
La influencia de las «usinas de ideas» en la ciberdemocracia
¿Reemplazo de la política? ¿O interfase entre participación y representación tradicional? (II parte)
El crecimiento de las redes digitales ha fortalecido a think tanks, portales de ideas y páginas web dedicadas a ofrecer panoramas, perspectivas, columnas y análisis sobre política, economía y conflictos internacionales. El autor cree que se trata de un avance sumamente positivo, pero que no tendrían que reemplazar a las estructuras de participación y de representación (partidos y asociaciones ciudadanas) ni a los funcionarios de gobierno y sus equipos de asesores, sino constituirse como una interfase con unos y otros.
¿ES EL DESARROLLO Y LA CRECIENTE INFLUENCIA de los think tanks, tal como hoy los vemos, un indicador de calidad de las democracias, o de la crisis de representación política que afecta a las mismas?
«Hay 5080 think tanks en todo el mundo; 408 se hallan en América Latina y 100 de ellos en Argentina” No resulta casual que Argentina, por ejemplo, país que ha logrado una notable recuperación política y económica en los últimos años, pero que ha sufrido al mismo tiempo una tremenda crisis de sus partidos políticos de la que no se ha recuperado, encabece la lista de países latinoamericanos con mayores y mejores centros de estas características, según un estudio realizado por el Programa Think Tanks y Sociedad Civil de
THINK TANKS EN CANTIDAD Y CON CALIDAD
“La expansión de las redes digitales en Internet y la televisión por cable potenciaron la influencia de los think tanks” De los 5080 think tanks que registra el informe en todo el mundo, 408 (el 8,03 por ciento) se encuentran en América Latina y 100 de ellos funcionan en Argentina. Con ese número, el país ocupa el octavo lugar en el nivel mundial y el primer puesto de la región, seguido por Brasil, con 38 think tanks, y Chile, con 30. El estudio de
Según el estudio, las organizaciones argentinas Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) son dos de los cinco mejores think tanks de América Latina. Completan la lista la Fundación Getulio Vargas, de Brasil; «Una condición para que los think tanks funcionen como transmisoras de saberes es la existencia de un debate intelectual pluralista entre distintos pensamientos”el Instituto Apoyo, de Perú, y la organización Libertad y Desarrollo, de Chile. El estudio menciona otros think tanks argentinos: el Instituto Torcuato di Tella (ITDT), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), centros académicos de excelencia que proveen soportes técnicos e intelectuales a la gestión pública; el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal) y las Fundaciones Atlas y Libertad, de orientación liberal-conservadora.
La expansión de las redes digitales a través de Internet y de la televisión por cable potenciaron, por otra parte, la función de influencia de los think tanks y expertos en la opinión pública, la posibilidad de interacción y participación de muchos más sujetos, sectores e individuos a escala transnacional y global y la aparición de derivados situados en las propias redes, como son estos portales de ideas o páginas web dedicadas a ofrecer panoramas, perspectivas, columnas y análisis sobre la política mundial y el debate político.
CONSIDERACIONES EN TORNO A LOS THINK TANKS
“No deben reemplazar a las estructuras de participación y representación política ni a los funcionarios de gobierno, sino procurar el trabajo en interfase»Una condición para que los think tanks funcionen más efectivamente como correas de transmisión de saberes y recomendaciones útiles y no queden encapsulados en cenáculos tecnocráticos o confundidas con los departamentos de comunicación institucional, publicidad y marketing político, es la existencia de un debate intelectual pluralista entre expertos y centros de distintas vertientes de pensamiento (izquierdas y derechas, liberales, socialistas, radicales y conservadores) y diferentes especialidades profesionales (economistas, politólogos, internacionalistas, antropólogos, sociólogos, filósofos, urbanistas, etc.)
Otra condición es que no reemplacen ni a las estructuras de participación y canales de representación política (los partidos y asociaciones ciudadanas) ni a los funcionarios de gobierno y sus equipos de asesores, sino que trabajen en interfase con unos y otros, manteniendo su independencia, acompañando los procesos de elaboración, discusión e implementación de las decisiones políticas y aportando elementos para enriquecer el debate público en los medios de comunicación y los ámbitos académicos y culturales.
Finalmente, pueden servir para refrendar con sus análisis, miradas y juicios preestablecidos sobre los problemas, o pueden servir como llamadores, iluminando sobre aspectos menos tenidos en cuenta, moderando conclusiones tajantes y cuestionando conclusiones simplificadas que suelen soslayar consecuencias no previstas y efectos colaterales de las decisiones políticas.
Es, precisamente, este segundo camino el que hace la diferencia.
- La influencia de los "think tanks" en la ciberdemocracia (I parte)
por Fabián Bosoer
Publicado por:
ana
fecha: 16 | 02 | 2008
hora: 12:03 am
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Aunque soy partidaria de las opiniones en los blog y habitualmente opino ,me parece absurdo que amables opiniones que uno expresa como pasatiempo tengan un valor tan vinculante como para suplir la importancia de un político.
También desearía que los políticos tuviesen más amor por lo que hacen ,eso despertaría su inteligencia en los temas que quieren resolver y no se convertirían en simples títeres de sus asesores -que que generalmente pertenecen a grupos costeados por su propio interés-,como sucede en este mundo post moderno.
Publicado por:
Juan Manuel
fecha: 16 | 02 | 2008
hora: 1:23 am
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En otros tiempos, los grandes poderes ejercían su control a traves del secreto y la censura; hoy lo hacen a través de la proliferación y abundancia de voces, informaciones y opiniones a punto de saturación. Está estudiado y así lo escribieron los nuevos manuales del Pentágono y las mega-corporaciones globalizadas después del 11-S. Hay que tener cuidado porque muchas ‘usinas de ideas’ son en realidad agencias de inteligencia y propaladoras de ideología más o menos encubiertas, orientadas a confundir o a difundir, más cerca del «brain-washing» que del «brain-storming». El artículo de Fabian Bosoer lo dice con más elegancia, pero da para pensar si no estamos al final en la continuación de la Guerra Fría por otros medios.
Publicado por:
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
fecha: 16 | 02 | 2008
hora: 11:22 pm
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EXCELENTE ARTICULO Y ADEMÁS MUY DIDACTICO PARA SER COMENTADO EN ESCUELAS DERECHO Y OTRAS.
FELICITACIONES AL AUTOR
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
SANTIAGO CHILE
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Mariano Erro
fecha: 17 | 02 | 2008
hora: 3:11 am
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Supongo que el político es quien se hacer responsable del proceso de selección y es el encargado de llevarlas a cabo, no?
Publicado por:
javier del rey morató
fecha: 17 | 02 | 2008
hora: 8:42 pm
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No me sorprende que Argentina sea el país latinoamericano con mayor número de think tanks. Toda tecnología que irrumpe en una cultura está destinada a modificar algo en la cultura que la produce, y ese algo se produce sin que los contemporáneos se den cuenta de lo que se está moviendo bajo sus pies.
Es posible que Internet esté siendo un tsunami en la sociedad democrática, un tsunami callado y sin estrépito, como el que acompañó a la invención de la escritura, a la imprenta, a la píldora anticonceptiva, a la televisión o a la bomba atómica.
Su irrupción coincide, en efecto, con la crisis de representación de la moderna democracia, que se acusa de disintas maneras en unas sociedades y en otras, pero que es algo que está ahí, y con lo que hay que contar.
Qué nuevas formas de participación conseguirá Internet, en un sistema definido no como democracia participativa, sino como democracia representativa, es un asunto abierto, de desenlace incierto.
A esas «usinas de ideas» habrá que añadir muchas otras alternativas, que no siempre serán controladas por los partidos. Por primera vez en la historia, existen los recursos técnicos para lograr, ahora sí, una democracia participativa, y no meramente representativa. Una democracia con usinas de ideas en la red, y con referendums instantáneos, como si de un parlamento continuo se tratase, cuyos escaños están en los domicilios de los ciudadanos.
Bosoer escribe:
«Otra condición es que no reemplacen ni a las estructuras de participación y canales de representación política (los partidos y asociaciones ciudadanas) ni a los funcionarios de gobierno y sus equipos de asesores, sino que trabajen en interfase con unos y otros, manteniendo su independencia, acompañando los procesos de elaboración, discusión e implementación de las decisiones políticas y aportando elementos para enriquecer el debate público en los medios de comunicación y los ámbitos académicos y culturales.»
Pero asumamos que esa «condición» -y cualquiera otra que imaginemos- no depende de nosotros: lo que acontece acontece, y punto.
Y no deja de ser un asunto de interés para los teóricos de la comunicación y para los teóricos de la democracia, pues sobre esto, evidentemente, no está todo dicho. Y los que escribimos sobre estos asuntos -para qué ocultarlo- tocamos de oído, por aquello que decía Raymond Arón: los contemporáneos son ciegos.
Publicado por:
ana
fecha: 17 | 02 | 2008
hora: 10:56 pm
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Dr Rey Morató es peligroso que personas que a pesar de tener buena voluntad y preparación nos pongamos a la par de un político que tiene que enfrentar problemas importantes que seguramente por su posición conoce a fondo.Teniendo en cuenta,que a pesar de leer desde el primer al último diario y desde la primera a la última noticia de internet,REALMENTE NO CONOCEMOS NI POR APROXIMACION.
Por contraposición es peligroso que gente que tiene vocaciòn de comerciante y no de estadista nos represente o que sus asesores ´sean miembros de grupos que contemplan su propio interés.
¡Que dificil es llegar al equilibrio justo!
Siempre las circunstancias lo dirán :por una parte habrá intereses que usarán todo para sus conveniencias por otro lado siempre habrà algo que se les escapará y seguirá su propio rumbo.
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Oscar Portela
fecha: 23 | 03 | 2009
hora: 4:29 am
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La Ucronía del Sistema Repúblicano en Argentina,
Querido Oscar:
Muy buen articulo. Es impecable tu analisis y argumento.
Al estado mafioso no se lo puede destruir solo con elecciones, aunque triunfen los anti K. Es una estructura sólida y organizada : a) por los sindicatos con las obras sociales que les dio la Revolución Argentina, b ) las provincias con poca población pero sobre representadas en el Congreso – merced a una reforma introducida por Lanusse y Mor Roig – que viven de la coparticipación y de las prebendas . c) los grupos empresarios que tienen contratos de concesión y obras publicas con el Estado que son la fuente del cohecho generalizado, y c) grupos de politicos movidos por la codicia y la ambición de poder sin proyecto alguno para el país .La mega corrupción está impune y la justicia garantiza la situación. Todo esto se maneja desde un Poder Ejecutivo Hegemónico que actúa con pocos controles. La constitución de 1994 consolidó el sistema.-El país está paulatinamente decreciendo en su rango en el mundo. Carecemos de políticas con visión estratégica y la anomia ha pasado a ser la regla. La literatura confirma el descenso y algunos escritores – como Samuelson o Abrams – nos consideran un caso perdido.-No ha tocado vivir un momento malo de nuestra historia. Yo, si embargo, he tratado de sacar lo mejor que pude de las circunstancias.
Estemos atentos a lo que va a pasar en los próximos meses. Es muy difícil anticipar.Deseando que estés muy bien te envío un abrazo,
Juan Archibaldo Lanús.
Ex Embajador Argentino en Ginebra y Francia
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 09 | 04 | 2009
hora: 5:28 am
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LA UCRONÍA DEL SISTEMA REPÚBLICANO
a Susana Sechi
POR OSCAR PORTELA
Suponga usted “ciudadano” que después de junio la escribanía general del Ejecutivo pierda la mayoría: ¿que piensa que sucedería?
Le contesto: quedaría aún más al descubierto las precariedades del sistema representativo en manos de la partidocracia que se ha desmembrado absolutamente y nadie tendría la legitimidad de convertirse en soporte del sistema republicano, que ha dejado en Argentina de tener el poder de sostener algo así como un estado con cierta razonabilidad jurídica.
Otra vez el la nación enfrentaría el estado de la anarquía y el caos.
Quien creen en que quitándole al ejecutivo una mayoría parlamentaria Argentina encontraría nuevamente “la correcta vía repúblicana”, el progreso económico y la equidad social, pecan de ingenuidad.
Y además se hacen responsables de tratar de mantener el status quo político conseguido durante los veinticinco años de aparente democracia, en la cual triunfó siempre el criterio totalitario de utilizar leyes de excepcionalidad para manejar la cosa pública.
No cabe la menor duda de que nuestros tribunos – y sobre todo los “terus” del periodo kirchnerista, supieron convivir con los más avezados políticos argentinos de las últimas décadas:
Un gobierno montonero legitimado por la “demokracia” que convirtió la defensa de los “derechos humanos” en la forma más ubicua de re-escribir y reapropiarse de la historia Argentina.
Convivieron con esta mentira en un país colapsado institucionalmente, – y por lo tanto irrecuperable desde el punto de vista económico – esta era la meta que se propusieron los que gobiernan y sus socios – algunos solo por avaricia de los advenedizos de la política, que entregaron a sus representados y las autarquías provinciales en calidad de feudos y ellos de señores – y no de gleba – capaces de todas las rapacidades posibles.
El gobierno ha ganado la apuesta por goleada. La Argentina ha vuelto a la década del sesenta más débil y desculturalizada.
Con más exclusión – con la definitiva muerte de la clase media – y con socios dentro de la política internacional que no pasan de ser los torpes momios de una América Latina ya muerta : Fidel Castro y Chávez Frías, recuerdos quizá de cuando el gobierno de Campora exportaba automóviles a la feroz dictadura castrista.
Nunca un gobierno en la historia Argentina mintió tanto he hizo de la mendacidad un arma para convencer a sus enemigos que no adversarios: la señora Fernández presidenta en Ejercicio, dijo hace poco que a ella le encantaba debatir.
El debate implica moverse en un mundo de ideas y conceptos de los que ella carece y no pertenece a sus intereses políticos y personales.
Sus ministros y los miembros de su corte (los D`Elia, Moyano, Pérsico, de Petri) y los usuarios de los superpoderes en el “parlamento” como Rossi y Pichetto o sus Goebels al estilo de Randazzo, Scioli, etc, repiten diariamente el nuevo evangelio Argentino: en la historia de ésta nación existe un antes y un después del matrimonio kirchner.
Bien: tan responsable de esta situación son los nuevos sacerdotes de un imperio que no existe como la oposición a la que solo le interesa el magro pan de un poder que nació muerto, y que insiste en dar esperanzas a un pueblo que vive ya la oscuridad del abismo.
Hace poco la señora Fernández habló en la Biblioteca Nacional y debió recordar la gestión de Carlos Saúl Menem que la hizo posible en poco tiempo.
¿Son obras públicas o no?
Luego en el teatro de la ciudad de La Plata reconstruído durante el proceso de Reorganización Nacional -lo que debería convertirlo en nada- tampoco nadie recordó el infausto.
Sería lo mísmo que preguntarse durante que periódo se construyeron Atucha, Chocón, el Puente General Manuel Belgrano, y tanta otra obra pública que resisten el tiempo, y solo porque existe un antes y después del matrimonio imperial: Napoleón III y Eugenia de Montijo.
Hoy mayoría anti-oficialista o no mucho me temo que el pueblo continuará ausente y que solo quedará el recurso de la calle.
Oscar Portela
www. universoportela.com.ar
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 13 | 04 | 2009
hora: 12:09 pm
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La crisis del principio de autoridad y la muerte del sistema republicano de gobierno.
por Oscar Portela
publicado en el 2005.
La palabra “pueblo”, debería ser paulatinamente borrada del habla común, pués designa a un conjunto de individuos que conforman una identidad cultural, lingüística, religiosa con aditamentos étnicos, decididos a conformar un estado con el fin de afianzar -vía pactos sociales- y luego de distintos sistemas jurídicos, un peto que les permita coexistir junto a otras comunidades que puedan constituir una amenaza para sus intereses, un trazado geopolítico determinado.
Este – con sencillez – y no otro constituye el origen del Estado que esgrafia la identidad de la palabra pueblo. Sin embargo la palabra «pueblo» en la primera mitad del siglo XX fué asociada, a todo tipo de mitologías étnicas y religiosas: la mitología aria de la raza, la negritud, la eslavófila y el mundo ario o el semita.
Hasta aquí el sofisma dado que la genealogía de constitución de un Estado abarca singularidades mayores y deberíamos remitirnos a la «Genealogía de la Moral» nietzscheana para alcanzar los fundamentos que ideologizan la topología del funcionamiento de ésta maquinaria.
Como forma de gobierno el Estado puede adoptar en defensa de los intereses del pueblo y sus legítimos representantes el sistema republicano de gobierno : quienes consiguieron constituirse en estados nacionales confederados -luego de la revolución industrial que trajo consigo la cabeza de un rey en platillo de oro- lograron luego que las diversidades culturales no se disuelvan en un único polo de exclusión de poder económico y político, y que la división retórica de poderes, intente resolver los conflictos sectoriales o los del individuo contra el estado.
Profecías
Durante el siglo XIX Friedrich Nietzsche escribió, “ hemos perdido el instinto para estas instituciones”: luego nos hemos extraviado en un laberinto, durante el fin de los grandes debates ideológicos de mediados del siglo XX le permitieron afirmar a Heidegger :“ ni socialismo, ni capitalismo, son soluciones para aquello que va a venir”: es decir, la muerte de la “cosa pública” y de la representación política ideal del “sujeto identitario» , que ha suplantado la autoridad de la representación de la imagen del mundo, por el autoritarismo del estado técnico moderno – maltusiano al fin- pués para el liberalismo inmanentista y el capitalismo de estado solo deben sobrevir y triunfar los más capaces o los más aptos.
La división de poderes tamizada por la racionalización de formas teocráticas de gobierno en una época de hiperracionalidad tecnológica no contradicen al espíritu del déspota enraizado en el origen del Estado ni la juridicidad del estado de derecho -los intereses y fines corporativos o meramente personales de los diversos sectores que conforman una comunidad- y que los partidos políticos tenían como fin último resolver.
Con la muerte de los auténticos sistemas Republicanos de Gobierno en manos de los oligopolios tecnocráticos, – en los que se encarnan hoy los intereses económicos de las minorías- muerta definitivamente la vía de la representación que el pueblo se dá a si mismo para zanjar sus conflictos internos y señalizar las políticas externas del Estado Nación en un mundo “mundializado”: ( J.L.Nancy)
Los partidos políticos en diseminación
Han muerto los partidos políticos que hoy en ciertos países como el nuestra – y en general dentro del marco del llamado eufemísticamente tercer mundo- conforman una extraña amalgama de intereses extraños al pueblo – y a toda forma republicana de representación -, convirtiéndose en formas de gerenciamiento de intereses corporativos y cumpliendo fines de “lobbies” desde el punto de vista parlamentario
de gobierno.
Extraños por supuesto a los intereses del Estado Nación en vías de extinción y de toda “República”, de la que no queda sino lo latino de la huella gramatical que nos conduce a lo Noam Chomsky llama “mega corporaciones”, el mundo se mueve a nivel de decisiones globales en medio del desfile fantasmagórico de lo que Derrida denomina estados fantasmaticos, en un mundo que con velocidad increíble (Virilio) marcha hacia el viejo ideal de un estado universal en manos de superpotencias todavía en estado auroral, – hoy el renacimiento de China- de la que esta ausente todo ideal de verdadero pueblo .
Hoy solo las luchas étnicas y religiosas que mantienen al Estado alternativamente en estados de implosión-explosión dominan en panorama de la época.
En su pretensión desesperada por mantener las autonomías y características de “pueblos o estados autónomos” el mundo asiste sin saberlo a una lucha entre el Estado Universal tecnocrático, tantas veces deseado y la libanización de un nomadismo al que se ha denominado extrañamente “terrorismo” y que no constituye sino la contracara del inmenso “terror del poder que imponen las mega corporaciones” financieras, fuera ya del marco de las imágenes del mundo que proyecta todo sujeto individual o colectivo..
El principio de autoridad en crisis
A nadie se le escapa que la Argentina como nación de un territorio devastado desde sus orígenes, continúa jugando el juego que imponen las “mega corporaciones” dentro de un supuesto régimen democrático, federal y republicano de gobierno – a pesar de las antiguas y fallidas felicitaciones de Chirac a Mr. Kirchner- que obedece las ordenes del imperio cuando envía soldados a Haití, el país mas pobre y explotado del mundo que a los verdaderos intereses nacionales.
La Argentina, su pueblo que ha soportado más de cuatro décadas de retroceso económico, científico, cultural, – parálisis que nos ha retrotraído a las mas horrendas humillaciones de pobreza, exclusión creciente, mortalidad infantil – deudas internas y externas semejantes al fantasma del padre de Hamlet-. continua sin encontrar salida del laberinto en la representación de ninguna pulsión colectiva de vida o muerte y se consume bajo el unicato de los intereses de la mundialización, encerrándose en si misma como si en su «interior» pudiese encontrar al fin un destino manifiesto que se escapó desde sus orígenes.
Los estados avanzados – en crisis o no – miran solo un territorio rico en recursos naturales que por el momento no significan un inconveniente para el progresivo y sostenido avance que mantienen los intereses económicos globales en aras del dominio del planeta.
La Respuesta Argentina
y la espectralidad de su sistema político.
Dentro de éste panorama, la Argentina no puede sino dibujar gráficos de espantajos animados, como ejemplos de su política exterior ya que la república como tal, semeja, a nivel de su Congreso de la Nación, aquel triste ejemplo de la República de Weimar, – exterminada tanto por la SA, como por el plebiscito al que llamó Hitler y la reforma constitucional llevada a cabo por Carl Schmidt- en la Alemania de 1930.
Más de trescientos partidos políticos en un país con menos de cuarenta millones de habitantes, representa el llamado por Lorca “teatro de títeres de cachiporra”, limitado al escenario de un congreso que a nadie representa. Más de cuarenta partidos en una provincia como Corrientes cuyas necesidades básicas no dejan de crecer puede ser calificada ya como algo más que un “teatro de cachiporras”: se trata ya de un “teatro de gran-guiñol” (imitación a través de marionetas de la vida cotidiana de los franceses en la popular época de Monsieur Guillotin), con la diferencia importante, de que esta “representación” no divierte a público ni a pueblo al que supuestamente esta dedicado.
Tomemos pués como ejemplo la crisis de “ autoridad” dentro de un partido centenario como el partido Liberal de Corrientes: si en tres décadas desaparecieron del escenario político partidos como la UCRI, como el MID, como el también centenario PA, -porque hoy con la concentración de poder alrededor de los ejecutivos en retroceso electoral o no – habría de desaparecer el PL, dividido en tres fracciones para organizar simulacros de internas que son acuerdos de cúpula, -dado que el principio de autoridad que regula el normal y orgánico funcionamiento de un partido- a dejado en la práctica de existir y lo que resta lo constituyen partes de ambiciones mundanas de poder y dinero – u obscenas exposiciones de ingenio- para mostrar como el mono sube más rápidamente al árbol que los demás animales ¿?.
A espaldas- eso si- siempre a espaldas del pueblo, ese cementerio de sueños representado en tiempos idos por partidos políticos que hoy -“espectrales” – levantan suspensiones o expulsiones en aras de una lucha por el poder semejante a aquellas que dieron origen al nacimiento de la constitución del estado.
Mesas directivas para mostrar cuan democrático es el funcionamiento de un partido multiplicado ahora por tantos intereses sectoriales como existan: tendremos finalmente 150 partidos políticos y finalmente reelecciones indefinidas en ésta provincia de Corrientes, la tercera o cuarta en mortalidad infantil de país?
Cuando las nuevas generaciones muy pronto deban decidir con sus votos – ya no vinculantes-, lo que debe suceder en éste país y en esta provincia, para definir ese futuro que se les escapa de las manos por la imprevisibilidad de un modelo en crisis, que nada asegura para ellos sino la persistencia de actos personales vergonzosos, como muestra de que todo acto de habla político solo consiste en juegos ( games virtuales ) de un tablero de ajedrez en la que una vez más por la necesidad de persistir como persisten los zombis, -se llame a reuniones para renovar la presidencia de órganos supuestamente colegiados- y solo quede al descubierto ante la opinión pública? la mezquindad de un sistema que esta quitando el futuro al pueblo – los sueños y los deseos colectivos que hicieron alguna vez de éste país una utopía digna de ser vivida- no quedará otra cosa que la que a comenzado a vivir la gente desde hace un tiempo.
La violencia errabunda y la indiferencia de la impotencia como soberana de nuestro panorama político.
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 19 | 04 | 2009
hora: 7:44 am
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Caso Larraburre investigarán por lesa humanidad los crimenes de la guerrila:informe especial del Dr. Vigo Leguizamón a Oscar Portela
SEÑOR OSCAR OSCAR PORTELA DR. VIGO LEGUIZAMÓN
En mi carácter de apoderado de Arturo Larrabure, envíoles la resolución dictada por la Cámara Federal en la causa donde se investiga el asesinato de su padre, conjuntamente con un parte de prensa que resume su contenido. Por unanimidad,la Cámara Federal ha rechazado el recurso de apelación que pretendía anular el procedimiento que llevó al Fiscal General.
SEÑOR OSCAR OSCAR PORTELA
DR. VIGO LEGUIZAMÓN
En mi carácter de apoderado de Arturo Larrabure, envíoles la resolución dictada por la Cámara Federal en la causa donde se investiga el asesinato de su padre, conjuntamente con un parte de prensa que resume su contenido.
Por unanimidad,la Cámara Federal ha rechazado el recurso de apelación que pretendía anular el procedimiento que llevó al Fiscal General Claudio Palacín a dictaminar considerando que el asesinato del Cnel Larrabure era,prima facie, un crimen de lesa humanidad.
La resolución de la Cámara ha quedado firme por lo cual la investigación debe obligatoriamente realizarse. Adjunto la resolución y un parte de prensa que resumen su contenido, quedando a su disposición para cualquier aclaración.
Atte : Javier Vigo Leguizamón.
Cel 0342-156313633;
LE 8.485.039
CASO LARRABURE: INVESTIGARÁN POR LESA HUMANIDAD LOS CRÍMENES DE LA GUERRILLA
La estrategia diseñada por el Procurador General Esteban Righi para anular el dictamen del Fiscal General Claudio Palacín – que considerara crimen de lesa humanidad el asesinato del Cnel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado, torturado y ahorcado por terroristas del ERP durante el gobierno constitucional de Isabel Perón-, fracasó definitivamente al rechazar por unanimidad la Cámara Federal de Rosario, los planteos de nulidad articulados por los fiscales Vásquez, Saccone y Bettiolo.
Con el patrocinio del Dr. Javier Vigo Leguizamón, Arturo Larrabure, hijo del extinto, peticionó en Febrero de 2007 se calificara de lesa humanidad el asesinato de su padre, considerando que el mismo fue cometido en el marco de un ataque sistemático a la población civil llevado a cabo por las organizaciones terroristas.
Icorporar como elemento de análisis la presunta responsabilidad de los Estados argentino y cubano, Larrabure complicó la estrategia defensiva de los ex guerrilleros centrada en considerar prescriptos sus asesinatos, secuestros y torturas, por tratarse de delitos comunes realizados sin participación estatal.
Larrabure imputó a los gobiernos de Héctor J. Cámpora y Oscar Bidegain haber incurrido en terrorismo de Estado, al facilitar, tolerar, e instigar el accionar terrorista, imputación que extendió al gobierno de Cuba por haber entrenado a los guerrilleros argentinos y promovido la acción de la guerrilla en Latinoamérica.
Denunció la existencia de un plan criminal diseñado por el ideólogo de la guerrilla John William Cooke, para infiltrar las masas peronistas y generar una sucesión de hechos revolucionarios que terminaran quebrando la voluntad de Perón y lo forzaran a aceptar un régimen revolucionario.
Desde la campaña electoral de Cámpora- afirmó- los eslabones fueron sucesivamente colocándose. Mientras Juan Abal Medina anunciaba que el 25 de mayo se liberaría a los terroristas detenidos, Esteban Righi diseñaba las bases de la futura amnistía, Rodolfo Galimberti convocaba a la formación de milicias populares y Miguel Bonasso y Horacio Verbitsky trabajaban en la política de comunicación del candidato.
La liberación de los terroristas detenidos fue una promesa que Héctor J. Cámpora y sus principales dirigentes enunciaron en numerosos discursos.Como Ministro del Interior de Cámpora, el Dr. Esteban Righi tuvo un papel protagónico en la negociación de los proyectos de amnistía e indulto, revelando el debate parlamentario que los legisladores irresponsablemente elogiaron la acción terrorista, liberando a los detenidos sin desarmarlos posibilitándoles que continuaran su accionar.
Existió una llamativa tolerancia frente a las 164ocupaciones de barrios, universidades, hospitales, radioemisoras y ministerios, con los que la guerrilla intentó ganar posiciones, e igualmente frente a la conferencia de prensa dada por el ERP el 8.6.73, donde Santucho proclamó que “la única solución es desarmar a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias y que las milicias populares armadas asuman la defensa del gobierno popular” [1] .
El mismo día Firmenich advirtió que “a todos aquellos que conspiren contra el programa de liberación nacional se los combatirá por todos los medios y en todos los terrenos necesarios, por la acción de las masas y por la acción armada tanto de masas como de comando”[2]
El plan criminal no se detuvo. Doce días después se produjo la masacre de Ezeiza recriminando Perón en durísimos términos a Righi no haber garantizado el orden público Al día siguiente, al hablar al país, Perón afirmó que “la inoperancia en los momentos que tenemos que vivir es un crimen de lesa patria”. “Conozco- dijo- perfectamente lo que está ocurriendo en el país; …“las perversas intenciones de los factores ocultos que desde las sombras trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales. Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal. A los enemigos embozados y encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento…”
La gravedad de los hechos precipitaron la renuncia de Cámpora siendo en septiembre de l973 Perón electo como Presidente por una inmensa mayoría.
El plan criminal continuó. Dos días después los Montoneros mataron a Rucci para presionar a Perón Un nuevo eslabón habría de consumarse en enero de 1974 con el ataque del ERP al Regimiento de Azul, que costó la renuncia del gobernador bonaerense Bidegain cuando Perón denunció al país que “hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprensión de sus autoridades. Estamos en presencia de verdaderos enemigos de la Patria, organizados para luchar en fuerza contra el Estado, al que a la vez infiltran con aviesos fines insurreccionales. No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones”.
Valorando estos antecedentes históricos, el Fiscal General Claudio Palacín, al ordenar llevar adelante una investigación jurisdiccional penal plena, advirtió que el desarrollo de las organizaciones guerrilleras en la Argentina escapa a tipificaciones simplistas; el ERP- PRT no era una fuerza progresista sino una organización revolucionaria que pretendía instaurar una sociedad marxista inspirado por el faro de la revolución cubana. Desde sus orígenes consideró que la vía pacífica al socialismo era una imposibilidad, por lo que el cambio social sólo podría llegar a través de una guerra revolucionaria
Apoyándose en considerandos de la sentencia a los comandantes militares sostuvo Palacín que la violación de los derechos humanos de Larrabure tuvieron lugar en ocasión de un conflicto armado, conforme los lineamientos de la jurisprudencia internacional que en la causa Milosevic ha explicado que el concepto de “conflicto armado” requiere únicamente que existan grupos armados organizados que sean capaces de librar combate y que de hecho lo hagan. Sus ataques fueron sistemáticos pues estuvieron organizados de acuerdo con una política y un plan nítidamente delineados.
Todo individuo indefenso, independientemente de su estado formal como miembro de una fuerza armada, debe considerarse civil. Argentino del Valle Larrabure estaba protegido por su sola condición de persona, independientemente de su profesión, por el Derecho Penal Internacional y el Derecho Humanitario aplicables tanto a épocas de conflicto armado como de paz.
Conocido el dictamen del Fiscal General Palacín, el Procurador General de la Nación, Dr Esteban Righi, raudamente – y sin excusarse pese a haber tenido, como Ministro del Interior del Pte Cámpora, activa participación en el indulto y amnistía dictados en mayo de l973, que presuntamente generan responsabilidad civil y penal al Estado y sus funcionarios- dictó la Resolución 158/07 prohibiendo a los fiscales considerar de lesa humanidad los crímenes de la guerrilla.
No pudiendo la misma aplicarse en la causa Larrabure, por haberse expedido con anterioridad el Fiscal General Palacín, y prohibir la ley al Procurador dictar instrucciones particulares, los Fiscales Vásquez y Saccone efectuaron sendos planteos intentando anular el dictamen del Dr. Palacín, argumentando que correspondía a la Cámara Federal y no a aquél dirimir el conflicto existente entre la fiscalía de baja instancia y la pretensa querellante, respecto a si el crimen era o no de lesa humanidad, olvidando que la Corte Suprema de Justicia de la Nación y la propia Procuración vienen sosteniendo que los arts 116 y 120 de la Constitución Nacional separan claramente las funciones estatales de acusar y juzgar, correspondiendo en exclusividad al Ministerio Público Fiscal la misión de ejercer la acción penal, sin injerencia de ningún otro poder, los que deben respetar su autonomía e independencia.
En agosto de 2008 el juez Bailaque dictó resolución rechazando los planteos de nulidad articulados por los fiscales, remarcando que el trámite procesal que concluyera en el dictamen del Fiscal General, se ajustaba a la ley y a la jurisprudencia de la Cámara de Casación Penal no ocasionando perjuicio alguno.
La misma fue apelada por la Fiscal Liliana Bettiolo argumentando que habían sido afectados los principios de debido proceso y legalidad, fundamentos que la Cámara Federal rechazó concluyendo que “ no ha existido lesión alguna a las facultades del Ministerio Público Fiscal, al ordenar una vista en los términos del art 180 CPPN”, por cuanto dicho procedimiento, ordenado por el entonces juez Dr. Germán Sutter Schneider, fue consentido por el titular del Ministerio Público Fiscal de la jurisdicción y se ajusta a las instrucciones dadas por la Procuración General de la Nación a los fiscales para que en caso de conflictos semejantes solicitaran se corriera vista al Fiscal General planteado la inconstitucionalidad del art. 348 CPPN.
Consecuentemente – dijo el Tribunal- el dictamen del Fiscal General Palacín conserva plena validez debiendo cumplirse lo allí indicado, concluyendo con una severa admonición a los fiscales Vázquez, Saccone y Bettiolo a quienes advirtió que “ resultan preocupantes, las sucesivas y constantes articulaciones de revocatoria o nulidad de los fiscales intervinientes, que no se compadecen plenamente con la defensa de la legalidad ni los derechos de partes, y que sin duda han provocado desgaste jurisdiccional, que debe ser evitado, no sólo en beneficio de la labor de los jueces y fiscales, sino en aras de los intereses generales de la sociedad (art 120 C.N).
La resolución ha quedado firme, pues fue expresamente consentida por el Fiscal General Palacín.
Meses atrás, al llegar el expte a la Cámara, pudiendo como Fiscal General desistir del recurso de apelación interpuesto por la Fiscal Bettiolo, optó por pedir licencia, para permitir que la legalidad de su accionar fuera evaluado por la Cámara Federal.
Dr. Javier Vigo Leguizamón
LE 8.485.039. Cel.0342-156313633
Abogado de Arturo Larrabure.
[1] Ceferino Reato, Operación Travista, pág. 34
[2] Ceferino Reato; ob. cit, pág 36
—–Agregado el 19/4/2009 a las 02 : 44 : 05—–
Esta noticia es la que la prensa calla: dengue, inseguridad, inflació: todo depende de como afrontemos la mirada hacia el algido punto de los «derechos humanos»: ni Lanata, ni Castro, ni Sola, o los demás tocan este tema porque tal vez teman quemarse: Oscar Portela
—–Agregado el 19/4/2009 a las 02 : 46 : 05—–
Esta noticia es la que la prensa calla: dengue, inseguridad, inflació: todo depende de como afrontemos la mirada hacia el algido punto de los «derechos humanos»: ni Lanata, ni Castro, ni Sola, o los demás tocan este tema porque tal vez teman quemarse: Oscar Portela
Publicado por:
oscar portela
fecha: 28 | 04 | 2009
hora: 5:18 am
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Querido Oscar: gracias por tu constante esfuerzo, incondicional, puro, patriótico…, me han llegado tus palabras de aliento porque sé que valoras enormemente nuestra lucha y ello me ha conmovido profundamente.
Para tí,amigo, para el escritor,para el cantor,para el poeta,un fuerte abrazo de Arturo Larrabure.
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oscar portela
fecha: 28 | 04 | 2009
hora: 5:19 am
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Un hombre de bien
Señor Director:
«Hace 35 años, el 28 de abril de 1974, fue asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un hombre de la justicia argentina. Jorge Vicente Quiroga, ex juez de la Cámara Federal en lo Penal.
«Ese domingo se dirigía caminando a ver un partido de su querido Boca contra Independiente, cuando Mario Amador Fernández y Raúl Argemi lo asesinaron de cinco disparos por la espalda. La Cámara Federal, durante los casi dos años que funcionó, abrió 8927 causas por hechos terroristas. El 25 de mayo de 1973, el entonces presidente de la Nación Héctor Cámpora y su ministro del Interior, el actual procurador general de la Nación, Esteban Justo Righi, firmaron los indultos que dejaron en libertad a 371 terroristas y delincuentes comunes. Luego, el Parlamento firmaría la amnistía, ley 2509, que dejó en libertad a 2000 terroristas.
«Salvo una placa muy descuidada, no existe ningún reconocimiento hacia este hombre que dio su vida por la paz y la justicia de la Nación.»
Agustín Smart
DNI 17.200.703
Calle 73, N° 2173, El Calafate
Santa Cruz
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 29 | 04 | 2009
hora: 7:27 am
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Sentencia contra un Juez
Victoria Villarruel * Fuente Diario La Nacion
En la Argentina, hubo un tiempo en que las sentencias las impartían las organizaciones terroristas. Eran sentencias de muerte. El domingo 28 de abril de 1974, el brazo del terror bajó el martillo contra un juez de la Nación, Jorge Vicente Quiroga.
Ese día, quien había sido uno de los jueces de la Cámara Federal en lo Penal pagó con su vida haber juzgado, condenado o absuelto a los terroristas que agredían a la población civil en nombre de una lucha armada que ellos creían justa y necesaria. Quienes debían estar tras las rejas, gozaban de la libertad irrestricta que les había otorgado la amnistía concedida durante el gobierno del Dr. Cámpora, refrendada por quien en ese entonces era ministro del Interior y hoy procurador de la Nación, el Dr. Esteban Righi.
Quiroga caminaba hacia la casa de otro colega, con el cual irían juntos a la cancha a ver un partido de Boca. Pocos metros antes de llegar a destino, dos jóvenes en moto le dispararon y nueve balas impactaron en su cuerpo. Murió asesinado a los 48 años. Sus asesinos, integrantes del ERP 22 de Agosto, escaparon, pero sus nombres quedaron para siempre unidos al crimen: Marino Amador Fernández y Raúl Argemi.
El muerto había sido elegido por sus méritos para integrar la Cámara Federal en lo Penal, un plan innovador para la época, que se adelantó a España e Italia en el juzgamiento de ETA y las Brigadas Rojas. Significó una modernización del sistema, para poder juzgar con celeridad los actos terroristas. Esa Cámara tenía competencia para juzgar todos los delitos calificados como subversivos, garantizando la defensa del imputado. Así, el crimen del empresario italiano Oberdan Salustro pudo ser resuelto en 11 meses. La labor de los jueces no fue de persecución ideológica: la prueba es que no hubo una sola condena por la ley 17.401, de represión del comunismo. Los terroristas ni siquiera eran esposados, como detallaron las crónicas de la época.
Se podrá discutir la oportunidad de iniciar esta experiencia durante un gobierno de facto, pero es incontestable que se respetaron todas las garantías procesales durante el poco más de año y medio de trabajo y que, una vez dictada la amnistía, en mayo de 1973, todos los terroristas que habían sido condenados o estaban siendo procesados fueron liberados y retomaron el camino de las armas.
Los asesinos del juez Quiroga fueron juzgados y condenados a 18 años de cárcel, pero apenas cumplieron unos años. Los restantes miembros de la Cámara Federal en lo Penal sufrieron persecución y amenazas, lo cual provocó que se exiliaran. Al ser desarticulada la Cámara, los terroristas lograron uno de sus más preciados objetivos: la impunidad, porque ningún juez se atrevería en adelante a condenarlos. A 35 años del asesinato de este magistrado, observamos con preocupación que continúan impunes, libres entre los ciudadanos. Algunos ocupan cargos públicos.
El Poder Judicial sigue siendo presionado por algunos de los que en el pasado integraron estas organizaciones terroristas y que hoy, con la suma del poder público, amedrentan a todos los que no responden a su línea argumental en esta tragedia nacional. Otros, simpatizantes de las ideas mesiánicas de los terroristas, aportan su granito de arena a la disolución de uno de los pilares de la República: la independencia del Poder Judicial.
Una muestra de la maquinaria creada para garantizar la impunidad de quienes atentaron contra las instituciones del Estado fue la Resolución 158/07, por la cual el procurador Righi ordenaba a los fiscales no considerar delitos de lesa humanidad los cometidos por integrantes de organizaciones armadas. Hoy, ante la decisión de la Cámara de Rosario en la causa Larrabure, Righi ha debido bajar los decibeles de una discusión en la que debería haberse excusado de participar, por ser parte interesada.
Treinta y cinco años después, los familiares de las víctimas del terrorismo continúan su lucha por el reconocimiento de sus derechos humanos. Temen al ver a algunos de los que los atacaron gozar de la inmunidad que les brindan sus cargos, y esperan que surjan jueces como Quiroga, que enfrenten la inmoralidad jurídica y política y que den testimonio de la valiosa función de un magistrado.
La autora preside el Centro de Estudios Legales sobre
el Terrorismo y sus Víctimas.
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 07 | 05 | 2009
hora: 8:38 am
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SPECIAL PARA SAFE
Comentario a los artículos de Jinkis, Ritvo y Gruner
Comentarios a los artículos de Jorge Jinkis, Juan Ritvo y Eduardo Grüner
Comentarios generales
En el Levítico “Se” dice:
el hombre que oye, que es testigo, que ve, que
sabe y que no habla… es culpable
En realidad los escribo porque ustedes se han tomado el trabajo de leer y comentar la carta que con mi firma apareció en la revista La intemperie. Un trabajo, el de ustedes, que no deja de resultarme extraño porque al mismo tiempo que rechazan (mi) carta de manera despectiva e incluso violenta, parece que se sienten tocados por ella. De alguna manera “tropezaron”, como dice la cita de Kafka, con esa carta: por lo cual es posible pensar que no está en “lo alto” sino en el “suelo”, o en la “política”, contrariamente a lo que ustedes dicen respecto a mi presunto “abandono” de la política, el que en realidad es un abandono de lo que ustedes entienden por política…
La primera impresión que tuve al leerlos es la de hallarme frente al Saber de tres intelectuales que se consideran el lugar, no imaginario sino real, del Saber, o el Saber en su presencia misma, en ese lugar que son ellos mismos.
Ustedes se preguntarán de dónde saco esa impresión. Ante todo me impresionó (dirán que una impresión no es un argumento, y por supuesto que tienen razón) el tono profesoral, propio de quienes se creen (hasta es posible que se lo crean sin tener conciencia de creérselas) poseedores de un conjunto de conocimientos que funcionan como Saber. Aunque por supuesto digan todo lo contrario. Pero no se trata sólo de decir sino, ante todo, de descolocarse realmente de ese lugar de poder que es la cátedra, el sillón, el libro, como única manera de poder oír o ver al otro, a cualquier otro, como tal otro.
También me impresionó la manera que tienen de moverse como peces en el agua dentro de la cultura universal, como si fuesen “naturalmente” sus depositarios o sus poseedores. Se refieren a la historia del pensamiento como si se tratara de algo que va de suyo, que les pertenece de manera infusa y, en consecuencia, con el poder que les da esa supuesta propiedad.
La principal consecuencia de esa metamorfosis del conocimiento, real o potencial, en un lugar dominante dentro de una estructura jerárquica de saberes, es el desprecio y la ironía hacia los que ignoran lo que ustedes presuntamente saben (digo “presuntamente” porque el lugar es el que los inviste, al margen de lo que podría llamar el conocimiento efectivo que pueden o no tener, y que posiblemente tengan). Este desprecio, y más aun esta ironía, crean lo que se podría llamar algo así como un ámbito de terror teórico: ¿quién puede atreverse a contradecirlos si de inmediato se vuelve pasible de una negación fulminante? Cualquier disidencia suscita el desprecio, la diatriba y la burla, como formas reactivas propias del despotismo del que sabe. El efecto es hacer (repito, posiblemente al margen de sus intenciones, digo, de sus “conciencias”) que el ignorante se calle y el amo (¿cómo no pensar en la dialéctica del amo y del esclavo hegeliana?) imponga de hecho su Terror específico.
Sin duda ustedes dirán: pero este del Barco, ¿está loco? ¿cómo nos puede decir esto a nosotros que somos reconocidos críticos del discurso del Saber, a nosotros que nos pasamos y nos ganamos la vida criticando ese discurso? Yo sólo les transmito la impresión, falible, por supuesto, que tuve al leer sus artículos. Creo, además, que ustedes reaccionarán frente a esto que digo situándome en algún casillero psicoanalítico, sociológico o marxista, para demostrar mi ignorancia o falta de competencia al referirme a temas que sólo deben ser tratados por especialistas o científicos (como ustedes), vale decir por gente que sabe y no por aficionados, como soy yo.
Lo primero que dice quien ocupa el lugar del saber es “yo no soy el amo, yo no tengo ideología, yo no soy el saber”. Una linda denegación: un funcionamiento de extrema violencia que se auto-niega al realizarse y que de esta manera puede conocerse por sus efectos, por el agobio que produce en quienes lo padecen, ya que somos los otros los que deben soportar la famosa erística hegeliana encarnada en profesores, psicoanalistas, padres, policías, jueces, políticos, filósofos y jefes de toda laya que proliferan crecientemente en nuestra sociedad. (Debo reconocer, además, que miméticamente y por necesidades propias de la polémica, esta carta puede, de alguna manera, ser incluida en lo mismo que critico).
Respecto al problema de Gelman (creo que es parte de este problema incluso más allá del propio Gelman, aunque ustedes pudorosamente no se refieran a él, tal vez por tratarse de nuestro, es un decir, poeta nacional…) quiero aclararles que yo respondí a una entrevista (Babelia del 16 de octubre del 2004) titulada, con una de sus frases, “Lo contrario del olvido no es la memoria, es la verdad”. En la entrevista dice que “el camino” no es “el de tapar… porque ese es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir nada sano”. Lo que yo hago es tomarlo al pie de la letra y entonces digo que él, dirigente y jefe montonero que fue expulsado junto con Galimberti recién (y las fechas son importantes) en 1979, “debe”, él-debe, y no un ente abstracto y general como ustedes me adjudican, asumir las consecuencias de lo que hizo. Decir, por ejemplo, ¿cómo funcionaba esa dirección militar? ¿cómo se decidían las muertes? ¿a quiénes mataron? ¿dónde? ¿por qué? Todas estas son preguntas terribles, que se las hemos hecho y se las hacemos a los verdugos del Proceso, pero que también debemos hacérnoslas a nosotros mismos, quiero decir a los que de alguna manera participamos en aquellos trágicos sucesos. Pero, claro, si ustedes son inocentes de todo (como proclama Grüner) no tienen por qué cargar con la culpa de los otros. Con la culpa debemos cargar los verdaderos culpables (ustedes dirán que esto que digo es una demostración de mi… masoquismo… y bueno, si quieren llamarlo así…)
Por último me gustaría agregar que por lo general los “sabios” no se implican en nada, siempre están sobrevolando por sobre o más allá de los problemas, ya sean teóricos, éticos o prácticos. El Saber encarnado, en este caso en ustedes, no se incluye en sus análisis, y agregaría que no se puede incluir porque no existe nada donde incluirse ya que él es todo. Ustedes analizan desde fuera del tema. Se están refiriendo a un problema ético reconocido como esencial, pero como están auto-investidos con la soberanía del concepto absoluto lo tratan como si fuese un “problema del conocimiento”. Si ya saben todo (al menos en potencia, pero esta potencia es lo fundamental, por eso lo de “supuesto”) sólo pueden exponer un discurso que al carecer de otro, de interlocutor, gira en el vacío de un círculo vicioso sin fin. El ejemplo clásico está dado por el Saber hegeliano como movimiento de un conocimiento que desde la simple sensación se eleva gradualmente hasta auto-ponerse a sí como Absoluto.
De una u otra manera este mecanismo funciona en todas las ideologías, ya se trate de la filosofía, de la política, de la sociología, de la psicología o de la economía. Mi “carta” era, como diría Bataille, “un grito y no un saber”, y ustedes la han reducido “a los procedimientos de la cabeza”. En consecuencia hay un contrasentido, porque a una carta que puede ser tildada –como por otra parte lo ha sido- de ética, de poética, de religiosa, de mística, de “porquería”, o de lo que sea, ustedes la tratan como si fuera una carta teórica. Por eso no sólo sus artículos sino también mis respuestas pertenecen al orden de lo abstracto, y así la carta queda ajena a esta disputa, en última instancia posiblemente inútil, que estamos manteniendo.
Comentario al artículo de Jorge Jinkis
– En el primer párrafo usted dice que la carta “compromete nuestra historia y nuestro porvenir” (yo subrayo). Se trata de algo de una magnitud tremenda. Y tiene razón, la carta plantea un problema ético-religioso extremadamente grave. Por eso, también, el tono y la extensión de estas respuestas.
– En el segundo párrafo afirma que no tiene “respeto” por mis “argumentos y razones”, dejando de lado, sin decirlo, que en mi carta sostengo expresamente que “no se trata de razonamientos”. Con esto quiero decir que no se trata de razonamientos sino de algo vivido, de algo donde las palabras “tomaron la iniciativa”, donde el grito y el dolor son los verdaderos sujetos que hablan (sin mi, quiero decir sin esto que lleva mi nombre y al mismo tiempo con esto que lleva mi nombre –primera paradoja-). Por eso considero que su crítica, al igual que la de Ritvo y la de Grüner, no se sitúa en el espacio propio de la carta a la que quiere responder. Es como si habláramos dos lenguajes distintos. Y en tales condiciones por supuesto que desaparece casi toda posibilidad de diálogo.
Usted sostiene, por ejemplo, que desconoce los “motivos” que suscitaron mi carta, sin advertir que la carta en cuanto tal sólo es la exposición de los motivos por los que fue escrita, o, dicho de otra manera, los motivos son la propia carta. ¿O usted sugiere que hay “motivos” ocultos, espúreos o “inconcientes”, que deben ser interpretados?
– A continuación anuncia que han resuelto “conceder libertad a las pasiones” para así “permitir” una “discusión política”. Usted cita una serie de libros míos en los que critico el concepto de “política” por considerar que se trata de un orden clausurado por el Sistema ( y por Sistema entiendo un complejo orgánico de espacios que conforman una totalidad que se auto-produce disolviéndose y construyéndose simultánea y constantemente como totalidad no totalizable, o algo así), digamos capitalista o post-capitalista o como usted quiera llamarlo, donde los lugares de confrontación sólo en un sentido nuevo, des-centrado, podrían ser llamados “políticos” (para expresar algo similar algunos teóricos introdujeron el término, no del todo satisfactorio, de in-político). Pero si usted cree que todo es política se vuelve inútil cualquier discusión. Por mi parte, repito, no creo en esa “política”, porque la considero un espacio cerrado que despotencia prácticas esencialmente autónomas que al ser subsumidas en una unidad pueden ser dominadas-asimiladas por el Sistema. Más bien definiría la política (o la in-política) como una multitud de acciones sin centro, erráticas o perversas, o como una polifonía que ninguna unidad teórica y ninguna práctica “política” de partidos pueden suprimir. Preferiría, como han hecho otros críticos de la carta, de una manera incluso más violenta, que me tratara de teólogo, de místico o de religioso, antes que de “político” a secas.
– Por otra parte, ¿de qué “ley de la interpretación” y de qué “jerarquía” está usted hablando? ¿Acaso de la “llave maestra” que conduce desde la jerarquía de la “ciencia” a la jerarquía como Saber? Me parece que con esta remisión a las “jerarquías” usted muestra, claramente, el lugar donde se pone para desarrollar su discurso crítico-teórico-interpretativo. La jerarquía no puede ser sino la del Saber manifestándose como amo-del-saber.
– Quisiera que usted advirtiese que para mí el no-matarás es imposible (porque de hecho se mata), y que, a su vez, es lo único posible (porque si se asumiera el matar como un principio no existiría humanidad). Decir “asumir lo imposible como posible” equivale a decir “asumir el no-matar como si se pudiera o fuera posible no-matar”. Yo articulo esto con lo empírico-trascendental que, como es sabido, Kant desarrolla de manera insistente en La metafísica de las costumbres, en la Crítica de la razón práctica y de una manera extrema, a mi juicio, en su Opus postumum.
– Continúo con una pregunta: ¿a qué “ideales de ayer” se refiere cuando dice que los mismos han tenido “una acción devastadora”? ¿A los ideales de libertad y de fraternidad sostenidos por los “socialistas”? ¿Al ideal de poder hablar, transitar, alimentarse, vivir sanos, leer…? No creo que éstos sean “ideales” en el sentido de abstracciones. Son, más bien, formas esenciales del existir del hombre. A las luchas infinitamente múltiples que tratan de efectualizar estos “ideales” es a lo que yo llamo in-política, o, si usted acepta la expresión sin escandalizarse, política-no-política. ¿Son utopías? ¿Son una “vieja utopía”? Sí, es posible que sea una utopía casi tan vieja como los hombres. Los hombres lucharon y luchan por todas estas ideas o ideales que usted llama “utopías”. Si no lucharan se volverían cosas y el Sistema (al que podemos tal vez ya no podamos seguir llamando “capitalista”) habría culminado su proceso de alienación-reificación como forma de un mecanismo “automático” sin-hombre (Marx). A este tema usted seguramente lo puede haber visto desarrollado en El abandono de las palabras y en El‘otro’ Marx, aunque no me hago ilusiones al respecto, ya que, de haberlo hecho, no tendría necesidad ahora de explicitar mi vocabulario.
– En cuanto a la palabra “yo” coincido con usted en que es “temible” y que produce “vértigo”. Pero el énfasis es válido cuando se trata del “yo” metafísico-sustancial y no lo es cuando uno se refiere al uso común, cotidiano, del término. Porque, ¿qué es, si es, ese “yo” terrible?¿El “yo” burgués, el “yo” prepotente del ego-ísmo, de la ego-latría, del ego-centrismo? Pero, ¿y si dijéramos que llamamos “yo” a la manifestación-mundo en un ahí sin lugar, y que llamamos mundo a lo que se manifiesta como lugar en lo que llamamos “yo”? Es posible que entonces, al ser ubicado en otra problemática, lo “temible” del “yo” desaparecería. Digo “llamamos” para evitar cualquier sustantivización.
En relación con este tema habría, por lo tanto, que hilar muchísimo más fino y más allá del “vértigo” hundirse en los interminables textos del “idealismo”, desde el yo como infinito-en-acto de Descartes hasta llegar a Husserl y Heidegger, entre otros. Quiero decir que es un camino intrincado que, si uno quiere recorrerlo, implica mucho tiempo y mucha, digo, es posible, dedicación artesanal, como la de pulir lentes, por ejemplo. Por otra parte usted, que ha recordado el nombre de al menos de algunos de mis libros, podría saber que en todos ellos he realizado una permanente crítica a la idea del Yo y de sus efectos. ¿Cree, por otra parte, que la aniquilación del “yo” puede ser fruto de una teoría o que se trata, más bien, de una práctica que pone en juego la vida misma? Si fuera sólo un problema teórico ¡qué fácil resultaría superar el “maldito” Yo! Pensé y pienso, actué y sigo haciéndolo, en el sentido de la frase de Rimbaud que interpreto, perdón, casi, como un mandamiento: “hacerse vidente (y esto es para mí superar el yo) mediante el desarreglo sistemático de todos los sentidos” o “consumiéndonos a nosotros mismos”, como dice Kafka. De manera tal que caminamos por distintos rumbos…
– Todo se complica: (yo) que no existo (¡entiéndame!, como sustancia) soy (este “soy” va tachado) inocente yculpable. Todo se juega en este “y” que abandono como un misterio a su lógica científica: en un nivel soy inocente, en otro nivel soy culpable, en otro soy inocente y culpable, y, finalmente, no soy ni inocente ni culpable (tachando, para no entrar en cuestiones más sofisticadas, los “soy” de las frases anteriores). Me gustaría pedirle que lea, en el caso de que no lo haya leído, el hermoso capítulo “el convidado de piedra” de Los inocentes de Herman Broch, donde el problema de la culpa emerge en toda su grandeza. Salvo que piense que también Broch (como yo, según su calificación ) trata de manera “patética” (¿patética para quién?) el sentimiento trágico de culpa que produce un asesinato. A este hecho seguramente usted lo considerará producto del estupor o, en todo caso, un tema literario. Pero da la casualidad que yo no hablo de oídas sino de un hecho real, un hecho que viví y sentí y sigo sintiendo realmente, y no de una comidilla entre intelectuales, ni de un acto heroico, ni de un simple mea culpa . Para usted, sin embargo, se trata de una torpeza mía. Puede ser. En el mundo donde usted y yo vivimos, en este mundo donde lo común es hacernos los tontos o los “vivos”, o jugar a cobardes, siempre es torpeza asumir las propias, en este caso mis propias, responsabilidades.
– En esta culpa se trata de una culpabilidad/responsabilidad que excede todo, precisamente porque ya no hay “todo”, allí, en esa trascendentalidad, o podría decir de otro que todo, o de “otro modo” que “todo” (o ser). Tal vez sea más accesible decir culpa de la culpa. Por supuesto que esto abre a la temática de la decisión y de la reacción, o a la problemática filosófica de la animalidad, de lo animal o al cuándo y cómo de lo animal.
– Es sorprendente el capítulo que usted titula Hoy. Dejo de lado el extenso lamento que culmina en la “cultura fusion” para detenerme donde dice que mi carta se llama “Derrota”. Dice que “la historia muestra”… (sin advertir que la historia no muestra ni demuestra; o, mejor dicho, su mostrar siempre pertenece al orden de la idea) “que se ha impuesto un poderoso deseo” ¿Qué deseo? Pues nada más y nada menos que el deseo “de coexistir… de convivir con el asesinato de millones de personas”. ¡Qué frase! ¡Qué deseo! ¡Convivir con el asesinato de millones de personas! ¿Quiénes son los que tienen semejante deseo? ¿Está hablando de usted, de mí, de los alemanes, de los ugandeses, del “pueblo”? Más bien pareciera todo lo contrario, que la gente en general no tiene ese deseo. No creo, además, que usted lo tenga. Pienso, más bien, que se trata de una expresión infeliz. ¿O de un deseo inconsciente? Pero en este caso “todas las vacas son pardas”…y habría que comenzar de nuevo desde el principio. ¿O no?
– ¿Usted habla acaso de un deseo sin quien, sin sujeto, de un deseo-sólo-deseo, una pura forma que suprimiría toda libertad y, en consecuencia, toda responsabilidad? ¿de una suerte de marca infinitamente despiadada a la que se podría, de ser así, llamar “hombre”? ¡Esta sí que es, en un sentido peyorativo, una idea religiosa-metafísica! ¿Un deseo de maldad inconsciente? ¿El deseo de gozar en el mal o del mal como gozo, llevado a un Absoluto irredimible? Si ese deseo (pero ¿de quién? ¿de un yo-sujeto? ¿de una animalidad absoluta? ¿de un Dios?) es deseo de “convivir” con millones de víctimas “asesinadas”, entonces consecuentemente se debe desear que existan esas víctimas para poder desearlas como víctimas… Sólo puedo pensar al respecto las siguientes posibilidades: 1) que usted no advierta aquí las consecuencias de lo que dice, 2) que diga mal lo que piensa, 3) que diga bien lo que piensa, en cuyo caso –en el que no creo- sería un apóstol de la Maldad Total. Pero si verdaderamente fuera así ¿cómo podría juzgar? Lo puesto en juego, seguramente usted se dará cuenta, es la estructura última de la moralidad: el libre arbitrio.
Filosóficamente esto es plausible, en cuyo caso hay que extraer las consecuencias, y entre ellas, la primera, es que su crítica a mi carta se vuelve no sólo inconsistente sino imposible. Si existe malignidad formal no puede haber humanidad, pero como de hecho hay humanidad debemos pensar en una oscilación, una anterioridad impersonal y neutra, que rompe con el mal absoluto.
– En lo que sigue debo darle la razón: sí, creo que somos culpables, ya sea como “especie humana”, como pueblos o como individuos. Me parece que hay algo que nos perturba (¿nuestros instintos, nuestra animalidad?), algo que nos duele o nos requiere. ¿O acaso toda la carnicería humana, las persecuciones, torturas, genocidios y guerras, no dejan ninguna huella en los hombres? El torturado, el herido, el muerto, ¿no sobreviven de alguna manera en nosotros? Feliz usted, Jinkis, que no se siente responsable, que se siente o se quiere inocente desde que nació. Mas a pesar de su “alegría” me parece que no podrá ignorar que aquí hay al menos un problema. Perdóneme que traiga a colación una referencia y dos textos. La referencia es a la trilogía de A. Cayette, “Todos somos asesinos”, “Y se hizo justicia” y “Antes del diluvio”, tres películas que plantean de una manera excepcional el tema de la culpabilidad. Los dos textos son respectivamente de E. Levinas y de Héctor Schmucler. El primero dice:
“…todos los hombres dignos de ese nombre son responsables entre sí”, “Yo mismo tengo, siempre, una responsabilidad por sobre toda otra cosa, pues soy responsable, además, de su responsabilidad”. “En la Torá este proceso [de las mutuas responsabilidades] se repite hasta el infinito”. El segundo, en una carta a la revista La intemperie, habla de “una responsabilidad… que ningún castigo puede saldar”, una “responsabilidad primordial, previa a todo acto, que acompaña nuestra condición humana”.
– Creo que la culpa no es únicamente un sentimiento poderoso sino ante todo el ser (una generalidad, por supuesto) que va hacia la nada y se siente culpable de su nacer, de haber abandonado el no-ser. El hombre se siente culpable como ser-de-la-nada, como destinado a morir o ya muerto en su primer muerte, que lo despoja en el presente de toda memoria, concepto o pasión. La vida implica la culpa, ante todo, de necesitar la muerte. La vida implica el dolor y la muerte, necesita la separación y la muerte como su propia posibilidad y su destino. La culpa es ese sentido del hombre hacia-la-nada. Es ontológica: somos eso. Las Escrituras giran alrededor de la culpa porque recogen una historia sangrienta y la subliman llevándola hasta el aniquilamiento de la criatura. Por esto Jesús se presentó como “redentor” de la culpa a través de su muerte. Cabría preguntar ¿qué muerte? y ¿qué culpa- sin-culpa? ¿o se tratará de la culpa por una culpa masiva que no comprendemos pero que conocemos (la conocemos en su existencia).
– No ignoro que en esta discusión se oye como en sordina el inmenso grito de furor irredento del sacrificio. Es a ese furor, no puedo dejar de decirlo, que se opone inexplicable la pasividad “divina” del eros griego, del ágape cristiano, de lo sublime kantiano, así como de la mística y el arte. Creo que las dos grandes mitologías de occidente, la judeo-cristiana y la helénica, narran el hecho intemporal de la culpa. En un caso de la separación del hombre de Dios, de la naturaleza y de los otros hombres, una culpa inmemorial y además sangrienta, una culpa trascendental en cuanto potencia de lo humano y empírica en cuanto hecho concreto (culpas que hasta hoy claman, en nuestros cuerpos, en nuestras conciencias o en nuestros inconscientes, por una imposible redención). En Grecia es el reguero de sangre de la tragedia el que expresa la culpa, también irredenta, salvo, tal vez, en el caso enigmático y místico del Edipo en Colono (el “ojo de más” según Hölderlin). ¡Qué itinerarios!
– Respecto a los judíos me parece que hay un relato bíblico que es esencial en relación con este tema. Dios le ordena a Abraham que le sacrifique su hijo Isaac. Se trata de una orden (una “tentación”) que en apariencia contradice el principio de “no matar” dado por el mismo Dios. Pienso que Dios, al detener la mano de Abraham por intermedio de su ángel, le puede haber dicho: ¿Cómo te atreves a desobedecer mi principio? ¡Ni por una orden mía debieras haber intentado violarlo! A lo que Abraham le podría haber contestado: nunca pensé en matar a Isaac, aunque iba a hacerlo, pues Tú has ordenado no matar y sabía que no podías contradecir Tu palabra eterna e inviolable, por lo cual en los hechos, yo, que iba a matar a mi hijo, sabía que el acto estaba en suspenso. No en balde Abram había pasado a ser Abraham, porque Dios quiso poner su “h”, la primer letra de él, generador de pueblos, en medio del nombre. También el relato de Caín es ilustrativo, Dios no lo castiga por la muerte de Abel, ya que la muerte recién comienza a existir en el instante último de la ignorancia de Caín, quien crea la muerte, sino que lo castiga porque el no-matarás es Dios mismo, y a eso no podía ignorarlo Caín en cuanto criatura creada por Dios. Hay un paso de lo empírico a lo trascendental donde se juega la vida de Caín y donde comienza nuestra herencia.
-En el capítulo titulado “Descubrir la culpa” usted comienza diciendo que soy tan sincero como “inauténtico”. Lo que escapa a su atención es el papel de la paradoja en el orden del pensamiento: me acusa porque para mí “no todo es lo mismo… pero todo es lo mismo” (Levinas lo dice mucho mejor que yo: “el otro dentro de lo mismo”). Lo que aquí falla es el Saber, pues el Saber es la antítesis de la paradoja. Alguien Sujeto al Saber no puede advertir el papel de la paradoja, de esa “saturación” que abre a un espacio fuera de la ciencia, a un espacio que podríamos llamar poético o a lo mejor místico-filosófico sin metafísica, quiero decir sin onto-teo-logía, o sin fundamento (¿o usted cree en la existencia de un “fundamento” del hay?). Mi afirmación es tan simple que parece críptica, pues sólo se la puede captarla si se destituye el “maldito” “yo” del que hablábamos antes.
Para la ideología-del-sentido-común por supuesto que dicha afirmación debe necesariamente aparecer como críptica. Detengámonos un instante. En un nivel (espacio o como se lo quiera llamar) todo es (el Soy-Soy de la Biblia, el Uno-Uno de Platón, hasta el hay-se-da de Heidegger), pero en otro nivel están los seres, los entes en su multiplicidad inconmensurable. Si no se entiende esta diferencia es imposible no caer en las contradicciones de lo general y de lo particular. Y algo semejante ocurre con el “dios-sin-dios”. ¿Cómo alguien puede decir dios-sin-dios? Para usted se trata de un vacuo juego de palabras… sin advertir que en este último caso es el comienzo de un poema de Heidegger : Dios sin dios/ solo, vacío/ de cosa/ vuelto a morir/ vuelto del entorno/ del primer poema/ del ser. Lo que, por supuesto, no quiere decir nada, o sólo pretende señalarle una historia… de palabras, o de paradojas.
– Sólo una lectura desatenta puede hacerme decir lo que usted me hace decir burlándose de expresiones como dios-sin-dios o posible-imposible. ¿Qué le ocurriría, entonces, si leyese al poeta y místico alemán Angelus Silesius, inspirador desde el idealismo alemán hasta del mismísimo Heidegger e incluso hasta de Levinas? ¡Sería el acabose! Para un racionalista consumado y dueño del Saber sería el fin, porque se vendría abajo el Saber construido con tantos sacrificios por la Razón. O si, por ejemplo, tomaran en serio a Bataille cuando habla de “oír el grito que no se oye”. Me acusa de caer en lo sublime. Es posible, lo acepto, pero no en lo sublime de las almas-bellas sino en lo sublime místico, estético, erótico, filosófico… Sin estos “temas” pienso que el pensar se vuelve un desierto, el desierto del nihilismo de la técnica como hecho “cultural” o edad (¿conclusiva?) de la “historia”.
– Para mí, según sus palabras, la derrota tiene otro nombre: se llama “Decepción”, nombre que “es el nombre actual de la política adjurada”. Usted se niega a entender que yo efectivamente adjuro de su idea de la política, que es, a mi juicio (y debo repetirme) la política que respeta los límites fijados por el Sistema para el pensar y el accionar “político”. Habiendo escrito hasta el cansancio sobre este tema me resisto a que me haga decir precisamente todo lo contrario de lo que digo, me niego a que me interprete según las necesidades retóricas de su discurso. Más aun: me gustaría saber qué entiende usted, más allá de la sola palabra, por “política”. ¿Cuál es su política? ¿La peronista, la comunista, la trotskista, la del ARI, la maoísta? ¿O su política sólo consiste en nombrar la palabra “política”? Debo decirle que no sólo no abandoné la política sino que estoy hasta el tuétano en la política, en lo que yo considero que es la política: la poesía, la pintura, la música, el éxtasis, la mansedumbre, el pensar filosófico, la piedad, la justicia, la responsabilidad, la mancomunión, la solidaridad… Es claro, que para aceptar esta idea de la política hay que descolocarse respeto a la mentalidad científico-positivista de lo que podríamos llamar “la era técnica”. Por supuesto que me gustaría ser un “santo” que se espiritualiza, como usted me dice burlonamente desconociendo según parece el uso estricto, religioso, de la palabra “santo”. ¿O usted piensa agredirme diciéndolo? Además no debiera intercalar en su texto aseveraciones que no son ciertas: yo nunca admiré a Trotsky. ¿Se olvida acaso que fui comunista estalinista? Y respecto a Lenin ¿sabe usted que en México, hace ya más de 20 años, escribí un libro en el que criticaba la teoría “y la práctica leninista”, libro que, por otra parte, me valió un furioso ataque de Ernest Mandel y de Adolfo Gilly? Tampoco simpaticé con el ERP, lo que no fue un mérito mío sino que así fueron las cosas. Me parece que tendría que ser más cuidadoso con lo que le hace decir a los otros, en este caso a mí.
– La frase “asesinos seriales” se ha convertido, al margen de mi voluntad, en una suerte de “trampa para rubias” macedoniana… trampa en la que no sólo cayó usted sino que también cayeron, mala suerte, Ritvo y Grüner. Pero, me pregunto, ¿por qué les molesta tanto que diga asesinos y no criminales, y que agregue “seriales” en lugar de, por ejemplo, multitudinarios, múltiples o masivos…? (lamento decirle, por otra parte, que la expresión “asesinos seriales” no la tomé del cine sino de Thomas Bernhard, lo cual demostraría en ustedes un cierto apresuramiento). Me parece que aquí se juega algo de un orden distinto al de la mera enunciación. Yo le pregunto ¿a Aramburu se lo ejecutó o se lo asesinó? ¿Cómo hay que llamar a quienes lo mataron? ¿Cuál es la diferencia entre asesinar y ejecutar? Lo que está en juego ¿no será el Estado y la ética? Me dirán: ¡Pero por qué los llama “asesinos” si se trataba de jóvenes idealistas que querían hacer una sociedad mejor que esta en la que vivimos! ¡Por Dios, del Barco, no debiera confundir las cosas! Y mucho menos emplear la palabra “seriales”, que pertenece al “lenguaje cinematográfico”. Me sorprende, Jinkis, que en lugar de pensar en los hechos usted se detenga en las palabras, que no se preocupa por los millones de muertos sino por las palabras con las que designo a los que realizaron las matanzas. ¿Tendré entonces que suavizar mi vocabulario y utilizar palabras no pervertidas por el cine y, en este caso, por la literatura, para que se preste atención a lo que las palabras dicen, digamos a su “referente, o a la cosa misma que mentan? Pero, dígame, ¿usted no se tomó el trabajo de leer, por ejemplo, Terrorismo y comunismo de Trotsky, o alguna de las grandes biografías de Lenin, por ejemplo la de Heléne Carrere d’Encausse, publicada por el Fondo de Cultura, o la de Manuel Vázquez Montalbán, publicada por siglo XXI, entre otras? ¿Leyó algún libro “serio” sobre el Che Guevara, por ejemplo el de Anderson, y sobre la revolución rusa, por ejemplo el de Figes? Por más que usted ocupe el lugar del Saber me parece que eso no lo exime de informarse al menos antes de hablar ex-cátedra.
-Respecto a lo que usted llama sarcásticamente mis 50 años de “inocencia” debo decirle que de nuevo se equivoca. Estuve en el partido comunista alrededor de 15 años, pero además de la militancia política escribí sobre Gramsci, Lévi-Strauss, Bataille, además de narraciones, poemas, traducciones , y además tuve hijos y tuve que trabajar duro para ganarme la vida. Las cosas no son tan simples como usted las presenta. Fui, un poco más que inocente, tal vez fui loco. Particularmente en política. Y por lo general me equivoqué. ¡Qué vamos a hacerle! ¡Feliz usted que nunca se equivocó! Usted se burla de mi “extraordinaria inocencia”, pero debo confesarle que, desgraciadamente, fui inocente y (subrayado) culpable.
Esto le resultará difícil de aceptar porque para lograrlo tendría que escucharme como un ser distinto a usted. En este sentido tal vez podría inspirarse en Nietzsche, quien decía que él era “el criminal Prado”, que era “todos los hombres”. Usted me responderá: ¡pero Nietzsche estaba loco! Y es cierto, a condición de entender por locura la posibilidad de sentirse y de ser trascendentalmente todos los hombres, o de sentir en sí la responsabilidad, la culpa, el dolor y la alegría de todos (por favor, lea en este “todos” algo más que una simple abstracción) los hombres. Loco para el Saber, pues el Saber siempre llamará locos a quienes lo exceden, a ese más de la razón que pega chillidos y se caga encima. Acuérdese del texto, que seguramente ha leído, de Foucault sobre la locura como lugar del máximo conocimiento (en Hölderlin, en Nietzsche, en Artaud… y en tantos otros). Pero para su lógica binaria alguien sólo puede ser inocente o culpable, nunca las dos cosas a la vez, nunca puede ser el paraguas y la máquina de coser al mismo tiempo y en el mismo espacio de la mesa de operaciones. ¿Por qué no puede? Porque en tal caso se vendría abajo el mundo, quiero decir el mundo de la Razón, de la ciencia y de la técnica, además de lo que usted llama, mientras se escandaliza que yo utilice “seriales”, “cultura fasion”, ¿o me equivoco?
– Me acusa también de sostener una “responsabilidad sin sentido” negándose a entender que cuando digo “sin sentido” estoy diciendo sin sentido trascendente (o sin Dios, para ser breve). Lo que equivale a decir: no hay Dios pero soy responsable, no sólo ante la sociedad sino ante un más excesivo e impensable por excesivo. Sería cómodo decir que soy responsable ante Dios o ante la sociedad, pero no sólo responsable empíricamente sino, para volver de nuevo a Kant, idealmente, de una manera por completo incomprensible. Por otra parte y refiriéndome al mismo párrafo me gustaría preguntarle si su “política”, y se lo pregunto ya que es el terreno donde usted se ubica y quiere ubicarme negativamente a mí, ¿consiste en interpretar? ¿en estar sentado inocentemente interpretando como hace conmigo?
– Al final del párrafo recurre a Levinas para decir que mi política es “mala” pues me excluyo de la política (el mal –según Levinas- sería excluirse de las consecuencias de las ideas y de los actos, es decir, ser i-responsable). Usted quiere decir que me excluyo de su propia idea de la política y que esto está mal. Efectivamente es como usted dice: me excluyo de la política de las ideologías, de los fundamentos trascendentes y de los “partidos” políticos, vale decir de lo que usted llama “política”.Pero esto no es algo que mantenga oculto sino que es precisamente lo que digo y hago. Hay un número de la revista Nombres donde trato este tema. Yo le preguntaría ¿no puede pensar seriamente en una política de la “debilidad” (en su doble genitivo) y de la beatitud, en el aquí-y-ahora del instante que somos usted y yo y todos? ¿No le dicen nada en serio, es decir dramáticamente, que personas como Tarkovski haga un elogio de la debilidad (¡y qué elogio!), o que Norberto Bobbio al final de su vida reconozca que el más alto tipo humano es el manso? ¿Sócrates y Jesús, lo mismo que Buda cuyo último sermón consistió sólo en levantar una flor, no le dicen nada digno de pensar? ¿Usted cree que se trata de mitos y de utopías? ¿Y la desconstrucción de los principios básicos de la metafísica: Dios, Ser, Razón, Voluntad, Bien, etc, no le dicen nada en cuanto a la posibilidad de la debilidad, de la pobreza, de la carencia, como formas de ser deseables “políticamente”? La resistencia pasiva frente al poder de los honores, del reconocimiento, del Saber y del Poder, de la buena vida, de los premios, de las becas, de la Academia, ¿no le dicen nada “político”? ¿En qué mundo vive usted? ¿En el de los triunfadores?
¿En el de los teóricos-sabios? ¿No le dicen nada “político” la vida y la obra de Juan L. Ortiz o de Macedonio Fernández, entre tantos otros? ¿Por qué no puede tomar en serio el mandamiento o la súplica del no-matar, así como no pueden tomar en serio, “políticamente”, el amor, la creación, el solo pensar? Cuando digo “en serio” quiero decir dos cosas: 1) que no se trata de algo utópico, 2) que se trata de una forma de vida posible ya, de usted, Jinkis, y de Grüner y de Ritvo y mía, y no de algo para las calendas griegas de las generaciones futuras que suenan a fantasías protectoras: vivimos como buenos burgueses pero soñamos y deseamos (¿?) una sociedad justa, libre, etc., y a esto lo consideramos “ética” o “política”. Usted me dirá: ¡retórica! ¡utopía! Y bueno, es precisamente de esto de lo que estamos discutiendo, de nuestras propias formas de vida y no de nuestras respectivas erudiciones filosóficas, sociológicas, literarias, psicoanalíticas.
– Para entender (pero no se trata de entender sino de algo del orden de las pasiones) que cuando me refiero al Pupi diciendo que sentí su muerte, en el instante en que la narraba Jouve, “como si fuera la de mi hijo”, tendría que aceptar aunque fuera de manera hipotética lo que se llama mística. Pero seguramente usted dirá: “seamos serios (¡siempre la seriedad retórica de la “ciencia”!) y dejémonos de misticismos e incomprensibilidades”. Claro, desde un punto de vista común y cotidiano el Pupi no fue ni es mi hijo; pero a partir de este reconocimiento extremadamente banal comienza lo que para mí es el verdadero problema, que es trascendental (¡por Dios, no vaya a leer trascendente). Allí es donde se plantea el “yo soy todos los hombres” (luego: yo-no-soy-yo, porque deja de haber Yo). Allí es donde el Pupi entra en mí de una manera devastadora, como “hijo del hombre”, y donde yo soy su padre y su hijo, porque precisamente no hay padre ni hijo sino, para usar una conmovedora frase de Hegel, “la inmanencia absoluta de la trascendencia absoluta”. ¿No recuerda además el “sí, yo fui mi padre y mi hijo” de Beckett (ya que usted lo trae a colación con otra cita sin ton ni son), y el “no tengo padre ni madre” de Artaud (una obviedad, por supuesto, ¿pero por qué suena como un trueno en el silencio anunciando o enunciando…¿qué?)? ¿o el “No tengo mi hijo, soy mi hijo” de Totalidad e infinito? ¿Pero cómo va a aceptar esto que digo si no acepta que existe “una responsabilidad sin sentido”, sin concepto y sin logos o discurso, y si está identificado con el logos en una situación de Amo “lógico” y “científico”?
– De paso (y el “como de paso” es casi un “método hermenéutico” en usted, pero también en Ritvo y Grüner) critica el “amarás al prójimo como a ti mismo” desentendiéndose de la problemática que el mandamiento implica, ya que, al menos en parte, la exégesis filosófico-teológica judía y cristiana interpreta que el amor al prójimo es el sí mismo, con lo cual el sí mismo desaparece en el amor que lo constituye, en caso contrario la Biblia estaría poniendo el Yo, el “sí”, en el vértice de las potencias, lo que es absurdo. El sí-mismo es el todo-mundo y no una mónada solipsista. El sí-mismo aislado y expansivo, sobre los otros y sobre el mundo, es precisamente la raíz de lo que llamamos “mal”; ponerse uno-individuo como ajeno es la posibilidad del dominio y la explotación. El “sí” es amor al prójimo, esto debe entenderse como que no hay “sí”, por lo cual el amor es distancia, en tanto amor al más-allá-de-sí: el amor como más que ser, o fuerza de resistencia (a este mundo) y contestación (de este mundo); “amor a lo lejano” en lo próximo como prójimo. El prójimo-y-lejano es lo infinito del sí como amor. O algo así…
– Por supuesto que no es lo mismo matar a “sangre fría” que matar en defensa de un hijo… Pero, en éste caso, ¿cómo sabe de antemano lo que va a hacer si “uno” es libre? Seguramente usted y yo mataríamos en defensa propia o de un hijo, pero reconociendo que siempre en estos ejemplos se interpone la insondable libertad que solo se resuelve en el acto. Además el ejemplo no es pertinente ya que se mantiene de nuevo en el plano empírico. El acto mediante el cual yo mato es sin medida común o es inconmensurable con el principio que establece no matar. Este principio como tal principio es la posibilidad misma de mi existencia como ser humano. Dice Levinas que el “‘No matarás’ es la primer palabra del rostro […] hay en la aparición del rostro un mandamiento” (digamos, inaccesible). Pero puede estar de más, si a usted jamás se le planteó, lo que es excusable, el problema del rostro como pre-ontológico y como manifestación o gracia.
– Respecto a su pregunta sobre si yo no me convertiría en un asesino por interpósita persona al dejar que maten a mi hijo, le diré, repito, que yo creo que mataría a quien viene a matar a mi hijo, pero agregando que esencialmente esto no demuestra nada. Y respecto al relato bíblico de Abraham y de Isaac debo decirle que éste indica el momento en que se detiene el filicidio, pero incluso va más allá y establece que de ninguna manera se puede matar. Dios, repito, le dice a Abraham: no mates ni siquiera porque yo te lo ordeno (el mandamiento o principio está incluso por sobre Dios mismo o es Dios mismo, como sugiere Kant). Se produce así una subversión absoluta que toda exégesis debe tomar en cuenta. Pero esto ya nos alejaría de nuestra discusión. Quiero, sin embargo, agregar que para mí lo que llamamos “hombre” es manifestación-de-mundo y no un animal-racional (o es racional en un sentido distinto a lo que comúnmente se entiende por racional), carnicero o no de acuerdo a las circunstancias. Este hecho-de-mundo no es histórico, es mundo como ahí de sí mismo. Al respecto la primera parte de mi libro Exceso y donación está dedicada a este problema, pero no me hago ilusiones de que usted pueda interesarse por el tema del exceso y mucho menos por el tema del don.
– El párrafo de su artículo que comienza “Digamos sí que el llamado de del Barco…” es una verdadera síntesis de lo que considero su incomprensión: yo no entiendo “supresión de sí” como suicidio sino como exceso, como más del yo o como estado extático del más-allá-del-hombre (la famosa “revelación” nietzscheana). Sólo así podría haber perdón, en un fuera del tiempo, ya que en el tiempo no puede haber perdón al ser imposible retroceder hasta el acto mismo, y sin el acto el perdón pierde su sentido, es un acto empírico-formal que destruye precisamente la posibilidad del perdón. Por lo tanto no se trata de un “renovado deseo asesino”: suprimirse a sí mismo quiere decir ir más allá de sí y no suicidarse, como usted me hace decir. Pero para ser sincero no me disgusta su idea, me recuerda a Morton Feldman diciéndole muy bajito a Cage “déjame darte el pésame por tu persona”. (Respecto a que este deseo mío de suicidarme o de asesinarme esté “enredado” con eros, en realidad no sé a cuento de qué viene, pero si fuese así ¿qué? ¿qué quiere decir? ¿qué pasaría?). Respecto a su sentimiento de “alegría” provocada por el reconocimiento de que “el mal no es un principio absoluto”, habría que volver a la idea de “mal” en Kant, a la idea de “mal radical” (en las raíces, en la conformación) e incluso a ese extremo, frente al que incluso Kant retrocedió, del “mal formal”. Todo esto, por supuesto, entrelazado íntimamente con la idea incomprensible de la libertad. Me parece que es necesario detenerse en Kant para profundizar en estos temas. El “mal”, en resumen, no sería para Kant un principio absoluto sino, podríamos decir, el desfallecimiento de una libertad empírica.
– Luego usted sostiene que a partir de mi gran Decepción “me retiro –platónicamente- de la ciudad”. Después de lo que vengo diciendo sólo me cabe preguntarle en un tono muy bajito: ¿cómo lo sabe? ¿cómo sabe además que Platón abandonó la política? ¿y su desgraciado intento por ayudar a Dionisio en su gobierno? ¿y La república o El político no le dicen nada? ¿No abandonar la “política” significa para usted seguir sentado en su sillón? Según usted yo abandono “la crítica política (que debiera ser severísima)”; ¿debiera? ¿abandono? Usted no sabe nada de mi vida para semejante ataque verbal. Pero tiene, al menos, esa carta mía a La intemperie, la cual pese a que usted la considera totalmente “abstracta” y apartada de la política lo ha motivado, a usted y a sus amigos, tan “políticamente”… ¿En qué quedamos, mi carta es a-política o política? Por otra parte, desde hace por lo menos 30 años (¡!) que critico a esa izquierda, ¡y usted me acusa de no hacerlo! ¡Por favor! ¿Y usted qué hace respecto o en eso que llama política? Además me acusa de “transferencia de culpabilidad”: ¿transferencia con usted, con el mundo o con todos? Y, sí, verdaderamente “colectivizo la culpabilidad”, pero en un sentido que usted no se imagina. ¿Se acuerda de los Demonios de Dostoiewski, de Los justos de Camus, de Primo Levi sosteniendo la sospecha “de que todos somos el Caín de nuestros hermanos, de que cada uno de nosotros (y esta vez digo ‘nosotros’ en un sentido muy amplio, incluso universal) haya suplantado a su prójimo y viva en lugar de él”? ¿el terrible descubrimiento de los campos no fue así semejante al apotegma nietzscheano? Es por ahí, me parece, entre tantos otros posibles itinerarios no teóricos y también teóricos, incluida sin duda alguna la Biblia, por donde tal vez se debiera comenzar a pensar el problema. Pero, ¡qué vamos a hacerle! Usted quiere no tener culpa, quiere seguir viviendo tranquila, inocentemente…
– Usted dice que “mi protesta de inocencia” “borra –de manera ‘cómplice’- la identidad personal, política… de las víctimas”, y agrega que yo “abro la puerta a la distinción entre víctimas inocentes y culpables” y que esta distinción “es un triunfo enemigo”: si las víctimas resisten –me hace decir- se vuelven “responsables de la acción enemiga”. Esto es absurdo. Lo que en realidad yo digo es (a) que se trata de dos órdenes distintos que usted en ningún momento toma en cuenta, (b) que las llamadas “víctimas” no eran, en un orden empírico, “inocentes”, pues ellas también (¡ay!) mataban y se preparaban (con todo lo que este término implica de algo tremendo) para matar. Pero este es un reconocimiento de los hechos y no una retórica tendiente a hacer de todos lo mismo. Lo digo in extremis: si nos invaden, como si quieren matarnos, nos defendemos a muerte, y, sin embargo, el principio o mandamiento se mantiene fuera de la contienda con su exigencia de no matar. Digo, además, que el fin no justifica los medios. Digo que todo hombre es sagrado, entre otras cosas porque no tiene referencia de sentido con nada ni con nadie. Las víctimas eran víctimas pero eran responsables de sus actos, y sus actos eran potencial y realmente de muerte, y con esto no quiero decir que se los debía matar e infinitamente menos ¡por Dios! torturar. Repito, las víctimas eran y no eran inocentes, y sostengo que esto me produce un intenso dolor. Pero ¿qué quiere usted que haga? Yo sólo puedo hablar por mí y no por usted ni por nadie; cada uno se las arregla como puede, pero, por favor, no me haga decir constantemente lo que no digo. Por ejemplo hacerme decir que yo “acepto la separación sin retorno entre ética y política…”. Creo que desde que abandoné la “inocencia” vengo sosteniendo lo contrario. Y de lo que otros me acusan, en relación con mi carta a La intemperie, es precisamente de que yo confundo la política con la ética. Lo contrario exactamente de lo que usted dice.
– Luego viene la distinción entre el saber y el saber que creemos saber pero que en realidad no sabemos, ¡claro! Y sin embargo, agregaría yo, hay algo, aunque sea un poquito, que sí sabemos, por ejemplo que al Pupi, como a decenas de millones, lo asesinaron, aunque no sepamos de sus inconscientes, ni hayamos experimentado sus muertes… Pero ¡qué descubrimiento! El Saber dice que ignoramos lo que es saber. No estaría mal si siguiera en esta dirección, pero de inmediato dice que “debemos saber” “defendernos” (¿de quién? ¿de mí, en este caso?). “Hay que construir la posibilidad de saber” (¿del saber o del Saber? Y una vez que logra tener este Saber ¿cómo se lo saca de encima?). Por cierto que si uno no es el otro no podrá “entender” lo que le pasa a ese otro (¡qué buen silogismo!): para entender hay que ser el otro. Estamos por fin en el comienzo, con ciertas resonancias rimbaudianas que de prestarles su debida atención nos llevarían a reincidir en las paradojas. Si uno no es el otro (¿y si lo fuera?) no puede tener las experiencias que tiene el otro, ¡chocolate por la noticia! Pero en realidad el problema es ser-otro, o “despertarse violín”. Pero hay casos en que la madera sólo quiere seguir siendo madera.
– ¡A qué confusión lo conduce una escritura que por querer ser “profunda” se vuelve vacía! Basta leer la frase que comienza diciendo “No insistiremos en que la posibilidad de saber (Saber en el que usted está instalado) no puede ahorrarse la crítica política”, y que “la elección de la ética” (pero ¿qué entiende usted por ética? ¿acaso la proximidad del dios?) “es un efecto de obediencia al terror”; ¿por qué? ¿qué quiere decir “obediencia al terror”? ¿la no-obediencia implicaría un terror mayor, tipo Trotsky, en un alejamiento de la “política” cada vez más terrorífico? ¿Obediencia al terror porque así, en el abandono de su idea de la política, el terror sale ganando? Lo que usted plantea tal vez sin darse cuenta, al criticar precisamente lo contrario de lo que yo digo, es una relación simétrica de dos terrores enfrentados en el mismo espacio “político” del Sistema.
– Finalmente, en el último párrafo, dice usted algo cierto, pero ajeno a la carta que está cuestionando. Dice que yo intento la construcción de una “teología” atea, a lo Wittgenstein. Pero hay que tener cuidado con el uso de la palabra “teología” y “atea”, porque el lo que yo trato de decir no tiene nada que ver con el Dios de la metafísica, y, en consecuencia, de la teología. Más bien se trata de un más que teísmo o ateísmo, de una vacilación o una inexistencia sin fundamento. A esto traté de decirlo en Exceso y donación, sin lograrlo, porque no pertenece al orden del decir sino, más bien, al des-orden de la poesía, de la mística o del amor, como puros estados abiertos: por eso nunca encontraremos un punto, todo lo críptico que se quiera, que los sostenga ya sea en un sentido, en un sujeto o una sustancia.
– Jinkis: no creo en ninguna teleología salvífica, diga lo que diga Heidegger al respecto; afirmo, por el contrario, el aquí-y-ahora. En este/ahora/hay se da un más incomprensible por absoluto –no sé cómo decirlo-. Al término “salvación”, que tomo de la entrevista con Gelman, me parece que tendría que entenderlo en su acepción vulgar, quiere decir: algo así como poner en claro nuestra historia y, esencialmente, nuestra responsabilidad. No tiene, al menos en este punto, el significado trascendental-religioso de “salvación” que usted le atribuye.
– En cuanto a su epígrafe kafkiano le diré que no existe, al menos para mí, un “verdadero camino”, o más bien yo creo que no hay camino previo al andar que es el que hace camino, o que llamamos “camino” a ese andar inmóvil, como “la flecha que vuela inmóvil” a la que me referí en El abandono de las palabras. Además ese camino es en la tierra, o es la tierra, sí, ¿pero qué es la tierra sino, precisamente, ese camino?
– Yo digo que la verdad (pero ¿qué es la verdad sino epifanía y manifestación?) es salvación en el sentido de lo abierto del aquí-ahora sin tiempo. En realidad no hay “salvación” si pensamos en un salvarse empírico, porque no hay nada ni nadie que salve, no hay nada ni nadie a quien salvar, ni, finalmente, ninguna cosa de la cual haya que salvar, lo que es es, y aquí termina el relato de la salvación y comienza otro que podría llamar, despojado de connotaciones metafísicas, el de la presencia.
– Respecto a Gelman: en realidad usted confunde lo que dice Gelman con lo que digo yo, que es lo opuesto. Yo me dirijo a lo que afirma Gelman y le pido que sea consecuente y que diga la verdad, la verdad pedestre y sangrienta de su militancia. Pero lo digo porque él lo afirmó antes como una necesidad; por eso se lo pido a él y a nadie más. Cada cual dice y carga con lo que puede de su propia vida.
-En el texto al que se refiere la nota 5 de su artículo usted me acusa de “hacer protesta de inocencia”, mientras que en todo el artículo me acusa de declararme culpable y de querer arrastrar a todos a esa culpa. En realidad se trata de una divagación suya. Cuando usted dice que al diferente que no acepta la diferencia no “ hay que aceptarlo”, ¿qué quiere decir? ¿hay que matarlo? El “no aceptarlo” es demasiado amplio, y por allí puede colarse el terror carnicero de la muerte. Pueden colarse Lenin, Trotsky, Stalin, el Che Guevara, Firmenich, Santucho, etc. Esto es lo que usted no quiere aceptar: que hay un respeto digamos ontológico (o religioso o como quiera), y que a su vez hay, como su opuesto, una acción mortífera que no respeta al que no respeta. En un sentido Hitler, desgraciadamente, aunque no le guste, es como usted y como yo, un ser-habla, o una criatura, o alguien semejante a Dios. Y en otro sentido, también desgraciadamente (estoy pensando, por supuesto, en el texto de Borges), es real-sensible, un real sensible al que seguramente de ser posible lo hubiésemos matado. El problema del “respeto” (problema kantiano si los hay) es, me atrevo a sugerírselo, más complicado de lo que usted cree.
– En cuanto a la nota 6 de su artículo: quiero decirle que si bien Levinas se defiende solo, no creo posible sostener que él plantee “un principio que trasciende la experiencia”. En todo caso la mirada, el rostro, son experiencias fundamentales a las que él les da una significación ontológica (e, incluso, yo aventuraría, teológica). La ética, por otra parte, no “deja” a la política sino que es el prius y la culminación de la “política” entendida, ya lo dije, como la realización de la apertura trascendental de lo abierto que se abre en la constitución del hombre-sin-hombre o como más-que-hombre.
Comentario al artículo de Juan Ritvo
– Al principio dice que “hay un mérito en la carta de del Barco”… pero se olvida de decir cuál es ese mérito, y esto me resulta un poco, ¿cómo diría?, sintomático.
– Afirma seguidamente que “estamos acostumbrados (¿quiénes? ¿los argentinos? ¿los hombres en general?) a ocultar nuestras faltas tras las notorias y escandalosas faltas de los otros” (¿será acaso mi “mérito” haber hecho pública mi falta?). Luego da algunos ejemplos: las madres de los muertos en Cromañón acusan al gobierno y no se culpan también ellas; los empresarios y políticos populistas o de derecha acusan al gobierno de no tener un plan económico y ellos nunca lo tuvieron; los que se conmueven con los discursos de Castro no vivirían ni un minuto en la Isla… etc. Ahora bien, según usted yo hago lo mismo. ¿Por qué? Porque “mediante un acto de contrición” quedo “encerrado en el mismo círculo” de aquello de lo cual me arrepiento. De esta manera pasé de un “fundamentalismo” marxista (fundamentalismo a causa de su “teleología” -me pregunto qué pensará Grüner de esta afirmación tan grave -porque no se trata una pequeñez- que lo contradice explícitamente-) a un fundamentalismo de la auto-punición. Digámoslo de otra manera: si alguien predicara el bien en lugar del mal se ubicaría en el mismo círculo de valores pues de hecho reconocería la existencia del mal, ya que sin mal no puede haber bien.
Este es un “argumento” válido en determinados niveles de abstracción, pero que si se generaliza se vuelve absurdo: una maestra, por ejemplo, no podría decirle a un chico que no grite porque al decírselo lo confirma en su acto de gritar… y si yo critico al partido comunista en realidad lo estaría afirmando pues lo reconocería en su existencia, etc. ¡Es muy simple! Llevado a su extremo ninguno de mis críticos podría criticarme porque al hacerlo confirmarían mi carta, o al menos la problemática donde esa carta se inscribe.
– Respecto a mi fundamentalismo marxista-teleológico me gustaría recordarle que hace ya muchos años escribí dos libros sobre Marx, Esencia y apariencia en El Capital de Marx y El ‘otro’ Marx, donde expongo crítica-analíticamente el pensamiento “filosófico” de Marx, como para que usted me achaque sus propios fantasmas: este tema no puede conocerse por ciencia infusa, quiero decir sin estudiarlo, como a cualquier otra “ciencia” (suponiendo que se trate de una “ciencia”).
– Además, ¿por qué mi “arrepentimiento”, o mi “autopunición”, que es arrepentimiento por considerarme responsable de la muerte del Pupi, sería un fundamentalismo? Yo reconozco mi culpabilidad en la muerte del Pupi, pero no entiendo qué lo puede llevar a usted a sostener que este reconocimiento y arrepentimiento constituye un “fundamentalismo”. En ningún momento he pretendido convertir mis pasiones, estados de ánimo o conocimientos, en una norma, en un “fundamento” y mucho menos en un deber ser universalizable. Usted confunde un reconocimiento o, en última instancia, un ruego, con un mandamiento.
– Usted está mal informado. En ninguno de mis escrito, curso, charla o actividad específicamente “políticas”, he sostenido que “la demanda puede ser satisfecha” o que “el discurso y el absoluto pueden reunirse”. En todo caso he dicho exactamente lo contrario: la necesidad de abandonar el discurso, las palabras (no por casualidad uno de mis libros se titula El abandono de las palabras, otro La intemperie sin fin y el último Exceso y donación). No creo ni pienso de ninguna manera que sea posible esa “reunión” agotadora que en filosofía fue expuesta fundamentalmente por Hegel, pienso sí, en la imposibilidad de un fundamento, ya se trate de Dios, del ser o de la Razón. Pero este hacerme decir lo que no digo, o lo que usted fantasea que digo, muestra la diferencia de espacios de pensamiento en que nos situamos.
– El tema de las “reversiones” le parece un descubrimiento (perdóneme, pero es como descubrir América) útil para acusarme de “revertir” las cosas. Pero yo no digo que los crímenes de la dictadura sean “recíprocos” con los “nuestros”, entiéndase, con los de los “revolucionarios” o guerrilleros, sino que digo que los “nuestros” también son crímenes, lo cual es distinto. Digo simple y directamente que son crímenes, y que, en consecuencia, es tan criminal matar un estudiante como matar un policía. ¿A qué “reversión” se refiere entonces? Por supuesto que aunque a usted lo escandalice yo sostengo “que no se puede admitir matar a los hijos de los otros y suspender ese principio cuando se trata de los propios”. ¿O usted piensa que sí se puede matar a los hijos de los otros? ¿Pero acaso uno no es también el otro de otro? ¿De qué “inversión” está hablando?
– Luego afirma que es ingenuo otorgarle “calidad explicativa al crimen” (los millones de muertos-asesinados en la llamada Unión Soviética no servirían para explicar su intempestivo derrumbe, y esto, por supuesto, es posible). Y a renglón seguido agrega que “los feroces crímenes” del Imperio Británico “socavaron” (y matiza agregando que fue “muy tardíamente”, como si el hecho de que fuera tardíamente le quitara su valor al hecho de socavar) “las bases imperiales”. ¿En qué quedamos? ¿Los “feroces crímenes” socavaron o no al Imperio? Después de todo yo me preguntaba si los millones de asesinatos y el terror instaurado en las mal llamadas repúblicas socialistas no habrán también “socavado” a esos regímenes que se derrumbaron sin que el “imperialismo” tuviera que disparar un solo tiro. Usted tiene todo el derecho a pensar que no, pero no tiene el derecho de descalificar mi pensamiento por afirmar casi lo mismo que usted dice, sin considerarse ingenuo, respecto al Imperio Británico.
– Después dice que yo “reduzco la política a la familiaridad”. ¿Por qué? ¿Porque sentí o imaginé que ese chico llamado Pupi podía haber sido mi hijo? ¡No exagere, Ritvo! Su descalificación de la familiaridad es un poco apresurada; basta con pensar que las dos grandes mitologías de occidente (la judía y la griega) están estructuradas alrededor de filiaciones.
Recuerdo ahora algo que dice Levinas y que viene a propósito: “La filialidad es aún más misteriosa: es una relación con otro en la que otro es radicalmente otro, y donde, sin embargo, él es, en cierta medida, yo” (quiero señalar sólo un problema, no darle solución, porque seguramente no la tiene y queda no obstante como sólo interrogación no descartable, al menos tan fácilmente). En cuanto al extremo dolor y rabia que puede producir la muerte de un hijo y su conversión en “política”, eso depende de lo que entendamos por “política”. Las madres de Plaza de Mayo, e incluso la reacción-Blumberg (aunque este nombre le suene mal), pueden ser casos paradigmáticos de acciones que no se dejan atrapar por la “política” de los Partidos e inauguran un tipo de política no-política. En este sentido el “no matar” va más allá, en sus consecuencias sociales, que la “política”. ¿No le parece?
– La continuación del artículo plantea un tema bíblico, y me sorprende que usted, tan minucioso, trate como de paso y considere como resueltos problemas que están en discusión en la exégesis bíblica. Dice que “el ‘no matarás’ es tan tribal como la ley del talión”. Primero, quiero decirle que el “no matarás” es un mandamiento que se refiere a lo universal y que excede lo tribal: en el Talmud de Jerusalén, Sanedrín, 4, 22ª, está escrito que “Quien salva una vida es como si salvara a toda la humanidad”; en el Talmud de Babilonia, Pirquei Avot, I, 12, el Rabí Hillel estableció como principio el “Ama a la humanidad” y agregó “No le hagas al prójimo lo que no desearíais que te hagan a ti, esto es toda la Torá, el resto son meros comentarios”; idem, Shabat, 31ª. En el Levítico, c. 19, 18 y 34, se dice que se debe amar al prójimo y al extranjero “como a ti mismo”; y Jesús sostiene que se debe amar incluso, o ante todo, “al enemigo”. Lejos pues de ser sólo judío (tribal, como usted dice) el principio del “no matar” se encuentra en todas las grandes religiones: judaísmo, cristianismo, islamismo, budismo, y, además, en gran parte de las jurisprudencias universales. Respecto a la Ley del Talión, usted ve una contradicción entre el “no matarás” y el “ojo por ojo y diente por diente”, cuando de lo que se trata es de dos espacios distintos de validez: la “ley del talión” pertenece a la juridicidad (“El ‘ojo por ojo’ no es un principio moral sino ‘un principio jurídico para uso exclusivo de los jueces’”); pero incluso más, porque su finalidad última es detener la venganza y establecer un orden legal, vale decir todo lo contrario de lo que usted afirma. En cuanto al “ama a tu prójimo como a ti mismo”, ya me referí a él
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 07 | 05 | 2009
hora: 8:45 am
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Oscar del Barco
Comentarios a los artículos de Jorge Jinkis, Juan Ritvo y Eduardo Grüner
Comentarios generales
En el Levítico “Se” dice:
el hombre que oye, que es testigo, que ve, que
sabe y que no habla… es culpable
En realidad los escribo porque ustedes se han tomado el trabajo de leer y comentar la carta que con mi firma apareció en la revista La intemperie. Un trabajo, el de ustedes, que no deja de resultarme extraño porque al mismo tiempo que rechazan (mi) carta de manera despectiva e incluso violenta, parece que se sienten tocados por ella. De alguna manera “tropezaron”, como dice la cita de Kafka, con esa carta: por lo cual es posible pensar que no está en “lo alto” sino en el “suelo”, o en la “política”, contrariamente a lo que ustedes dicen respecto a mi presunto “abandono” de la política, el que en realidad es un abandono de lo que ustedes entienden por política…
La primera impresión que tuve al leerlos es la de hallarme frente al Saber de tres intelectuales que se consideran el lugar, no imaginario sino real, del Saber, o el Saber en su presencia misma, en ese lugar que son ellos mismos.
Ustedes se preguntarán de dónde saco esa impresión. Ante todo me impresionó (dirán que una impresión no es un argumento, y por supuesto que tienen razón) el tono profesoral, propio de quienes se creen (hasta es posible que se lo crean sin tener conciencia de creérselas) poseedores de un conjunto de conocimientos que funcionan como Saber. Aunque por supuesto digan todo lo contrario. Pero no se trata sólo de decir sino, ante todo, de descolocarse realmente de ese lugar de poder que es la cátedra, el sillón, el libro, como única manera de poder oír o ver al otro, a cualquier otro, como tal otro.
También me impresionó la manera que tienen de moverse como peces en el agua dentro de la cultura universal, como si fuesen “naturalmente” sus depositarios o sus poseedores. Se refieren a la historia del pensamiento como si se tratara de algo que va de suyo, que les pertenece de manera infusa y, en consecuencia, con el poder que les da esa supuesta propiedad.
La principal consecuencia de esa metamorfosis del conocimiento, real o potencial, en un lugar dominante dentro de una estructura jerárquica de saberes, es el desprecio y la ironía hacia los que ignoran lo que ustedes presuntamente saben (digo “presuntamente” porque el lugar es el que los inviste, al margen de lo que podría llamar el conocimiento efectivo que pueden o no tener, y que posiblemente tengan). Este desprecio, y más aun esta ironía, crean lo que se podría llamar algo así como un ámbito de terror teórico: ¿quién puede atreverse a contradecirlos si de inmediato se vuelve pasible de una negación fulminante? Cualquier disidencia suscita el desprecio, la diatriba y la burla, como formas reactivas propias del despotismo del que sabe. El efecto es hacer (repito, posiblemente al margen de sus intenciones, digo, de sus “conciencias”) que el ignorante se calle y el amo (¿cómo no pensar en la dialéctica del amo y del esclavo hegeliana?) imponga de hecho su Terror específico.
Sin duda ustedes dirán: pero este del Barco, ¿está loco? ¿cómo nos puede decir esto a nosotros que somos reconocidos críticos del discurso del Saber, a nosotros que nos pasamos y nos ganamos la vida criticando ese discurso? Yo sólo les transmito la impresión, falible, por supuesto, que tuve al leer sus artículos. Creo, además, que ustedes reaccionarán frente a esto que digo situándome en algún casillero psicoanalítico, sociológico o marxista, para demostrar mi ignorancia o falta de competencia al referirme a temas que sólo deben ser tratados por especialistas o científicos (como ustedes), vale decir por gente que sabe y no por aficionados, como soy yo.
Lo primero que dice quien ocupa el lugar del saber es “yo no soy el amo, yo no tengo ideología, yo no soy el saber”. Una linda denegación: un funcionamiento de extrema violencia que se auto-niega al realizarse y que de esta manera puede conocerse por sus efectos, por el agobio que produce en quienes lo padecen, ya que somos los otros los que deben soportar la famosa erística hegeliana encarnada en profesores, psicoanalistas, padres, policías, jueces, políticos, filósofos y jefes de toda laya que proliferan crecientemente en nuestra sociedad. (Debo reconocer, además, que miméticamente y por necesidades propias de la polémica, esta carta puede, de alguna manera, ser incluida en lo mismo que critico).
Respecto al problema de Gelman (creo que es parte de este problema incluso más allá del propio Gelman, aunque ustedes pudorosamente no se refieran a él, tal vez por tratarse de nuestro, es un decir, poeta nacional…) quiero aclararles que yo respondí a una entrevista (Babelia del 16 de octubre del 2004) titulada, con una de sus frases, “Lo contrario del olvido no es la memoria, es la verdad”. En la entrevista dice que “el camino” no es “el de tapar… porque ese es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir nada sano”. Lo que yo hago es tomarlo al pie de la letra y entonces digo que él, dirigente y jefe montonero que fue expulsado junto con Galimberti recién (y las fechas son importantes) en 1979, “debe”, él-debe, y no un ente abstracto y general como ustedes me adjudican, asumir las consecuencias de lo que hizo. Decir, por ejemplo, ¿cómo funcionaba esa dirección militar? ¿cómo se decidían las muertes? ¿a quiénes mataron? ¿dónde? ¿por qué? Todas estas son preguntas terribles, que se las hemos hecho y se las hacemos a los verdugos del Proceso, pero que también debemos hacérnoslas a nosotros mismos, quiero decir a los que de alguna manera participamos en aquellos trágicos sucesos. Pero, claro, si ustedes son inocentes de todo (como proclama Grüner) no tienen por qué cargar con la culpa de los otros. Con la culpa debemos cargar los verdaderos culpables (ustedes dirán que esto que digo es una demostración de mi… masoquismo… y bueno, si quieren llamarlo así…)
Por último me gustaría agregar que por lo general los “sabios” no se implican en nada, siempre están sobrevolando por sobre o más allá de los problemas, ya sean teóricos, éticos o prácticos. El Saber encarnado, en este caso en ustedes, no se incluye en sus análisis, y agregaría que no se puede incluir porque no existe nada donde incluirse ya que él es todo. Ustedes analizan desde fuera del tema. Se están refiriendo a un problema ético reconocido como esencial, pero como están auto-investidos con la soberanía del concepto absoluto lo tratan como si fuese un “problema del conocimiento”. Si ya saben todo (al menos en potencia, pero esta potencia es lo fundamental, por eso lo de “supuesto”) sólo pueden exponer un discurso que al carecer de otro, de interlocutor, gira en el vacío de un círculo vicioso sin fin. El ejemplo clásico está dado por el Saber hegeliano como movimiento de un conocimiento que desde la simple sensación se eleva gradualmente hasta auto-ponerse a sí como Absoluto.
De una u otra manera este mecanismo funciona en todas las ideologías, ya se trate de la filosofía, de la política, de la sociología, de la psicología o de la economía. Mi “carta” era, como diría Bataille, “un grito y no un saber”, y ustedes la han reducido “a los procedimientos de la cabeza”. En consecuencia hay un contrasentido, porque a una carta que puede ser tildada –como por otra parte lo ha sido- de ética, de poética, de religiosa, de mística, de “porquería”, o de lo que sea, ustedes la tratan como si fuera una carta teórica. Por eso no sólo sus artículos sino también mis respuestas pertenecen al orden de lo abstracto, y así la carta queda ajena a esta disputa, en última instancia posiblemente inútil, que estamos manteniendo.
Comentario al artículo de Jorge Jinkis
– En el primer párrafo usted dice que la carta “compromete nuestra historia y nuestro porvenir” (yo subrayo). Se trata de algo de una magnitud tremenda. Y tiene razón, la carta plantea un problema ético-religioso extremadamente grave. Por eso, también, el tono y la extensión de estas respuestas.
– En el segundo párrafo afirma que no tiene “respeto” por mis “argumentos y razones”, dejando de lado, sin decirlo, que en mi carta sostengo expresamente que “no se trata de razonamientos”. Con esto quiero decir que no se trata de razonamientos sino de algo vivido, de algo donde las palabras “tomaron la iniciativa”, donde el grito y el dolor son los verdaderos sujetos que hablan (sin mi, quiero decir sin esto que lleva mi nombre y al mismo tiempo con esto que lleva mi nombre –primera paradoja-). Por eso considero que su crítica, al igual que la de Ritvo y la de Grüner, no se sitúa en el espacio propio de la carta a la que quiere responder. Es como si habláramos dos lenguajes distintos. Y en tales condiciones por supuesto que desaparece casi toda posibilidad de diálogo.
Usted sostiene, por ejemplo, que desconoce los “motivos” que suscitaron mi carta, sin advertir que la carta en cuanto tal sólo es la exposición de los motivos por los que fue escrita, o, dicho de otra manera, los motivos son la propia carta. ¿O usted sugiere que hay “motivos” ocultos, espúreos o “inconcientes”, que deben ser interpretados?
– A continuación anuncia que han resuelto “conceder libertad a las pasiones” para así “permitir” una “discusión política”. Usted cita una serie de libros míos en los que critico el concepto de “política” por considerar que se trata de un orden clausurado por el Sistema ( y por Sistema entiendo un complejo orgánico de espacios que conforman una totalidad que se auto-produce disolviéndose y construyéndose simultánea y constantemente como totalidad no totalizable, o algo así), digamos capitalista o post-capitalista o como usted quiera llamarlo, donde los lugares de confrontación sólo en un sentido nuevo, des-centrado, podrían ser llamados “políticos” (para expresar algo similar algunos teóricos introdujeron el término, no del todo satisfactorio, de in-político). Pero si usted cree que todo es política se vuelve inútil cualquier discusión. Por mi parte, repito, no creo en esa “política”, porque la considero un espacio cerrado que despotencia prácticas esencialmente autónomas que al ser subsumidas en una unidad pueden ser dominadas-asimiladas por el Sistema. Más bien definiría la política (o la in-política) como una multitud de acciones sin centro, erráticas o perversas, o como una polifonía que ninguna unidad teórica y ninguna práctica “política” de partidos pueden suprimir. Preferiría, como han hecho otros críticos de la carta, de una manera incluso más violenta, que me tratara de teólogo, de místico o de religioso, antes que de “político” a secas.
– Por otra parte, ¿de qué “ley de la interpretación” y de qué “jerarquía” está usted hablando? ¿Acaso de la “llave maestra” que conduce desde la jerarquía de la “ciencia” a la jerarquía como Saber? Me parece que con esta remisión a las “jerarquías” usted muestra, claramente, el lugar donde se pone para desarrollar su discurso crítico-teórico-interpretativo. La jerarquía no puede ser sino la del Saber manifestándose como amo-del-saber.
– Quisiera que usted advirtiese que para mí el no-matarás es imposible (porque de hecho se mata), y que, a su vez, es lo único posible (porque si se asumiera el matar como un principio no existiría humanidad). Decir “asumir lo imposible como posible” equivale a decir “asumir el no-matar como si se pudiera o fuera posible no-matar”. Yo articulo esto con lo empírico-trascendental que, como es sabido, Kant desarrolla de manera insistente en La metafísica de las costumbres, en la Crítica de la razón práctica y de una manera extrema, a mi juicio, en su Opus postumum.
– Continúo con una pregunta: ¿a qué “ideales de ayer” se refiere cuando dice que los mismos han tenido “una acción devastadora”? ¿A los ideales de libertad y de fraternidad sostenidos por los “socialistas”? ¿Al ideal de poder hablar, transitar, alimentarse, vivir sanos, leer…? No creo que éstos sean “ideales” en el sentido de abstracciones. Son, más bien, formas esenciales del existir del hombre. A las luchas infinitamente múltiples que tratan de efectualizar estos “ideales” es a lo que yo llamo in-política, o, si usted acepta la expresión sin escandalizarse, política-no-política. ¿Son utopías? ¿Son una “vieja utopía”? Sí, es posible que sea una utopía casi tan vieja como los hombres. Los hombres lucharon y luchan por todas estas ideas o ideales que usted llama “utopías”. Si no lucharan se volverían cosas y el Sistema (al que podemos tal vez ya no podamos seguir llamando “capitalista”) habría culminado su proceso de alienación-reificación como forma de un mecanismo “automático” sin-hombre (Marx). A este tema usted seguramente lo puede haber visto desarrollado en El abandono de las palabras y en El‘otro’ Marx, aunque no me hago ilusiones al respecto, ya que, de haberlo hecho, no tendría necesidad ahora de explicitar mi vocabulario.
– En cuanto a la palabra “yo” coincido con usted en que es “temible” y que produce “vértigo”. Pero el énfasis es válido cuando se trata del “yo” metafísico-sustancial y no lo es cuando uno se refiere al uso común, cotidiano, del término. Porque, ¿qué es, si es, ese “yo” terrible?¿El “yo” burgués, el “yo” prepotente del ego-ísmo, de la ego-latría, del ego-centrismo? Pero, ¿y si dijéramos que llamamos “yo” a la manifestación-mundo en un ahí sin lugar, y que llamamos mundo a lo que se manifiesta como lugar en lo que llamamos “yo”? Es posible que entonces, al ser ubicado en otra problemática, lo “temible” del “yo” desaparecería. Digo “llamamos” para evitar cualquier sustantivización.
En relación con este tema habría, por lo tanto, que hilar muchísimo más fino y más allá del “vértigo” hundirse en los interminables textos del “idealismo”, desde el yo como infinito-en-acto de Descartes hasta llegar a Husserl y Heidegger, entre otros. Quiero decir que es un camino intrincado que, si uno quiere recorrerlo, implica mucho tiempo y mucha, digo, es posible, dedicación artesanal, como la de pulir lentes, por ejemplo. Por otra parte usted, que ha recordado el nombre de al menos de algunos de mis libros, podría saber que en todos ellos he realizado una permanente crítica a la idea del Yo y de sus efectos. ¿Cree, por otra parte, que la aniquilación del “yo” puede ser fruto de una teoría o que se trata, más bien, de una práctica que pone en juego la vida misma? Si fuera sólo un problema teórico ¡qué fácil resultaría superar el “maldito” Yo! Pensé y pienso, actué y sigo haciéndolo, en el sentido de la frase de Rimbaud que interpreto, perdón, casi, como un mandamiento: “hacerse vidente (y esto es para mí superar el yo) mediante el desarreglo sistemático de todos los sentidos” o “consumiéndonos a nosotros mismos”, como dice Kafka. De manera tal que caminamos por distintos rumbos…
– Todo se complica: (yo) que no existo (¡entiéndame!, como sustancia) soy (este “soy” va tachado) inocente yculpable. Todo se juega en este “y” que abandono como un misterio a su lógica científica: en un nivel soy inocente, en otro nivel soy culpable, en otro soy inocente y culpable, y, finalmente, no soy ni inocente ni culpable (tachando, para no entrar en cuestiones más sofisticadas, los “soy” de las frases anteriores). Me gustaría pedirle que lea, en el caso de que no lo haya leído, el hermoso capítulo “el convidado de piedra” de Los inocentes de Herman Broch, donde el problema de la culpa emerge en toda su grandeza. Salvo que piense que también Broch (como yo, según su calificación ) trata de manera “patética” (¿patética para quién?) el sentimiento trágico de culpa que produce un asesinato. A este hecho seguramente usted lo considerará producto del estupor o, en todo caso, un tema literario. Pero da la casualidad que yo no hablo de oídas sino de un hecho real, un hecho que viví y sentí y sigo sintiendo realmente, y no de una comidilla entre intelectuales, ni de un acto heroico, ni de un simple mea culpa . Para usted, sin embargo, se trata de una torpeza mía. Puede ser. En el mundo donde usted y yo vivimos, en este mundo donde lo común es hacernos los tontos o los “vivos”, o jugar a cobardes, siempre es torpeza asumir las propias, en este caso mis propias, responsabilidades.
– En esta culpa se trata de una culpabilidad/responsabilidad que excede todo, precisamente porque ya no hay “todo”, allí, en esa trascendentalidad, o podría decir de otro que todo, o de “otro modo” que “todo” (o ser). Tal vez sea más accesible decir culpa de la culpa. Por supuesto que esto abre a la temática de la decisión y de la reacción, o a la problemática filosófica de la animalidad, de lo animal o al cuándo y cómo de lo animal.
– Es sorprendente el capítulo que usted titula Hoy. Dejo de lado el extenso lamento que culmina en la “cultura fusion” para detenerme donde dice que mi carta se llama “Derrota”. Dice que “la historia muestra”… (sin advertir que la historia no muestra ni demuestra; o, mejor dicho, su mostrar siempre pertenece al orden de la idea) “que se ha impuesto un poderoso deseo” ¿Qué deseo? Pues nada más y nada menos que el deseo “de coexistir… de convivir con el asesinato de millones de personas”. ¡Qué frase! ¡Qué deseo! ¡Convivir con el asesinato de millones de personas! ¿Quiénes son los que tienen semejante deseo? ¿Está hablando de usted, de mí, de los alemanes, de los ugandeses, del “pueblo”? Más bien pareciera todo lo contrario, que la gente en general no tiene ese deseo. No creo, además, que usted lo tenga. Pienso, más bien, que se trata de una expresión infeliz. ¿O de un deseo inconsciente? Pero en este caso “todas las vacas son pardas”…y habría que comenzar de nuevo desde el principio. ¿O no?
– ¿Usted habla acaso de un deseo sin quien, sin sujeto, de un deseo-sólo-deseo, una pura forma que suprimiría toda libertad y, en consecuencia, toda responsabilidad? ¿de una suerte de marca infinitamente despiadada a la que se podría, de ser así, llamar “hombre”? ¡Esta sí que es, en un sentido peyorativo, una idea religiosa-metafísica! ¿Un deseo de maldad inconsciente? ¿El deseo de gozar en el mal o del mal como gozo, llevado a un Absoluto irredimible? Si ese deseo (pero ¿de quién? ¿de un yo-sujeto? ¿de una animalidad absoluta? ¿de un Dios?) es deseo de “convivir” con millones de víctimas “asesinadas”, entonces consecuentemente se debe desear que existan esas víctimas para poder desearlas como víctimas… Sólo puedo pensar al respecto las siguientes posibilidades: 1) que usted no advierta aquí las consecuencias de lo que dice, 2) que diga mal lo que piensa, 3) que diga bien lo que piensa, en cuyo caso –en el que no creo- sería un apóstol de la Maldad Total. Pero si verdaderamente fuera así ¿cómo podría juzgar? Lo puesto en juego, seguramente usted se dará cuenta, es la estructura última de la moralidad: el libre arbitrio.
Filosóficamente esto es plausible, en cuyo caso hay que extraer las consecuencias, y entre ellas, la primera, es que su crítica a mi carta se vuelve no sólo inconsistente sino imposible. Si existe malignidad formal no puede haber humanidad, pero como de hecho hay humanidad debemos pensar en una oscilación, una anterioridad impersonal y neutra, que rompe con el mal absoluto.
– En lo que sigue debo darle la razón: sí, creo que somos culpables, ya sea como “especie humana”, como pueblos o como individuos. Me parece que hay algo que nos perturba (¿nuestros instintos, nuestra animalidad?), algo que nos duele o nos requiere. ¿O acaso toda la carnicería humana, las persecuciones, torturas, genocidios y guerras, no dejan ninguna huella en los hombres? El torturado, el herido, el muerto, ¿no sobreviven de alguna manera en nosotros? Feliz usted, Jinkis, que no se siente responsable, que se siente o se quiere inocente desde que nació. Mas a pesar de su “alegría” me parece que no podrá ignorar que aquí hay al menos un problema. Perdóneme que traiga a colación una referencia y dos textos. La referencia es a la trilogía de A. Cayette, “Todos somos asesinos”, “Y se hizo justicia” y “Antes del diluvio”, tres películas que plantean de una manera excepcional el tema de la culpabilidad. Los dos textos son respectivamente de E. Levinas y de Héctor Schmucler. El primero dice:
“…todos los hombres dignos de ese nombre son responsables entre sí”, “Yo mismo tengo, siempre, una responsabilidad por sobre toda otra cosa, pues soy responsable, además, de su responsabilidad”. “En la Torá este proceso [de las mutuas responsabilidades] se repite hasta el infinito”. El segundo, en una carta a la revista La intemperie, habla de “una responsabilidad… que ningún castigo puede saldar”, una “responsabilidad primordial, previa a todo acto, que acompaña nuestra condición humana”.
– Creo que la culpa no es únicamente un sentimiento poderoso sino ante todo el ser (una generalidad, por supuesto) que va hacia la nada y se siente culpable de su nacer, de haber abandonado el no-ser. El hombre se siente culpable como ser-de-la-nada, como destinado a morir o ya muerto en su primer muerte, que lo despoja en el presente de toda memoria, concepto o pasión. La vida implica la culpa, ante todo, de necesitar la muerte. La vida implica el dolor y la muerte, necesita la separación y la muerte como su propia posibilidad y su destino. La culpa es ese sentido del hombre hacia-la-nada. Es ontológica: somos eso. Las Escrituras giran alrededor de la culpa porque recogen una historia sangrienta y la subliman llevándola hasta el aniquilamiento de la criatura. Por esto Jesús se presentó como “redentor” de la culpa a través de su muerte. Cabría preguntar ¿qué muerte? y ¿qué culpa- sin-culpa? ¿o se tratará de la culpa por una culpa masiva que no comprendemos pero que conocemos (la conocemos en su existencia).
– No ignoro que en esta discusión se oye como en sordina el inmenso grito de furor irredento del sacrificio. Es a ese furor, no puedo dejar de decirlo, que se opone inexplicable la pasividad “divina” del eros griego, del ágape cristiano, de lo sublime kantiano, así como de la mística y el arte. Creo que las dos grandes mitologías de occidente, la judeo-cristiana y la helénica, narran el hecho intemporal de la culpa. En un caso de la separación del hombre de Dios, de la naturaleza y de los otros hombres, una culpa inmemorial y además sangrienta, una culpa trascendental en cuanto potencia de lo humano y empírica en cuanto hecho concreto (culpas que hasta hoy claman, en nuestros cuerpos, en nuestras conciencias o en nuestros inconscientes, por una imposible redención). En Grecia es el reguero de sangre de la tragedia el que expresa la culpa, también irredenta, salvo, tal vez, en el caso enigmático y místico del Edipo en Colono (el “ojo de más” según Hölderlin). ¡Qué itinerarios!
– Respecto a los judíos me parece que hay un relato bíblico que es esencial en relación con este tema. Dios le ordena a Abraham que le sacrifique su hijo Isaac. Se trata de una orden (una “tentación”) que en apariencia contradice el principio de “no matar” dado por el mismo Dios. Pienso que Dios, al detener la mano de Abraham por intermedio de su ángel, le puede haber dicho: ¿Cómo te atreves a desobedecer mi principio? ¡Ni por una orden mía debieras haber intentado violarlo! A lo que Abraham le podría haber contestado: nunca pensé en matar a Isaac, aunque iba a hacerlo, pues Tú has ordenado no matar y sabía que no podías contradecir Tu palabra eterna e inviolable, por lo cual en los hechos, yo, que iba a matar a mi hijo, sabía que el acto estaba en suspenso. No en balde Abram había pasado a ser Abraham, porque Dios quiso poner su “h”, la primer letra de él, generador de pueblos, en medio del nombre. También el relato de Caín es ilustrativo, Dios no lo castiga por la muerte de Abel, ya que la muerte recién comienza a existir en el instante último de la ignorancia de Caín, quien crea la muerte, sino que lo castiga porque el no-matarás es Dios mismo, y a eso no podía ignorarlo Caín en cuanto criatura creada por Dios. Hay un paso de lo empírico a lo trascendental donde se juega la vida de Caín y donde comienza nuestra herencia.
-En el capítulo titulado “Descubrir la culpa” usted comienza diciendo que soy tan sincero como “inauténtico”. Lo que escapa a su atención es el papel de la paradoja en el orden del pensamiento: me acusa porque para mí “no todo es lo mismo… pero todo es lo mismo” (Levinas lo dice mucho mejor que yo: “el otro dentro de lo mismo”). Lo que aquí falla es el Saber, pues el Saber es la antítesis de la paradoja. Alguien Sujeto al Saber no puede advertir el papel de la paradoja, de esa “saturación” que abre a un espacio fuera de la ciencia, a un espacio que podríamos llamar poético o a lo mejor místico-filosófico sin metafísica, quiero decir sin onto-teo-logía, o sin fundamento (¿o usted cree en la existencia de un “fundamento” del hay?). Mi afirmación es tan simple que parece críptica, pues sólo se la puede captarla si se destituye el “maldito” “yo” del que hablábamos antes.
Para la ideología-del-sentido-común por supuesto que dicha afirmación debe necesariamente aparecer como críptica. Detengámonos un instante. En un nivel (espacio o como se lo quiera llamar) todo es (el Soy-Soy de la Biblia, el Uno-Uno de Platón, hasta el hay-se-da de Heidegger), pero en otro nivel están los seres, los entes en su multiplicidad inconmensurable. Si no se entiende esta diferencia es imposible no caer en las contradicciones de lo general y de lo particular. Y algo semejante ocurre con el “dios-sin-dios”. ¿Cómo alguien puede decir dios-sin-dios? Para usted se trata de un vacuo juego de palabras… sin advertir que en este último caso es el comienzo de un poema de Heidegger : Dios sin dios/ solo, vacío/ de cosa/ vuelto a morir/ vuelto del entorno/ del primer poema/ del ser. Lo que, por supuesto, no quiere decir nada, o sólo pretende señalarle una historia… de palabras, o de paradojas.
– Sólo una lectura desatenta puede hacerme decir lo que usted me hace decir burlándose de expresiones como dios-sin-dios o posible-imposible. ¿Qué le ocurriría, entonces, si leyese al poeta y místico alemán Angelus Silesius, inspirador desde el idealismo alemán hasta del mismísimo Heidegger e incluso hasta de Levinas? ¡Sería el acabose! Para un racionalista consumado y dueño del Saber sería el fin, porque se vendría abajo el Saber construido con tantos sacrificios por la Razón. O si, por ejemplo, tomaran en serio a Bataille cuando habla de “oír el grito que no se oye”. Me acusa de caer en lo sublime. Es posible, lo acepto, pero no en lo sublime de las almas-bellas sino en lo sublime místico, estético, erótico, filosófico… Sin estos “temas” pienso que el pensar se vuelve un desierto, el desierto del nihilismo de la técnica como hecho “cultural” o edad (¿conclusiva?) de la “historia”.
– Para mí, según sus palabras, la derrota tiene otro nombre: se llama “Decepción”, nombre que “es el nombre actual de la política adjurada”. Usted se niega a entender que yo efectivamente adjuro de su idea de la política, que es, a mi juicio (y debo repetirme) la política que respeta los límites fijados por el Sistema para el pensar y el accionar “político”. Habiendo escrito hasta el cansancio sobre este tema me resisto a que me haga decir precisamente todo lo contrario de lo que digo, me niego a que me interprete según las necesidades retóricas de su discurso. Más aun: me gustaría saber qué entiende usted, más allá de la sola palabra, por “política”. ¿Cuál es su política? ¿La peronista, la comunista, la trotskista, la del ARI, la maoísta? ¿O su política sólo consiste en nombrar la palabra “política”? Debo decirle que no sólo no abandoné la política sino que estoy hasta el tuétano en la política, en lo que yo considero que es la política: la poesía, la pintura, la música, el éxtasis, la mansedumbre, el pensar filosófico, la piedad, la justicia, la responsabilidad, la mancomunión, la solidaridad… Es claro, que para aceptar esta idea de la política hay que descolocarse respeto a la mentalidad científico-positivista de lo que podríamos llamar “la era técnica”. Por supuesto que me gustaría ser un “santo” que se espiritualiza, como usted me dice burlonamente desconociendo según parece el uso estricto, religioso, de la palabra “santo”. ¿O usted piensa agredirme diciéndolo? Además no debiera intercalar en su texto aseveraciones que no son ciertas: yo nunca admiré a Trotsky. ¿Se olvida acaso que fui comunista estalinista? Y respecto a Lenin ¿sabe usted que en México, hace ya más de 20 años, escribí un libro en el que criticaba la teoría “y la práctica leninista”, libro que, por otra parte, me valió un furioso ataque de Ernest Mandel y de Adolfo Gilly? Tampoco simpaticé con el ERP, lo que no fue un mérito mío sino que así fueron las cosas. Me parece que tendría que ser más cuidadoso con lo que le hace decir a los otros, en este caso a mí.
– La frase “asesinos seriales” se ha convertido, al margen de mi voluntad, en una suerte de “trampa para rubias” macedoniana… trampa en la que no sólo cayó usted sino que también cayeron, mala suerte, Ritvo y Grüner. Pero, me pregunto, ¿por qué les molesta tanto que diga asesinos y no criminales, y que agregue “seriales” en lugar de, por ejemplo, multitudinarios, múltiples o masivos…? (lamento decirle, por otra parte, que la expresión “asesinos seriales” no la tomé del cine sino de Thomas Bernhard, lo cual demostraría en ustedes un cierto apresuramiento). Me parece que aquí se juega algo de un orden distinto al de la mera enunciación. Yo le pregunto ¿a Aramburu se lo ejecutó o se lo asesinó? ¿Cómo hay que llamar a quienes lo mataron? ¿Cuál es la diferencia entre asesinar y ejecutar? Lo que está en juego ¿no será el Estado y la ética? Me dirán: ¡Pero por qué los llama “asesinos” si se trataba de jóvenes idealistas que querían hacer una sociedad mejor que esta en la que vivimos! ¡Por Dios, del Barco, no debiera confundir las cosas! Y mucho menos emplear la palabra “seriales”, que pertenece al “lenguaje cinematográfico”. Me sorprende, Jinkis, que en lugar de pensar en los hechos usted se detenga en las palabras, que no se preocupa por los millones de muertos sino por las palabras con las que designo a los que realizaron las matanzas. ¿Tendré entonces que suavizar mi vocabulario y utilizar palabras no pervertidas por el cine y, en este caso, por la literatura, para que se preste atención a lo que las palabras dicen, digamos a su “referente, o a la cosa misma que mentan? Pero, dígame, ¿usted no se tomó el trabajo de leer, por ejemplo, Terrorismo y comunismo de Trotsky, o alguna de las grandes biografías de Lenin, por ejemplo la de Heléne Carrere d’Encausse, publicada por el Fondo de Cultura, o la de Manuel Vázquez Montalbán, publicada por siglo XXI, entre otras? ¿Leyó algún libro “serio” sobre el Che Guevara, por ejemplo el de Anderson, y sobre la revolución rusa, por ejemplo el de Figes? Por más que usted ocupe el lugar del Saber me parece que eso no lo exime de informarse al menos antes de hablar ex-cátedra.
-Respecto a lo que usted llama sarcásticamente mis 50 años de “inocencia” debo decirle que de nuevo se equivoca. Estuve en el partido comunista alrededor de 15 años, pero además de la militancia política escribí sobre Gramsci, Lévi-Strauss, Bataille, además de narraciones, poemas, traducciones , y además tuve hijos y tuve que trabajar duro para ganarme la vida. Las cosas no son tan simples como usted las presenta. Fui, un poco más que inocente, tal vez fui loco. Particularmente en política. Y por lo general me equivoqué. ¡Qué vamos a hacerle! ¡Feliz usted que nunca se equivocó! Usted se burla de mi “extraordinaria inocencia”, pero debo confesarle que, desgraciadamente, fui inocente y (subrayado) culpable.
Esto le resultará difícil de aceptar porque para lograrlo tendría que escucharme como un ser distinto a usted. En este sentido tal vez podría inspirarse en Nietzsche, quien decía que él era “el criminal Prado”, que era “todos los hombres”. Usted me responderá: ¡pero Nietzsche estaba loco! Y es cierto, a condición de entender por locura la posibilidad de sentirse y de ser trascendentalmente todos los hombres, o de sentir en sí la responsabilidad, la culpa, el dolor y la alegría de todos (por favor, lea en este “todos” algo más que una simple abstracción) los hombres. Loco para el Saber, pues el Saber siempre llamará locos a quienes lo exceden, a ese más de la razón que pega chillidos y se caga encima. Acuérdese del texto, que seguramente ha leído, de Foucault sobre la locura como lugar del máximo conocimiento (en Hölderlin, en Nietzsche, en Artaud… y en tantos otros). Pero para su lógica binaria alguien sólo puede ser inocente o culpable, nunca las dos cosas a la vez, nunca puede ser el paraguas y la máquina de coser al mismo tiempo y en el mismo espacio de la mesa de operaciones. ¿Por qué no puede? Porque en tal caso se vendría abajo el mundo, quiero decir el mundo de la Razón, de la ciencia y de la técnica, además de lo que usted llama, mientras se escandaliza que yo utilice “seriales”, “cultura fasion”, ¿o me equivoco?
– Me acusa también de sostener una “responsabilidad sin sentido” negándose a entender que cuando digo “sin sentido” estoy diciendo sin sentido trascendente (o sin Dios, para ser breve). Lo que equivale a decir: no hay Dios pero soy responsable, no sólo ante la sociedad sino ante un más excesivo e impensable por excesivo. Sería cómodo decir que soy responsable ante Dios o ante la sociedad, pero no sólo responsable empíricamente sino, para volver de nuevo a Kant, idealmente, de una manera por completo incomprensible. Por otra parte y refiriéndome al mismo párrafo me gustaría preguntarle si su “política”, y se lo pregunto ya que es el terreno donde usted se ubica y quiere ubicarme negativamente a mí, ¿consiste en interpretar? ¿en estar sentado inocentemente interpretando como hace conmigo?
– Al final del párrafo recurre a Levinas para decir que mi política es “mala” pues me excluyo de la política (el mal –según Levinas- sería excluirse de las consecuencias de las ideas y de los actos, es decir, ser i-responsable). Usted quiere decir que me excluyo de su propia idea de la política y que esto está mal. Efectivamente es como usted dice: me excluyo de la política de las ideologías, de los fundamentos trascendentes y de los “partidos” políticos, vale decir de lo que usted llama “política”.Pero esto no es algo que mantenga oculto sino que es precisamente lo que digo y hago. Hay un número de la revista Nombres donde trato este tema. Yo le preguntaría ¿no puede pensar seriamente en una política de la “debilidad” (en su doble genitivo) y de la beatitud, en el aquí-y-ahora del instante que somos usted y yo y todos? ¿No le dicen nada en serio, es decir dramáticamente, que personas como Tarkovski haga un elogio de la debilidad (¡y qué elogio!), o que Norberto Bobbio al final de su vida reconozca que el más alto tipo humano es el manso? ¿Sócrates y Jesús, lo mismo que Buda cuyo último sermón consistió sólo en levantar una flor, no le dicen nada digno de pensar? ¿Usted cree que se trata de mitos y de utopías? ¿Y la desconstrucción de los principios básicos de la metafísica: Dios, Ser, Razón, Voluntad, Bien, etc, no le dicen nada en cuanto a la posibilidad de la debilidad, de la pobreza, de la carencia, como formas de ser deseables “políticamente”? La resistencia pasiva frente al poder de los honores, del reconocimiento, del Saber y del Poder, de la buena vida, de los premios, de las becas, de la Academia, ¿no le dicen nada “político”? ¿En qué mundo vive usted? ¿En el de los triunfadores?
¿En el de los teóricos-sabios? ¿No le dicen nada “político” la vida y la obra de Juan L. Ortiz o de Macedonio Fernández, entre tantos otros? ¿Por qué no puede tomar en serio el mandamiento o la súplica del no-matar, así como no pueden tomar en serio, “políticamente”, el amor, la creación, el solo pensar? Cuando digo “en serio” quiero decir dos cosas: 1) que no se trata de algo utópico, 2) que se trata de una forma de vida posible ya, de usted, Jinkis, y de Grüner y de Ritvo y mía, y no de algo para las calendas griegas de las generaciones futuras que suenan a fantasías protectoras: vivimos como buenos burgueses pero soñamos y deseamos (¿?) una sociedad justa, libre, etc., y a esto lo consideramos “ética” o “política”. Usted me dirá: ¡retórica! ¡utopía! Y bueno, es precisamente de esto de lo que estamos discutiendo, de nuestras propias formas de vida y no de nuestras respectivas erudiciones filosóficas, sociológicas, literarias, psicoanalíticas.
– Para entender (pero no se trata de entender sino de algo del orden de las pasiones) que cuando me refiero al Pupi diciendo que sentí su muerte, en el instante en que la narraba Jouve, “como si fuera la de mi hijo”, tendría que aceptar aunque fuera de manera hipotética lo que se llama mística. Pero seguramente usted dirá: “seamos serios (¡siempre la seriedad retórica de la “ciencia”!) y dejémonos de misticismos e incomprensibilidades”. Claro, desde un punto de vista común y cotidiano el Pupi no fue ni es mi hijo; pero a partir de este reconocimiento extremadamente banal comienza lo que para mí es el verdadero problema, que es trascendental (¡por Dios, no vaya a leer trascendente). Allí es donde se plantea el “yo soy todos los hombres” (luego: yo-no-soy-yo, porque deja de haber Yo). Allí es donde el Pupi entra en mí de una manera devastadora, como “hijo del hombre”, y donde yo soy su padre y su hijo, porque precisamente no hay padre ni hijo sino, para usar una conmovedora frase de Hegel, “la inmanencia absoluta de la trascendencia absoluta”. ¿No recuerda además el “sí, yo fui mi padre y mi hijo” de Beckett (ya que usted lo trae a colación con otra cita sin ton ni son), y el “no tengo padre ni madre” de Artaud (una obviedad, por supuesto, ¿pero por qué suena como un trueno en el silencio anunciando o enunciando…¿qué?)? ¿o el “No tengo mi hijo, soy mi hijo” de Totalidad e infinito? ¿Pero cómo va a aceptar esto que digo si no acepta que existe “una responsabilidad sin sentido”, sin concepto y sin logos o discurso, y si está identificado con el logos en una situación de Amo “lógico” y “científico”?
– De paso (y el “como de paso” es casi un “método hermenéutico” en usted, pero también en Ritvo y Grüner) critica el “amarás al prójimo como a ti mismo” desentendiéndose de la problemática que el mandamiento implica, ya que, al menos en parte, la exégesis filosófico-teológica judía y cristiana interpreta que el amor al prójimo es el sí mismo, con lo cual el sí mismo desaparece en el amor que lo constituye, en caso contrario la Biblia estaría poniendo el Yo, el “sí”, en el vértice de las potencias, lo que es absurdo. El sí-mismo es el todo-mundo y no una mónada solipsista. El sí-mismo aislado y expansivo, sobre los otros y sobre el mundo, es precisamente la raíz de lo que llamamos “mal”; ponerse uno-individuo como ajeno es la posibilidad del dominio y la explotación. El “sí” es amor al prójimo, esto debe entenderse como que no hay “sí”, por lo cual el amor es distancia, en tanto amor al más-allá-de-sí: el amor como más que ser, o fuerza de resistencia (a este mundo) y contestación (de este mundo); “amor a lo lejano” en lo próximo como prójimo. El prójimo-y-lejano es lo infinito del sí como amor. O algo así…
– Por supuesto que no es lo mismo matar a “sangre fría” que matar en defensa de un hijo… Pero, en éste caso, ¿cómo sabe de antemano lo que va a hacer si “uno” es libre? Seguramente usted y yo mataríamos en defensa propia o de un hijo, pero reconociendo que siempre en estos ejemplos se interpone la insondable libertad que solo se resuelve en el acto. Además el ejemplo no es pertinente ya que se mantiene de nuevo en el plano empírico. El acto mediante el cual yo mato es sin medida común o es inconmensurable con el principio que establece no matar. Este principio como tal principio es la posibilidad misma de mi existencia como ser humano. Dice Levinas que el “‘No matarás’ es la primer palabra del rostro […] hay en la aparición del rostro un mandamiento” (digamos, inaccesible). Pero puede estar de más, si a usted jamás se le planteó, lo que es excusable, el problema del rostro como pre-ontológico y como manifestación o gracia.
– Respecto a su pregunta sobre si yo no me convertiría en un asesino por interpósita persona al dejar que maten a mi hijo, le diré, repito, que yo creo que mataría a quien viene a matar a mi hijo, pero agregando que esencialmente esto no demuestra nada. Y respecto al relato bíblico de Abraham y de Isaac debo decirle que éste indica el momento en que se detiene el filicidio, pero incluso va más allá y establece que de ninguna manera se puede matar. Dios, repito, le dice a Abraham: no mates ni siquiera porque yo te lo ordeno (el mandamiento o principio está incluso por sobre Dios mismo o es Dios mismo, como sugiere Kant). Se produce así una subversión absoluta que toda exégesis debe tomar en cuenta. Pero esto ya nos alejaría de nuestra discusión. Quiero, sin embargo, agregar que para mí lo que llamamos “hombre” es manifestación-de-mundo y no un animal-racional (o es racional en un sentido distinto a lo que comúnmente se entiende por racional), carnicero o no de acuerdo a las circunstancias. Este hecho-de-mundo no es histórico, es mundo como ahí de sí mismo. Al respecto la primera parte de mi libro Exceso y donación está dedicada a este problema, pero no me hago ilusiones de que usted pueda interesarse por el tema del exceso y mucho menos por el tema del don.
– El párrafo de su artículo que comienza “Digamos sí que el llamado de del Barco…” es una verdadera síntesis de lo que considero su incomprensión: yo no entiendo “supresión de sí” como suicidio sino como exceso, como más del yo o como estado extático del más-allá-del-hombre (la famosa “revelación” nietzscheana). Sólo así podría haber perdón, en un fuera del tiempo, ya que en el tiempo no puede haber perdón al ser imposible retroceder hasta el acto mismo, y sin el acto el perdón pierde su sentido, es un acto empírico-formal que destruye precisamente la posibilidad del perdón. Por lo tanto no se trata de un “renovado deseo asesino”: suprimirse a sí mismo quiere decir ir más allá de sí y no suicidarse, como usted me hace decir. Pero para ser sincero no me disgusta su idea, me recuerda a Morton Feldman diciéndole muy bajito a Cage “déjame darte el pésame por tu persona”. (Respecto a que este deseo mío de suicidarme o de asesinarme esté “enredado” con eros, en realidad no sé a cuento de qué viene, pero si fuese así ¿qué? ¿qué quiere decir? ¿qué pasaría?). Respecto a su sentimiento de “alegría” provocada por el reconocimiento de que “el mal no es un principio absoluto”, habría que volver a la idea de “mal” en Kant, a la idea de “mal radical” (en las raíces, en la conformación) e incluso a ese extremo, frente al que incluso Kant retrocedió, del “mal formal”. Todo esto, por supuesto, entrelazado íntimamente con la idea incomprensible de la libertad. Me parece que es necesario detenerse en Kant para profundizar en estos temas. El “mal”, en resumen, no sería para Kant un principio absoluto sino, podríamos decir, el desfallecimiento de una libertad empírica.
– Luego usted sostiene que a partir de mi gran Decepción “me retiro –platónicamente- de la ciudad”. Después de lo que vengo diciendo sólo me cabe preguntarle en un tono muy bajito: ¿cómo lo sabe? ¿cómo sabe además que Platón abandonó la política? ¿y su desgraciado intento por ayudar a Dionisio en su gobierno? ¿y La república o El político no le dicen nada? ¿No abandonar la “política” significa para usted seguir sentado en su sillón? Según usted yo abandono “la crítica política (que debiera ser severísima)”; ¿debiera? ¿abandono? Usted no sabe nada de mi vida para semejante ataque verbal. Pero tiene, al menos, esa carta mía a La intemperie, la cual pese a que usted la considera totalmente “abstracta” y apartada de la política lo ha motivado, a usted y a sus amigos, tan “políticamente”… ¿En qué quedamos, mi carta es a-política o política? Por otra parte, desde hace por lo menos 30 años (¡!) que critico a esa izquierda, ¡y usted me acusa de no hacerlo! ¡Por favor! ¿Y usted qué hace respecto o en eso que llama política? Además me acusa de “transferencia de culpabilidad”: ¿transferencia con usted, con el mundo o con todos? Y, sí, verdaderamente “colectivizo la culpabilidad”, pero en un sentido que usted no se imagina. ¿Se acuerda de los Demonios de Dostoiewski, de Los justos de Camus, de Primo Levi sosteniendo la sospecha “de que todos somos el Caín de nuestros hermanos, de que cada uno de nosotros (y esta vez digo ‘nosotros’ en un sentido muy amplio, incluso universal) haya suplantado a su prójimo y viva en lugar de él”? ¿el terrible descubrimiento de los campos no fue así semejante al apotegma nietzscheano? Es por ahí, me parece, entre tantos otros posibles itinerarios no teóricos y también teóricos, incluida sin duda alguna la Biblia, por donde tal vez se debiera comenzar a pensar el problema. Pero, ¡qué vamos a hacerle! Usted quiere no tener culpa, quiere seguir viviendo tranquila, inocentemente…
– Usted dice que “mi protesta de inocencia” “borra –de manera ‘cómplice’- la identidad personal, política… de las víctimas”, y agrega que yo “abro la puerta a la distinción entre víctimas inocentes y culpables” y que esta distinción “es un triunfo enemigo”: si las víctimas resisten –me hace decir- se vuelven “responsables de la acción enemiga”. Esto es absurdo. Lo que en realidad yo digo es (a) que se trata de dos órdenes distintos que usted en ningún momento toma en cuenta, (b) que las llamadas “víctimas” no eran, en un orden empírico, “inocentes”, pues ellas también (¡ay!) mataban y se preparaban (con todo lo que este término implica de algo tremendo) para matar. Pero este es un reconocimiento de los hechos y no una retórica tendiente a hacer de todos lo mismo. Lo digo in extremis: si nos invaden, como si quieren matarnos, nos defendemos a muerte, y, sin embargo, el principio o mandamiento se mantiene fuera de la contienda con su exigencia de no matar. Digo, además, que el fin no justifica los medios. Digo que todo hombre es sagrado, entre otras cosas porque no tiene referencia de sentido con nada ni con nadie. Las víctimas eran víctimas pero eran responsables de sus actos, y sus actos eran potencial y realmente de muerte, y con esto no quiero decir que se los debía matar e infinitamente menos ¡por Dios! torturar. Repito, las víctimas eran y no eran inocentes, y sostengo que esto me produce un intenso dolor. Pero ¿qué quiere usted que haga? Yo sólo puedo hablar por mí y no por usted ni por nadie; cada uno se las arregla como puede, pero, por favor, no me haga decir constantemente lo que no digo. Por ejemplo hacerme decir que yo “acepto la separación sin retorno entre ética y política…”. Creo que desde que abandoné la “inocencia” vengo sosteniendo lo contrario. Y de lo que otros me acusan, en relación con mi carta a La intemperie, es precisamente de que yo confundo la política con la ética. Lo contrario exactamente de lo que usted dice.
– Luego viene la distinción entre el saber y el saber que creemos saber pero que en realidad no sabemos, ¡claro! Y sin embargo, agregaría yo, hay algo, aunque sea un poquito, que sí sabemos, por ejemplo que al Pupi, como a decenas de millones, lo asesinaron, aunque no sepamos de sus inconscientes, ni hayamos experimentado sus muertes… Pero ¡qué descubrimiento! El Saber dice que ignoramos lo que es saber. No estaría mal si siguiera en esta dirección, pero de inmediato dice que “debemos saber” “defendernos” (¿de quién? ¿de mí, en este caso?). “Hay que construir la posibilidad de saber” (¿del saber o del Saber? Y una vez que logra tener este Saber ¿cómo se lo saca de encima?). Por cierto que si uno no es el otro no podrá “entender” lo que le pasa a ese otro (¡qué buen silogismo!): para entender hay que ser el otro. Estamos por fin en el comienzo, con ciertas resonancias rimbaudianas que de prestarles su debida atención nos llevarían a reincidir en las paradojas. Si uno no es el otro (¿y si lo fuera?) no puede tener las experiencias que tiene el otro, ¡chocolate por la noticia! Pero en realidad el problema es ser-otro, o “despertarse violín”. Pero hay casos en que la madera sólo quiere seguir siendo madera.
– ¡A qué confusión lo conduce una escritura que por querer ser “profunda” se vuelve vacía! Basta leer la frase que comienza diciendo “No insistiremos en que la posibilidad de saber (Saber en el que usted está instalado) no puede ahorrarse la crítica política”, y que “la elección de la ética” (pero ¿qué entiende usted por ética? ¿acaso la proximidad del dios?) “es un efecto de obediencia al terror”; ¿por qué? ¿qué quiere decir “obediencia al terror”? ¿la no-obediencia implicaría un terror mayor, tipo Trotsky, en un alejamiento de la “política” cada vez más terrorífico? ¿Obediencia al terror porque así, en el abandono de su idea de la política, el terror sale ganando? Lo que usted plantea tal vez sin darse cuenta, al criticar precisamente lo contrario de lo que yo digo, es una relación simétrica de dos terrores enfrentados en el mismo espacio “político” del Sistema.
– Finalmente, en el último párrafo, dice usted algo cierto, pero ajeno a la carta que está cuestionando. Dice que yo intento la construcción de una “teología” atea, a lo Wittgenstein. Pero hay que tener cuidado con el uso de la palabra “teología” y “atea”, porque el lo que yo trato de decir no tiene nada que ver con el Dios de la metafísica, y, en consecuencia, de la teología. Más bien se trata de un más que teísmo o ateísmo, de una vacilación o una inexistencia sin fundamento. A esto traté de decirlo en Exceso y donación, sin lograrlo, porque no pertenece al orden del decir sino, más bien, al des-orden de la poesía, de la mística o del amor, como puros estados abiertos: por eso nunca encontraremos un punto, todo lo críptico que se quiera, que los sostenga ya sea en un sentido, en un sujeto o una sustancia.
– Jinkis: no creo en ninguna teleología salvífica, diga lo que diga Heidegger al respecto; afirmo, por el contrario, el aquí-y-ahora. En este/ahora/hay se da un más incomprensible por absoluto –no sé cómo decirlo-. Al término “salvación”, que tomo de la entrevista con Gelman, me parece que tendría que entenderlo en su acepción vulgar, quiere decir: algo así como poner en claro nuestra historia y, esencialmente, nuestra responsabilidad. No tiene, al menos en este punto, el significado trascendental-religioso de “salvación” que usted le atribuye.
– En cuanto a su epígrafe kafkiano le diré que no existe, al menos para mí, un “verdadero camino”, o más bien yo creo que no hay camino previo al andar que es el que hace camino, o que llamamos “camino” a ese andar inmóvil, como “la flecha que vuela inmóvil” a la que me referí en El abandono de las palabras. Además ese camino es en la tierra, o es la tierra, sí, ¿pero qué es la tierra sino, precisamente, ese camino?
– Yo digo que la verdad (pero ¿qué es la verdad sino epifanía y manifestación?) es salvación en el sentido de lo abierto del aquí-ahora sin tiempo. En realidad no hay “salvación” si pensamos en un salvarse empírico, porque no hay nada ni nadie que salve, no hay nada ni nadie a quien salvar, ni, finalmente, ninguna cosa de la cual haya que salvar, lo que es es, y aquí termina el relato de la salvación y comienza otro que podría llamar, despojado de connotaciones metafísicas, el de la presencia.
– Respecto a Gelman: en realidad usted confunde lo que dice Gelman con lo que digo yo, que es lo opuesto. Yo me dirijo a lo que afirma Gelman y le pido que sea consecuente y que diga la verdad, la verdad pedestre y sangrienta de su militancia. Pero lo digo porque él lo afirmó antes como una necesidad; por eso se lo pido a él y a nadie más. Cada cual dice y carga con lo que puede de su propia vida.
-En el texto al que se refiere la nota 5 de su artículo usted me acusa de “hacer protesta de inocencia”, mientras que en todo el artículo me acusa de declararme culpable y de querer arrastrar a todos a esa culpa. En realidad se trata de una divagación suya. Cuando usted dice que al diferente que no acepta la diferencia no “ hay que aceptarlo”, ¿qué quiere decir? ¿hay que matarlo? El “no aceptarlo” es demasiado amplio, y por allí puede colarse el terror carnicero de la muerte. Pueden colarse Lenin, Trotsky, Stalin, el Che Guevara, Firmenich, Santucho, etc. Esto es lo que usted no quiere aceptar: que hay un respeto digamos ontológico (o religioso o como quiera), y que a su vez hay, como su opuesto, una acción mortífera que no respeta al que no respeta. En un sentido Hitler, desgraciadamente, aunque no le guste, es como usted y como yo, un ser-habla, o una criatura, o alguien semejante a Dios. Y en otro sentido, también desgraciadamente (estoy pensando, por supuesto, en el texto de Borges), es real-sensible, un real sensible al que seguramente de ser posible lo hubiésemos matado. El problema del “respeto” (problema kantiano si los hay) es, me atrevo a sugerírselo, más complicado de lo que usted cree.
– En cuanto a la nota 6 de su artículo: quiero decirle que si bien Levinas se defiende solo, no creo posible sostener que él plantee “un principio que trasciende la experiencia”. En todo caso la mirada, el rostro, son experiencias fundamentales a las que él les da una significación ontológica (e, incluso, yo aventuraría, teológica). La ética, por otra parte, no “deja” a la política sino que es el prius y la culminación de la “política” entendida, ya lo dije, como la realización de la apertura trascendental de lo abierto que se abre en la constitución del hombre-sin-hombre o como más-que-hombre.
Comentario al artículo de Juan Ritvo
– Al principio dice que “hay un mérito en la carta de del Barco”… pero se olvida de decir cuál es ese mérito, y esto me resulta un poco, ¿cómo diría?, sintomático.
– Afirma seguidamente que “estamos acostumbrados (¿quiénes? ¿los argentinos? ¿los hombres en general?) a ocultar nuestras faltas tras las notorias y escandalosas faltas de los otros” (¿será acaso mi “mérito” haber hecho pública mi falta?). Luego da algunos ejemplos: las madres de los muertos en Cromañón acusan al gobierno y no se culpan también ellas; los empresarios y políticos populistas o de derecha acusan al gobierno de no tener un plan económico y ellos nunca lo tuvieron; los que se conmueven con los discursos de Castro no vivirían ni un minuto en la Isla… etc. Ahora bien, según usted yo hago lo mismo. ¿Por qué? Porque “mediante un acto de contrición” quedo “encerrado en el mismo círculo” de aquello de lo cual me arrepiento. De esta manera pasé de un “fundamentalismo” marxista (fundamentalismo a causa de su “teleología” -me pregunto qué pensará Grüner de esta afirmación tan grave -porque no se trata una pequeñez- que lo contradice explícitamente-) a un fundamentalismo de la auto-punición. Digámoslo de otra manera: si alguien predicara el bien en lugar del mal se ubicaría en el mismo círculo de valores pues de hecho reconocería la existencia del mal, ya que sin mal no puede haber bien.
Este es un “argumento” válido en determinados niveles de abstracción, pero que si se generaliza se vuelve absurdo: una maestra, por ejemplo, no podría decirle a un chico que no grite porque al decírselo lo confirma en su acto de gritar… y si yo critico al partido comunista en realidad lo estaría afirmando pues lo reconocería en su existencia, etc. ¡Es muy simple! Llevado a su extremo ninguno de mis críticos podría criticarme porque al hacerlo confirmarían mi carta, o al menos la problemática donde esa carta se inscribe.
– Respecto a mi fundamentalismo marxista-teleológico me gustaría recordarle que hace ya muchos años escribí dos libros sobre Marx, Esencia y apariencia en El Capital de Marx y El ‘otro’ Marx, donde expongo crítica-analíticamente el pensamiento “filosófico” de Marx, como para que usted me achaque sus propios fantasmas: este tema no puede conocerse por ciencia infusa, quiero decir sin estudiarlo, como a cualquier otra “ciencia” (suponiendo que se trate de una “ciencia”).
– Además, ¿por qué mi “arrepentimiento”, o mi “autopunición”, que es arrepentimiento por considerarme responsable de la muerte del Pupi, sería un fundamentalismo? Yo reconozco mi culpabilidad en la muerte del Pupi, pero no entiendo qué lo puede llevar a usted a sostener que este reconocimiento y arrepentimiento constituye un “fundamentalismo”. En ningún momento he pretendido convertir mis pasiones, estados de ánimo o conocimientos, en una norma, en un “fundamento” y mucho menos en un deber ser universalizable. Usted confunde un reconocimiento o, en última instancia, un ruego, con un mandamiento.
– Usted está mal informado. En ninguno de mis escrito, curso, charla o actividad específicamente “políticas”, he sostenido que “la demanda puede ser satisfecha” o que “el discurso y el absoluto pueden reunirse”. En todo caso he dicho exactamente lo contrario: la necesidad de abandonar el discurso, las palabras (no por casualidad uno de mis libros se titula El abandono de las palabras, otro La intemperie sin fin y el último Exceso y donación). No creo ni pienso de ninguna manera que sea posible esa “reunión” agotadora que en filosofía fue expuesta fundamentalmente por Hegel, pienso sí, en la imposibilidad de un fundamento, ya se trate de Dios, del ser o de la Razón. Pero este hacerme decir lo que no digo, o lo que usted fantasea que digo, muestra la diferencia de espacios de pensamiento en que nos situamos.
– El tema de las “reversiones” le parece un descubrimiento (perdóneme, pero es como descubrir América) útil para acusarme de “revertir” las cosas. Pero yo no digo que los crímenes de la dictadura sean “recíprocos” con los “nuestros”, entiéndase, con los de los “revolucionarios” o guerrilleros, sino que digo que los “nuestros” también son crímenes, lo cual es distinto. Digo simple y directamente que son crímenes, y que, en consecuencia, es tan criminal matar un estudiante como matar un policía. ¿A qué “reversión” se refiere entonces? Por supuesto que aunque a usted lo escandalice yo sostengo “que no se puede admitir matar a los hijos de los otros y suspender ese principio cuando se trata de los propios”. ¿O usted piensa que sí se puede matar a los hijos de los otros? ¿Pero acaso uno no es también el otro de otro? ¿De qué “inversión” está hablando?
– Luego afirma que es ingenuo otorgarle “calidad explicativa al crimen” (los millones de muertos-asesinados en la llamada Unión Soviética no servirían para explicar su intempestivo derrumbe, y esto, por supuesto, es posible). Y a renglón seguido agrega que “los feroces crímenes” del Imperio Británico “socavaron” (y matiza agregando que fue “muy tardíamente”, como si el hecho de que fuera tardíamente le quitara su valor al hecho de socavar) “las bases imperiales”. ¿En qué quedamos? ¿Los “feroces crímenes” socavaron o no al Imperio? Después de todo yo me preguntaba si los millones de asesinatos y el terror instaurado en las mal llamadas repúblicas socialistas no habrán también “socavado” a esos regímenes que se derrumbaron sin que el “imperialismo” tuviera que disparar un solo tiro. Usted tiene todo el derecho a pensar que no, pero no tiene el derecho de descalificar mi pensamiento por afirmar casi lo mismo que usted dice, sin considerarse ingenuo, respecto al Imperio Británico.
– Después dice que yo “reduzco la política a la familiaridad”. ¿Por qué? ¿Porque sentí o imaginé que ese chico llamado Pupi podía haber sido mi hijo? ¡No exagere, Ritvo! Su descalificación de la familiaridad es un poco apresurada; basta con pensar que las dos grandes mitologías de occidente (la judía y la griega) están estructuradas alrededor de filiaciones.
Recuerdo ahora algo que dice Levinas y que viene a propósito: “La filialidad es aún más misteriosa: es una relación con otro en la que otro es radicalmente otro, y donde, sin embargo, él es, en cierta medida, yo” (quiero señalar sólo un problema, no darle solución, porque seguramente no la tiene y queda no obstante como sólo interrogación no descartable, al menos tan fácilmente). En cuanto al extremo dolor y rabia que puede producir la muerte de un hijo y su conversión en “política”, eso depende de lo que entendamos por “política”. Las madres de Plaza de Mayo, e incluso la reacción-Blumberg (aunque este nombre le suene mal), pueden ser casos paradigmáticos de acciones que no se dejan atrapar por la “política” de los Partidos e inauguran un tipo de política no-política. En este sentido el “no matar” va más allá, en sus consecuencias sociales, que la “política”. ¿No le parece?
– La continuación del artículo plantea un tema bíblico, y me sorprende que usted, tan minucioso, trate como de paso y considere como resueltos problemas que están en discusión en la exégesis bíblica. Dice que “el ‘no matarás’ es tan tribal como la ley del talión”. Primero, quiero decirle que el “no matarás” es un mandamiento que se refiere a lo universal y que excede lo tribal: en el Talmud de Jerusalén, Sanedrín, 4, 22ª, está escrito que “Quien salva una vida es como si salvara a toda la humanidad”; en el Talmud de Babilonia, Pirquei Avot, I, 12, el Rabí Hillel estableció como principio el “Ama a la humanidad” y agregó “No le hagas al prójimo lo que no desearíais que te hagan a ti, esto es toda la Torá, el resto son meros comentarios”; idem, Shabat, 31ª. En el Levítico, c. 19, 18 y 34, se dice que se debe amar al prójimo y al extranjero “como a ti mismo”; y Jesús sostiene que se debe amar incluso, o ante todo, “al enemigo”. Lejos pues de ser sólo judío (tribal, como usted dice) el principio del “no matar” se encuentra en todas las grandes religiones: judaísmo, cristianismo, islamismo, budismo, y, además, en gran parte de las jurisprudencias universales. Respecto a la Ley del Talión, usted ve una contradicción entre el “no matarás” y el “ojo por ojo y diente por diente”, cuando de lo que se trata es de dos espacios distintos de validez: la “ley del talión” pertenece a la juridicidad (“El ‘ojo por ojo’ no es un principio moral sino ‘un principio jurídico para uso exclusivo de los jueces’”); pero incluso más, porque su finalidad última es detener la venganza y establecer un orden legal, vale decir todo lo contrario de lo que usted afirma. En cuanto al “ama a tu prójimo como a ti mismo”, ya me referí a él en mis observaciones al artículo de Jinkis, pero quiero repetirme: el sí-mismo, o la intimidad última del “yo”, es lo mismo que llamamos amora
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 09 | 05 | 2009
hora: 9:38 am
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Elogio de Oscar del Barco y un texto del filosofo argentino, por Oscar Portela
Estimado Arturo Larrabure: la verdad estuvo siempre frente a nuestros ojos y no la sacó a luz Vigo Leguizamón sino un filosofo que se enfrentó personalmente a Menendez y que treinta años después, realizó el más profundo, hondo, descarnado autoanalisis de su apoyo a la acción violenta considerándose culpable – tanto como los milicos que se propasaron y que sabemos así fué – , despertando en todos sus ex compañeros de ruta, odio y repulsa, incluso en pensadores que no conocieron de cerca este derrotero: lamento decirte todo esto pero existe en nuestro pais – y eso lo llevó a la ruina – , una lamentable indiferencia hacia la tarea del intelectual, como si no hubiesen sido estos los que movieron todas las grandes y a veces tristes revoluciones del mundo: no importa.
Vigo pasará a la historia de los descubridores y reivindicadores de la historia paralela:
Oscar del Barco en la opacidad de su silencio pasará a la historia del pensamiento aún para los que no estén de acuerdo con el…., pero nadie, absolutamente nadie me discutirá que ya en su memorial, – en esa gesta de pensamiento y acción que es su obra- estaba todo dicho, y que su valentía para hacerlo no tuvo absolutamente nadie – no perdonarese- y mostrar aquella tragedia como no la mostro nadie.
Dale mis felicitaciones a Vigo y a vos mi apoyo de siempre: aquí te envió unas letras de un hombre que vive solitario en Córdoba, pero que es publicado por la fundación Heidegger, algo que no les sucede a los otros pènsadores Argentinos.
Lo siento por mi país: Oscar Portela…
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…»del Barco – el filosofo latinoamericano más lúcido de nuestra época – termina su polemica sobre una ética más allá de la ética en esta contestación al pensador León Rozitchner»: Oscar Portela
Observaciones al artículo de León Rozitchner, “Primero hay que saber vivir…”,
por Oscar del Barco
I
Comienzo con las primeras cuatro palabras del título del artículo de Rozichtner: primero hay que saber… sí, hay que saber… de quién se habla y de qué se habla, en consecuencia no se le debe inventar al otro una vida que no es la suya ni atribuirle ideas que nunca tuvo para así facilitarse la tarea descalificadora…
Es extraño: Rozichtner comienza dirigiéndose a mí y luego, repentinamente, habla de “ellos”.
Este paso al “ellos” introduce una confusión respecto a quienes son el objeto de sus críticas. Me supongo que en el “ellos” lo incluye a Pancho Aricó, a Schmucler, a Kiczkowsky, a Portantiero, a todos los que participaron en la revista Pasado y Presente y, además, a esa indeterminada “izquierda sin sujeto” a la que con ligereza menciona constantemente.
Con el “ellos” oculta el hecho de que cada uno de nosotros siguió su propio camino y que ya no podemos ser incluidos en ese amorfo “ellos” que nos unifica y al mismo tiempo nos ignora.
Rozichtner ignora que yo no participé en la segunda época de Pasado y presente, la que apareció en Buenos Aires con una nueva dirección y con objetivos políticos distintos a los de su primera época…
Ignora que el pequeño grupo que sacó Pasado y Presente en la primera época se había disuelto y que ya no volvería a existir como tal grupo…
Ignora que Aricó se fue a vivir a Buenos Aires y que junto con Portantiero dirigieron la revista en su “nueva época”; que Schmucler se incorporó a la juventud peronista; que Kiczkowsky, luego de estar detenido un año en Salta con los guerrilleros del “ejército guerrillero del pueblo”, siguió trabajando en Córdoba; y que yo seguí con mi militancia política y mis estudios también en Córdoba…
Ignora que en México yo no integré el Grupo de discusión socialista y que sólo asistí a una reunión porque me invitaron a discutir mi libro sobre Lenin…
Ignora que yo no firmé ninguna declaración adhiriendo a la guerra de las Malvinas…
Ignora que cuando volvimos a la Argentina ni yo, ni Schmucler, ni Kiczkowsy, integramos el “Club de Cultura Socialista”, ni participamos en la revista “La ciudad futura” (y debo decir que no participé de hecho y no por diferencias ideológico-políticas, pues en general compartía las posiciones de ese grupo “socialdemócrata”, “progresista” o como se lo quiera llamar).
Y si bien nadie tiene por qué conocer nuestras particulares historias personales, sí tiene la obligación ética de conocerlas el que se ponga a hablar sobre las mismas. Me atrevería a decir que es una cuestión elemental del oficio de un “crítico” de la política, de la filosofía, de la historia o de lo que sea…
II
Rozitchner critica mi “intelectualismo” ignorando no sólo mi militancia política sino también los textos en que critiqué el “intelectualismo” de Lenin, de Althusser, de Colletti, de Paramio y Reverte (con estos últimos polemicé sobre el intelectualismo en la revista española “El viejo topo”).
Los libros a los que me refiero y que Rozitchner ignora son Esencia y apariencia en ‘El Capital’ de Marx, El ‘otro’ Marx y Esbozo de una crítica de la teoría y la práctica leninista. En todos ellos critico extensamente el “intelectualismo” que graciosamente él me atribuye.
En el último de los libros citados denuncié no sólo el intelectualismo de Lenin sino también su participación directa (junto con Stalin y Trotski, -éste en Terrorismo y estado explicó cómo ser un buen “terrorista”-) en la instauración de un régimen de provocaciones y asesinatos destinados a someter a la población rusa y a exterminar a la oposición populista, menchevique y “pequeño burguesa”, calificándolos a todos bajo el rubro de kulaks, “bichos”, “enemigos de clase”, etc.
Rozitchner ignora tanto mis libros como mi militancia política.
Debo pensar que se trata de un “método” polémico consistente en ignorar lo que se critica o simplemente en dar vueltas las cartas sobre la mesa haciéndole decir al otro lo que no dice y hacer lo que precisamente no hace…
III
En su artículo me hace aparecer como opuesto a “toda” violencia, ignorando que yo hablo de muerte, de asesinato, de violencia asesina, y no de violencia en general.
Rozichtner distingue entre violencia-asesina y resistencia, y mediante un malabarismo mal intencionado convierte mi oposición a la violencia-asesina en una oposición absurda a toda resistencia. Se trata por supuesto de una artimaña para confundir a los lectores.
En varios de mis escritos referidos a la “política” (y cualquiera, incluso Rozitchner, puede leerlos) planteo como esencialmente válida la resistencia de los pobres, de los explotados, de los enfermos, de los presos, de los perseguidos y discriminados, de los transexuales, de los artistas, de las mujeres, de los viejos, de todos los que de alguna manera luchan por una sociedad justa, equitativa y libre.
Por otra parte pienso que los seres humanos pueden oponerse a cualquier clase de violencia e incluso de contra-violencia, vale decir de llevar el pacifismo, en caso de ser necesario, hasta el martirio.
En la carta a “La Intemperie” yo atribuía al terror que se instauró en los llamados países “socialistas” o “comunistas” una responsabilidad fundamental en el fracaso de los ideales revolucionarios de nuestro siglo.
Al rechazar el “comunismo” los pueblos de esos países se resistieron a vivir en regímenes de dictaduras totalitarias.
Este fracaso (y digo “fracaso” porque esas dictaduras, mal llamadas “socialistas”, en lugar de crear el “reino de la libertad” crearon campos de explotación y exterminio) constituyó una de las tragedias de nuestro siglo, no sólo por los millones de muertos inocentes que causó sino también por la pérdida de los ideales revolucionarios que tuvo como consecuencia.
IV
Rozitchner me ataca comparándome de una manera arbitraria con Jouvé. Según él, Jouvé habría estado en el momento del asesinato del Pupi y se habría opuesto a su ejecución. En consecuencia -afirma- no fue culpable. Esta es una tergiversación de lo sucedido.
Es cierto que Jouvé en un primer momento se opuso, pero luego acató la orden de su Comandante… (Jouvé lo reconoce así en su entrevista) y por eso yo dije y lo sostengo que fue culpable (como lo soy yo, aunque más no sea de una manera “intelectual” o “imaginaria”, como me acusa Rozitchner peyorativamente).
Rozichtner piensa que yo debí plantear mis dudas durante el desarrollo de aquellos acontecimientos: ignora que yo le advertí a Massetti –por intermedio de Ciro Bustos, quien puede eventualmente testificarlo- mi resolución de cortar todo vínculo con el grupo guerrillero si mataban, en un nuevo asesinato, a Frontini (alias “el grillo”).
Posiblemente Rozitchner dirá: ¿cómo puedo yo saber eso? Yo le respondo: y si no lo sabe ¿por qué afirma algo que no sabe y que me implica moralmente?
V
Rozitchner construye una suerte de mito: un Jouvé valiente, revolucionario, encarcelado, puro (y seguramente lo es, pero estamos discutiendo de otra cosa y no de los valores éticos de Jouvé), y un del Barco medio loco que se responsabiliza de algo de lo cual nadie lo acusa.
Sin embargo Jouvé reconoció con todas las letras que “de alguna manera todos somos responsables”.
Rozichner también ignora esta frase que para nuestra discusión es una frase esencial.
Habría que analizar detenidamente la palabra “todos” utilizada por Jouvé (¿se refiere sólo a la guerrilla o a todos, incluido Rozitchner?) y la palabra “responsables”… Si aceptamos que “somos responsables” debemos consecuentemente aceptar que somos libres y entonces de nada vale recurrir a las “circunstancias” o a la “época” para tratar de explicar los actos cometidos.
Frente a estos problemas Rozitchner pasa olímpicamente de largo: ¿para qué analizar si desde hace años él ya tiene todo explicado mediante su esquema “marxista”-“psicoanalista” o como se lo quiera llamar?
Dice que “Jouvé no es culpable” porque la situación que enfrentó (vale decir la posibilidad de ser muerto) lo exime de culpa.
Pero precisamente de esto es de lo que estamos hablando, de situaciones extremas donde se arriesgaba la vida. No estamos hablando de psicología ni de sociología sino, aunque no le guste la expresión, de política y de ética, ¿o no se da cuenta?
Veamos los hechos: Jouvé acató las dos órdenes de muerte (porque participó en dos asesinatos, aunque Rozitchner, de acuerdo con su método manipulador, hable sólo de uno) y por eso fue, como lo fueron todos los demás, responsable y culpable (el propio Jouvé así lo reconoce).
La interpretación de Rozitchner apunta a contraponer a Jouvé con mi propia confesión de culpabilidad, a la que sin comprender trata de ridiculizar.
Respecto a mi posición, que Rozitchner considera “abstracta”, propia de un intelectual al margen de la “verdadera” acción, no puedo sino preguntarle: ¿cómo sabe que estaba al margen de la “acción” y que era “abstracta”? Pero además ¿qué quiere decir que una acción es “verdadera” o que es “abstracta”?
¿Sólo la militancia política es verdadera? ¿La creación cultural, el arte, la filosofía, la religión, la ciencia, no son verdaderas por ser “abstractas”?
Es como si yo, que no sé nada de él, me pusiera a hablar de su vida calificándola de “abstracta”, “profesoral” o lo que sea.
Tal vez si lee las “memorias” de Ciro Bustos (sería deseable que las leyera) se lleve una sorpresa, y a lo mejor tome conciencia de la irresponsabilidad que implica la fábula que ha construido sobre estos trágicos acontecimientos.
Pero ¿qué puedo decir yo, cómo defenderme, si de antemano Rozichtner me ubica “entre los que miran siempre sin riesgo, desde afuera”?
No obstante insisto: ¿cómo Rozitchner puede decir lo que dice si ignora todo respecto a mi participación en lo sucedido? ¡Claro que a él eso no le importa ya que le basta con una construcción ad hoc para la cual los hechos son accesorios!
VI
Candorosamente, Rozitchner sigue creyendo en la “revolución comunista” y en la “revolución cubana” (está de más decir que tiene todo el derecho a pensar de ellas lo que quiera… pero también yo tengo el derecho de pensar lo que quiera… ¿o por eso me incorporo a la fila de los “quebrados” o los “traidores”?).
En un texto apologético leído en Cuba en 1999, Rozichtner sostuvo que “Lo original de la revolución cubana consistió en el modelo de vida, de pensamiento y de obra que desde sus dirigentes se expandía, porque venía desde la gente e iba hacia la gente” (El ojo mocho, 18, p. 62), para terminar hablando, muy suelto de cuerpo, de lo que llama el “hombre nuevo” cubano. Parece un chiste.
¿Ignora el “caso” Padilla, el poeta al que le quitaron un premio concedido por la Casa de las Américas, lo pusieron preso, lo obligaron a firmar una declaración bochornosa de auto-inculpación y finalmente expulsaron del país (al respecto se puede consultar la revista “Confines” número 17, con un extenso dossier sobre este tema)?
¿Ignora el fusilamiento del “comandante” Ochoa por un presunto tráfico de drogas (¡un “Comandante de la Revolución” acusado de narcotraficante!)?
¿Ignora que hay gente que no puede salir de Cuba? ¿Ignora la persecución y el encierro de los homosexuales?
¿Ignora el control severo de las publicaciones y de todos los medios de expresión?
¿Ignora que desde hace 50 años Fidel Castro se mantiene en el poder y que ha designado como sucesor-heredero a su hermano Raúl? ¿Esta dictadura hereditaria, me pregunto, es lo que quiere para nuestro país?
Y si no lo ignora entonces ¿está de acuerdo? ¿Eso es lo que considera una revolución socialista? ¿Cree realmente que un dictador como Fidel Castro y que asesinos como Guevara y Masetti son “guerrilleros heroicos”?
VII
Pero Rozitchner no se limita a criticarme sino que aprovecha la ocasión para exponer su “filosofía de la historia”. Como “filósofo” y político su “Idea” fundamental es el descubrimiento del sujeto como “núcleo de verdad histórica” (algo olvidado por esa abstracta “intelectualidad de izquierda” a la que acusa de “izquierda-sin-sujeto”).
Para Rozitchner, “izquierda sin sujeto” quiere decir una izquierda sin obreros, sin campesinos, sin pequeños burgueses, vale decir sin “sujetos” que hagan la revolución. Mientras que izquierda con sujeto sería, por el contrario, la izquierda que supo encontrar y dirigir al “sujeto” revolucionario: por ejemplo al proletariado dirigido por el Partido “revolucionario” de Lenin; al campesinado de la “larga marcha” maoísta; alcampesino de la “revolución cubana”…
Rozitchner descubre el problema de un sujeto al que define perogrullezcamente como “núcleo de verdad histórica”. Por supuesto que sin sujeto no puede haber verdad de ningún tipo; y sin una clase, multitud o lo que sea, fundamentalmente interesada en la revolución, los revolucionarios no pueden hacer la revolución… ¡vaya con el descubrimiento!
Está claro que Rozitchner queda preso del juicio hipotético: si se dan tales o cuales condiciones objetivas y subjetivas entonces se producirán tales o cuales efectos, entre ellos la revolución. Por supuesto, si mañana lloviera oro todos seríamos ricos…
Pero después del fracaso de todas las experiencias que se autoproclamaron “revolucionarias” ¿todavía Rozitchner sigue pensando que esas llamadas “revoluciones” eran realmente revoluciones?
Y si no lo cree ¿cree entonces que sus fracasos se debieron sólo a deficiencias “abstractas” de la izquierda? ¿Cree que aún no se ha puesto el “cuerpo” suficientemente? ¿No piensa que eso que él llama “revolución” puede ser hoy algo de hecho imposible, entre otras cosas porque en el mundo ya casi nadie quiere esa revolución, llamémosla leninista, maoísta, fidelista, guevarista o como se quiera?
VIII
Rozitchner afirma de manera reiterada que existen dos tipos de violencia: una violencia reaccionaria, “instalada como sistema”, y una “contra violencia” revolucionaria, “radicalmente distinta de la otra”. ¡Qué simple y qué claro resulta todo a partir de este esquema!
Pero cualquiera que haya leído mi carta sabe que me refería a la violencia asesina ejercida por un grupo guerrillero sobre dos de sus miembros: en ese caso, le pregunto, ¿contra quién se ejercía la llamada “contra-violencia” si se trataba de dos muchachos indefensos y enfermos frente a un grupo de “revolucionarios” fuertemente armados?
Según Rozitchner la contra-violencia estaría, por principio, justificada. ¡De esta manera las dictaduras mal llamadas “socialistas” pudieron y pueden justificarse con sólo cambiar los nombres y en lugar de “dictadura” decir “contra-violencia”! ¡Un pase mágico que justifica el asesinato llamándolo contra-violencia!
El problema surge cuando la llamada “dirección revolucionaria” ejerce una violencia feroz contra el pueblo o contra lo que Rozichtner llama el “sujeto” revolucionario.
A la dictadura y a la violencia del mal llamado“socialismo real” se la podría eventualmente, y contra toda evidencia, llamar “contra-violencia”… pero por desgracia los millones de asesinados siguen siendo millones de asesinados, al margen del nombre que se le dé a la acción de sus asesinos…
Es obvio que si alguien ejerce violencia (familiar, fabril, educacional, hospitalaria, carcelaria, política o la que sea…) el que padece la violencia puede resistirse y de hecho infinidad de veces se ha resistido; y también es obvio que, de existir, la izquierda tendría que impulsar todas las formas de resistencia de los seres humanos contra toda suerte de violencia, de explotación y de opresión…
Pero lo que yo problematizaba era y es la muerte, quiero decir la violencia como muerte y no lo que Rozitchner llama, como si hubiese hecho otro gran descubrimiento, “contraviolencia”.
Rozitchner me pregunta -por supuesto que retóricamente- qué haría yo si alguien viniese a matarme.
Por empezar creo que me defendería, y además creo que podría llegar a matar al agresor defendiéndome (digo “creo” porque nunca se puede prever de manera absoluta lo que uno puede llegar a hacer con su libertad en circunstancias extremas).
Pero el hecho de que yo llegara a matar ¿qué demuestra? Sólo demuestra que yo en determinada situación puedo matar, como cualquiera por otra parte… Pero, agrego, y esto es fundamental, puedo también no matar.
Rozitchner dice, por el contrario, que hay hombres, él entre otros, que no pueden matar, que esencialmente no pueden matar.
Lo afirma en su trabajo “Violencia y contraviolencia” diciendo que él es “completamente incapaz de dar la muerte a otro ser humano”. Más allá del convencimiento esencialista de Rozitchner creo que ningún ser humano puede saber de antemano, de manera absoluta, qué haría en determinadas circunstancias (ante la tortura de un hijo, por ejemplo) pues como seres libres debemos cargar siempre con la terrible posibilidad de traicionar, de delatar o de matar.
Lo que no tiene en cuenta Rozitchner es que yo hablo de muerte y no de violencia en general o abstracta. En mis libros y en mi vida (ante todo mi vida universitaria) he planteado el derecho y la necesidad de resistir (y la resistencia conjuga en el mismo acto la libertad y la responsabilidad)la injusticia, la explotación y la depredación.
He planteado una contra-violencia, si se quiere usar esta expresión, no asesina. Esto es algo totalmente distinto a la pasividad absurda que me atribuye Rozitchner.
IX
Rozitchner dice que yo hablé “sin que nadie me lo pidiera”. La expresión es extraña y peligrosa en boca de un “revolucionario”; lo digo por las consecuencias que podría tener sobre la vida democrática de un país si fuera gobernado por “revolucionarios” con semejantes ideas…
Le pregunto ¿por qué alguien tiene que darme permiso para hablar? Y ¿quién es ese alguien que da permiso? ¿Y al que da permiso quién le dio permiso para dar permiso? Y ¿por qué tienen que permitirle a uno que hable para recién entonces poder hablar? Y finalmente ¿por qué uno no puede “gritar”?
El procedimiento planteado por Rozitchner me recuerda al de los jueces que condenaron a cinco años de cárcel a J. Brodsky -el poeta ruso que después fue premio Nóbel- preguntándole: ¿quién le ha dicho a usted que es poeta, quién lo ha nombrado poeta, por qué usted dice que es poeta? ¿Por qué habla?
¿Quién le ha pedido que hable?, etc….
A mí, en realidad, nadie me pidió que hable, en realidad hablé sin permiso, así no más, porque sí, porque a veces uno no pude hacer otra cosa que hablar…
En cuanto al grito, lo acepto como soledad casi absoluta, sin comunidad, algo vuelto al interior, hacia no sé dónde…
Pero, claro, su método es el “método” que aplican sus “revolucionarios” en Cuba, donde para hablar (se entiende: de política, religión, filosofía, arte, historia, cine, sociología, o de lo que se quiera que no concuerde con la “línea” del gobierno) hay que tener autorización del Partido, de las Organizaciones “populares”, de Raúl o de Fidel Castro…
Por esa causa no se llena el vacío de sujeto de la izquierda, porque, entre otras cosas, nadie quiere tener que pedirle permiso a los comisarios, a los jefes o caudillos, para poder hablar.
X
A Rozitchner le parece “inaudito” que después de 40 años (¿pero realmente cree que en estos problemas se trata de tiempo?) yo “condene a todos”.
Esto es falso, porque yo hablo de responsabilidad, y si alguien se siente “condenado” eso corre por su propia cuenta.
Lo que yo digo es muy simple: si alguien dice (como dice Gelman) que se debe decir la verdad, en consecuencia debe decir la verdad. Me parece que es una exigencia ética elemental.
Yo hablo de culpa respecto a los responsables de dos crímenes, y ante todo hablo de mi propia culpa en esos dos asesinatos y en aquellos que acepté, y hablo de la culpa de todos los que asesinaron y aceptaron o justificaron los asesinatos (¿o Rozitchner no lee sino que se limita a imaginar, a fabular o directamente a mentir?).
Rozitchner dice que yo “ofrezco como modelo” mi sentimiento de culpa (él dice, malévolamente, “mi operación”). Pero me pregunto y le pregunto: ¿de dónde saca semejante barbaridad?
Agrega, además, que esta “es una forma de eludir la realidad de su [mí] pasado en la intelectualidad de izquierda”. ¿Eludir mi pasado cuando lo que hago es tratar de exponerlo y de explicármelo?
En realidad lo que yo hago es asumir mi responsabilidad como un simple ser humano. Respecto a mi pasado todo lo que él puede decir es algo propio de su ignorancia e irresponsabilidad, y digo esto, repitiéndome, por la sencilla razón de que él, como lo he demostrado anteriormente, no conoce mi pasado.
Yo asumo mi responsabilidad por haber sido comunista y por haber apoyado al mal llamado comunismo ruso-soviético, por haber colaborado con el llamado “ejército guerrillero del pueblo” y por haber simpatizado con la Juventud Peronista-Montoneros. Pero en ningún momento me ofrezco como modelo de nada.
XI
Es evidente que Rozitchner está resentido con lo que llama “intelectualidad de izquierda”. La acusa porque no supo, siguiendo sus propias ideas, devenir la izquierda del sujeto histórico de la revolución (el proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía, los intelectuales) y por ser, en consecuencia, una “izquierda sin sujeto”, incapaz de hacer la revolución y caída finalmente en los extravíos guerrilleros.
También se deja llevar por su ímpetu generalizador y acusatorio diciendo, en su discurso a los cubanos, que las madres de plaza de mayo “desafiaron la cobardía colectiva allí donde toda la población había defeccionado…” (yo subrayo).
Me parece un sin sentido hablar de toda la población cuando en realidad hubo miles de mujeres y hombres que no “defeccionaron” sino que dieron o arriesgaron sus vidas en ese tiempo siniestro.
XII
Por último quiero señalar dos cosas:
La primera es su acusación respecto a que intencionalmente nosotros (los que integramos Pasado y
Presente y, seguramente, también la llamada izquierda-sin-sujeto) le ocultamos la verdad al pueblo respecto a la guerrilla.
No se le pasa por la cabeza que nosotros, como decenas de miles de otros argentinos, creíamos en lo que decíamos y en lo que hacíamos. Lo cual, por supuesto, de ninguna manera nos justifica.
En su artículo me acusa insistentemente: dice que “soslayo el debate”; que mi patetismo se debe a que sigo “escamoteando” el análisis; comentando una frase de Ricardo Forster, habla de una “complicidad acrítica… que ocultaba la ‘cuestión crucial’”; se refiere a un “pacto de silencio” para excluirlo a él y a otros (¿?) del diálogo; habla de “encubrimiento”; mi grito dice que “esconde” los dilemas de mi propio pasado; y que seguimos soslayando la reflexión filosófico-política, no permitiéndola; repite que yo soslayo la eficacia de la derecha; me acusa de los efectos producidos por ese “ocultamiento”; lo que pasó después de “ese hecho trágico” fue “ocultado” con todas las consecuencias que esto tuvo; habla de nuestro “ocultamiento de estos últimos veinte años”…etcétera….
Esta acusación de “ocultamiento” y pacto de silencio es una injuria de Rozitchner.
Lo que Rozitchner no puede comprender es que “ellos”, es decir “nosotros”, los que integramos el grupo originario de “Pasado y Presente”, más una parte de la izquierda (salvo él, por supuesto), nos equivocamos en nuestros planteamientos políticos.
Donde él ve un pacto destinado a ocultarle a los obreros y estudiantes la realidad de sus posibilidades revolucionarias, lo que en realidad existió fue un error de apreciación política (desgraciado y dramático, por cierto) fundado en un desconocimiento de la realidad socio-económica de nuestro país y en una concepción ideológica equivocada (ante todo leninista y guevarista) de la política.
Es cierto que yo y mis “amigos” nos equivocamos afiliándonos al partido comunista, nos equivocamos colaborando con el “ejército guerrillero del pueblo”, nos equivocamos con los montoneros… Es cierto que fueron equivocaciones graves y a veces trágicas, pero lo que es falso, lo que es una calumnia, es que fueran equivocaciones destinadas intencionalmente, mediante lo que él llama “pacto”, a impedirle a nuestro pueblo tomar conciencia de la realidad.
Los seres humanos somos responsables porque somos libres y en consecuencia podemos decidir. Esa libertad, esa responsabilidad y esa decisión, fundan lo que llamo culpabilidad.
Yo estuve en el partido comunista y como comunista apoyé a la Unión Soviética, y por lo tanto soy responsable de sus millones de asesinatos y torturas. Cuando la U.R.S.S. invadió Hungría yo, como dirigente estudiantil, apoyé la invasión que significó la muerte de miles de patriotas húngaros. Yo apoyé a China, a las llamadas democracias populares y a Cuba. Apoyé dictaduras totalitarias iguales o peores que el nazismo. También apoyé al “ejército guerrillero del pueblo” y la lucha de la Juventud Peronista y del movimiento armado “montonero”.
Todo eso es lo que siento como culpa. De esos crímenes hablo cuando hablo de culpa. Y sé que el sentimiento de culpa no me redime, que ni la ignorancia ni la “situación” (como sostienen algunos para salvar su buena conciencia) nos absuelven de nuestras responsabilidades. Sé que este hecho es un hecho irremediable.
Quienes pretenden explicar estos hechos recurriendo a la “situación” propia de esos tiempos no advierten que la “situación” nos abarca a todos, incluidos los Videla, los Menéndez. ¿O ellos no son también fruto de situaciones determinadas? ¿O acaso la “situación” funciona para unos y no para los otros?
XIII
Nuestros planteos políticos erróneos, y este es el punto central de mi discusión, no fueron producto de un “pacto de silencio” y de un “ocultamiento” -como afirma Rozichtner- sino de nuestra propia ideologización e ignorancia.
Luther King dijo que las grandes atrocidades de nuestra época “no fueron las fechorías de los malvados sino el silencio de las buenas personas”: silencio frente a la violencia de las instituciones, de las policías, de los ejércitos, de las escuelas, de los manicomios, de las iglesias, de las familias; silencio frente a las injusticias, frente a las desigualdades, frente a la maldad.
Desgraciadamente no puedo dejar de incluirme en este silencio miserable… (claro, él dirá que estoy gozando al victimizarme, pero ¡allá él con su psicoanálisis!)
Lo que descubrieron las víctimas de la shoa y de los gulags fue “la especie humana”, nuestra especie, a nosotros mismos como seres capaces, al menos potencialmente en cuanto somos seres libres, de hacer el mal.
Por otra parte estoy convencido de que cada uno tendría que asumir su responsabilidad y eventualmente su culpabilidad. No por el solo lamento, por la sola desesperación de un “alma bella”, sino como una forma-de-ser que tal vez nos abriría a “cualidades” fundamentales como son la mansedumbre, la piedad, el amor, la hospitalidad, la tolerancia y, aunque parezca un oxímoron, al poder de la no violencia…
En este sentido pienso positivamente en el judeo-cristianismo, aunque esto a Rozichtner le parezca un puro extravío, y también pienso en un posible más allá del judeo-cristianismo, aunque esto le parezca una desmesura.
A mi juicio el “no matar” se inscribe en la insistente necesidad humana de vivir libres de toda violencia.
Previo a lo maternal y a lo paternal el no matar sería el balbuceo de la vida que clama por el respeto absoluto de la Vida como absoluto. Creo que el llamado o la súplica del no matar es la vida misma y la posibilidad de la vida manifestándose y perseverando como vida.
Oscar del Barco
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Oscar del Barco no concede reportajes: vive austeramente y solitario en la ciudad de Córdoba: durante el proceso militar se exilio en Mexico donde fué profesor emérito de la Universidad de Puebla. Después de volber a la Argentina y publicar libros monumentales sorprendió a la izquierda argentina a la que estuvo unido si jamás intervenir en hechos de crímenes fácticos, con un mea culpa doloroso y desgarrador: su actitud no solo causó estupor sino ataques de todo tipo de sus ex-compañeros y algunos que nada sabían de su militancia. Nadie se enteró de todo esto que quedó reducido a una polémica entre universitarios.
En otro país las cosas hubiesen hubiesen tomado otro cariz: era un protagonista el que se confesaba tan responsable como los militares de la junta…, y sin embargo, los argentinos, mareados con el día a día dejaron pasar este documento fundamental para comprender nuestra historia más allá de las disputas jurídicas acerca de los derechos humanos.
Oscar Portela
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Oscar Portela
fecha: 18 | 05 | 2009
hora: 9:35 am
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MARGARITA STOLBIZER Y EL LATIGUILLO DE LA MATRIZ
POR OSCAR PORTELA
Las mujeres saben mucho de matrices: Stolbizer por ejemplo cuando repite como un latiguillo que Kirchner, De Narváez y Menem provienen de la misma matriz.
Evidentemente las diásporas de la Unión Cívica a partir del suicidio de Alem provienen todas – con las respectivas diferencias de la misma matriz incluyendo a Fernando de la Rua a quienes los Radicales exiliaron al país del doble olvido, como si no proviniese de la misma- ( el genesis) – o Alfonsín que hasta hace poco para Elisita Carrió “entregó la UCR” al las fracturas y el menemismo. ¡Ay de los ismos ¡
Lo que hace a las “diferencias Margarita vienen no de las matrices sino de las singularidades de las personas: obvio que existe uniformidad en el discurso de la Coalición Cívica que se yergue como el movimiento que fiscaliza los destinos de una imposible República : por ejemplo decir que Macri había entregado en PRO al peronismo marca la desmesura de su afirmación querida Margaretta de que De Narváez va a trabajar con Kirchner luego de esa imposible restauración que ustedes avizoran luego del 28 de junio del 2009.
Todo este discurso preparado para confundir aún mas a un electorado de “soberanos” con coronas de espinas está preparado para conseguir de los menos avisados unos votitos más. Triste Margaretta…..
Es recordar que Ricardo Alfonsín viene de la misma matriz de Raúl Alfonsín y recordar algo acerca de la traición del Cóndor, de la entrega de las patentes médicas a las multinacionales o haber cedido a las presiones internacionales para que Argentina no se suba al tren bala de los elegidos países que conforman el Club Atómico.
Pero no se puede dejar pasar lo que usted de mala – pésima fé – pretende presentar como un tesis: que Santucho y Perón eran una sola persona: en ese trágico momento -antes del 76 – el Chino Balbín salió a decirle a “gente” que el no tenía solución para…. Evitar un Golpe y sostener a la República.
Y estas afirmaciones suyas son proferidas en el año 2009. ¡Triste Margaretta ¡ ….
En verdad debería decir que el régimen K no vino a por lo que quedaba de la UCR sino por lo que Perón les había quitado.
El poder de convertir a la Nación en títere de otras estrategias fatales que nada tenían que ver con las políticas del Pentágono. Y luego de los denostados 90 vinieron ustedes
provenientes de la misma matriz y dejaron una Nación postrada y hoy – antes de erigirse en fiscales de la República y confundir al Peronismo con el Kirchnerismo – porque parece olvidar que Kirchner es también presidente del Partido para la Victoria – antes que recordar que durante esta ultima década nada hicieron en el Congreso para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por la subversión nos recuerdan que Michetti va a trabajar en conjunto con Nacha Guevara.
¿O se avergüenza Margaretta de la ley de “obediencia debida y punto final” redactada por el Dr. Víctor Martínez? La creo una mujer capaz pero ello no resulta suficiente cuando de levantar a un Estado en estación terminal se trata.
Ocúpese de su campaña… de los niños de la Fundación Grassi maltratados por la policía y la “justicia” y haga ya algo por ellos, que ese es el modo de hacer política grande y no solo utilizar el baldecito de la sagrada matriz para llevar agua a su molino que los vientos que amenazan a esta Nación superan en escala al peor de los Tsunami.
Oscar Portela- 2009-05-17.
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Oscar Portela
fecha: 18 | 05 | 2009
hora: 12:13 pm
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TEXTO COMPLETO
Elecciones en la Argentina para renovación del Congreso de la Nación. Elecciones que son un simulacro en donde sectores de la población van a ser «elegidos» y no va a elegir: elecciones jurídicamente fraudulentas, sin partidos políticos- conjurados estos en alianzas – y con candidaturas «testimoniales » de altos dignatarios que incluyen a gobernadores que luego no van a asumir: mandatos sin mandatarios entre otras anomalías y el enfrentamiento estéril de una dirigencia sin proyectos de estado, que ignoran como van a sacar a la Nación de la disolución en que se encuentra: Oscar Portela
MARGARITA STOLBIZER Y EL LATIGUILLO DE LA MATRIZ
POR OSCAR PORTELA
Las mujeres saben mucho de matrices: Stolbizer por ejemplo cuando repite como un latiguillo que Kirchner, De Narváez y Menem provienen de la misma matriz.
Evidentemente las diásporas de la Unión Cívica a partir del suicidio de Alem provienen todas – con las respectivas diferencias de la misma matriz incluyendo a Fernando de la Rua a quienes los Radicales exiliaron al país del doble olvido, como si no proviniese de la misma impotencia para constituir un partido – ( el genesis)- , o Alfonsín que hasta hace poco para Elisita Carrió “entregó la UCR” al las fracturas y el menemismo. ¡Ay de los ismos ¡
Lo que hace a las “diferencias Margarita vienen no de las matrices sino de las singularidades de las personas: obvio que existe uniformidad en el discurso de la Coalición Cívica que se yergue como el movimiento que fiscaliza los destinos de una imposible República : por ejemplo decir que Macri había entregado en PRO al peronismo marca la desmesura de su afirmación querida Margaretta de que De Narváez va a trabajar con Kirchner luego de esa imposible restauración que ustedes avizoran luego del 28 de junio del 2009.
Todo este discurso preparado para confundir aún mas a un electorado de “soberanos” con coronas de espinas está preparado para conseguir de los menos avisados unos votitos más. Triste Margaretta…..
Es recordar que Ricardo Alfonsín viene de la misma matriz de Raúl Alfonsín y recordar algo acerca de la traición del Cóndor, de la entrega de las patentes médicas a las multinacionales o haber cedido a las presiones internacionales para que Argentina no se suba al tren bala de los elegidos países que conforman el Club Atómico.
Pero no se puede dejar pasar lo que usted de mala – pésima fé – pretende presentar como un tesis: que Santucho y Perón eran una sola persona: en ese trágico momento -antes del 76 – el Chino Balbín salió a decirle a “gente” que el no tenía solución para…. Evitar un Golpe y sostener a la República.
Y estas afirmaciones suyas son proferidas en el año 2009.
¡Triste Margaretta ¡ ….
En verdad debería decir que el régimen K no vino a por lo que quedaba de la UCR sino por lo que Perón les había quitado.
El poder de convertir a la Nación en títere de otras estrategias fatales que nada tenían que ver con las políticas del Pentágono. Y luego de los denostados 90 vinieron ustedes provenientes de la misma matriz y dejaron una Nación postrada y hoy – antes de erigirse en fiscales de la República y confundir al Peronismo con el Kirchnerismo – porque parece olvidar que Kirchner es también presidente del Partido para la Victoria – antes que recordar que durante esta ultima década nada hicieron en el Congreso para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por la subversión nos recuerdan que Michetti va a trabajar en conjunto con Nacha Guevara.
¿O se avergüenza Margaretta de la ley de “obediencia debida y punto final” redactada por el Dr. Víctor Martínez? La creo una mujer capaz pero ello no resulta suficiente cuando de levantar a un Estado en estación terminal se trata.
Ocúpese de su campaña… de los niños de la Fundación Grassi maltratados por la policía y la “justicia” y haga ya algo por ellos, que ese es el modo de hacer política grande y no solo utilizar el baldecito de la sagrada matriz para llevar agua a su molino que los vientos que amenazan a esta Nación superan en escala al peor de los Tsunami.
Oscar Portela- 2009-05-17.
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Oscar Portela
fecha: 31 | 05 | 2009
hora: 5:40 am
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DEMOCRACIA, REPÚBLICA, VIOLENCIA Y ANARQUÍA
“¿Mas cómo hablar?”: Oscar del Barco
Por OSCAR PORTELA
Los cartoneros vuelven al lugar de su “asentamiento” caminando por la calle que lleva un nombre paradigmático (José Ignacio Rucci) – en la localidad de Lanús. Desde los techos del barrio por donde pasan, de pronto sienten como la violencia hace presa de ellos que ya en la exclusión degradante y la miseria (¿no es esto violencia?) soportan piedras, e incluso balas que matan a un chico de 15 años, hieren gravemente a otros tres, y levemente a uno. La reacción no se hace esperar: los cartoneros responden con lo que pueden, y con el miedo y la rabia propia de quienes se enfrentan solos, a semejantes que no representan ni a “pandillas”, ni a fuerzas policiales o para-policiales, sino apenas a unos “vecinos” que viven en lo que se supone se trata de una zona de no exclusión, en la cual reinan el orden, la seguridad, la tranquilidad, la salud , la educación y sobre todo “la no violencia”.
Entre ambos grupos contendientes se yergue el pilar de la “seguridad”: un cerco policial que va preservar la guerra de la nada contra la nada. Así avanza Argentina hacia su gozoso Bicentenario según los esbirros del régimen, solo luego de Alemania en orden al “desarrollo benefactor” que ofrece una República legitimada por los votos: un desarrollo que toma de la mano a más de cuatro millones de “indigentes”, a mas de – estas cifras las manejan arbitrariamente los economistas y sociólogos – catorce millones de pobres.
En lo económico nada de que preocuparse afirman campantes desde sus oficinas los vicarios del régimen – los incubos de un pequeño cabo que agoniza como agonizan los fragmentos de una “sociedad” ya sin “contratos sociales” que no sean los de la violencia, esto es, aquellos sectores de ciertas provincias en las cuales la mortalidad a crecido a niveles más altos que en la Palestina actual.
Mortalidad infantil, deserción escolar creciente, total desaparición de una clase media suplantada por la repentina aparición de los nuevos “benefactores” de una sociedad en manos de los jefes de mafias políticas-y sindicales, que manejan las riendas del poder, poniendo y quitando nombres a dedo como diría el estanciero Moyano en las listas sábanas, de la que será victima esta parodia patética del Estado que 25 años de Democracia no pusieron en pié. De esta inédita y grandiosa refundación de la República Argentina ese “sueño que no pudo ser”, en cuya historia conviven Moyano y Sarmiento, D`Elia y Urquíza. Ya podemos comenzar a acuñar monedas con sus rostros que representa el laberinto de “Dedalus” construido por el minotauro Kirchner, de la cual ningún voto, ninguna participación ciudadana nos permitirán salir.
La Señora “K” se regocija: ha creado trescientos puestos de trabajo al mísmo tiempo que su socio “El Zambo” Emperador de América “bromea” sobre las estatizaciones de empresas Argentinas en su “bolivariana Venezuela”. Así Mr. Hugo Chávez Frías (alias el Teddy Roosevelt latinoamericano)- que con quien no bromea se llama Mario Vargas Llosa- como lo indica su negativa a no debatir con el.
Así marcha Argentina hacia su “glorioso” Bicentenario, ausente el pueblo al cual muy pronto le faltarán las proteínas necesarias para resistir el frío – falto ya de carne y granos reservados para las comidas en Puerto Maderos –y no digamos- para preservar el normal funcionamiento de las neuronas de los chicos del paco. Todos contra todos, psicosis, angustia, paranoia, son los síntomas de la sociedad de la “síntesis, la justicia social y la inclusión” predicada por la Señora Fernández en su histórico discurso de apertura de la Jornadas Internacionales de Filosofía realizadas apresuradamente durante su gestión.
Olvidaba así que los más importantes filósofos Franceses en ciertas instancias no tan ominosas como la que vive nuestra Nación decidieron votar a un payaso: Coluche el payaso, candidato a la presidencia de la República, respaldado por Foucault, Deleuze y tantos eméritos más.
En esta Argentina de niños que ya son “mulitas”- de una anomia ética inédita en nuestra historia – en la que la cual la extinción de la Partidocracia ha generado estas “coaliciones” que se auto-representarán en un Congreso que se constituirá a espaldas de la constitución resulta lícito preguntarse:
¿Que camino tomara “la gente común” -(Ordinary People)- y los que entraran a un cuarto oscuro- más ciegos aún que durante el día, en que para no morir de democracia algunos prefieren dejarse matar por un partido de fútbol, por una gresca sin porque, y no por la caída de la Recaudación Fiscal , la volatilidad de los mercados -los subsidios a la esclavitud – y la inercia mortal de un Estado Ciclópeo pero ausente- porque está a la manera romana uncido a los caprichos de un Emperador de plástico seguido de cerca por la vicaria de la corrupción, la traición y la Antirrepublica?
Oscar Portela 30 de mayo de 2009
Publicado por:
Oscar Portela
fecha: 09 | 06 | 2009
hora: 7:25 pm
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¿ QUIEN ES DIANA CONTI? . Ex militante del Partido Comunista, Coimera y otras cosas más- informe especial.
UN EX ASESOR DE LA SENADORA DIANA CONTI LA DENUNCIA POR PRESUNTA EXTORSION
Se trata de su jóven ex-asesor en el área de prensa, Bruno Bimbi, que la denuncia ante la Justicia presunta extorsión, según dice al quedarse “con parte de su sueldo”.
La grave denuncia quedo radicada en el Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº 29, Secretaría única, y lleva el número de expediente 25.243/05.
…Fui a la oficina con Daniel y ni bien entré, Diana me llamó. Cuando entré a su despacho el diálogo fue más o menos así:
—Sentate. ¿Cobraste?— preguntó Diana.
—Sí, recién vengo del banco.
—Bueno, dame la plata.
—¿Cómo? ¿La plata que cobré te la tengo que dar?
—Sí, dale, apurate. Separás mil pesos y te los quedás. Ese es tu sueldo a partir de ahora. Todos los meses hacemos lo mismo: cobrás, te quedás mil pesos y me das el resto para mí….” ( sigue)
Asimismo hablamos con la senadora Diana Conti sobre esta denuncia en su contra .
TEXTO DE LA DENUNCIA :
PROMUEVE QUERELLA
Señor Juez:
BRUNO BIMBI, por mi propio derecho, con domicilio real en Barrio Nuñez, torre 4 piso 7 departamento B, partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires; con el patrocinio letrado del Dr. Mariano Eduardo Becerra, (Tº 86 Fº 103 CPACF, CUIT 20-24114252-4, Caja Provisional Abogados Pcia. de Buenos Aires, legajo 076726-6*03), constituyendo domicilio procesal en Teodoro García 2335, 2º, “A” Capital Federal, a V.S. me presento y respetuosamente digo:
I. OBJETO
Que en legal tiempo y forma vengo a promover querella por el delito de extorsión (art. 168 del código Penal) contra la Senadora Nacional DIANA BEATRIZ CONTI, con base en los hechos que seguidamente se exponen.
II. HECHOS
En el mes de julio de 2004 comencé a trabajar como asesor legislativo y “Jefe de Prensa” de la Senadora Nacional Dra. Diana Beatriz Conti.
En la primera entrevista que tuve con la Senadora en su despacho, me dio las indicaciones acerca de las tareas que iba a desempeñar, y la remuneración que iba a percibir por ello. De esta manera, me señaló específicamente que sería el Jefe de Prensa, tarea para la cual debía concurrir dos veces a la semana, debiendo estar presente siempre los días miércoles cuando se realizara la sesión del H. Senado de la Nación, y algún otro día de la semana a convenir para confeccionar las gacetillas de prensa. Me sugirió también la adquisición de un teléfono celular, a fin de estar accesible en todo momento para que ella pudiera comunicarse conmigo y para que los medios de prensa pudieran ubicarme. Con respecto a mi sueldo, me dijo que me iba a pagar $ 700 (setecientos pesos) por mes, y que el pago sería “en negro”.
A los pocos días de trabajar con la Senadora, producto de la naturaleza y características de mis funciones, comencé a ir al despacho diariamente, y en las primeras semanas ya mi horario terminó siendo bastante más amplio que el que la Senadora me había sugerido al principio. Además, fui tomando algunas otras tareas ajenas a la función que en un principio habíamos convenido con la senadora, colaborando de esta manera con otros compañeros de trabajo en distintos temas y respondiendo a los pedidos de la doctora Conti.
Entre otras cosas, fui el autor del proyecto de ley de despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal (articulado y fundamentos íntegros) presentado por la doctora Conti, proyecto que fue uno de los dos ejes principales del trabajo legislativo de la senadora durante el año 2004. Por ese proyecto de mi autoría la senadora tuvo una amplia exposición en los medios masivos de comunicación, y yo redacté todas las notas de opinión que salieron publicadas en la prensa escrita con su firma. También como jefe de prensa me ocupé de conseguir reportajes de la senadora en diferentes medios por ese tema. Además, por este proyecto la senadora fue invitada a diversos congresos y foros como expositora.
Respecto del otro eje principal de trabajo de la senadora durante 2004, el proyecto de ley nacional de unión civil, yo fui el responsable dentro de su equipo de la relación y la coordinación del trabajo con la Comunidad Homosexual Argentina. Acordamos con la CHA que la senadora fuera la firmante del proyecto de ley nacional de unión civil que fue elaborado por la doctora Graciela Medina a pedido de dicha institución. En el mes de noviembre, fui responsable junto con el secretario de la CHA, Marcelo Suntheim, de la organización de la presentación del libro “Adopción, la caída del prejuicio”, realizado en el salón Azul del Senado de la Nación, al que concurrieron más de seiscientas personas que aplaudieron el discurso que pronunció la senadora, que yo había redactado íntegramente. Mi trabajo en la organización de ese evento me valió la felicitación pública de autoridades de la CHA en el mismo, y la posterior felicitación de la senadora.
Además de ello, participé activamente de muchísimas otras actividades propias y ajenas a mi función de “Jefe de Prensa”, para lo cual necesité trabajar todos los días en un amplio horario. Por ejemplo, representé a la senadora en la Mesa de Diálogo Político de la Provincia de Buenos Aires, por lo que debía concurrir semanalmente a reuniones en la sede de la gobernación, en la ciudad de La Plata.
En todo momento la Senadora me transmitió su absoluta satisfacción con mi trabajo y nunca puso en evidencia motivo alguno de disconformidad por fuera de los hechos que en esta acción pretendo probar.
En el mes de agosto o septiembre de 2004, Diana Conti me dijo que iba a registrar mi relación laboral, sin dar ningún tipo de detalle en cuanto a mi remuneración, con las siguientes palabras: “Te quiero avisar que te voy a nombrar en blanco, así que va a haber un cambio en tu sueldo, para bien”. Me indicó que hablara con Pablo Iglesias o Federico López que eran los que se encargaban de la parte administrativa del despacho, para que me explicaran los trámites que tenía que hacer.
Luego de realizar los correspondientes trámites, en la Dirección de Personal del Honorable Senado me notificaron que mi designación sería a partir del 1º de septiembre, con la categoría A-3, y que cobraría la suma de $ 1.810 (pesos mil ochocientos diez). Debí firmar un acta en la dirección de Personal del H.S.N. donde constaba la cifra de mi remuneración en bruto, la que haciéndole los descuentos correspondientes (obra social, aportes jubilatorios, etc) daba esa cifra.
En el mes de noviembre llegaron los recibos de sueldo a la oficina. Pablo Iglesias me hizo entrega de mi recibo para que lo firmara de conformidad. En dicho recibo, número de orden 2543, constaba que debía percibir la suma de $ 5.429 (pesos cinco mil cuatrocientos veintinueve), correspondientes a los meses de septiembre, octubre y noviembre, liquidados en forma conjunta.
Al enterarme del monto total que iba a cobrar, comencé a planificar el pago de deudas contraídas durante el periodo en que estuve desempleado y la solución de problemas personales que arrastraba de esos seis meses en los que estuve sin trabajo. Entre otras cosas, me comuniqué con el Banco Credicoop a fin de saldar una deuda que tenía por una tarjeta de crédito Cabal. Me atendió si mal no recuerdo una mujer de nombre Marcela, quien me informó que sin calcular intereses la deuda era de $ 750 (pesos setecientos cincuenta) y que si pagaba la totalidad en efectivo en un solo pago, teniendo en cuenta que le informé que iba a cobrar un retroactivo que me permitiría hacerlo, no me cobrarían intereses. También avisé a amigos a los que les debía dinero que les iba a pagar, y le ofrecí a otro (Emiliano Ramirez) que estaba en graves problemas económicos prestarle entre 1.000 y 2.000 pesos.
Por otra parte, y teniendo en cuenta que a partir de entonces comenzaría a cobrar $ 1.800 (pesos mil ochocientos) al mes, comencé a averiguar precios de departamentos en alquiler para irme a vivir solo; empecé a prepararme para rendir un examen que tengo pendiente en la facultad ya que con ese sueldo podría pagar nuevamente las cuotas del lugar donde estudiaba (Nueva Escuela de Diseño y Comunicación) y había tenido que dejar por falta de dinero para solventar la carrera; y también empecé a trabajar junto con dos amigos en un proyecto para armar una revista, para cuyos primeros números pensaba invertir de mi bolsillo parte de los costos de imprenta.
En los primeros días de diciembre, concurro a la oficina y me avisan que está mi cheque a disposición. Como aún no tenía mi cuenta bancaria abierta, este primer pago me lo harían mediante un cheque. El cheque, el cual retiré de Tesorería del Senado, como decía el recibo, era por la suma de $ 5.429 (pesos cinco mil cuatrocientos veintinueve).
Cuando regreso con el cheque viene a mi oficina Federico López y me dice que debo ir al banco a cobrarlo, retirar de allí $700 (setecientos pesos) y entregarle el resto a Diana Conti; que Daniel Frabotta, otro de los empleados del despacho, me va a acompañar. Ante esa orden me quedé helado. No entendía nada. Daniel me acompañó al Banco Nación, a la sucursal que está cerca del Congreso, sobre Av. Callao. Prácticamente no hablamos una palabra, y Daniel notó mi preocupación y asombro por lo que estaba sucediendo.
Fui a la oficina con Daniel y ni bien entré, Diana me llamó.
Cuando entré a su despacho el diálogo fue más o menos así:
—Sentate. ¿Cobraste?— preguntó Diana.
—Sí, recién vengo del banco.
—Bueno, dame la plata.
—¿Cómo? ¿La plata que cobré te la tengo que dar?
—Sí, dale, apurate. Separás mil pesos y te los quedás. Ese es tu
sueldo a partir de ahora. Todos los meses hacemos lo mismo: cobrás, te quedás mil pesos y me das el resto para mí.
—¿Pero entonces te tengo que dar los otros cuatro mil cuatrocientos?—
volví a preguntarle yo.
—Sí, dale, apurate.— me dijo, y mientas yo contaba unas monedas de
un peso que me habían dado en el banco como parte del pago me dice: —no, las monedas
te las podés quedar.
Ni bien terminó de guardar el dinero me dijo «Listo» y me miró con
una expresión que me indicaba que ya me podía ir.
Cuando estaba saliendo de la oficina, me mira y me pregunta “¿Pasa
algo?”, y yo antes de perder el control y terminar insultándola preferí decirle que no e irme a mi oficina.
Es decir, para que quede claro: de los $5.400 que cobré, que eran
parte de MI SUELDO, a mí me dejó $1.000 y los restantes $4.400 pesos se los quedó
Diana Conti.
Salí de la oficina un rato después y estuve varias horas caminando por la calle pensando qué hacer. A la noche me encontré con Emiliano, el amigo al que le había prometido prestarle dinero, y le conté todo. Estaba en ese momento presente también otra amiga mía, Carolina Fiscardi. En los días siguientes lo hablé con otras personas cercanas.
Lógicamente no pagué mi deuda con el banco, ni las deudas con mis amigos, ni seguí buscando departamento para irme a vivir solo, ni me inscribí en la facultad, ni pude concretar aún el proyecto de la revista, ni le pude prestar dinero a Emiliano, ni ninguna de las cosas que había pensado hacer con mi sueldo.
En los días siguientes, en la oficina algunas personas notaron que me pasaba algo. Lidia Pichione, una asesora de Diana, me insistió que le contara qué pasaba, y le dije que era un problema personal, de mi casa, que no tenía nada que ver con la oficina.
Con Daniel y Federico un día salimos juntos de la oficina y les dije la verdad, y les conté todo lo que había pasado. Luego fui a un maxiquiosco cerca del Congreso con Daniel Frabotta y nos quedamos en su interior (que tiene una especie de bar) hasta cerca de las tres de la mañana conversando sobre el tema y yo le dije lo mal que me sentía por lo que Diana Conti me había hecho.
Desde ese momento la relación con la Senadora, que hasta entonces era muy buena, pasó a ser distante. Sin embargo, yo continué con mi trabajo como hasta ese momento, con la misma dedicación y esfuerzo de siempre.
Unas semanas después, se liquidaron los aguinaldos y llegaron a la oficina los recibos. Como mi designación era a partir del 1º de septiembre, me correspondía un proporcional, que según mi recibo de haberes ascendía a $605 (pesos seiscientos cinco).
Quizás porque aún no había terminado de asimilar lo que había pasado con el sueldo, ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de que la Senadora me sacara también parte del aguinaldo.
El día que depositaron el aguinaldo, Pablo Iglesias me informa que tenía que ir al Banco Nación, a la sucursal de Luis Sáenz Peña, a retirar mi tarjeta Maestro y cobrar el aguinaldo por ventanilla. Fui al banco, retiré la tarjeta, y extraje por ventanilla si mal no recuerdo $200 (pesos doscientos).
Cuando vuelvo a la oficina, Pablo me dice que tengo que darle $400 (pesos cuatrocientos) “para Diana”.
Otra vez me agarró por sorpresa. Me enojé, y le dije, que no se los pensaba dar. Me dijo que si no se los daba Diana se iba a enojar conmigo, y me iba a dejar sin trabajo. “Te va a echar a la mierda si no nos das la guita”, me dijo. La conversación fue en una parte de la oficina que está abierta, así que los demás presentes podían escuchar.
Le contesté que esta situación era totalmente injusta, que tanto el dinero anterior como éste era de mi propiedad y que no pensaba dárselo.
En ese momento intervino en la conversación Federico López, que estaba en la otra parte de la oficina pero había escuchado todo, y lo llamó a Pablo para decirle que se estaba equivocando, que no eran cuatrocientos lo que le tenía que dar. “Diana le dejó mil pesos del sueldo, y él está cobrando un proporcional del aguinaldo, de 605 pesos. Si hacés la relación de acuerdo a lo que le deja del sueldo, lo que corresponde que ponga del aguinaldo es menos”, le dijo, y calculó que lo que tenía que darle a Diana eran algo más de doscientos o trescientos pesos, y que el resto era para mí.
Todos esos cálculos sobre mi dinero me enojaron más y entonces me paré, agarré mis cosas, saludé a todos y me fui.
Al siguiente día laboral, cuando llegué a la oficina me llamó Federico para hablar conmigo. Tuve una conversación a solas con él en la que le conté cómo me sentía y le dije que necesitaba el trabajo y por eso le iba a dar la plata, pero que me sentía totalmente humillado por la situación que me estaba haciendo pasar Diana Conti. Le dije que no renunciaba porque necesitaba el trabajo, pero que esta situación era inédita para mí y no podía soportarla. Federico me dijo que si Diana se enteraba que no le había dado la plata a Pablo iba a tener serios problemas y me aseguró que él personalmente no se lo diría: “le voy a decir que el otro día aún no habías podido cobrar, pero espero que nadie le cuente lo que pasó, por tu bien”. Le dí el dinero a Federico y él me aconsejó que hablara yo con la Senadora si esta situación me ponía tan mal.
Tuve pocas oportunidades de hablar con la Senadora porque se acercaba fin de año y por lo tanto se estaba haciendo todo lo que no se podría hacer después del 31 de diciembre, y además porque Diana Conti me trataba con una enorme distancia y frialdad, no me daba espacio para hablar. De hecho en la última sesión del año se votaba un proyecto suyo modificando la ley antidiscriminatoria sobre el que yo había tenido que hacerle un informe de las reuniones mantenidas con las organizaciones que lo promovían, docentes de la UBA que dictaminaron y autoridades de la Comisión parlamentaria, pero no pude reunirme con ella porque no me atendió y le hice llegar el informe escrito por otra persona del despacho.
Antes de todos estos acontecimientos, mi relación con ella había llegado a ser muy buena en poco tiempo. Ella estaba muy conforme con mi trabajo y me lo hacía notar. Además, me trataba con mucha confianza y aprecio. Hasta el día de mi despido la Senadora jamás me reprochó que yo hiciera mal mi trabajo, que no cumpliera sus expectativas, que no actuara con responsabilidad o que hubiese cometido errores de gravedad o desobedecido o malinterpretado sus indicaciones. No parecía, reitero, hasta el día de mi despido que existiera razón alguna para que yo fuera despedido, salvo los hechos que se relatan en presente querella.
El último día de trabajo, la Senadora organizó una cena de fin de año, y nos comunicó que el despacho estaría cerrado durante el mes de enero. Esa cena no era el momento para manifestarle nuevamente mi disconformidad por lo sucedido con mi aguinaldo.
Unos días después la llamé al celular para pedirle que quería hablar a solas con ella. Me contestó, cortante, que ella no estaba trabajando y que no tenía ganas de hablar de nada, que después de las vacaciones hablaríamos.
Durante el mes de enero yo no tenía posibilidades de tomarme vacaciones, porque como ella me había extraído casi todo lo que había cobrado de sueldo y la mitad del aguinaldo, no me quedaba resto para irme a ningún lado.
El sueldo, por un error administrativo del Senado, no me lo depositaron en fecha. Me comuniqué con Pablo y con Daniel, luego hablé con personal del Senado, y finalmente me extendieron un cheque por $1810 (pesos mil ochocientos diez) de los cuales extraje por ventanilla del Banco Nación $100 (pesos cien) y deposité el resto en mi cuenta. Esto fue el 7 de enero.
Avisé a Pablo que había cobrado, sin hacerle referencia a la exigencia monetaria mensual de la Senadora. Él no me dijo esta vez nada acerca de darle dinero. Supuse que Conti habría decidido luego de mi reacción la última vez, no pedírmelo más. O bien que me lo pediría luego ella personalmente. En tal caso hablaríamos del tema.
Cerca de fin de mes, me ofrecieron un trabajo de diseño gráfico (siempre realizo esos trabajos free-lance) para hacer en esos días, a cambio de los pasajes ida y vuelta y la estadía en el hotel para participar del Foro Social Mundial 2005 que se realizaría en la ciudad de Porto Alegre, Brasil. Me comuniqué entonces con Pablo y luego con Daniel, por e-mail, para avisarles que me iba de viaje, y pedirles que si podían ubicarla a Diana Conti le consultaran si, luego del 31 de enero, podía quedarme una semana o diez días más. Recuerdo que estando ya en Porto Alegre, me comuniqué con Daniel mediante el programa de mensajería instantánea de Microsoft (MSN Messenger) en varias oportunidades, para pedirle que le consultara a Diana si podía quedarme más tiempo de vacaciones, ya que tenía esta posibilidad de viajar a Cabo Frío, a la casa de la tía de un amigo personal (brasilero, residente en Buenos Aires) que estaba allí de vacaciones. Era una posibilidad de tomarme vacaciones allí sin gastos de hotel porque estaría en una casa de familia. Le dije que le consulte y le diga de mi parte que luego cuando volviera recuperaría los días perdidos con un mayor horario o como ella me pidiera. Daniel me contestó que me quedara tranquilo, que Diana decía que no había problemas. Le dije entonces que me mantendría comunicado y que ante cualquier circunstancia por la que fuera necesario que regresara con urgencia, me avisaran vía mail y yo regresaba en el acto.
Durante el tiempo que estuve en Brasil, hasta el 14 de febrero cuando tomé el micro de regreso a Buenos Aires, me comunicaba con la oficina día por medio mediante el mensajero de Microsoft. Casi siempre con el que hablaba era con Daniel, y siempre le insistía con que consultara a Diana si era necesario que vuelva, y él siempre me contestaba que me quede tranquilo, que “acá no pasa nada” y que dice Diana que está todo bien.
El 16 de febrero a las 7.30 llegué a Buenos Aires y alrededor del mediodía regresé a la oficina. Al llegar, Daniel me comentó que había viajado al sur del país y que Federico había estado en Bariloche, y que también se había tomado casi el mismo periodo de vacaciones que yo. Ese día estaba decidido a hablar con la Senadora sobre el lamentable hecho ocurrido en diciembre. Pero no tuve oportunidad de decirle nada, ya que la Senadora salió de su despacho, me miró con indiferencia y me dijo “Hola, te dí de baja, no tenés más trabajo”. Sólo dijo eso friamente y se metió en su oficina.
Pensé que me estaba haciendo una broma. Intenté hablar con ella y no quiso. Me dijo que el haberme despedido era algo que la “afectaba emocionalmente” y que no quería por lo tanto pasar un mal momento hablándolo conmigo. Intenté que me explicara por qué y me dijo que era porque yo me había tomado más días de vacaciones que los que ella me había dado. Le dije que eso no era así, que ella me había autorizado y que yo me comunicaba día por medio con la oficina para preguntar si tenía que volver, y le pedí por favor que lo reconsiderara ya que necesitaba el trabajo. Me contestó que no le importaba si me había autorizado o no, y que su última palabra era que no tenía nada que hablar conmigo y que “ya puse a otra persona en tu lugar”.
Inmediatamente entendí los motivos por los que me había quedado sin trabajo: por manifestar mi desacuerdo con que la senadora me extrajera mensualmente un porcentaje de mi sueldo. Era evidente que no aceptar “las reglas de juego” me había hecho perder la confianza de la senadora. Me dirigí a donde estaba Daniel para pedirle explicaciones y preguntarle por qué no me había dicho nada, por qué cuando yo le preguntaba desde Brasil me decía que Diana decía que me tomara los días que necesitara que estaba todo bien y que “acá no pasa nada”.
Me contestó que él me respondía lo que Diana decía, que él no tenía idea de que Diana ya me había despedido mientras yo aún estaba de viaje, y que se enteró en los días previos a mi regreso y no quiso decirme nada para no arruinarme los últimos días de mis vacaciones y el viaje de regreso. Me dijo que él se sentía muy mal y que al principio se había sentido culpable por la situación pero que tanto Federico como Pablo le habían explicado que lo de las vacaciones era una excusa pero que ella me echaba por otros motivos y ya lo tenía decidido desde antes. Que nada que yo hubiera hecho lo habría impedido y que Diana era así. Le pregunté cuál era el motivo y me dijo “y… yo creo que … está lo del sueldo”.
Salí de ahí, fui a saludar a Federico y cuando me estaba yendo me dijo que él estaba absolutamente seguro de que mi despido era algo que Diana ya tenía decidido, que lo de las vacaciones fue la excusa perfecta: “cuando pediste más días le vino perfecto para tener una excusa”… y me repitió que él pensaba que el tema “de la plata” había sido importante.
Por último, y como la Senadora no quiso hablar conmigo le escribí un email diciéndole que yo sabía que me echaba por ese motivo. Nunca me respondió.
Con posterioridad a estos hechos, intenté convencer en buenos términos a la senadora que me devolviera el dinero que me había robado. En una oportunidad lo conversé con Federico López en el café “Grace”, ubicado en la misma cuadra de la oficina, sobre H. Yrigoyen, y luego le hice llegar ese pedido por e-mail a Conti. Nunca quiso responderme ni aceptó tener una conversación conmigo.
Luego la senadora cambió en un memo la fecha de mi baja, haciéndola retroactiva, por lo cual el Senado no me abonó la liquidación final y me exigió por telegrama la devolución de parte del dinero percibido en concepto de bonificación no retributiva del mes de febrero.
También luego me enteré que antes de despedirme, todo mientras yo estaba de vacaciones, la senadora me bajó la categoría de la A-3 a la A-6, de modo tal que al hacerme la liquidación final la calcularían sobre un sueldo inferior. Cuando en los primeros días de febrero busqué en el sitio web del Banco Nación el depósito de mi sueldo, estando en Brasil, me encontré con que sólo que habían depositado $600, en vez de $1.800. Me comuniqué con la oficina y Daniel, luego de consultar con Pablo, me dijo que me quedara tranquilo, que era un problema administrativo, que “no pasa nada” y que “cuando vuelvas de tus vacaciones te explicamos”. La verdad era que me estaban aplicando retroactivamente un descuento por el cambio de categoría. Luego de eso, la senadora hizo el despido retroactivo al 31 de enero, motivo por el cual el H.S.N. me termina mandando un telegrama donde me exige la devolución de $150 de mi último cobro.
Hasta ese momento, había dudado si realizar la denuncia porque sabía que corría un riesgo al denunciar a una persona poderosa, con un cargo institucional importante. Muchos amigos me dijeron que tenga cuidado. Sin embargo, luego de meditarlo y también asqueado ante todo lo sucedido, decidí como primer paso presentar una denuncia administrativa por escrito en el H. Senado de la Nación. Por esta denuncia, se ha abierto un expediente interno (sumario), Expte. Adm. SA-973/05. El día 12/05/2005 fui citado a declarar por la instructora del sumario, Dra. Carolina Martínez Garbino, Subdirectora de Sumarios, Dirección Gral. de Asuntos Jurídicos del H.S.N. En mi declaración ratifiqué la denuncia.
III. CONFIGURACION DELICTUAL.
Como bien es sabido por la doctrina y la jurisprudencia, la esencia misma de la extorsión reside en que el extorsionador emplea una coacción moral contra la víctima para obtener de ella, en forma ilícita, un beneficio patrimonial. En este caso, la Senadora empleó la nombrada coacción moral contra mi persona al exigirme la entrega del dinero, correspondiente a mi salario, en forma intempestiva, imperativa, y aprovechándose también de mi extrema necesidad de trabajar para poder mantener mi hogar y cubrir mis necesidades básicas, así como de la desigualdad de poder en los términos de la relación laboral que nos unía y por el cargo institucional que ella ocupa. Es evidente, luego de los relatos descriptos ut supra, que tuve una voluntad contraria a la exigencia de la Senadora, la cual manifesté e hice pública dentro del despacho, lo cual ocasionó mi despido. En este sentido, es dable destacar lo que expresa Moinario en cuanto a que este delito consiste en la obtención injusta de un beneficio pecuniario en perjuicio de la víctima y mediante la coacción moral que se ejerce sobre la voluntad de esta última (Molinario, A.J., Derecho Penal; clases del curso de 1935 compiladas por Roberto Albarracín, 1937, pag. 86).
Otros autores se han referido a este tipo de delito. Así González Roura manifestó que “La extorsión consiste en procurarse indebidamente una ventaja patrimonial, con perjuicio de otro; colocando a la víctima ante un dilema, uno de cuyos términos es el perjuicio patrimonial que ella o un tercero ha de sufrir y el otro, el daño que, en caso contrario, a ella o a una persona de su familia, ha de deparársele” (González Roura, Derecho Penal, T III, pág. 236). Carrara, por su parte, ha dicho que “La extorsión se produce cuando el ladrón, en vez de tomarla por sí obliga al poseedor a darle la cosa”.
IV. PETITORIO.
Por todo lo expuesto a V.S. solicito:
1) Me tenga por presentado el legal forma, por parte querellante y por constituido el domicilio en el lugar precedentemente indicado; y
2) Ordene la ratificación de la presente querella y, previo requerimiento fiscal, disponga la instrucción del correspondiente sumario.
3) Se convoque a la querellada a prestar declaración indagatoria (art. 294 del Cod. Procesal)..
Tenga V.S. lo expuesto y provea de conformidad, que
SERA JUSTICIA