Por Beatriz Gurevich (para Safe Democracy)

Beatriz B. Gurevich dice que las referencias del Papa Benedicto XVI sobre cultura islámica son inapropiadas y están hechas desde una supuesta demostración sobre la superioridad del cristianismo por encima de las otras religiones. En este sentido, Gurevich explica que el actual pontificado de Benedicto XVI se inicia en el contexto de las tensiones y los intereses de un mundo unipolar, en el que se mezcla lo religioso con lo político.


Beatriz B. Gurevich es socióloga y vice-directora del Centro de Estudios Internacionales y Educación para la Globalización de la Universidad del CEMA (Buenos Aires) y co-directora de «Iberoamérica y el mundo». Es miembro del Comite Academico Asesor del HB Institute de la Brandeis University en Boston.

LAS INAPROPIADAS REFERENCIAS SOBRE LA CULTURA ISLÁMICA, pronunciadas por Benedicto XVI en la Universidad de Regensburg, generaron una reacción más que previsible para aquellos que hemos seguido el comportamiento de los musulmanes frente a lo que pueda ser percibido como una provocación.

Pero a diferencia de lo acontecido cuando se publicaron las caricaturas de Mahoma en un diario danés –que derivó en la quema de embajadas y otros atropellos por parte de grupos islamistas– la reacción frente a la grave ofensa a Mahoma de parte del papa produjo un incendio de menor envergadura que el que la experiencia podría indicar.

Llama poderosamente la atención que Benedicto XVI –un erudito en temas teológicos y hábil político– no haya imaginado que la cita del diálogo de 1391 entre el culto emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un erudito persa (en el que el emperador pregunta y se auto responde (…) Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba. (…) ) iría a crispar aún más la tensión existente entre Occidente y el Islam.

INJUSTIFICABLE OMISIÓN
Por su trayectoria, resulta difícil justificar que Ratzinger haya omitido mencionar las Cruzadas –entre los siglos XI y XIII– y la Inquisición –desde 1184 y hasta después de 1492 en América–, llevadas a cabo por la iglesia Católica en los siglos inmediatamente anteriores y posteriores a la época de Manuel II, en tanto que hizo una severa crítica a Mahoma por proponer la difusión de la fe mediante el uso de la fuerza.

También dejó de lado que su antecesor, Juan Pablo II, pidió perdón en 1982 por los errores de exceso de la Iglesia Católica –entre los que se encuentra la Inquisición–, a la vez que condenó el uso de la la intolerancia y hasta la violencia en el servicio de la verdad.

DEMOSTRACIÓN DE SUPERIORIDAD
A pesar de que Benedicto lo aclara (mi intención no es el reduccionismo o la crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación (…) sólo así podemos lograr ese diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy) la suya es la invitación a un diálogo imposible porque desde el comienzo se explayó en una demostración sobre la superioridad del cristianismo sobre las otras religiones.

Y remarcó su total singularidad como espacio de articulación entre fe y razón. Establecidas las ventajas competitivas, Benedicto ejercitó su misión evangelizadora.

Este gesto puede ser leído como una generosa oferta de salvación por aquellos que creen en la infalibilidad del Papa y en la superioridad de la confesión cristiana señalada por Benedicto, pero los hombres de pensamiento libre y secular –independientemente de la confesión de origen–, y también los que pertenecen a otras confesiones religiosas, pueden percibir la invitación como una subestimación.

EL OTRO NO CATÓLICO
No debió escapar a la inteligencia del Papa que sus palabras iban a obstaculizar el ya de por si difícil encuentro entre fes reveladas, más aún cuando provienen de un tronco abrahamico común y especialmente cuando el proselitismo es parte de su misión, como en el caso del Cristianismo y del Islam.

El contraste de los discursos de Benedicto XVI y Juan Pablo II muestra que –aunque los dos hayan ostentado consecutivamente la máxima jerarquía dentro de una misma institución piramidal como es la Iglesia Católica– la orientación de actitud hacia las otras culturas y credos remite a la forma en que fueron construyendo para sí al Otro no católico, ya sea como actor individual o como actor colectivo.

DE LA GUERRA FRÍA A LA UNIPOLARIDAD
El pontificado de Juan Pablo II se inició en un mundo bipolar y uno de sus objetivos estratégicos fue contribuir a la distensión buscando una solución a la Guerra Fría, incluida la implosión de la ex Unión Soviética. Su historia personal estaba marcada por la impronta de la Segunda Guerra Mundial y la experiencia nefasta de la intolerancia y del racismo genocida de los nazis.

Una porción importante de su extensa gestión estuvo dedicada a convertirse en mensajero de la paz sobre la base de una inteligentísima versatilidad orientada por la voluntad de desarrollar un ecumenismo sin precedentes.

A diferencia de Juan Pablo II, el pontificado de Benedicto XVI se inicia en el contexto de las tensiones y los intereses de un mundo unipolar hegemonizado por Estados Unidos, en el que se mezcla lo religioso con lo político; y en el que las redes terroristas del fundamentalismo islámico operan en el nivel transnacional.

STATU QUO ÍNTER CONFESIONAL
A partir de la captura del espacio de la política por el terrorismo, en los niveles local e internacional, la construcción de nuevos horizontes de sentido se da a partir de la amenaza y de concepciones que instituyen a la seguridad como principal fuente de legitimación de la actividad del Estado.

En este sentido, la teoría del choque de civilizaciones concebida por Samuel Hungtington puede convertirse en la profecía que se auto realiza de la mano de expresiones como la de Benedicto XVI. Lo cual no justifica el silencio ante la intolerancia de los fundamentalistas de todo signo porque significaría claudicar de la libertad de pensamiento que trasciende a la libertad de credo.

Varios interrogantes se plantean acerca de la razón que movió al actual Papa a imprimir un cambio en el statu quo ínter confesional y ecuménico que desarrolló Juan Pablo II, a pesar de que no existen diferencias entre ambos Papas en lo que respecta a la doctrina y al dogma.

RECIPROCIDAD Y TOLERANCIA
Los repetidos ofrecimientos de disculpas por parte de Benedicto XVI ante los reclamos de personalidades y grupos musulmanes y en especial sus manifestaciones de identificación con el enfoque del Concilio Vaticano II (1962-1965) y con la línea de Juan Pablo II –expresados durante la reunión con embajadores y otros representantes de la comunidad islámica el 26 de septiembre de 2006 en Castelgandolfo–, dieron lugar a que algunos analistas interpreten que habrá una suerte de redefinición de la agenda en cuanto a la relación con los musulmanes.

Con gran habilidad, Benedicto aprovechó la reunión de Castelgandolfo para plantear la necesidad de reciprocidad y tolerancia en materia de libertad religiosa. Hasta la fecha, existen severas restricciones a la libertad de culto en Arabia Saudí así como en otros países musulmanes, no se autoriza la construcción de iglesias o sinagogas ni se permiten las expresiones públicas de ninguna fe religiosa fuera del Islam.

PUNTO DE INFLEXIÓN
Los gobiernos de los países islámicos no tienen derecho a exigir tolerancia hacia su sistema de creencias y un espacio de respeto para la coexistencia religiosa, a partir del hecho de que, hasta el presente, se han mostrado poco proclives a adoptar para sí las reglas del juego que proponen.

El conflicto desatado por la conferencia pronunciada por el Papa debe constituir un punto de inflexión a partir del cual se pierda el temor y se denuncie el encorsetamiento.

La sumisión a la literalidad de las fuentes clásicas de cualquier religión no legitima la intolerancia como derecho.

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