Egipto, Jordania, Estados Unidos e Israel apuestan por Cisjordania
El triunfo de Hamás en Gaza no sólo añade complejidad a la aterradora geometría de Oriente Medio, sino que le concede a Abbas la posibilidad real de poner la casa en orden en Cisjordania.
ADEMÁS: Golpe de Estado en Gaza, por Walid Salem
Rafael Moreno Izquierdo es profesor del Departamento de Derecho Internacional Público de la Universidad Carlos III de Madrid y del Departamento de Periodismo de la Universidad Complutense.
Es experto en Operaciones de Paz, Gestión de Conflictos y Comunicación en situaciones de Crisis. Ha publicado «Militares españoles en el Mundo» y numerosos artículos en revistas como Política Exterior y Foreign Policy (edición española).
MUCHOS HAN DESTACADO lo negativo que implica la victoria de Hamás en Gaza y en la mayor complejidad (si es posible) que añade a la ya de por si aterradora geometría de Oriente Medio. Sin embargo, quizá por esa necesidad de ser siempre optimistas, se pueda extraer algunas consecuencias positivas de las realidades sobre el terreno.
No parece probable que la Autoridad Palestina (AP) vaya a ser capaz de expulsar a corto plazo a Hamás de la franja de Gaza. Lo previsible, entonces, es que haya que lidiar con dos territorios y dos gobiernos palestinos, ambos reclamando la representatividad legal de ese pueblo.
LA APUESTA POR ABBAS
Esto nos lleva a un planteamiento de buenos y malos. Occidente ya ha identificado su apuesta, la única posible: el presidente Mahmud Abbas y Cisjordania. El primer ministro israelí, Ehmud Olmert, decidió unirse a este respaldo en Sharm el Sheik, Egipto, con la promesa de liberar presos y dinero tras el último encuentro con George W. Bush en Washington. No está claro si ese respaldo será simplemente una decisión táctica o se mantendrá a largo plazo con más concesiones concretas.
Algunos países árabes moderados –Egipto y Jordania– ya han escenificado, asimismo, su respaldo a Abbas. El líder egipcio Mubarak –el más amenazado por los Hermanos Musulmanes– fue más lejos y consideró la victoria militar islamista en Gaza como golpe de Estado.
EL TABLERO REGIONAL
Todavía, sin embargo, es una incógnita la postura de otros países árabes claves en esta compleja ecuación como Arabia Saudí. Por el momento, se ha limitado a hacer un llamamiento a la necesidad de recuperar la unidad palestina sin tomar claramente partido. No está claro, si eso significa que estarán dispuestos a dar un paso más y aprobar un boicot económico y político contra Hamás. Pero lo más probable es que terminen haciéndolo. Otros, Siria e Irán, ya han apostado sin contemplaciones por la victoria del experimento radical, y, en ese sentido, no se deben esperar cambios. Éste es el nuevo tablero que define el futuro de los palestinos.
La obtención de un territorio propio por parte de Hamás (la vieja aspiración de todo movimiento de liberación), aunque sea la paupérrima Gaza con una población de escasamente 1,5 millones, le concede una oportunidad de oro de demostrar que es algo más que un movimiento terrorista y es capaz de convertirse en un gobierno responsable y honrado, lo que no ha sido la AP. No es tarea fácil con tantos intereses conjugados para que fracase y su insistencia en presentar su cara más agresiva contra Israel.
VENTAJAS Y DEBILIDADES DE FATAH
Esta es la ventaja de los buenos: Al Fatah tiene toda la legitimidad histórica como fundador del movimiento palestino pero, hoy por hoy, es un fondo de corrupción, desgobierno e inutilidad. Ha perdido Gaza por su propia incapacidad de hacer las cosas bien. Su principal excusa –con razón– se basa en que ha sido una administración a medias. Sin Estado. Quizás ahora Israel –más como defensa que por convencimiento– escuche a Estados Unidos y a otros países y reconozca al Estado palestino (en Cisjordania) siempre que sea moderado y no violento. Esto concedería a Abbas la posibilidad real de poner la casa en orden y organizar una administración real que aumente la seguridad, el desarrollo y las aspiraciones de futuro de su pueblo. El riesgo es que Hamás haga lo mismo y declare unilateralmente su propio Estado palestino, lo que produciría la escisión del mundo árabe. Si ese es el riego, a Occidente –incluyendo Israel– no le queda muchas opciones, ni tiempo. El reloj parece jugar a favor de Hamás, especialmente mientras el gobierno Abbas continúe en el caos actual. Está claro que ha acabado la etapa de las condenas fáciles de la violencia y el terrorismo.
Ha llegado el momento de aliviar de forma práctica e inmediata el sufrimiento de los palestinos. Es un pueblo que ha demostrado saber diferenciar entre aquellos que realmente le sacan de su tragedia cotidiana, de quienes le ahogan en su desgracia. El moderado y secular Abbas deje jugar esta baza sin demora.
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