Mucho se habla de la principal aspirante a la presidencia argentina, Cristina Fernández de Kirchner, pero, ¿qué se sabe del resto de los candidatos? ¿Por qué la oposición no ha logrado presentar una alternativa unificada, ni tiene propuestas creíbles para la sociedad argentina?, interroga el autor.
RELACIÓN CON EL PROGRESISMO
Como es obvio, los rasgos de una oposición política no nacen en abstracto, sino que son inseparables del tipo de oficialismo que enfrentan y no pueden ser pensados al margen de la historia reciente de un país; el caso argentino lo confirma. El gobierno de Kirchner tiene, entre otros, tres rasgos importantes: es un gobierno exitoso, según lo muestran los principales indicadores sociales y económicos, tiene un origen popular y peronista y ocupó, a través de muchas de sus medidas y de su retórica, la franja progresista de la política argentina.
«Es muy poco probable que lo fundamental del voto opositor provenga de sectores partidarios de una mayor radicalidad de las políticas distributivas desde el gobierno» La geografía política de sus adhesiones (o de sus potenciales votantes) es el territorio de las capas más populares de la población, las más propensas al voto peronista y suma, además, buena parte de los votos que en años anteriores se dirigían a la centroizquierda expresada por el Frepaso [1] hasta el fracaso del gobierno de la Alianza [2].
Una importante curiosidad de la lucha electoral argentina es, mientras tanto, que los principales desafiantes de la candidata oficialista han tenido una trayectoria política muy vinculada al progresismo. Lavagna fue el ministro de Economía que protagonizó el cambio desde las certezas neoliberales que estallaron ominosamente en diciembre de 2001 a un paradigma de tipo neodesarrollista. Su figura está asociada a uno de los episodios emblemáticos del último período: la negociación de la deuda, en la que Argentina consiguió una quita inédita, y la modificación de las relaciones con los organismos internacionales de crédito, en un sentido de mayor autonomía de la política económica local.
DETERMINACIÓN DEL VOTO
Sin embargo, la dinámica política no se reduce a la subjetividad de sus actores. Existe cierta determinación, por así decirlo, estructural o posicional que enmarca las conductas.
LAS ESTRATEGIAS ANTIOFICIALISTAS
Frente a este panorama, cada uno de los candidatos en condiciones de desafiar al oficialismo ha adoptado una conducta diferente. Lavagna mantuvo en toda la campaña el perfil de su desempeño como ministro de Economía de Duhalde y de Kirchner; no se sumó a los reclamos de enfriar la economía como terapia antiinflacionaria y se concentró, más bien, en criticar las maneras en que el kirchnerismo administró el legado que él dejara hace dos años.
«Parece claro que la oposición argentina capaz de desafiar al predominio de los Kirchner tendrá deberá aglutinar al clásico voto de la derecha con un grado de respaldo popular»
En cambio, Carrió salió rápida y audazmente a buscar al electorado más distante de esas preferencias progresistas. Lo hizo, hay que decirlo, apoyada en su propia conducta de los últimos años en los que reemplazó la idea de una fuerza política de centroizquierda por la de una coalición prepolítica apta, como tal, para sumar adhesiones en todas las franjas del arco político-ideológico. Su referente económico adoptó las posturas más ortodoxas y sus listas de candidatos se poblaron de figuras conspicuas de la centroderecha.
LA BATALLA EN EL INTERIOR DEL PERONISMO
Todo indica que la figura de Macri (quien el 10 de diciembre asumirá la jefatura de Gobierno en la estratégica ciudad capital de la república) será el punto de referencia central. Ya ha mostrado en la elección porteña que su figura es capaz de generar una convocatoria que supere la clásica audiencia conservadora y penetre fuertemente en los sectores populares.
«A quienes nos dedicamos a reflexionar críticamente sobre la política nos gustaría que las opciones vinieran en un envase discursivo de mayor calidad»
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