Ahmadineyad y la destrucción de Israel

Por Carlos Escudé (para Safe Democracy)

Carlos Escudé reflexiona sobre las polémicas declaraciones del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, respecto de Israel y dice que el líder no es un payaso, ni siquiera un excéntrico. Escudé cree que el presidente iraní es la síntesis de la fusión entre la intolerancia histórica del Islam chií, el antisionismo surgido de la revolución de 1979 (Khomeini) y el antijudaísmo actual de David Duke.

ADEMÁS: «El regreso del fascismo: la inmoralidad de negar el Holocausto«, por Bernardo Kliksberg


Carlos Escudé es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Yale y profesor de Relaciones Internacionales. Dirige el Centro de Estudios Internacionales y de Educación para la Globalización en la Universidad del CEMA (en Buenos Aires). Ha sido asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de su país.

CUANDO MAHMOUD AHMADINEJAD AMENAZA con la destrucción de Israel (diciendo que el país debe ser borrado del mapa o que ha empezado la cuenta atrás para su destrucción), debe ser tomado en serio.

Con la ayuda de Dios, las manos de los hijos de Líbano y Palestina ya han pulsado el botón de la cuenta atrás para la destrucción del régimen sionista, declaró Ahmadinejad en un discurso recogido por la agencia de noticias IRNA hace pocos días.

Y cuando Irán avanza en su programa nuclear, Occidente y especialmente Israel tienen derecho a alarmarse. Las amenazas del presidente iraní no son el producto de un ensañamiento personal. Tampoco lo es su judeofobia. Desde mucho antes de su gobierno, la legislación de su país establece que el apoyo público a Israel merece la pena de muerte.

LEIT MOTIV DE LA PRÉDICA DE KHOMEINI
Emblemáticas de esa judeofobia nacional fueron las arengas del ayatolá Ruhollah Khomeini. El 20 de julio de 1994, declamaba, por ejemplo, en Radio Irán: ¿Vosotros quienes sois? Un gobierno falsificado y una falsa nación. Juntaron a gentes malvadas de todo el mundo y construyeron algo a lo que llaman nación israelí. ¿Es eso una nación? Todos los judíos pérfidos y malvados se encontraron allí. (…) Los que fueron a Israel fueron ruines, viles, ladrones codiciosos y asesinos.

En cierta medida, el anti-judaísmo está creciendo en muchos países árabes y musulmanes en forma exponencial. Los judíos no serían un pueblo sino una comunidad religiosa dispersa, sin derecho a un Estado. Desde que rechazaron las enseñanzas del Profeta estarían destinados a la subordinación del Islam.

En el Irán contemporáneo, este concepto cobró mayor importancia al convertirse en un leit motiv de la prédica de Khomeini. Aparte, en el Islam chií, que es el hegemónico entre los iraníes, hay una animosidad especial hacia los judíos y en general una mayor intolerancia hacia las minorías religiosas. Como consecuencia de estos fenómenos, cuando en 1501 Irán se convirtió en un Estado chií, adoptó una de las políticas más opresivas hacia los judíos que se hayan conocido en el mundo musulmán.

LA REVOLUCIÓN ISLÁMICA
Ya en el siglo XX, esta tendencia se agravó. Entre 1920 y 1945, nacionalistas iraníes enfatizaron el origen ario de su nación. Al hacerlo, adoptaron un discurso antijudío, consonante con el del nazi-fascismo europeo de esos tiempos.

Más tarde, este trasfondo desfavorable fue agravado por el hecho de que el Sha Reza Pahlavi fuera aliado de Israel desde su creación en 1948. Como consecuencia, los islamistas que lo derrocaron, en 1979, convirtieron el anti-sionismo en una premisa central de su movimiento. Una vez en el poder, la intolerancia frente al Estado judío fue uno de los pocos elementos del programa de la Revolución Islámica frente al cual nunca se realizaron concesiones pragmáticas.

Esta enemistad hacia un país que no tiene fronteras en común ni intereses materiales contrapuestos con los de Irán, se vincula también al deber de todo chií de luchar contra la injusticia. El mero hecho de que los judíos, una comunidad religiosa supuestamente sin derecho a un Estado, hayan podido establecerse en pleno Oriente Medio con Jerusalén de capital, es un emblema de la injusticia que combaten.

LA NEGACIÓN DEL HOLOCAUSTO
La ideología del Irán de la Revolución Islámica considera al sionismo como parte de una conspiración judeocristiana contra el Islam, minado también por su propia corrupción. Los judíos son presentados a veces como agentes de Occidente y otras como los titiriteros que manipulan a Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias occidentales.

Por otra parte, está generalizada la opinión de que Occidente permitió la fundación del Estado de Israel debido al recuerdo del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial. Por eso, la negación del Holocausto ha sido un medio para deslegitimar a Israel. Esto es común en el mundo árabe, pero en Irán se manifiesta con mayor fuerza y frecuencia.

Paradójicamente, en esta negación del Holocausto los iraníes se han aliado a antisemitas occidentales, adoptando su discurso. Es el único ámbito en el que la influencia occidental no es condenada. Según la teoría predominante, los muertos de campos de concentración, que no serían más de 200.000, habrían sido judíos pobres victimizados por poderosos sionistas que perversamente especularon con que el sacrificio de aquellos abriría el camino hacia la constitución de un Estado judío.

ANSIEDAD DE OCCIDENTE
Es por eso que en la conferencia sobre el Holocausto convocada a fines de 2006 por el presidente de Irán, personajes como David Duke, otrora alto dirigente del Ku Klux Klan, participaron como respetables invitados. Es por lo mismo que desde que asumió la presidencia, Ahmadinejad viene anticipando el aniquilamiento de Israel. Y al hacerlo cita a Khomeini, fundador del régimen y amado imán.

El presidente iraní no es un payaso. Ni siquiera es un excéntrico. Es el producto de la intolerancia del Islam chií fusionado de antisionismo que termina convergiendo en el antijudaísmo del régimen actual. Esta cultura es compartida por la casi totalidad de los altos dirigentes del régimen teocrático de Teherán.

Algunos de éstos se expresan con mayor cautela. Son los más peligrosos, porque Occidente está tan ansioso por tener una esperanza frente al desafío nuclear, que rápidamente muerden el anzuelo ofrecido por personajes más sagaces, como Ali Lariyani, el negociador en estos asuntos. Pero ellos comparten todos los objetivos estratégicos del presidente actual.

Por eso, larga vida a Ahmadinejad.

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