Hugo Chávez debe tender puentes hacia la otra orilla: si el presidente adolece de arrogancia, sus adversarios carecen del mínimo aguante, dice el autor. De persistir la escalada de enfrentamientos internos y la desmedida presión internacional tras el referendo habrá una fuerte escisión social. En la Venezuela de hoy falta diálogo y consenso interno; y sobran las barricadas, señala.

(Desde Caracas) LA POLARIZACIÓN EN VENEZUELA es un fenómeno verificable. Sólo hace falta visitar el país por unos cuantos días para comprobar que las ideologías de uno y otro signo impregnan la realidad, alterando la convivencia y enturbiando las relaciones más cotidianas. El reciente rechazo, por muy estrecho margen, de la reforma constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez difícilmente servirá para enfriar los ánimos en esa nación sudamericana. Hasta ahora, el mandatario venezolano se ha ceñido al guión democrático, desde su negativa a renovar la licencia de RCTV echando mano de la legalidad, hasta la temprana aceptación de los resultados del plebiscito, pasando por sus reelecciones al frente del Gobierno.

CONSTRUIR UN ESTADO SOCIALISTA

Resulta obvio que el propósito de Chávez es el de construir un Estado socialista con tintes marcadamente latinoamericanos, bolivariano según la terminología oficial, y que se aparta tanto del extinguido modelo soviético como del cubano.

«A pesar del acoso internacional y de la manipulación mediática que se ejerce dentro y fuera del país con titulares simplificadores, cuando no falaces, Chávez sigue contando con una amplia franja de simpatizantes»

Basta con recalar en el reconocimiento expreso de la propiedad privada recogido en uno de los artículos de la fallida reforma constitucional o en la plena vigencia de grupos, partidos y medios de comunicación (periódicos, radio y televisión) enfrentados al pensamiento que irradia el Palacio de Miraflores para ratificar que por ahora el mandatario venezolano, en su búsqueda del predominio político, apuesta por la pluralidad y no por el destierro de las ideas que le son ajenas.

A pesar del acoso internacional y de la manipulación mediática que se ejerce dentro y fuera del país con titulares simplificadores, cuando no falaces, Chávez sigue contando con una amplia franja de simpatizantes, sobre todo entre las clases más desposeídas que por primera vez en muchos años se pasean por Caracas a pecho descubierto y que están haciendo valer sus inquietudes, tanto en la calle como en el tajo.

Y así se lo expresan al visitante a cada rato personas de condición muy diversa, en especial las más desfavorecidas.

POCO AGUANTE DE LA OPOSICIÓN

La oposición, por el contrario, se nutre sobre todo de las clases media y alta, cuyos integrantes entienden que sus privilegios se hallan en peligro ante la progresiva socialización del país. Pero si el Presidente adolece de arrogancia, sus adversarios carecen del mínimo aguante. Si en las emisoras estatales de televisión la programación suele hacerse en clave monocolor, desde los medios de comunicación adversos el mensaje llega cargado de dinamita. Si en una acera relampaguea, en la de enfrente truena. Unos y otros están aprendiendo a odiarse. Y este sí puede ser el principio de una escisión social que perjudicaría al conjunto de los venezolanos, más allá de la militancia de cada quien.

«Es a los ciudadanos de Venezuela a quienes corresponde decidir, en exclusiva y en las urnas, tal como lo acaban de hacer, el modelo de Estado con el que quieren navegar como colectivo»

La corrupción, heredada en buena parte de anteriores administraciones, la burocracia que con su habitual espíritu corporativista se resiste a cualquier cambio, los líderes bolivarianos de última hora, el excesivo optimismo que se respira en los ambientes oficiales, la obsesión por un cooperativismo que necesita mucho más que buenos propósitos y subvenciones para funcionar debidamente, la proliferación de grupos oficialistas travestidos de conciencia social y el excesivo protagonismo y la incontinencia verbal que caracterizan al Presidente Hugo Chávez, son importantes estorbos para la normalización de Venezuela.

Sin embargo, es a los ciudadanos de ese país a quienes corresponde decidir, en exclusiva y en las urnas, tal como lo acaban de hacer, el modelo de Estado con el que quieren navegar como colectivo. Las injerencias externas y el victimismo activo de la oposición sólo pueden contribuir a la distorsión de un proceso que hasta el momento, insisto, se desarrolla en un escenario político, económico y social más que admisible. En cualquier caso, no basta con un cese de hostilidades unilateral.

EL TERCER PAÍS QUE NO CONVENCE A NADIE

Tras el referendo, cuya fuerte abstención (44, 11 por ciento) sugiere el despunte en Venezuela de un tercer país al que no convence ninguno de los dos bandos, Chávez debe tender puentes hacia la otra orilla y llevar algo de tranquilidad a los barrios que se sienten excluidos. Si continúa la escalada de enfrentamientos internos y la desmedida presión internacional, no sólo asistiremos al encastillamiento del régimen de Caracas sino a un severo desajuste de naturaleza orgánica.

Y posiblemente no habrá entonces remedio que valga.

En definitiva, falta en la Venezuela de hoy diálogo y consenso; y sobran barricadas.