Por Mauro Victoria Soares (para Safe Democracy)

Mauro Victoria Soares analiza la contienda electoral por la presidencia en Brasil y dice que nunca antes había sido tan clara la división en función de clases sociales: los sectores altos apoyarían a Geraldo Alckmin mientras que los estratos más bajos lo harían por Lula da Silva. Y a pesar de que las encuestas daban ganador a Lula en la primera vuelta, los escándalos de corrupción del Partido de los Trabajadores, amplificados por los medios de comunicación, han lastimado su imagen. ¿Será suficiente el carisma de Lula para ganar en el ballotagge y ser reelecto?


Mauro Victoria Soares se graduó en Derecho y obtuvo el título de Master en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo. Está realizando su doctorado en Teoría Política en la misma universidad. Es investigador visitante de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

EL INESPERADO RESULTADO EN LAS ELECCIONES del 1 de octubre en Brasil, complicó lo que se creía una definitiva victoria para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El actual mandatario se perfilaba como el ganador inminente de la primera vuelta, pero el número de votos que obtuvo no fue suficiente para evitar la contienda de la segunda vuelta a realizarse el 29 de octubre.

El resultado fue sorpresivo a pesar de que, según las encuestas de opinión, la intención de voto hacia Geraldo Alckmin se había estado incrementando durante los días previos a las elecciones.

UN ESCÁNDALO SENSACIONALIZADO
La popularidad del presidente empezó a descender cuando dos personas pertenecientes al Partido del Trabajo –PT, el partido de Lula Da Silva– fueron detenidos mientras intentaban comprar un dossier que, supuestamente, incriminaba a los líderes del Partido Social Demócrata (partido de Geraldo Alckmin, principal contendiente de Lula Da Silva). Pero esta no fue la primera vez que se captó a militantes del PT en maniobras ilegales, ya que algunos miembros del partido –incluyendo varias leyendas de la política– fueron procesados por haber tomado parte en diferentes esquemas de corrupción desde principios de 2005. No obstante, el carisma del presidente brasileño ha sido la clave para mantenerlo fuera de las crisis sucesivas de su partido, salvando así su reputación.

Para algunos analistas, la filtración a la prensa de una imagen con el dinero apilado que se habría de dar a cambio del dossier, podría tener un impacto negativo en el apoyo popular de Lula. Sin embargo, si bien es muy probable que ese cambio de opinión entre los votantes haya sido crucial para llevar las elecciones a una segunda vuelta también es cierto que la conformación de una oposición más fuerte pudo haber contribuido a que la contienda fuera más reñida de lo que se pensaba en un principio.

DIVIDIDOS POR FRACTURAS ECONÓMICAS
Las elecciones de este año están altamente polarizadas. Alckmin no sólo alcanzó un porcentaje de votos capaz de competir con el de Lula (41,6 por ciento comparado con el 48,6 de Lula), sino que además, y debido a una curiosa distribución geográfica, mientras Lula ganó en 16 estados, fue derrotado por Alckmin en 10. El presidente venció por un amplio margen en los estados del noroeste –los más pobres del país–, mientras que Alckmin conquistó en muchos de los estados del sur, ricos y desarrollados.

Pero la fragmentación de los votos también puede observarse desde otra perspectiva. A través de las encuestas de opinión, se puede distinguir que el apoyo hacia Lula proviene de un estrato social bajo, mientras que la mayoría de las personas que apoyan a Alckmin viven de forma próspera. Nunca antes se vio tan claramente la división en cuanto a la intención del voto en líneas económicas en Brasil.

PRÁCTICAS PATERNALISTAS
Alckmin ha acusado a Lula de haber utilizado prácticas paternalistas durante su gobierno. Y es precisamente a este tipo de prácticas a las que se atribuye el amplio apoyo que el presidente recibe de los menos privilegiados. Sin embargo, a pesar del discurso tecnocrático de Alckmin, no le ha quedado opción más que aceptar que los programas realizados por el presidente son necesarios, debido a la aceptación y a la eficiencia de los mismos.

Los programas han producido efectos visibles en un gran segmento de la población: el incremento del salario mínimo y la estabilización de los precios de los productos básicos son algunas de las situaciones que benefician a las clases bajas.

¿LA MEJOR ALTERNATIVA?
La oposición se ha beneficiado enormemente de los recientes escándalos, autoproclamándose como la mejor alternativa frente al corrupto Partido del Trabajo. Con todo, cabe mencionar que también ellos se han visto envueltos en casos de corrupción, como en el caso de la administración del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.

Quizá el electorado que percibe pocos ingresos ha tomando estas situaciones en cuenta y su decisión se ha visto reflejada en la primera vuelta de las elecciones, a pesar de que los escándalos no representan ninguna novedad en la política brasileña.

La pena es que los asuntos vinculados a la política se ven opacados por el sensacionalismo de los medios de comunicación.

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