Gordon Brown y la continuación de la «Tercera Vía»

Por Alfredo Crespo Alcázar (para Safe Democracy)

El laborista Gordon Brown ha relevado oficialmente a Tony Blair como líder del partido y como primer ministro británico tras imponerse frente a la izquierda del laborismo; queda, pues, confirmado el futuro de la tercera vía.


Alfredo Crespo es politólogo y periodista especializado en el estudio de las relaciones Reino Unido/Unión Europea y nacionalismos periféricos británicos (Escocés y Galés).

Está realizando su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid y es coordinador académico y profesor del Curso de Información Internacional y Países del Sur de la misma universidad.

EL LABOUR PARTY CELEBRÓ hace pocos días su Conferencia Extraordinaria en Manchester tras la cual Gordon Brown tomó el relevo de Tony Blair.

Mucho se viene escribiendo sobre el futuro primer ministro –su firmeza económica, su menor carisma comparado con Blair, su euroescepticismo–, pero en lo esencial hay que tener presente que su política será una continuación de la Tercera Vía, tal y como ambos protagonistas la concibieron en sus años de oposición al gobierno de John Major.

GORDON SE IMPONE
El Labour ha sido consciente no sólo de los réditos electorales que le ha dado la Tercera Vía, sino que cualquier giro en U de su política –que implique un predominio de los postulados del ala más a la izquierda–, tendrá una doble y nefasta consecuencia: descenso de su base social y el ejercicio de la oposición de un modo cuasipermanente.

Esta tesis se ha demostrado en la incapacidad de la izquierda laborista para presentar una alternativa a Gordon Brown, pues ni Meacher, primero, ni McDonnell, después, fueron capaces de recoger el apoyo mínimo (45 firmas) para que el Labour celebrara elecciones primarias, concebidas éstas por aquéllos como un alegato en pro de la democratización del partido.

En efecto, si de algo es consciente el Laborismo es que con la llegada a su dirección de Smith (1992-1994) y posteriormente de Blair, se hizo un enorme esfuerzo por acabar con la demagogia y populismo mediático practicado por sus líderes anteriores (Michael Foot, 1979-1983 y Neil Kinnock, 1983-1992): el resultado fue un nulo éxito electoral que relegó al Laborismo a la categoría de partido con un perfil de votante monocolor e incapaz de aumentar sus bases sociales.

LOS RETOS POR DELANTE
Con Smith y, sobre todo con Blair, esta situación cambió radicalmente al compás de unas ideas económicas, sociales y políticas que comenzaron a ser admiradas no sólo por partidos de corte ideológico afín sino también por partidos de derecha que buscaban adaptar su lenguaje y discurso a las exigencias del siglo XXI.

Así, a partir de 1997, el New Labour se convirtió en el espejo en el cual la izquierda y la derecha comenzaron a mirarse con la finalidad de mejorar y, sobre todo, de modernizarse; no olvidemos que si existe un epíteto que caracteriza a la Tercera Vía es el de modernización.

El propio Blair ha sido consciente de ello y en los últimos meses de mandato ha dejado una suerte de reto/tarea a su partido, de acuerdo con sus discursos: la radicalización de las reformas, obligación nada baladí pues como hemos dicho, el Partido Conservador ha tomado como propios argumentos neo-laboristas como el tema medioambiental o el cambio climático, para presentarse ante el electorado como una formación potencialmente ganadora y poner a fin a la travesía por el desierto en la que se halla sumido desde 1997.

KEY PLAYER INTERNACIONAL
En definitiva, el futuro liderazgo de Brown no va a suponer un giro en U en la forma de hacer política, pues la tercera vía prosigue y debemos juzgarla como un todo, sin caer en el riesgo de analizar única y exclusivamente aspectos individuales.

No obstante, sí que deberemos prestar atención a cómo gestiona algunos de los temas que han cobrado protagonismo en los últimos años de mandato Blair, que son aquéllos relacionados con su política exterior: desde la relación con la Administración Bush hasta el proceso de integración europea, la cuestión del cambio climático o la erradicación de la pobreza en África; asuntos todos ellos fundamentales para determinar si Reino Unido sigue siendo un key player en el panorama internacional.

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