La posibilidad del estallido de la guerra en el Cáucaso entre Georgia y Rusia es real. La región es protagonista de una confrontación entre Washington y Moscú por el control de los recursos energéticos y por la influencia de los pequeños Estados de la zona. Por qué Mikhail Saakashvili quiere entrar en la OTAN; en qué consiste la política del divide y vencerás de Moscú; cuál es el interés de Washington. He aquí algunas respuestas.

LOS ACONTECIMIENTOS QUE SE SUCEDEN desde hace algunas semanas en el Cáucaso, debido a la detención y posterior expulsión de cuatro soldados rusos por parte del ejecutivo de Georgia, vuelven a mostrar las tensiones y conflictos que se viven en esta parte del mundo y el indudable protagonismo que tiene Rusia en los mismos.

Georgia vive desde hace algo más de una década fragmentada en tres unidades políticas, debido a una cruenta guerra que se desarrolló después de la disolución de la Unión Soviética y que provocó la creación de dos mini Estados: Osetia del Sur y Abjasia. Una situación que sin el apoyo de Rusia a las causas secesionistas de ambas no se explicaría, y que otro país no hubiera aceptado nunca, pues mina su maltrecha economía y le debilita políticamente.

DIVIDE Y VENCERÁS

Georgia, además, se ha declarado dispuesta a entrar en la Alianza Atlántica y mantiene una estrecha relación con Estados Unidos, algo que incomoda en Moscú y que genera un abierto rechazo en el Kremlin, que no quiere ni oír hablar del asunto, pues situaría a las fuerzas de la OTAN en lo que consideran como su patio trasero.

La práctica de romper Estados para debilitarlos no es algo nuevo para los dirigentes rusos. Provocaron una guerra civil en Moldavia, en el año 1991, y han conseguido que una región segregada de este país, el Transdniéster, haya votado recientemente su unión a Rusia. De la misma forma, y en un juego peligroso que puede tener fatales consecuencias, los dirigentes moscovitas apoyan abiertamente la secesión de una parte de Ucrania que es rusófila y descendiente de las poblaciones rusas instaladas allí hace décadas por orden de Stalin. Divide et impera parece ser el principio que inspira al presidente ruso, Vladimir Putin, a la hora de reconducir las relaciones con sus vecinos.

WASHINGTON VERSUS MOSCÚ

Está claro que Rusia quiere mantener su influencia, poder y capacidad de decisión, amén de controlar los recursos naturales, en el área de lo que fue la extinta Unión Soviética. Perdida su influencia y prestigio en la antigua Europa del Este y los Balcanes, los dirigentes rusos ven con preocupación el papel cada vez más activo de Estados Unidos en el Cáucaso y el deseo por parte de Washington de controlar los recursos naturales de la región, especialmente los hidrocarburos del mar Caspio.

Se trata, en definitiva, de una abierta lucha entre dos poderes que desean controlar los mismos recursos y, de paso, influir en las decisiones políticas de estos pequeños estados. Washington, que observa con especial interés esta región, no oculta su deseo de ligarse más al destino del Cáucaso en lo económico y evitar la estrecha dependencia que tiene en lo energético con el convulso Oriente Medio. Rusia también tiene los mismos intereses, pero se considera heredera natural de tales recursos sin necesidad de desarrollar estrategias políticas.

EL VECINO INCÓMODO

Sin embargo, al día de hoy, parece que es Estados Unidos quien tiene más posibilidades de ejercer su influencia en el Cáucaso. Rusia, con sus habituales bravuconadas y haciendo siempre un uso de la fuerza de una forma desmedida, ya no cuenta en esta región ni con el prestigio ni con el respeto de los que gozaba en el pasado.

Su falta de habilidad política y diplomática –que les llevó a arrasar Chechenia, provocar guerras en Moldavia, Osetia, Abjasia y conflictos en Ucrania– tendrá altos costes para su política exterior. Los daños colaterales de emplear la fuerza para afrontar los conflictos, desdeñando abiertamente la política, generarán tan sólo desconfianza, abierto rechazo a estos medios y una búsqueda desesperada de nuevos socios y aliados. Una mayoría ya está llamando a las puertas de la OTAN, lo cual no debería sorprender a nadie.

SAAKASHVILI QUIERE ENTRAR EN LA OTAN

Así las cosas, no es de extrañar que el presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, sea uno de los más firmes aliados de Estados Unidos en la región y uno de los principales abanderados de la causa atlantista en la zona. ¿Qué otra cosa podía hacer? Esta política es tan sólo la consecuencia de la deriva belicista y aventurera del Kremlin hacia sus vecinos.

Lo que está por ver es si estos juegos de guerra no van más allá de la retórica y se convierten en sorprendentes e inesperadas acciones militares, tal como ha sucedido en otras ocasiones. De los actuales inquilinos del Kremlin, educados en el difunto KGB, se puede esperar cualquier cosa, incluyendo aquí a la guerra. Por lo pronto, ya suenan los tambores.