¿Repliegue sin retirada?

Por José Catalán Deus (para Safe Democracy)

Dos posturas dominan y polarizan hoy al estamento político en Washington: quienes afirman que la ocupación de Irak está perdida (y que hay abandonar urgentemente el país), y la de aquellos que creen que la guerra (aún) podría ganarse. Existe, sin embargo, una tercera alternativa estabilizadora, que se explica a continuación.

ADEMÁS: Irak: ¿menos tropas significa más seguridad?, por Rafael Moreno I.
PLUS: El síndrome de Irak: La huida hacia delante de Washington, por Luis Méndez Asensio


José Catalán Deus es periodista y escritor. En su larga trayectoria profesional ha escrito para varias publicaciones, alternándolo con puestos de dirección en revistas y diarios.

En la última década fue corresponsal en Londres y en Roma. Actualmente, publica «Infordeus» en Internet. Entre sus últimos libros figuran «De Ratzinger a Benedicto XVI, los enigmas del nuevo Papa» y «La cuarta guerra mundial: terrorismo, religión y petróleo en los inicios del tercer milenio».

AL INICIARSE EL CURSO POLÍTICO este mes de septiembre, serán cuatro años y medio los trascurridos desde la destrucción del régimen de Sadam Husein en Irak. El balance para Estados Unidos es mucho peor de lo que nadie podía imaginar. Cuatro de cada cinco iraquíes tienen poca o ninguna confianza en las fuerzas encabezadas por Estados Unidos y la mayoría piensan que su presencia está empeorando la seguridad; pero pese a ello sólo un tercio quiere que se vayan.

A mediados de septiembre, el presidente George W. Bush va a decidir el cuándo y el cómo de una reducción de las fuerzas estadounidenses en Irak: su inicio o su retraso. Dos opiniones pesarán definitivamente sobre la decisión. La del teniente general David H. Petraeus, que está desde principios de 2007 al frente de las tropas multinacionales destacadas en Irak, en su informe esos días sobre la situación al Congreso. Y la del jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense, general Peter Pace, que con los máximos jefes militares tendrá una reunión con la cúpula de la Casa Blanca en esas fechas.

¿MÁS TIEMPO?
En la reunión a puerta cerrada del Estado Mayor con el presidente, según ha adelantado sin que nadie le desmienta Los Angeles Times, el general Pace planteará al presidente Bush la retirada en los próximos meses de casi la mitad de las tropas actualmente desplegadas en Irak, un punto de vista que es compartido por el Secretario de Defensa, Robert M. Gates, según el diario.

Podría pensarse que como Pace será relevado a finales de septiembre como jefe del Estado Mayor por el actual jefe de la Armada, almirante Michael Mullen, su criterio pudiera arrinconarse. Pero Mullen ya ha expresado, con incluso más vehemencia que Pace, su preocupación ante los efectos nocivos de las continuas y duras exigencias que la guerra en Irak supone para el Ejército.

Por el contrario, se piensa que el general David H. Petraeus, aunque reflejará en su informe que las cosas van mejor, pedirá más tiempo y que no se realicen reducciones de tropas hasta la próxima primavera.

El mes del Ramadán comienza así mismo por las mismas fechas, el 13 de septiembre. Un mes antes, el pasado 12 de agosto, el comandante del EII (Estado Islámico de Irak), Jeque Abu ‘Ubaida, emitió un mensaje por Internet anunciando que será un mes de muerte y lamentos: Hemos preparado decenas de hombres valientes en decenas de coches bombas, por medio de los cuales les daremos muerte sin misericordia, en Bagdad, Al-Anbar, Mosul, Diyala, Kirkuk, y Basra, al Norte y al Sur… Juramos que los haremos polvo bajo nuestros pies al igual que a las ratas… La victoria está cerca y su enemigo está exhalando su último aliento… Mantengan a las mujeres y niños fuera de los lugares frecuentados por el enemigo americano e iraní, y presten atención a las instrucciones de los comandantes del EII de su área.

Asimismo, en la noche del 28 de agosto se iniciaron las celebraciones chiíes en honor del imán Al Mahdi, que, según la tradición chií, desapareció en el siglo IX y reaparecerá algún día para restaurar la justicia en el mundo. Al Mahdi es el último de los doce imanes chiíes, y cinco de los templos consagrados a ellos que se encuentran en Irak han sufrido en diversas ocasiones los ataques de extremistas suníes. Según estimaciones del Gobierno iraquí, unos cuatro millones de personas participarán en los actos, fundamentalmente la peregrinación a Kerbala. Atacar a los chiíes cuanto más sanguinariamente, mejor es el prólogo tradicional al Ramadán que lleva escogiendo Al Qaeda en Irak todos estos años.

EL HOMBRE CLAVE: ALI Al SISTANI
Todo indica que los nuevos planes puestos en pie desde la primavera han dado algunos frutos y que las acciones terroristas suicidas han disminuido en importancia. La oposición a Al Qaeda y su sectarismo sanguinario está aumentando entre los suníes.

En el campo chií, la galaxia fundamentalista que gira en torno a Muqtada al-Sadr ha reducido fuertemente sus matanzas de represalia, y la figura del gran ayatolá Ali al Sistani, máximo jefe religioso de los musulmanes chiíes, empieza a juntar confianzas en que pueda finalmente encarrilar el Irak democrático y con ello la suerte de todo Oriente Medio.

Sistani, de 78 años, sostiene una visión sosegada del Islam, rechaza cualquier concepto de teocracia, aprobó la nueva constitución, la más liberal del todo el mundo musulmán, condenó las fatuas de Yusuf al Qaradawi, el jeque suní de Al Jazeera que exalta los méritos del martirio homicida. Ha mantenido su liderazgo dialogante frente a las presiones iraníes. Y se dedica a dar consejos morales en vez de a gobernar, que es lo que hace falta que hagan los clérigos.

RECONCILIACIÓN INTERCONFESIONAL
También veremos en septiembre si el gobierno democrático iraquí finalmente se afianza. No es que haya muchas esperanzas, pero los principales líderes políticos (el presidente, el kurdo Yalal Talabani; el primer ministro, el chií Nuri al Maliki; el vicepresidente, el suní Tareq al Hachemi; y con ellos, el presidente de la región autónoma del Kurdistan, Masud Barzani), acaban de llegar a un acuerdo que pretende (ciertamente, no es la primera vez) una reconciliación entre las diferentes comunidades del país que acabe con los brotes de guerra civil en curso.

Entre los puntos consensuados, destaca la rehabilitación civil y militar de los antiguos miembros del partido Baaz, en el poder hasta la caída de Sadam Husein en abril de 2003, además de una amnistía de presos políticos (en su mayoría suníes), nuevas elecciones locales, la posibilidad de reformas constitucionales, y una regulación del reparto de los beneficios procedentes de la exportación de petróleo y gas. Es decir, los principales problemas pendientes.

Y han anunciado algo que podía ser importante: Los dirigentes han confirmado la necesidad de alcanzar una relación a largo plazo con Estados Unidos que se apoye en el beneficio común y que abarque los distintos campos; este objetivo debe alcanzarse en breve plazo. El inicio del repliegue podría ir acompañado de acuerdos de colaboración a medio plazo que incluyan petróleo.

EL TÚNEL TIENE SALIDA
Todo ello nos coloca ante un mes de septiembre probablemente decisivo en la evolución del conflicto iraquí y sus repercusiones en el mundo árabe y musulmán en general. Todos los vectores señalan la posibilidad de un desatascamiento de la situación. Al Qaeda no ha conseguido arrastrar a los iraquíes y éstos muestran cada vez más signos de rechazo. La insurgencia del anterior régimen sabe que no puede ganar y busca el mejor acuerdo. El gran ayatolá de los chiíes iraquíes, Al Sistani, mantiene a la mayoría de su lado. El mundo árabe comprende la peligrosidad del conflicto. En Europa, soplan también vientos favorables a su resolución. La población iraquí ya no puede aguantar más. Ha llegado la hora de un gobierno iraquí de concentración nacional, de un repliegue de Estados Unidos, de una contención del expansionismo iraní y de un Estado Palestino. No va a ocurrir por supuesto de golpe, pero podemos haber comenzado la cuenta atrás.

Está claro que existe la voluntad tácita del gobierno americano de una retirada gradual a lo largo del próximo año, pero hasta ahora no ha aceptado comprometerse públicamente a ella, y menos a fijar plazos, para no pillarse los dedos y facilitar la ofensiva enemiga. El plan de retirada parcial existe, al menos desde que el bipartidista Grupo de Estudios sobre Irak (GEI) entregó al gobierno sus conclusiones: Lo principal es pedir una transición de un papel de combate a un papel de apoyo. Se trata básicamente de un repliegue. La recomendación del equipo independiente era retirar las fuerzas de combate a bases del interior del país. Según The New York Times, hay una especie de indicación en el informe sobre cuándo debería completarse (…) en algún momento dentro del próximo año. El grupo de estudios bipartidista estaba compuesto de una decena de miembros, presidido por el ex secretario de Estado James Baker (amigo cercano de la familia Bush) y el ex congresista demócrata Lee Hamilton.

Cuando el pasado enero, el presidente de Estados Unidos anunció su esperada nueva estrategia para Irak, se pedía al gobierno iraquí ocuparse al cien por cien de la seguridad del país para el próximo noviembre. Otro dato a sumar a los anteriores y que nos hacen esperar importantes novedades en Irak durante el próximo curso, especialmente en el terreno de un repliegue parcial de las fuerzas militares aliadas.

POR QUÉ NO DIVIDIR
Al Estado Mayor de Estados Unidos le gustaría retirar de Irak aproximadamente la mitad de las 20 brigadas de combate actualmente desplegadas, con lo cual, contando con la correspondiente reducción en las unidades de apoyo, la presencia militar de Estados Unidos quedaría por debajo de los 100.000 efectivos, frente a los 162.000 de ahora. Cuando se completara la retirada de las brigadas de combate estadounidenses, aún quedarían en Irak más de 70.000 instructores, expertos en logística y miembros de una fuerza de reacción rápida de Estados Unidos en el país.

En la última reunión entre el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki Amán, hicieron saber al mundo que coincidían en la necesidad de acelerar la entrega de la seguridad del país a su actual gobierno legítimo. Pero Maliki pidió que las tropas americanas permanezcan en el país el tiempo que sea necesario, y Bush le aseguró: Estaremos en Irak hasta que se haya completado nuestro trabajo, aún reconociendo que su deseo es iniciar el repliegue lo antes posible. Pero soy realista y veo la resistencia que hay dentro de Irak, dijo entonces. Ambos dirigentes estuvieron de acuerdo en que Irak no debe ser dividido en regiones autónomas. Y en que, como recomendó el GEI, hubiera negociaciones directas con Irán y Siria, que están prestando una ayuda fundamental a la resistencia. Los contactos se iniciaron; los resultados, se juzgaron vagos; pero en realidad no sabemos mucho sobre ellos.

RESPALDO A MALIKI
Desde mayo, la Casa Blanca estudia diversos planteamientos que incluyen reducir hasta la mitad las tropas de combate en Irak para mediados de 2008. Ese mes, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, admitió la posibilidad de una reducción de tropas a finales de este año, y el vicepresidente Cheney aseguró –en visita de inspección a Bagdad– que proseguiría el respaldo a Maliki siempre que se esforzara en la reconciliación. Además, el general Petraeus solicitó a los congresistas a puerta cerrada que le dieran al gobierno una prórroga para mostrar resultados. Maliki acaba de ultimar un pacto suníes-kurdos-chiíes que no sería el primero que fracasa pero para el que pudiera haber llegado su momento.

El escenario está cambiando, consideraba el incansable neocon Charles Krauthammer en The Washington Post, el 13 de abril pasado.

Dos posturas dominan y polarizan al estamento político norteamericano hoy. Algunos afirman que la guerra está perdida, de modo que hay que abandonar Irak. Otros afirman que la guerra puede ganarse, de modo que hay que mantener en posición a las tropas. Yo dirimo la diferencia y ofrezco un tercer camino. La ocupación está perdida pero la guerra se puede ganar. Mantener a las tropas norteamericanas en Irak pero retirarlas de las ciudades, escribe el conocido comentarista Daniel Pipes, que se muestra partidario de que las tropas americanas permanezcan en suelo iraquí porque ofrece una base incomparable desde la cual mantener una presencia influyente en todo Oriente Medio, para contener u obligar a retroceder a los gobiernos sirio e iraní, para garantizar la libre circulación de petróleo y gas, para luchar contra Al-Qaeda y otras organizaciones terroristas internacionales.

Yo pido –dice Pipes– que las tropas internacionales sean liberadas de los avisperos urbanos y sean redesplegadas en desiertos y fronteras, donde ellas y su equipo de alta tecnología pueden desempeñar un papel estratégico. Esto implica que la coalición abandone su objetivo excesivamente ambicioso de un Irak democrático, libre y próspero, poniendo sus miras en su lugar en un Irak que sea seguro, estable y decente.

Si Maliki consigue por fin un gobierno estable en el que colaboren las partes mayoritarias de las tres comunidades del país; si Estados Unidos inicia un repliegue lento hacia la retaguardia; si se taponan las injerencias sirias e iraníes; si en Palestina hay acuerdo… Son muchos síes y hay tantos o más noes induciendo al peor de los pesimismos. Pero algo nos lleva a ser moderadamente optimistas en este inicio del curso 2007-2008.

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