Por Edgardo Mocca (para Safe Democracy)

Edgardo Mocca aprovecha la última reunión de los países integrados en el Movimiento de los No Alineados en La Habana para reflexionar sobre las necesidades de la democratización global y dice que no es para nada seguro que el Movimiento de No Alineados recupere un lugar de interlocución mundial relevante como lo tuvo durante la Guerra Fría. En este sentido, Mocca abre una serie de interrogantes que darían un sentido renovado al Movimiento de los No Alineados y escribe algunas ideas sobre cómo podría este grupo de países adquirir un rumbo realista y pragmático y cobrar sentido e importancia.


Edgardo Mocca es politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Asesora al Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina.

EL ANUNCIO POR PARTE DEL GOBIERNO ARGENTINO sobre su participación en carácter de invitado a la reunión del Movimiento de No Alineados de La Habana ha empezado a despertar reacciones polémicas.

No puede sorprender que sea así, dado que Argentina se alejó de ese agrupamiento en 1991, alegando que no existía en él una cláusula que obligara a sus países miembros a sostener un sistema democrático de gobierno. Detrás de ese argumento, ciertamente atendible, se ocultaba la manifiesta intención del entonces presidente Menem de despejar toda duda respecto de su alineamiento incondicional con Estados Unidos.

EL MUNDO CAMBIÓ
Cierta izquierda se entusiasma con lo que supone un regreso del país a las fuentes del anti-imperialismo que fundaran la adhesión a los no alineados en 1973; entre los exponentes de la derecha predomina la sospecha respecto de lo que consideran un viraje peligroso de la política exterior argentina supuestamente orientado a acompañar la retórica combatiente del gobierno venezolano.

En ambas posturas es dable encontrar un cierto anacronismo: el mundo ha cambiado dramáticamente desde la década del setenta; y tampoco es idéntico el clima global al que caracterizaba los últimos estertores del imperio soviético.

NI PACTO DE VARSOVIA NI OTAN
Hasta la propia denominación de los no alineados ha perdido significación práctica. Cuando el movimiento fue creado formalmente –en la reunión de Belgrado– la definición correspondía a aquellos países que no formaban parte de los dos grandes bloques político-militares de la época, el Pacto de Varsovia y la OTAN: el primero de los bloques desapareció a fines de la década del ochenta; la OTAN ha perdido relevancia en el contexto del unilateralismo militar de Estados Unidos. El supuesto común denominador original, en consecuencia, ya no existe.

Sin embargo, el mundo no vive hoy en las condiciones que profetizaba el liberalismo a comienzos de la década del noventa. Ni la caída de los regímenes autoritarios del este europeo trajo la evolución democrático-liberal del mundo, ni la globalización capitalista produjo la prosperidad y el desarrollo generalizados.

VIEJOS Y NUEVOS CONFLICTOS
Lejos de ese cuadro idealizado, la aldea global está atravesada de viejos y nuevos conflictos; el terrorismo crece como amenaza y la respuesta excluyentemente militar y unilateral no hace sino fortalecerlo y prestigiarlo, particularmente en Oriente Medio; las iniquidades económicas y sociales han crecido exponencialmente entre países ricos y pobres; la ronda Doha de la OMC naufraga en sus intentos de liberalización del comercio en el contexto de las persistentes trabas que Estados Unidos y Europa ponen a la importación de productos agrícolas de los países menos desarrollados.

Claro que no es para nada seguro que el Movimiento de No Alineados recupere un lugar de interlocución mundial relevante. Para lograrlo debería construir una propuesta alternativa realista y pragmática.

La retórica antinorteamericana –redituable para el frente interno de muchos gobiernos– no alcanza como herramienta para alcanzar protagonismo mundial. Los no alineados supieron incluir, en su declaración inaugural de 1961, como uno de sus valores centrales la lucha por la paz. Conviene recordar que las tensiones entre Estados Unidos y la URSS ponían en riesgo la supervivencia mundial: al año siguiente la llamada crisis de los misiles en Cuba marcaba el más alto grado de peligro de conflagración nuclear.

En la recuperación de esa tradición, en condiciones absolutamente transformadas, podría encontrar el movimiento una justificación histórica. Ello exigiría una consideración profunda de las fuentes de las actuales amenazas que, sin silenciar el rechazo y la crítica del militarismo estadounidense, no recaiga en simplificaciones maniqueas.

SENTIDO RENOVADO
¿Cómo desactivar los crecientes conflictos bélicos reales y potenciales en diferentes regiones del mundo? ¿Cómo crear las condiciones económicas y sociales que favorezcan un desarrollo más equitativo entre las diferentes regiones del mundo? ¿Cómo enfrentar el drama de las migraciones masivas, el racismo y la xenofobia? ¿Qué cambios en los organismos internacionales favorecerían un clima de negociación y distensión? ¿Qué caminos encarar para que las discusiones comerciales superen su virtual estancamiento y se orienten en una dirección favorable al desarrollo y la equidad? El tratamiento de ese tipo de interrogantes podría dar un sentido renovado al Movimiento de los No Alineados.

No es para nada seguro que ése sea el rumbo que adopte la reunión de La Habana. El propio clima político del país anfitrión, enrarecido por la enfermedad de Fidel Castro, puede estimular el intento del régimen de utilizar el evento como una caja de resonancia propagandística y vacía de contenido.

Argentina, en el marco del MERCOSUR, podría contribuir al propósito de trazar un rumbo realista y pragmático para el grupo; si así fuera su presencia adquiriría sentido e importancia.

Si usted es responsable de un medio de comunicación impreso o electrónico y desea reproducir este y otros análisis de Safe Democracy puede hacerlo gratis solicitando autorización. Escriba su pedido a boletin@safe-democracy.org