Por Fabián Bosoer (para Safe Democracy)

Fabián Bosoer cree que el debate en torno a la disponibilidad pública o privada, nacional o regional de los recursos naturales en América Latina se ha instalado como el tema principal de conflicto y negociación, de acuerdo y desacuerdo, y de alianzas y disputas en la región. Y explica que con cada uno de los contenciosos bilaterales que florecen hoy en América Latina se está abonando el terreno para futuras batallas. ¿Habrá confluencia o desunión? ¿Integración o balcanización?


Fabián Bosoer es politólogo y periodista del diario Clarín. Es profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Belgrano.

LA DISPONIBILIDAD PÚBLICA O PRIVADA, NACIONAL O REGIONAL DE LOS RECURSOS NATURALES, se ha instalado, qué duda cabe, como un principal tema de conflicto y negociación, acuerdo y desacuerdo, alianzas y disputas en Sudamérica.

Y quienes hicieron un anticipado réquiem del estatismo y las soberanías nacionales –los mismos que hoy advierten con cierto espanto lo que ven como un regreso de las concepciones estatizantes de antaño– deberán preguntarse qué es lo que no se supo ver ni prever una década atrás, cuando se imaginó la llegada irreversible de la utopía neo-liberal y se privatizaron el suelo y el subsuelo para su explotación transnacional a cambio de un flujo de capitales que lejos de utilizarse para la inversión productiva y el desarrollo inclusivo de sus países, fue a abultar las deudas externas y profundizar las brechas entre riqueza y pobreza.

QUÉ PARA QUIÉN
Bolivia es un caso paradigmático y por cierto que no nuevo: recorre la historia latinoamericana desde sus orígenes. Está allí el segundo reservorio gasífero más importante de la región, pero apenas el 2 por ciento de su población –con un 60 por ciento de ella sumergida en la pobreza– tiene gas natural.

No es una cuestión, entonces, de viejas o nuevas ideologías sino de la actualidad y vigencia de conflictos por la propiedad, explotación y aprovechamiento de recursos que tienen directa e íntima relación con el destino de las naciones y los pueblos latinoamericanos.

Y se trata, también, del modo en que se van a dirimir estos conflictos –y en beneficio de cuáles intereses– que, por otra parte, han sido permanentes en la historia latinoamericana.

EL CONFLICTO ES UN NEGOCIO
Es una historia que conoce desde los tiempos de la conquista y las guerras por la emancipación el modo en que jugaron las alianzas entre la lógica del mercado y la lógica de las pasiones nacionales agitadas por intereses económicos. No habrá que extrañarse, entonces, que detrás de los antagonismos principales que hoy aparecen en el terreno político, ideológico y de seguridad en la región (entre el Estados Unidos de George W. Bush y la Venezuela de Hugo Chávez) haya una colusión de poderosos intereses para los que el conflicto es un gran negocio.

La misma lógica en apariencia contradictoria se reproduce en dominó en cada uno de los contenciosos bilaterales que hoy florecen en Sudamérica: Buenos Aires versus Montevideo; Montevideo y Asunción versus Buenos Aires y Brasilia; Brasilia versus Caracas; Caracas versus Lima; Lima versus Santiago; Santiago versus La Paz; y La Paz versus Brasilia. Y así, según sea el tema en disputa: aprovechamiento del suelo, contaminación de los ríos, explotación de las plataformas marítimas o de los recursos del subsuelo, propiedad de la tierra, construcción de gasoductos o acceso a los puertos y rutas del comercio, se están decidiendo al mismo tiempo importantes inversiones y suculentos contratos sobre infraestructuras, armamentos y logística de seguridad, por ejemplo.

¿INTEGRACIÓN O BALCANIZACIÓN?
El ex presidente argentino Raúl Alfonsín advirtió sobre las consecuencias dramáticas de las discordias en la región, a propósito del desatinado litigio entre Argentina y Uruguay por el proyecto de construcción de dos plantas de pasta celulosa en el límite fluvial entre ambos países. Este conflicto –apuntó Alfonsín– genera mayores costes para uruguayos y argentinos y abre oportunidades para terceros. Debemos recordar que el proceso de integración entre nuestros países contribuyó de manera decisiva a eliminar las hipótesis de conflicto, instaurando un invalorable ambiente de paz que distingue a nuestra región respecto de otras partes del mundo (diario Clarín, 4 de mayo).

Algo, al menos, es diferente respecto de los tiempos de la Guerra del Chaco, sucedida hace 71 años: son todas democracias las que están jugando el destino de confluencia o desunión, integración o balcanización de la región sudamericana.

Pero por debajo de la superficie, no quepan dudas, se están diseminando trampas y preparando los terrenos para las próximas batallas.

Sepan los gobernantes y líderes de nuestros países advertirlo, mientras juegan el juego de la silla: cuánto me acerco, cuánto me distancio de mi vecino.

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