Los argentinos y brasileros deben superar viejos recelos históricos, pues no hay destino posible para una Argentina aislada, ni para un Brasil aislado. La solución pasa por profundizar la integración, que exige ceder y consensuar posturas. No hay alternativa, pues el riesgo es convertirse en meros segmentos indiferenciados del mercado internacional.

LA RECIENTE VISITA de Lula a España legitima esta reflexión sobre Brasil. El país que aparece como el único capaz de liderar un proceso de integración en aquella región, se encuentra con muchos obstáculos en esa tarea, entre los que destacan (aunque él no lo diga, aunque lo oculte, o cambie de tema), estos dos: los recelos históricos de los argentinos, considerado un asunto difícil de administrar para Itamaratí, es el primero; el delirio mesiánico bolivariano, esa megalomanía del presidente Chávez (bien regada de petrodólares), es el segundo.

«¿Está Brasil preparado para asumir el liderazgo latinoamericano?»

Brasil juega con un dato que nadie niega: la urgencia de la integración, y su situación privilegiada para impulsarla. En relación con lo primero, pasemos la palabra al teórico brasileño Helio Jaguaribe:

«En este proceso de tercera ola de globalización, cada vez más partes del planeta se están convirtiendo en segmentos del mercado mundial que sólo conservan símbolos aparentes de soberanía: la bandera, el himno, etcétera, pero que son dirigidos desde afuera por las multinacionales y los países que tienen jurisdicción sobre las matrices de éstas. La capacidad de decisión de los países subdesarrollados que no lograron los requisitos mínimos de preservación de su autonomía, es simplemente simbólica».

Brasil no está dispuesto a quedar en el furgón de cola. En los años cincuenta del siglo pasado, el general Golbery del Couto y Silva proponía a Washington una posición de alineamiento estratégico con Estados Unidos en el conflicto Este-Oeste, a cambio del reconocimiento del derecho de Brasil a un destino manifiesto en el Atlántico Sur

ESTEREOTIPOS Y PREJUICIOS

Helio Jaguaribe, impulsor de la integración argentino-brasileña, recuerda el antiguo estereotipo desde el que los brasileños percibían a los argentinos (arrogantes, presumidos, con aspiraciones superiores a su capacidad), y la contrapartida argentina, según la cual los brasileños son un pueblo un poco irresponsable, dotado de poca seriedad, que se interés por la diversión y por el carnaval.

En el año 2004, Jaguaribe afirmaba que esa situación había cambiado: los brasileños ven a los argentinos como personas serias, capaces de trabajar a conciencia, bien organizadas, que presentan el mayor nivel de educación en toda América Latina.

«La fórmula ideal sería una en que los brasileños ceden a los argentinos un poco de su tendencia a la eterna conciliación, y los argentinos ceden a los brasileños un poco de la combatividad contenida en su tendencia al extremismo«

Los brasileños sienten admiración por la sociedad argentina, y adoran Buenos Aires. Los argentinos, por su parte, ven a Brasil como un país pujante, dotado de una extraordinaria energía y vitalidad, que por detrás de un aspecto aparentemente poco serio produjo una gran sociedad industrial.

Con un realismo político que contrasta con la estrecha visión nacionalista que impera en las repúblicas latinoamericanas de habla española, Jaguaribe sabe que no hay alternativa a la integración, pues el riesgo es convertirse en meros segmentos indiferenciados del mercado internacional.

Como dice Jaguaribe, no hay destino posible para una Argentina aislada, ni para un Brasil aislado. Los recelos históricos de los argentinos (o lo que quede de ellos) tienen que ser superados: la Unión Europea no existiría si los recelos franceses y alemanes se hubieran impuesto al impulso integrador que exigía la historia.

¿A QUÉ LIDERAZGO PUEDE ASPIRAR BRASIL?

Si el liderazgo romano era coercitivo, y el de Florencia y de Francia seductivo, el liderazgo al que puede aspirar Brasil es el liderazgo que Jaguaribe llama por cooptación, y que es en realidad, por cooptación y consenso: el país líder propone a Argentina algo que le convenga. Y su liderazgo (impuesto por su tamaño, por su situación, por su economía) sólo será posible si es permanentemente consensuado.

Y como en esa dinámica de integración, las relaciones entre los dos grandes países latinoamericanos es axial, Jaguaribe dice que la fórmula ideal sería una en que los brasileños ceden a los argentinos un poco de su tendencia a la eterna conciliación, y los argentinos ceden a los brasileños un poco de la combatividad contenida en su tendencia al extremismo.

Uno piensa que el pensador carioca podría ser el mejor asesor del gobierno argentino.