Estados Unidos y la guerra contra el terrorismo

Por Zidane Zeraoui (para Safe Democracy)

Por qué la decisión de Estados Unidos de convocar a una conferencia internacional de paz en Bagdad muestra un cambio importante en la estrategia de la Casa Blanca. Sentar a Siria e Irán en la mesa del diálogo en Bagdad representa un cambio cualitativo sin precedentes.


Zidane Zeraoui es profesor de Relaciones Internacionales y coordinador de la Maestría en Estudios Internacionales en el Tecnológico de Monterrey, México.

A CUATRO AÑOS DE LA INVASIÓN A IRAK, la guerra contra el terrorismo lanzada por el gobierno estadounidense parece fracasar en todos los frentes, menos en el interno. La prueba está en que no se ha vivido ningún atentado en su territorio desde el 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, para algunos países que participan –o han participado– en el conflicto, el golpe terrorista los alcanzó en algunas de sus principales ciudades: Madrid, Londres y varias ciudades marroquíes.

La decisión de Estados Unidos de convocar a una conferencia internacional de paz en Bagdad –aunque el anuncio fue realizado por el gobierno iraquí– muestra un cambio importante en la estrategia de la Casa Blanca. Lo anterior a pesar de las afirmaciones que en repetidas ocasiones ha emitido la Secretaria de Estado, Condoleeza Rice, en las que ha manifestado que su país no dialogaría ni con Siria, ni con Irán.

BUSCAN ESTABILIDAD PARA IRAK
Reiteradas voces, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, habían invitado a George W. Bush a negociar con los dos países clave para una pacificación de Irak, sin embargo, el presidente norteamericano se había resistido a aceptarlas. Con el anuncio oficial realizado por el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, George W. Bush puede dialogar con Damasco y Teherán –países incluidos en el eje del mal–, sin ceder, en apariencia, en sus posiciones. Particularmente en el caso de Irán sobre la cuestión nuclear.

La violencia en el país dejó más de 34.000 muertos solamente en 2006, con un saldo de 1.646 para el mes de febrero –fue de 548 el año anterior–, además de la emigración de más de dos millones de personas a otras zonas del país o al extranjero. La espiral de violencia se desató a partir del 22 de febrero de 2006 cuando un atentado destruyó el mausoleo chií en la ciudad suní de Samarra, al norte de Bagdad.

La lista de países que accedieron a participar en la reunión muestra el gran interés despertado por la invitación de al-Maliki. Además de los países involucrados en Irak como Estados Unidos, Gran Bretaña y las otras tres potencias del Consejo de Seguridad (Francia, China y Rusia), la lista de invitados incluye a Turquía, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Kuwait, Egipto, la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) y posiblemente la Unión Europea (UE).

PRESENCIAS DECISIVAS
Irán dejó entrever que asistiría al encuentro si ello podía resultar beneficioso para Irak. Haremos todo lo que sea posible para solucionar los problemas de Irak. Si eso interesa a Irak, participaremos en la reunión, declaró Alí Larijani, jefe del Consejo Supremo de Seguridad Nacional.

La presencia de Irán, Siria y Arabia Saudí son decisivas para llegar a un acuerdo viable. Siria respalda a la guerrilla suní con el tránsito de voluntarios a través de su frontera con Irak, mientras que Teherán tiene una fuerte influencia en la resistencia chií. Por su lado, Ryad amenazó con intervenir financieramente al lado de la minoría suní, en caso de una salida precipitada estadounidense para evitar la hegemonía regional persa.

Los 26 ministros de defensa de la OTAN se reunieron para discutir el aumento de efectivos en Afganistán, ya que con ella se puede agravar la delicada situación Mesopotámica. Después de la ocupación en 2001, se mantuvo un contingente de 9.000 hombres de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (ISAF) que se consideró suficiente para lograr la estabilidad en el país. Hoy se incrementó a 33.000 hombres, no obstante se requiere de más soldados frente a la ofensiva de los Talibán que ocupan gran parte del territorio afgano. Incluso el vicepresidente Cheney fue víctima de un atentado en la base militar de Bagram, que si bien no lo alcanzó, provocó la muerte de 15 personas, a pesar de la vigilancia alrededor del principal artífice de la guerra en el país.

EL OPIO EN AFGANISTÁN
Afganistán se ha convertido el día de hoy en el principal productor de amapola en el mundo, y solamente en un año la superficie cultivada creció en un 59 por ciento, abarcando 28 de las 34 provincias del país. Además, la producción de opio ha servido para financiar la guerrilla de los Talibán que ha consolidado su presencia en la región de Waziristán.

El otro frente preocupante para la seguridad estadounidense se sitúa en el corazón del desierto del Sahara. Desde 2004, células del Grupo Salafista para la predicación y el Combate (GSPC) se han instalado en el territorio de los Tuaregs –los legendarios Hombres Azules del desierto– para establecer campos de entrenamiento para sus elementos en la región entre Malí, Argelia y Mauritania. En 2006, el GSPC se declaró abiertamente como una organización de Al-Qaeda y además se convirtió en el pilar de la red terrorista en el Magreb y en Europa occidental, encabezando a los demás movimientos como el Grupo Islámico de Combatientes Marroquíes, el Grupo Islámico de Combatientes Libios y los extremistas mauritanos y tunecinos.

La Iniciativa Pan Sahel impulsada por Washington y en la que participaron los integrantes de la Asociación Transahariana de Contraterrorismo –incluye a los países del Pequeño Magreb (Marruecos, Argelia y Túnez), los países de la franja del Sahel (Malí, Mauritania, Níger y Chad) y Estados Unidos– no logró asentar ninguna estrategia global para erradicar una presencia militante en un territorio demasiado extenso.

UNA LUCHA GLOBAL Y MULTILATERAL
Así, en los varios frentes contra el terrorismo, parece ser que Estados Unidos ha perdido la batalla o por lo menos ha aceptado que la lucha contra un fenómeno tan complejo requiere de más diplomacia y menos arrogancia. Sentar a Siria e Irán en la mesa de diálogo en Bagdad representa un cambio cualitativo sin precedentes, además de abrir la puerta a la presencia de Rusia y China, dos actores clave en el escenario mundial.

La existencia de la Asociación Transahariana de Contraterrorismo en el Sahara, permite crear un espacio de concertación, que si bien no logró resultados en la reunión pasada, es un foro de consulta que evita el recurso de violencia ciega que provoca más terrorismo del que combate.

Para tener éxito, la lucha contra el terrorismo debe ser global –no restringida a Estados Unidos– y no solamente militar y multilateral.

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