El principal informe de la inteligencia de Estados Unidos advierte sobre una realidad muy preocupante: Al Qaeda continúa activa, y dispuesta a aportar a la yihad global su particular contribución bajo la forma de ataques cada vez más letales. Entienda por qué.


RECIENTEMENTE, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SE HAN HECHO ECO de la filtración de un informe clasificado de la inteligencia estadounidense, según el cual, la organización terrorista Al Qaeda se encontraría en su momento de mayor fortaleza tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Según este documento, los últimos seis años de guerra global contra el terrorismo, no han impedido que el grupo liderado por Osama Bin Laden haya sido capaz de establecerse de manera sólida en la frontera afgano-pakistaní, asumiendo un protagonismo cada vez mayor en la coordinación y supervisión de nuevas acciones terroristas a lo largo y ancho del planeta. UN RETRATO ERRÓNEO
Esta rotunda afirmación cuestiona algunas de las creencias más arraigadas en torno a cuáles han sido los frutos de la ofensiva internacional contra esta organización. Si bien, es cierto que existen pocas dudas sobre el incremento global de la amenaza proveniente del terrorismo yihadista; este fenómeno se ha atribuido de manera casi exclusiva al error estratégico de la invasión iraquí, sumado a la acción, más o menos espontánea, de células terroristas locales, las cuales habrían decidido seguir la estela trazada por Al Qaeda, sin estar sometidas a ningún tipo de jerarquía, o contacto de consideración con este grupo terrorista.

Según esto, el peligro se halla de manera casi exclusiva en el segundo y tercer escalón del llamado Movimiento Yihadista Global, pero no en Bin Laden y su entorno más cercano, un grupo de personas que se encontrarían sometidos desde finales de 2001 a una perpetua situación de hostigamiento. Esta persecución no sólo habría conseguido neutralizar a un buen número de sus militantes y líderes intermedios, sino que también, les habría impedido desempeñar ningún tipo de papel de consideración en la gestación y dirección de nuevas acciones terroristas contra Occidente.

El retrato trazado por la administración estadounidense en estos últimos años, ha sido, pues, el de un grupo marginal, cuya estructura internacional habría sido desmantelada, y cuya obsesión por la supervivencia habría arrojado a Bin Laden y su reducido séquito a una vida miserable ocultos en sombrías cavernas, incapaces de extender sus redes, por miedo a que cualquier movimiento permita a las fuerzas especiales norteamericanas trazar su rastro, y acabar definitivamente con el núcleo central de la organización.

Según este relato, un Osama Bin Laden sin campos de entrenamiento propios, y sin capacidad para organizar de manera autónoma nuevas acciones semejantes a las del 11-S, se habría visto abocado a intentar desempeñar una difusa labor de inspiración y guía estratégica entre las redes radicales diseminadas por todo el orbe musulmán. Al saudí ya sólo le era posible patalear y vociferar amenazas imposibles de cumplir.

FORTALEZA ORGANIZACIONAL
Sin embargo, este informe de inteligencia, se suma a un importante conjunto de indicios que nos permiten contemplar con escepticismo este retrato de una Al Qaeda irrelevante y desprovista de una capacidad letal propia.

En primer lugar, tras seis años de activación de la más poderosa maquinaria militar conocida, tanto Bin Laden, como su segundo Ayman Al Zawahiri, continúan vivos y dispuestos a conseguir que su mensaje sea oído de manera regular, por la opinión pública mundial.

Esta extraordinaria circunstancia, no es sólo fruto de la escasa fortuna de los equipos destinados a peinar la voluminosa área donde se cree que se hayan escondidos estos líderes terroristas. Dicha capacidad de supervivencia hubiese resultado imposible sin el mantenimiento de una cierta fortaleza organizacional, la cual no sólo ha sido capaz de obtener discretamente suministros y mantener al grupo contactado con el resto del mundo, sino también de forjar una sólida lealtad con las tribus locales, evitando de ese modo que la suculenta recompensa ofrecida por Estados Unidos a cambio de la cabeza de sus cabecillas, pueda incentivar a posibles delatores.

CUASI-FUSIÓN CON LOS TALIBÁN
Por otro lado, Al Qaeda ha sido capaz de integrar en sus filas, e imprimir su particular carisma a los restos del derrocado régimen talibán. Si la situación previa al 11 de septiembre, era la de un grupo que dependía y debía agradecer la hospitalidad del régimen fundamentalista, tras su caída, la situación se ha invertido. Los comandantes talibán han empezado a contemplar la cuasi-fusión con el grupo de Bin Laden como la clave que les permitirá restaurar el emirato islámico.

En este sentido, Al Qaeda ha sido capaz de convencer a esta milicia islamista sobre la necesidad de abandonar sus tradicionales técnicas de enfrentamiento guerrillero, una estrategia que primaba la utilización de considerables aglomeraciones de hombres armados contra ejércitos convencionales.

Este proceder, si bien resultó exitoso contra el ejército soviético, aplicado a un enemigo hipertecnificado estaba conduciendo a los talibán a la extinción, debido a la capacidad del ejército estadounidense a utilizar el bombardeo aéreo contra blancos fácilmente identificables. En sustitución, los talibán han integrado en su estrategia las técnicas terroristas proporcionadas por Al Qaeda, empleando en los últimos años artefactos caseros (IEDs), coches bomba y chalecos explosivos, para fusionarse con la población civil y atacar a su enemigo en entornos urbanos, donde resulta estéril el poderío aéreo occidental.

Si embargo, la influencia más notoria ha sido cómo Al Qaeda ha hecho olvidar la pasada iconoclastia de estos fundamentalistas, y ha conseguido que éstos empiecen a grabar y montar con gran profesionalidad las imágenes de sus ataques, difundiendo en Internet una serie de vídeos que les permitirán publicitar su lucha y transmitir la idea de que la colación está perdiendo la iniciativa en Afganistán.

EL CRECIMIENTO DE LAS ADHESIONES
Igualmente significativas, han sido en los últimos años las adhesiones explícitas de grupos preexistentes a la estructura organizativa de Al Qaeda. Importantísimos organizaciones terroristas como la fundada por el Abu Musab al Zarqawi en Irak, o argelino Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), han iniciado y concluido largos procesos de negociación para conseguir que sus organizaciones reciban oficialmente la denominación alqaediana.

En el fundamento de estas decisiones no se haya únicamente el deseo de gozar del prestigio asociado a una marca. Es más que probable que los líderes de estos grupos busquen beneficios de tipo operativo, que sólo Al Qaeda puede ofrecer.

En ese sentido, por muy atractivo que pueda resultar una denominación, resulta poco probable que los responsables de dos de los más poderosos grupos yihadistas, estuviesen dispuesto a asociar sus organizaciones a un grupúsculo marginal en claro declive. Si en ellos existiese el convencimiento de que el grupo fundado por Bin Laden pudiese desaparecer con un mero bombardeo aéreo, tendría poco sentido que estuviesen dispuestos a extender este varapalo a sus propias organizaciones.

Si fuera cierta la hipótesis de que Al Qaeda se había convertido en un actor irrelevante, la actitud más lógica de estos grupos regionales, hubiese sido la de proclamar la continuidad de su legado, al tiempo que se compite por conseguir la primacía y el liderazgo dentro de la constelación terrorista mundial.

NO SÓLO HOMEGROWN TERRORISM
Sin embargo, la evidencia más contundente sobre la creciente fortaleza organizacional de Al Qaeda proviene de las conclusiones que se pueden extraer sobre varios atentados consumados, y otros abortados, en suelo occidental. Una mayor perspectiva en la investigación sobre la gestación de algunos de estos crueles ataques, como el caso del 11 de marzo en Madrid, y el 7-J en Londres, han erosionado las afirmaciones iniciales que señalaban que el origen de estos ataques se hallaba de manera exclusiva en células domésticas inspiradas, pero sin ningún tipo de control o dirección, por parte de Al Qaeda.

Son cada vez más numerosos los indicios que permiten vislumbrar la sombra de Al Qaeda organización en algunos momentos claves de la ejecución de estos ataques, siendo especialmente destacado el caso inglés, donde no sólo es posible especular con el contacto de sus responsables con operativos de Al Qaeda en Pakistán, sino que la explotación propagandística de estos ataques, bajo la forma de dos videos elaborados directamente por el brazo mediático de Al Qaeda (Sahab Institute for Media Production), bajo la forma de los testamentos de los suicidas, unidos a un mensaje televisado del propio Ayman Al Zawahiri, constituye una prueba irrefutable de la participación alqaediana en la gestación del atentado.

En este sentido, determinadas informaciones de inteligencia, han señalado con preocupación, como Al Qaeda ha conseguido atraer a jóvenes musulmanes con nacionalidades europeas hacia países donde el grupo tiene una especial presencia (como el caso de Pakistán). Lugares donde en el más completo de los secretismos, el grupo se habría encargado de instruir y motivar a un selecto grupo de muyahidines, para que protagonicen la próxima oleada de macroatentados en suelo europeo y norteamericano. De ese modo, la amenaza de estos últimos años, no sólo ha tenido como protagonista al poco sofisticado aunque preocupante homegrown terrorism, sino que también es posible vislumbrar la profesionalidad de una organización como Al Qaeda, en acciones repletas de complejidad y espectacularidad como los ataques abortados con explosivo líquido contra aviones comerciales transoceánicos en verano de 2006.

Todo lo anterior se trata, en definitiva, de una serie de argumentos que respalda las pesimistas previsiones de la comunidad de inteligencia estadounidense, y que nos lleva a vaticinar en los próximos años un panorama terrorista, donde la organización Al Qaeda continua activa, y dispuesta a aportar a la yihad global su particular contribución bajo la forma de ataques cada vez más letales.