¿Modernización militar o carrera armamentista?

Por José Luis Martínez (para Safe Democracy)

José Luis Martínez analiza el estado de las Fuerzas Armadas de Chile, su multimillonaria inversión en armamento y su decisión de operar bajo estándares técnicos de la OTAN. Martínez cree que a pesar de la intención del gobierno de Michelle Bachelet de destinar menores recursos a la modernización de las pesadas estructuras castrenses (heredadas de la Guerra Fría) no habrá cambios bruscos, ya que el gobierno de Chile –en el fondo– está cómodo con el actual status quo de sus Fuerzas Armadas, hoy sí comprometidas con la democracia y los derechos humanos.


José Luis Martínez es periodista, editor y analista de política internacional del diario La República de Montevideo. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Diplomado en Estudios Europeos y Relaciones Unión Europea, América Latina y el Caribe de la Universidad Miguel de Cervantes de Chile. Asimismo, es graduado en Planificación y Administración de Recursos de Defensa en el CHDS, Universidad Nacional de Defensa de Estados Unidos. Ha publicado varios libros sobre política y conflictos internacionales.

EL EJÉRCITO DE CHILE, que por varias décadas estuvo bajo la mano de hierro de su otrora líder, el fallecido dictador Augusto Pinochet, se dispone a dejar atrás y reconvertir la herencia del viejo general que hizo de la institución un factor de poder en la sociedad chilena.

El ejército mantiene aún una fuerte influencia, pero tiene un mayor compromiso con la democracia y los derechos humanos, refrendado con una declaración del entonces comandante Juan Emilio Cheyre, quien en julio de 2004 anunció un nunca más de los militares en la vida política del país. La mayor parte de la nueva oficialidad chilena –al igual que ocurre en los países sudamericanos en donde las dictaduras reinaron en los setenta– intenta despegarse de ese pasado de plomo y sangre.

LA LEY DEL COBRE
Sin embargo, los militares chilenos conservan la enorme independencia para la gestión de sus cuantiosos recursos. Buena parte de los cuales se obtiene por la ley del cobre, que durante 2007 aportará a las arcas castrenses unos 1.200 millones de dólares. La ley que promulgó el desaparecido Pinochet, transfiere a las Fuerzas Armadas el 10 por ciento de los ingresos del cobre para destinarlo a inversiones en armamento. El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, adelantó que enviará al Congreso un proyecto de reforma de la ley del cobre a más tardar en marzo. De esta forma, se avanzará hacia una paulatina reducción del presupuesto militar.

El fuerte aumento en el precio internacional del cobre permitió a las Fuerzas Armadas chilenas convertirse en las mejor equipadas de la región. Entre otras armas, se han adquirido: 28 aviones F-16 para la Fuerza Aérea; dos submarinos y 8 buques para la Armada, y más de 100 tanques para el Ejército.

Con este nivel de inversión, Chile es uno de los países de la región que destina mayores recursos a la Defensa; un gasto que alcanzó el 3,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2005. Este porcentaje duplica el egreso promedio de América Latina (1,4 por ciento del PIB). Venezuela, que no se queda atrás a lo hora de invertir en las Fuerzas Armadas, disputa el primer lugar con Chile.

LOS ESTÁNDARES DE LA OTAN
Cuando Salvador Allende ganó la presidencia, el ejército chileno tenía dimensiones similares a las de hoy, con unos 28.000 efectivos y 70.000 reclutas. Sin embargo, se espera que en la etapa post Pinochet, sea más liviano en estructura y en personal y, por ende, más económico para la sociedad.

El ejército mantiene todavía las hipótesis tradicionales de guerra con los vecinos, pero ahora se concentra en las nuevas amenazas de la seguridad: el terrorismo y el narcotráfico, además de la participación en misiones de paz de la ONU.

Argentina y Chile, que estuvieron al borde de una guerra en 1978 cuando eran gobernados por dictaduras, anunciaron recientemente en Buenos Aires la creación de la primera fuerza binacional para operaciones de paz, que estará bajo la órbita de las Naciones Unidas a partir de 2008. Tropas chilenas y argentinas integran desde 2003 la Fuerza de Paz de la ONU en Chipre (Unficyp), junto con militares de otras naciones. Militares de ambos países participan además en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah) en Haití, que es la fuerza internacional de paz desplegada en 2004 para asegurar la transición en el país, luego del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide por una rebelión armada.

EL PLAN DE MODERNIZACIÓN
El ejército de Chile decidió que operará bajo estándares técnicos de la OTAN, y como consecuencia, deberá producir cambios en su capacitación y avanzar hacia un nuevo esquema de distribución geográfica. En el futuro se instalarán brigadas mecanizadas más pequeñas en puntos estratégicos, poniendo fin a una presencia de regimientos militares cada 100 kilómetros a lo largo de todo el país.

El programa de modernización, aprobado antes del retiro del ex dictador Pinochet como jefe del Ejército en 1998, se ha venido desarrollando desde el año 2000 y continuará hasta el 2010. Al concluir, Chile se convertiría en el primer país de la región en poseer Fuerzas Armadas equiparables a las de la OTAN. El presupuesto del plan de renovación de material es de 2.500 millones de dólares y es uno de los más ambiciosos proyectos de renovación de material bélico en la historia reciente del país. No obstante, ante la preocupación manifiesta de países como Perú y Bolivia, el gobierno ha subrayado que no se trata del inicio de una carrera armamentista para poner a Chile a la vanguardia en América Latina, sino que únicamente responde a la renovación de material que ya ha cumplido su vida útil.

En su primera parte, el programa incluye la adquisición de dos submarinos nuevos de tipo Escorpene para la Marina, con un costo de 500 millones de dólares cada uno, y de ocho fragatas de segunda mano, de un costo conjunto similar. Cuatro buques fueron comprados a Holanda, dos de los cuales son antiaéreos tipo Leander de 3.750 toneladas, recientemente modernizados y con 18 años de construcción.

CAMBIO DE MENTALIDAD
Para la Fuerza Aérea el plan incluyó la compra de 10 cazabombarderos F-16, de manufactura estadounidense (Loockhed Martin), en una operación que tuvo un costo total de 660 millones de dólares. Entre otras capacidades, los nuevos aviones –dos de los cuales ya llegaron a Chile– alcanzan los 60.000 pies de altura en dos minutos. Los modernos cazabombarderos se suman a los 18 F-16 de segunda mano (A/B Block 15 que serán refaccionados para igualar las versiones más modernas) adquiridos recientemente en Holanda, con un costo total de 185 millones de dólares.

En cuanto al Ejército, el programa consideró la compra de 118 tanques Leopard II a Alemania, con un monto que no fue revelado por el Ministerio de Defensa, aunque se presume que la cifra alcanzaría los 100 millones de dólares.

El cambio de mentalidad en la milicia chilena irá de la mano de la modernización de las pesadas estructuras castrenses, heredadas de la Guerra Fría. Pero no habrá cambios bruscos, en el fondo el gobierno de Chile está cómodo con el actual status quo de sus Fuerzas Armadas.

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