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Existen dos asignaturas pendientes en la democracia española más allá de lo coyuntural que ningún gobierno ha logrado resolver desde la Transición: las aspiraciones políticas de ciertas autonomías y la relación de la Iglesia católica con el Estado español. El primer reto es el modelo territorial de España que sigue siendo cuestionado por una minoría de la población nada desdeñable, capaz de definir, mediante su representación política (PNV y CiU), el color del Ejecutivo central; el segundo, la necesidad de proclamar el laicismo constitucional para evitar las interferencias religiosas en cuestiones gubernamentales.

(Desde Madrid) A PESAR DEL INNEGABLE PROGRESO SOCIAL, político y económico que España ha experimentado en los últimos 30 años, quedan todavía obstáculos importantísimos que superar y que están entorpeciendo el avance del colectivo peninsular, cuando no sometiéndolo a una crispación innecesaria, de la que se alimentan ya los extremos ideológicos.

A punto de concluir la legislatura del Gobierno socialista liderado por José Luis Rodríguez Zapatero, procede la reflexión sobre dos de las asignaturas más pendientes de la democracia española. Y me refiero a retos de gran calado, ajenos por tanto a la coyuntura política o económica.

El primero de ellos es, sin duda, el que afecta a la naturaleza del Estado español y a las competencias autonómicas de las consideradas nacionalidades históricas, como Cataluña, País Vasco y Galicia, aunque en esta última región el concepto de identidad diferenciada es mucho menos excluyente.

EL DERECHO AL AUTOGOBIERNO, LA MEJOR COARTADA

Hasta el día de hoy, los sucesivos gobiernos centrales, tanto de izquierdas como de derechas, han sido incapaces de lograr que los nacionalismos periféricos, ni siquiera los más moderados, se sientan cómodos en la flota española“Aunque la Constitución considere indisoluble la unidad de España, existen tendencias separatistas cada vez más acusadas, que apuntan directamente a una autodeterminación que el Gobierno español rechaza”. Tanto el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como el Partido Popular (PP), han mantenido relaciones muy inestables con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Convergencia i Unió (CiU), formaciones nacionalistas mayoritarias en sus territorios y que han sabido sacar tajada de sus puntuales apoyos en el Parlamento estatal, cuando alguno de los dos grandes partidos españoles no ha conseguido los votos suficientes para gobernar en solitario.

PNV y CiU han apoyado en el Congreso de los Diputados tanto a la derecha como a la izquierda, lo que indica que los nacionalismos moderados recurren también al pragmatismo cuando consideran que su proyecto político a largo plazo sale reforzado. Y este proyecto no es otro que materializar la posibilidad de decidir su futuro en las urnas, como una y otra vez lo declaran los principales dirigentes del PNV y de CiU.

El derecho a un autogobierno pleno en Cataluña y País Vasco, negado por el Ejecutivo central, se ha convertido ya en la mejor coartada, no sólo para el nacionalismo moderado, sino también para los dinamiteros de turno. “Hay muchos ciudadanos que tienen pasaporte español, pero que no se sienten identificados con España ni con su simbología”

A pesar de que han transcurrido ya tres decenios democráticos, el concepto territorial de España sigue siendo cuestionado por una minoría de la población, pero, no por ello menos significativa, ya que se ubica en dos de las zonas más desarrolladas del país. Aunque la Constitución considere indisoluble la unidad de España –que por algo se intentó sacralizar en la Carta Magna al igual que el régimen monárquico heredado de la dictadura– existen en la península tendencias separatistas cada vez más acusadas, que apuntan directamente a una autodeterminación que el Gobierno español rechaza de plano, consciente de que puede ser el primer paso hacia la desintegración de un colectivo que históricamente no ha terminado de cuajar.

ESPAÑOLES… POR EL PASAPORTE

Este miedo a la desintegración prevalece, a pesar de que existen candados legales de sobra para evitar los abusos de las estadísticas, las fracturas sociales, cualquier imposición minoritaria. “La aconfesionalidad que caracteriza al Estado español se ha mostrado insuficiente para contener el protagonismo de una Iglesia que se resiste a perder sus privilegios”Observar el derecho a la autodeterminación como si fuera un anatema, es uno de los tantos síntomas que revelan la inmadurez de la democracia española, que prefiere proclamar la incontestabilidad de la monarquía y la unidad sacrosanta del territorio antes que solventar alrededor de una mesa las diferencias y las contradicciones históricas de un gremio que en quinientos años de viaje en común ha sumado muchos más errores, garrafales algunos de ellos, que aciertos. Y ahí están las hemerotecas para atestiguarlo.

El sentimiento de pertenencia a la tribu es indispensable para garantizar la convivencia medianamente exitosa de cualquier colectivo. Y hay muchos ciudadanos que tienen pasaporte español, pero que no se sienten identificados con España ni con su simbología.

«los tabúes vigentes en la democracia española impiden a los dos grandes partidos ibéricos superar las barreras psicológicas que separan al país de la plena normalización”El Estado de las Autonomías, que igualó arteramente a nacionalidades históricas como Cataluña, País Vasco y Galicia, con regiones plenamente integradas al ideario español y sin vocación emancipadora como Andalucía, fue consensuado durante una transición amañada, en la que todos los partidos democráticos sin excepción cedieron en sus principios para evitar males mayores. Quizás por eso se ha revelado insuficiente al cabo de los años.

Parece pertinente, pues, la confección de un nuevo modelo estatal, realizado sin prejuicios y buscando el mayor consenso posible entre las partes. Y en este gran debate tendrían que participar todos los partidos sin exclusiones; pero también deberían concursar sectores indispensables de la sociedad civil.

LAS RELACIONES CON LA IGLESIA CATÓLICA

El nuevo modelo constitucional que tarde o temprano habrá que negociar deberá aportar también una relación menos traumática entre el Estado y la Iglesia Católica, hoy enturbiada por la injerencia de los Obispos en los asuntos terrenales, luego de que el presidente Rodríguez Zapatero aprobara algunas leyes vanguardistas, como el matrimonio homosexual o la aceleración de los trámites de divorcio.

La aconfesionalidad que caracteriza al actual Estado español se ha mostrado también insuficiente para contener el protagonismo de una Iglesia que se resiste a perder sus privilegios ancestrales. Y de ahí que muchos estemos convencidos de la necesidad de proclamar el laicismo constitucional como la mejor fórmula para evitar las interferencias religiosas en las tareas del César. También esta reforma atañe a la urgente redefinición del Estado y representa un desafío para la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, los tabúes vigentes en la democracia española están impidiendo a los dos grandes partidos ibéricos superar las barreras psicológicas que separan al país de la plena normalización. Resulta evidente, y cada día que transcurre sirve para constatarlo, que la transformación democrática de España no fue tan modélica como se ha pregonado desde las alturas. Es probable que estemos experimentando ahora la catarsis que nos ahorramos en la década de los setenta, con una transición que fue magnificada y cuyos efectos terapéuticos podrían tener fecha de caducidad.