Petróleo, biocombustibles y los débiles progresos en la integración

Por Ricardo Israel Z. (para Safe Democracy)

Ricardo Israel Z. explica cuáles son las consecuencias de la I Cumbre Energética Sudamericana reciente, caracterizada por el exceso de palabras y la falta de consenso. Finalizado el encuentro, surgen dos interrogantes fundamentales: ¿por qué América del Sur es incapaz de impulsar la integración ni siquiera ante la urgencia de la cuestión energética? y, ¿cuál es la razón por la que Brasil no ejerce su peso en un área donde tiene fuertes intereses nacionales?


Ricardo Israel Z. es Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Chile. Tiene un Ph.D. y un Master en Ciencia Política por la Universidad de Essex y dirige el Centro Internacional para la Calidad de la Democracia y la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chile. Preside el Comité de Fuerzas Armadas y Sociedad de la Asociación Mundial de Ciencia Política. Ha publicado decenas de libros y ensayos traducidos a varios idiomas y es conductor y comentarista de programas políticos e internacionales en Radio y TV de Chile.

LA I CUMBRE ENERGÉTICA SUDAMERICANA concluyó en la venezolana Isla Margarita con resultados extremadamente mediocres. A pesar de que en el mundo de hoy la energía es quizá el elemento de mayor importancia para definir las decisiones de Estado y las alianzas y desencuentros entre los países, Sudamérica dio otra muestra del porqué sus avances en integración han sido y son escasos.

El libreto se repitió una vez más: nada sustancial salió de este encuentro y sí mucha frase rimbombante. Así, los mandatarios aprobaron un Consejo Energético y cambiaron el nombre del proceso de integración regional, que en adelante se llamará Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas).

¿Y para ello se necesitaba una Cumbre Energética?

MUCHAS PALABRAS Y POCOS HECHOS
Según Hugo Chávez fue una cumbre perfecta, se fueron todos muy contentos. Sin embargo, a mi juicio, por donde se miren los resultados, se aprecian, como de costumbre, exceso de palabras y pocos hechos concretos.

De partida, la región está dividida en dos tipos de países: aquellos ricos en reservas petroleras y gasíferas como Venezuela y aquellos carentes de hidrocarburos como Chile. Sin embargo, esta situación que en un esquema más racional debiera producir acuerdos naturales, no se da en América del Sur, entre otras razones, por problemas históricos que provienen del siglo XIX. Un ejemplo de estas diferencias es el conflicto entre Bolivia y Chile, proveniente de la Guerra del Pacífico, y razón por la que el país altiplánico se niega a vender directamente a su vecino.

Por su parte, Argentina depende del aprovisionamiento boliviano de gas, para que a su vez le revenda gas a Chile, cuyo consumo residencial e industrial es dependiente del suministro argentino. Por lo demás, a pesar de su dependencia, Chile no ha definido una política nacional y de Estado de largo plazo en este tema.

DESACUERDOS Y BIOCOMBUSTIBLES
Lo que quedó claro en esta llamada Cumbre y retrasó la declaración final, fue la diferencia notoria entre Brasil y Venezuela en relación a los biocombustibles. El desacuerdo apareció desde que George W. Bush realizara una gira en la región, en la que Estados Unidos hizo lo que se podría considerar como una propuesta de alianza en este tema, en el que Brasil es líder mundial. La respuesta vino por escrito desde Cuba, una carta en la que Fidel Castro utilizó un lenguaje extremadamente duro. Por su parte, Chávez se ha cuidado de separar entre los biocombustibles basados en la caña de azúcar –los brasileños– y aquellos provenientes del maíz –norteamericanos–, que serían perjudiciales para la cadena alimenticia.

Colombia ve asimismo potencialidades de desarrollo en este campo. En todo caso, Brasil no va a retroceder ya que ha invertido en este promisorio sector durante tres décadas. Sin embargo, Brasilia también visualiza dificultades en Bolivia, donde Evo Morales ha anunciado que próximamente asumirá el control total de las dos refinerías de Petrobrás. El problema es que los intereses brasileños fueron nacionalizados, y tras un año, todavía no se les ha pagado el valor total al que tendrían derecho de acuerdo a las propias leyes bolivianas. El tema no es menor, ya que de estas refinerías proviene el abastecimiento de buena parte de la demanda boliviana interna de petróleo.

A los conflictos entre países se suman los conflictos internos por la redistribución del ingreso que generan el gas y el petróleo. Y es así como la propia Bolivia ha sido testigo de la disputa por el control de un campo gasífero entre la provincia de Gran Chaco y la de O’Connor. El problema es que ambas están ubicadas en el departamento sureño de Tarija, por lo que la posesión del gigantesco yacimiento es clave para efectos de impuestos y royalties.

LA INACTIVIDAD DE BRASIL
Hasta aquí nada muy diferente a lo que se pueda apreciar en cualquier otra parte del mundo. Es decir, la energía no es sólo tema para Rusia, Arabia Saudí o Estados Unidos (que va hacia un conflicto con Venezuela por los hidrocarburos del Orinoco). Tampoco debiera llamar la atención en Asia o África en la forma como se definen o redefinen conflictos, desde el poder adquisitivo de China hasta la confrontación interna de Nigeria.

Lo que llama la atención en América del Sur son dos cosas: en primer lugar, la absoluta incapacidad para que ni siquiera la urgencia e importancia del tema contribuya a impulsar la integración o a tomar por una vez decisiones prácticas. En segundo lugar, el por qué un país del tamaño de Brasil no ejerce su peso en un área donde tiene intereses nacionales de magnitud. Brasil ha desarrollado parte de la relevancia del etanol, y todo apunta a que, en este campo, cuenta con el apoyo abierto de Estados Unidos.
No se ven equivalentes en otras áreas del mundo a esta inactividad por parte de Brasil, que más bien debería ser la voz que más se escuchara.

Ante cualquier duda, basta mirar el mapa.

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