido de manera exponencial. Zamora R. explica a continuación por qué al lanzar las operaciones militares (el error estratégico de Israel) son Siria, Hezbolá y fundamentalmente Irán, quienes están saliendo fortalecidos de esta guerra. Y detalla asimismo de qué manera la decisión del gobierno israelí de establecer una zona de protección en territorio libanés, es un auténtico regalo para Hezbolá y todas las otras organizaciones y grupos islamistas que son sus enemigos.


Augusto Zamora R. es profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido abogado nicaragüense ante la Corte Internacional de Justicia entre 1983 y 2001. Es columnista del periódico El Mundo. Su última obra es «La paz burlada. Los procesos de paz en Centroamérica» (Editorial Sepha, Madrid, 2006).

DESPUÉS DE SEMANAS DE BOMBARDEOS INDISCRIMINADOS, con centenares de víctimas mortales, más de medio millón de personas desplazadas y daños materiales incalculables, el gobierno de Israel no ha alcanzado ninguno de los objetivos que decía buscar en la guerra en Líbano.

Se proponía destruir a la organización Hezbolá y ésta no sólo ha puesto resistencia, sino que su prestigio en el mundo árabe y musulmán, se trate de chiíes o suníes, ha crecido de manera exponencial.

SIRIA E IRÁN, FORTALECIDOS
Decía que buscaba impedir los ataques con misiles contra territorio de Israel y Hezbolá continúa atacando poblaciones israelíes. Buscaba debilitar a Siria e Irán en el país de los cedros y lo único que ha conseguido es fortalecerlos. Quería convertirse en árbitro de la situación libanesa y sólo ha logrado su propio aislamiento internacional y golpear duramente el prestigio de Israel.

Devorado por su propia dinámica, actúa como si creyera que la única forma de encubrir el garrafal fracaso es persistir en los ataques sobre Líbano, acrecentando los daños humanos y materiales, en una guerra que tiene perdida ya.

Nadie en el mundo, salvo Washington y Londres, le acompañan en lo que puede ser un terrible error estratégico, imitando los pésimos cálculos de Estados Unidos en Irak.

REGALOS Y OPORTUNIDADES

La decisión del gobierno israelí, de establecer una zona de protección en territorio libanés, es un regalo para Hezbolá y todas las otras organizaciones y grupos islamistas enemigos de Israel.

El Estado israelí quiere reeditar la amarga experiencia de los años ochenta, de enfrentar a la guerrilla chií en territorio libanés, de la que salió derrotado. El punto de diferencia estará en que Hezbolá dispondrá de más hombres y medios para su guerra de desgaste, pues ingenuo sería creer que países como Siria e Irán desaprovecharán la oportunidad que se les brinda para golpear cuanto puedan a su enemigo.

LAS BASAS DE TEHERÁN

Al abrir un nuevo e innecesario frente de guerra, Israel ha arrastrado a su gran valedor, Estados Unidos, cuya influencia ha sufrido una nueva merma en la región. Le ha debilitado, sobre todo, en su campaña contra el desarrollo nuclear de Irán, país que emerge como la pieza más estratégica del explosivo tablero del Oriente Medio. Nunca como ahora Irán ha tenido tantas y tan fuertes basas en la mano, de Afganistán a Líbano.

Descartadas las delirantes propuestas de extremistas de derecha y militaristas exaltados de lanzar ataques nucleares preventivos contra este país, resulta hoy más difícil que nunca obviar a Teherán de cualquiera proceso de solución de los conflictos en curso.

ERROR ESTRATÉGICO
La reacción israelí ha provocados pérdidas humanas y políticas. Pierde la Unión Europea, pues la debilidad mostrada ante la desproporción israelí reducirá más si cabe la escasa influencia que posee en la región. Pierden Naciones Unidas, el Derecho Internacional y la lucha por la paz, incapaces siquiera de condenar la brutal reacción.

Pierde Israel por cuanto, haga lo que haga, no tiene posibilidades reales de derrotar a Hezbolá, menos aún de desarmarla y ponerla bajo control internacional. Ganan, sin género de duda, quienes apuestan por la confrontación y la guerra dentro y fuera de Israel. Y, claro, gana Hezbolá, convertida en referencia y modelo. Un error estratégico del que Israel podría arrepentirse en poco tiempo, si acaso no está arrepentido ya.

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