El rechazo estadounidense a frenar la instalación de escudos antimisiles en Polonia y en la República Checa, y la agresividad creciente entre Washington y Moscú, dan la impresión de que un nuevo clima de Guerra Fría se ha instalado en las relaciones internacionales.

 

A RAÍZ DE LA RECIENTE DECISIÓN DE WASHINGTON de instalar misiles nuclear en Polonia, las relaciones entre Rusia y Estados Unidos han llegado a un punto de congelamiento en las últimas semanas que nos hacen retroceder a la situación prevaleciente durante la Guerra Fría cuando las dos superpotencias decidían y amenazaban el futuro del planeta. Y nos retrotraen a la tensión que generó la crisis de los misiles de Cuba que llevó al mundo al borde de una tercera (y última) guerra mundial.

El despliegue de los cohetes soviéticos en la isla caribeña provocó una fuerte reacción norteamericana para evitar una amenaza nuclear en su patio trasero. El presidente Kennedy estaba dispuesto a llegar hasta una confrontación bélica nuclear y no permitir que la Unión Soviética colocara su amenaza nuclear a las puertas del país. La distensión lograda se basó en un compromiso de no instalar bases nucleares de lanzamiento de misiles en la llamada zona de seguridad de la otra potencia global lo que permitió desmantelar tanto las bases instaladas por los soviéticos en Cuba, como los misiles colocados en Turquía por Estados Unidos.

Esta regla tácita de la Guerra Fría –que evitó un enfrentamiento directo entre las dos superpotencias–, se encuentra cuestionada por la última decisión del presidente Bush de colocar 10 misiles nucleares en Polonia y un radar en la República checa, que se convierten así en amenazas directas en contra de Rusia.

Así, de nuevo parece ser que estamos reviviendo una nueva fase de la crisis de los misiles, pero en donde la iniciativa ya no parte de Moscú sino de Washington. La respuesta de Putin no se hizo esperar.

LA AMENAZA DE PUTÍN

Antes de su encuentro en Moscú el pasado 12 de octubre con Condoleeza Rice, la secretaria de Estado norteamericana, y Robert Gates, el secretario de Defensa, el presidente ruso amenazó con abandonar el Tratado INF (de Misiles de Alcance Intermedio) firmado en diciembre de 1987 y el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), si Washington no revisa su política de construcción del Escudo Antimisiles en Europa.

El Tratado INF fue revolucionario en su momento porque no solamente plantea la eliminación de los cohetes de alcance intermedio (de 900 a 4,500 kms), sino también los de corto alcance (inferiores a 900 kms), llamados armamento táctico.

«Rice: «existe una involución democrática en los últimos años en Rusia y el Kremlin tiene una excesiva concentración de poder»»

Esta última categoría de armas tiene como finalidad la destrucción de la capacidad bélica del adversario atacando a los silos nucleares. Si bien es cierto que su poder destructivo es reducido, son de alta precisión (más o menos 50 metros) para poder alcanzar un blanco tan pequeño como son las bases de lanzamiento nuclear. El armamento nuclear estratégico (los ICBM o Misiles Balísticos Intercontinentales) se refiere a las armas con una capacidad de más de 8,000 kms (con un error de más o menos 5 kms) pero con un poder destructivo varias veces equivalente al de Hiroshima. Su finalidad es la destrucción masiva de las poblaciones, es decir la aniquilación total del adversario.

El FACE se refiere al acuerdo firmado en la época de Gorbachov que limita la presencia de tropas terrestres tanto soviéticas como norteamericanas o de la OTAN en el continente europeo y en particular en las proximidades de Rusia.

La firma del acuerdo INF que está a punto de cumplir 20 años, se concibió para Estados Unidos y la ex Unión Soviética, pero su espíritu, a juicio de Putin, debe ser de naturaleza universal e incluir a otros países, además de las dos superpotencias. El enojo del presidente ruso se reflejó en su falta de protocolo cuando dejó a los dos secretarios estadounidenses esperar durante 40 minutos y con la apertura de una rueda de prensa, previa a su encuentro a puerta cerrada con los dos responsables norteamericanos.

Su dura posición en relación a los negociadores norteamericanos está relacionada con la declaración previa de Rice, antes de su llegada a Moscú, de que existe una involución democrática que ha tenido lugar en los últimos años en Rusia y el Kremlin tiene una excesiva concentración de poder.

«El líder ruso, en un largo requisitorio, amenazó con romper el Tratado INF si no se incluían a otros Estados, en clara referencia a los países vecinos»

A nivel internacional, mencionó la cuestión del Kosovo que sigue siendo un punto de roce entre los dos países, en la medida que Rusia no acepta la independencia de la provincia albanesa de Serbia. Para Rice las relaciones entre Washington y Moscú no viven tiempos fáciles, sin llegar a hablar de Guerra Fría.

Por su parte, la respuesta de Putín fue frente a la prensa. El líder ruso, en un largo requisitorio, amenazó con romper el Acuerdo de 1987 si no se incluían a otros Estados, en clara referencia a los países vecinos (sin citarlos) que están contemplados para entrar en el llamado Escudo de Defensa, que prevé crear Washington alrededor de Rusia. Incluso, el presidente ruso comparó la política de Bush con la del Tercer Reich.

Si no somos capaces de lograr un objetivo tal será difícil para nosotros permanecer en el marco del tratado, en una situación en la que otros países desarrollan sistemas armamentísticos similares, algunos de esos países situados en nuestra proximidad, insistió el mandatario ruso.

DIÁLOGO DE SORDOS

La amenaza rusa fue claramente dirigida contra el Escudo de Seguridad que Washington plantea desplegar en las fronteras de Rusia, pero tanto Rice o Gates parecían entender que el discurso de Putín tenía como blanco a Irán. Tenemos una agenda ambiciosa sobre temas de seguridad que preocupan a ambas partes, incluido, como usted sugiere, el desarrollo de sistemas de misiles por parte de otros en las proximidades, diría que particularmente en el caso de Irán, apuntó Gates.

Contrariamente a la posición de Washington, para Moscú Irán no es un Estado bandido. De hecho, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) invitó el 6 de octubre pasado a Teherán como observador en las maniobras militares. Los miembros de la OCS son China, Rusia, Kazajstán, Tayikistán, y Uzbekistán y como observadores Mongolia, Irán, India y Pakistán.

«El planteamiento de volverse a reunir en seis meses muestra claramente que las posiciones de las dos naciones quedaron inquebrantables» Aunque las tareas oficiales de la OCS son mantener la seguridad regional y el combate en contra del terrorismo y del narcotráfico, es claro que está surgiendo un eje estratégico de contrapeso a la OTAN. Inclusive, la OCS está teniendo actividades similares a las de los Cascos Azules en mantenimiento de la paz en la región. Con el respaldo del nuevo eje, Moscú puede desafiar al mundo occidental, como parece ser la posición de Putín.

Así, la reunión posterior entre los ministros de Defensa de los dos países, Robert Gates y Anatoli Serdyukov, y de Relaciones Exteriores, Condoleeza Rice y Sergei Lavrov, no logró hacer avanzar los puntos de vista de las dos potencias. El planteamiento de volverse a reunir en seis meses muestra claramente que las posiciones de las dos naciones quedaron inquebrantables. Así, la respuesta de Rice ha sido contundente: Estados Unidos tiene que ser capac de ir por delante en el uso de la tecnología para defenderse y lo vamos a hacer, ha dicho en la rueda de prensa posterior al encuentro, mientras que para Lavrov la iniciativa norteamericana podría hacer regresar al mundo a los tiempos de la confrontación.

Con las posiciones firmemente rígidas y la negación norteamericana de retroceder en su proyecto de implementar sus escudos antinucleares en Polonia y en la República Checa, un clima de Guerra Fría se está instalando en las relaciones de poder entre las dos superpotencias, con tela de fondo una nueva crisis de los misiles.