Cómo reducir la tensión entre islamistas moderados y nacionalistas laicos
Miguel Ángel Benedicto repasa los recientes acontecimientos en Turquía tras el bloqueo del Ejército a la decisión del Parlamento de investir al actual ministro de Exteriores (un islamista moderado) como presidente. Ante la proximidad de las elecciones –adelantadas para junio por el primer ministro Erdogan–, Benedicto aboga por el respeto a la soberanía popular como única vía de legitimar los esfuerzos de reforma y democratización realizados en los últimos años.
Miguel Ángel Benedicto es periodista y consultor especializado en asuntos europeos. Dirige Fácil Consultores y preside la asociación Ideas y Debate (España). Es coautor de los libros «Europa a Debate. Veinte años después (1986-2006)» y de «La Mayor Operación de Solidaridad de la Historia». Es profesor en el departamento de Periodismo de la Universidad Europea de Madrid y ha impartido cursos de postgrado en las universidades Complutense y Rey Juan Carlos.
EL EJÉRCITO TURCO ha conseguido, de momento, lo que quería. Abdullah Gül, ministro de Exteriores del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el grupo islamista moderado, no ha sido investido como presidente de la República de Turquía.
La página web del Jefe del Estado Mayor del Ejército, Yasar Buyukanit, ha sido el arma utilizada para advertir de una intervención militar en caso de que no se respete el laicismo. La presión virtual (de ahí, E-golpe) sobre las instituciones políticas y judiciales del país no admite dudas. El Tribunal Constitucional, con mayoría de magistrados pro laicos, ha anulado la votación del Parlamento turco de los últimos días para elegir presidente a Gül, por falta de quórum (es decir, del número de personas suficientes para tomar la decisión).
MILITARES LAICOS E INTERVENCIONISTAS
La decisión del Alto Tribunal ha obligado al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, a adelantar las elecciones previstas para noviembre al próximo mes de junio y, según las encuestas, volvería a ganar. Es la salida que le queda para evitar el enfrentamiento entre islamistas moderados y nacionalistas laicos. Una lucha que ya se puede ver en las protestas de Ankara y Estambul y en los 600 detenidos durante la manifestación del 1 de mayo.
No es la primera vez que el Ejército presiona o da un golpe de Estado pues ya lo hizo en las décadas de los 60, 70 y 80. Los militares siempre han estado en las bambalinas de la política turca como garantes constitucionales del carácter laico del Estado que impuso el fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk. La asonada Light que dieron en 1997 obligó a dimitir al primer ministro, Necmettin Erbakan, padre del islamismo turco y mentor de Erdogan, y un año después se ilegalizó el partido islamista.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y el AKP ha pedido a las Fuerzas Armadas respeto a las instituciones democráticas.
ALIANZA DE CIVILIZACIONES
Los islamistas moderados han conseguido un fuerte crecimiento económico en lo últimos años, han logrado que se iniciaran las negociaciones de adhesión a la Unión Europea y son uno de los impulsores de la Alianza de Civilizaciones.
Tanto Erdogan como Gül han defendido la democracia y la laicidad del Estado y han realizado importantes reformas para cumplir con los criterios de Copenhague, es decir, con las condiciones de adhesión a la UE, si bien tales reformas no han resultado suficientes.
Así, en diciembre de 2006, el Consejo Europeo suspendió las negociaciones con Turquía porque no se aplicaron medidas para mejorar las libertades de expresión y religión ni abrió sus puertos y aeropuertos a Chipre. Además, la Unión Europea también indicó que era necesario reconciliarse con los países vecinos, incluida Armenia, y advirtió que el Ejército no debe interferir en el funcionamiento de la justicia ni en la agenda política.
EUROESCEPTICISMO
Por otra parte, la gran mayoría de los europeos se muestra contraria a la adhesión de Turquía a la Unión Europea, y tanto Sarkozy como Merkel abogaron por una relación privilegiada con la UE en lugar de su integración como miembro de pleno derecho, lo que ha contribuido a generar un fuerte sentimiento de euroescepticismo entre la sociedad turca.
Durante estos meses, Turquía tampoco ha cumplido con su papel, a la luz de los últimos acontecimientos: se ha golpeado la libertad de expresión, con el asesinato del escritor de origen armenio Hrant Dink; no se ha producido la apertura de los puertos y aeropuertos chipriotas, y los militares siguen interfiriendo en la vida política. A pesar de todo, las negociaciones continúan aunque el comunicado de las Fuerzas Armadas preocupa sobremanera a la UE y a Estados Unidos.
Por otro lado, las Fuerzas Armadas, según sucesivas encuestas, son la institución más respetada en el país otomano, y cuentan con unos recursos humanos preparados, cualificados (hablan un mínimo de 2 idiomas) y muy organizados. Es el segundo Ejército más numeroso de la OTAN, tras el de Estados Unidos, con 500.000 hombres acostumbrados a batallar tras dos décadas de lucha contra la insurgencia kurda del sudeste del país.
RESPETAR LA SOBERANÍA POPULAR
En el pulso que mantienen los islamistas moderados y los nacionalistas laicos apoyados por el poder militar, Europa se encuentra con la paradoja de que los primeros buscan el respeto al Estado de derecho y la integración en la UE, mientras que el Ejército apuesta por la laicidad que persiguen los europeos. Sin embargo, la salida al E-golpe turco la tienen los ciudadanos en las urnas el próximo mes de junio. Son los propios turcos y no su Ejército quienes deben ejercer el poder moderador. Así las Fuerzas Armadas deberán respetar la decisión de la soberanía popular; si no, los esfuerzos de democratización y reformas de los últimos años no habrán valido para nada. Y el puente entre Oriente y Occidente, que tanto cuesta construir, se habrá dinamitado.
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