Crece la brecha entre el Islam y Occidente

Por Adrián Mac Liman (para Safe Democracy)

Adrián Mac Liman analiza la polémica surgida tras la publicación de las irreverentes caricaturas del profeta Mahoma en un semanario francés y dice que el todo vale y el supuesto derecho a la blasfemia ensanchan la ya de por sí amplia brecha que existe entre el Islam y Occidente.


Adrián Mac Liman es analista político y consultor internacional. Fue corresponsal de El País en Estados Unidos y trabajó para medios de comunicación internacionales como ANSA (Italia), AMEX (México), Gráfica (Estados Unidos). Ha sido colaborador habitual del vespertino madrileño Informaciones y de la revista Cambio 16, corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial de La Vanguardia durante la invasión del Líbano (1982). Residió en Jerusalén (1987-1989). Tras su participación la Conferencia Euromediterránea de Barcelona (1995), se incorporó en calidad de experto al Grupo de Estudios Mediterráneos de La Sorbona. Es autor de varios libros sobre Oriente Medio.

LA CELEBRACIÓN EN PARÍS del juicio contra el semanario humorístico charlie hebdo, acusado por la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia de haber injuriado a un grupo de personas en razón de su religión al publicar unas caricaturas irreverentes del profeta Mahoma, vuelve a abrir el debate sobre la libertad de expresión en la mayoría de los países del Viejo Continente. Pero esta vez no se trata sólo de la defensa de los sacrosantos derechos de los ciudadanos, sino también y ante todo, de una pugna entre el llamado derecho de blasfemar y la tolerancia.

Para los intelectuales galos que abogan en pro del sobreseimiento de la causa, el derecho de recurrir a la blasfemia para criticar posturas retrógradas –léase, el radicalismo islamista– es tan lícito como el humor o la burla. Recuerdan que en el pasado los medios de comunicación publicaron caricaturas ridiculizando al Papa y a la iglesia católica, sin que ello generase movimientos de protesta en el seno de las agrupaciones religiosas ni la presentación de querellas criminales.

EL OBSTÁCULO DE LAS DIFERENCIAS CULTURALES
Sin embargo, en el caso de las caricaturas de Mahoma, la tolerante Francia se divide en dos grandes bloques: los partidarios de la libertad de expresión, incluido el derecho de blasfemar, se enfrentan al bloque radical, integrado no sólo por organizaciones islámicas, sino también por exponentes de una opinión pública cansada de la argumentación simplista que defiende el principio del todo vale.

Quienes han vivido en otras latitudes, saben positivamente que las diferencias culturales suelen obstaculizar el diálogo entre civilizaciones, que la cuestión religiosa suele generar interminables debates entre filósofos y teólogos, suele alimentar los conflictos intercomunitarios. En aquellas tierras, no tan lejanas, la blasfemia se convierte, casi automáticamente, en una condena a muerte.

Las cosas parecen distintas en la libre y tolerante Europa, donde el derecho a criticar, ridiculizar o blasfemar forma parte, según los exponentes de esa inteligensia progre, del legado de una civilización abierta e integradora.

No obstante, quienes se consideran víctimas de la extraña amplitud de miras de los europeos, interpretan la excesiva permisividad como una agresión contra sus valores tradicionales. Ficticia o real, dicha agresión genera una actitud de rechazo.

Un informe publicado recientemente en el Reino Unido refleja claramente el malestar que se ha ido adueñando de la comunidad islámica residente en el país. Señala el documento que el 40 por ciento de los musulmanes menores de 55 años serían partidarios de la introducción de la Shari’a (ley islámica) en las islas británicas. Más aún, dos tercios de los jóvenes estiman que la mujer musulmana debería llevar velo. Por ende, un 20 por ciento de los musulmanes entre 16 y 24 años comparten el ideario de Al-Qaeda, mientras que un 36 por ciento estima que el abandono de la religión mahometana debería castigarse con la pena de muerte.

ENSANCHANDO LA BRECHA
En Francia, donde los musulmanes representan alrededor del 9 por ciento de la población, el radicalismo islamista pretende acabar con los logros del laicismo, es decir, con la separación de poderes entre la Iglesia y el Estado. El común denominador de la ira de los jóvenes mahometanos: la arrogancia y la incomprensión de los occidentales.

En resumidas cuentas, el todo vale y/o el supuesto derecho a la blasfemia sólo sirven para ensanchar aún más la brecha entre Islam y Occidente, entre la frustración y la irresponsabilidad.

La Fundación Safe Democracy le invita a suscribirse gratis a los dos boletines electrónicos semanales (martes y jueves), con el análisis y los comentarios de nuestros expertos internacionales (pinche aquí).