usaflag.jpgCon el avance de las primarias, Estados Unidos demuestra su ejemplar sistema electoral, un caso especial, según los politólogos, competitivo, muy democrático, participativo, vigente desde el nacimiento de la Nación, pero difícilmente exportable. Tras dos administraciones de George W. Bush, el sistema estadounidense recupera su legitimidad.

MAS ALLÁ DEL ESPECTACULAR RESULTADO del supermartes norteamericano, lo más destacable del actual proceso político del país del norte, es la forma como se ha (re) legitimado su sistema electoral.

En efecto, el año 2000 hubo una seria crisis, de tal modo que hasta el día de hoy ignoramos quién fue el legítimo ganador, a diferencia de 2004 donde la victoria de Bush fue clara. En el 2000 hubo irregularidades no aclaradas, propias de un país tercermundista, donde el presidente de Estados Unidos fue en definitiva proclamado por la Corte Suprema, pese a que Al Gore obtuvo mas votos populares a nivel nacional, después de que otras siete Cortes, a distintos niveles, entregaran fallos contradictorios entre sí.

No se siguió el procedimiento establecido en la Constitución, y, hasta el día de hoy, los resultados del Estado de Florida son un hoyo negro.

LAS VENTAJAS DEL PROCESO ESTADOUNIDENSE

Si de algo ha servido el actual proceso electoral es para explicar por qué, a pesar de todo, los norteamericanos han conservado un sistema que existe desde sus orígenes como nación. Las ventajas han estado a la vista. “La competencia electoral demuestra que la única verdad está en las urnas y no en el interés mediático o en las encuestas”

En primer lugar, el candidato o candidata sale de un proceso altamente competitivo y muy democrático, ya que el resultado es producto de la votación de la gente (aunque participe un bajo porcentaje) y no de la decisión de una cúpula partidaria.

En segundo lugar, permite la participación de muchos aspirantes, y no sólo de los favoritos o de quienes cuenten con mayores recursos. Así, al inicio del proceso parecía que las primarias iban a ser una formalidad y que los candidatos seguros eran Hillary Clinton, por los demócratas, y Rudy Giuliani, entre los republicanos. Sin embargo, la historia se dio distinta, con el retiro del ex alcalde de Nueva York y la aparición de un formidable competidor en el senador Barack Obama. “Más que tener un sistema electoral, Estados Unidos posee cincuenta sistemas, ya que hay normas que varían de Estado a Estado”

En tercer lugar, el sistema es abierto, y permite que los candidatos al ir recorriendo el país, se adapten a una realidad donde los problemas son distintos de Estado a Estado, así como también las demandas de los distintos grupos sociales y étnicos.

En cuarto lugar, la competencia electoral demuestra que la única verdad está en las urnas y no en el interés mediático o en las encuestas.

En quinto lugar, el sistema permite que vayan retirándose aquellos que van perdiendo o se quedan sin recursos, lo que facilita el mantenimiento de la unidad de los partidos.

Por último, sean o no los favoritos, este proceso que dura un par de años, los obliga a participar en muchos debates, lo que posibilita observar las diferencias entre unos y otros, y a veces, elevar el nivel del debate político, lo que contribuye a que los electores voten de manera informada.

UN SISTEMA INDIRECTO Y EXTREMADAMENTE COMPLEJO

Lo primero que habría que decir en relación a este sistema de colegio electoral, es que es indirecto y extremadamente complejo, es decir, cuando llega el momento del voto en noviembre, nadie vota por los candidatos propiamente tal, ya que sus nombres no figuran en las papeletas. “Con los años, el sistema se fue democratizando con la irrupción de las primarias, ya que hasta entonces las duplas presidente/vicepresidente se designaban con un alto grado de corrupción”

El proceso de elegir a un(a) presidente(a) consulta elecciones primarias, asambleas partidarias, convenciones, y, en definitiva, más que tener un sistema electoral, Estados Unidos posee cincuenta sistemas, ya que hay normas que varían de Estado a Estado. Más aún, no siempre son las mismas para las internas demócratas que para las republicanas, y, en algunos casos, dentro de los Estados varían de condado a condado. Por cierto, que el denominador común es el esfuerzo, el tiempo y el dinero que demanda el proceso.

Después de las convenciones y el voto nacional, todo culmina en un colegio electoral, en el cual participan los llamados compromisarios, es decir, aquéllos que en cada Estado se han comprometido a votar por los candidatos (incluso hay Estados que permiten el cambio de opinión), “Habría que dar mayores posibilidades a quienes no son ni demócratas ni republicanos; frecuentemente se olvida que en las elecciones participan otros candidatos” en un sistema que tuvo su origen junto con el nacimiento de la nación, ya que entonces, en un país-continente, tenía mucho más sentido que, en este experimento, la gente votara a quienes conocían y no a futuros presidentes de los cuales nunca habían escuchado hablar, y que, dados los medios de transporte de esa época, difícilmente verían alguna vez en forma personal.

Y este sistema se mantuvo a pesar de periódicos intentos de reemplazo por la elección presidencial directa. Sin embargo, hasta el año 2000, nunca enfrentó una crisis, ya que sólo en 1860 un candidato obtuvo menos del 40 por ciento del voto popular, precisamente aquella elección que eligió a uno de los presidentes más recordados por la historia, Abraham Lincoln.

UN CASO ESPECIAL

El sistema se fortaleció en dos partidos, sin experiencias de triunfo de un tercero. Con el paso de los años, el sistema se fue democratizando con la irrupción de las primarias en forma generalizada, ya que hasta entonces, las duplas presidente/vicepresidente se designaban en las convenciones con un alto grado de corrupción, pues en varias ocasiones fue habitual la venta de votos de las delegaciones.

El resultado fue un sistema complejo, que variaba de lugar a lugar, con representación proporcional en el caso de los demócratas y con diferencias en el caso de los republicanos, donde en algunos estados el que obtiene un voto mas se lleva la totalidad de los delegados. “Estados Unidos debe entender que intentar trasladar de forma mecánica instituciones que han funcionado bien en su país a otras tierras ha producido más tragedias que bienestar”

El sistema no existe, por cierto, en ninguna otra parte del mundo, y teóricos de la democracia, como Robert Dahl y Arend Lijphart, siempre aluden a Estados Unidos como caso especial.

Por ello, después de las dos elecciones de Bush, el sistema está recuperando su legitimidad, ya que ha demostrado ser abierto y competitivo, con altas cuotas de incertidumbre y emoción, concediéndole oportunidades reales a quienes no contaban al inicio con recursos o apoyos, para avanzar hacia un proceso donde ha habido sorpresas, retiros, alzas y bajas de quienes aparecían al principio con escasas posibilidades, como fue el caso, hoy olvidado, del senador John McCain.

Esto es lo más destacable de este proceso político: la recuperación de la fe de los estadounidenses en el sistema que siempre han tenido, medido en el entusiasmo con el que han participado y en el interés que ha despertado la designación interna de los partidos.

UN SISTEMA DEMOCRÁTICO PRODUCTO DE LA HISTORIA

Para su perfeccionamiento faltan todavía algunas cosas: en primer lugar, darle mayores posibilidades a quienes no son ni demócratas ni republicanos, ya que frecuentemente se olvida que en las elecciones participan otros candidatos. En segundo lugar, disminuir aún más el rol que juega el dinero en la campaña. En tercer lugar, limitar la influencia de algunas minorías extremadamente influyentes en la designación de los candidatos, lo que incluye a grupos religiosos, étnicos en algunos Estados, sindicales y empresariales.

Por sobre todo, que Estados Unidos entienda que intentar trasladar de forma mecánica instituciones que han funcionado bien en su país a otras tierras, ha producido más tragedias que bienestar, tanto para ellos como para los supuestos beneficiados, siendo Irak, tan sólo, el último de una larga lista.

El día que entiendan que su sistema democrático es producto de una particular historia y no puede ni debe ser exportado, va a ser mejor para todos; quizás ese mismo día, se abra el sistema electoral norteamericano a todo aquél que quiera participar en el resto del mundo, sea o no ciudadano, ya que lo que allí pasa nos afecta a todos, para bien o mal.