urna2.jpgA propósito de las diversas citas con las urnas que se aproximan (España, Italia, Estados Unidos y municipales en Francia), el autor analiza los componentes democráticos comunes a las diversas campañas, y, a partir del modelo norteamericano y la actual implicación política de su ciudadanía, recuerda que un sistema de partidos está lejos de ser una sumatoria de aparatos, sino que responde a una dinámica en la que cada fuerza dialoga, compite y confronta con la otra.

(Desde Buenos Aires) SE ESTÁ DANDO UNA COINCIDENCIA, puede que virtuosa y seguramente momentánea, en principales democracias del mundo: intensas campañas electorales, discusión sobre principios y valores en las mismas, mayor participación popular en las votaciones, mayor implicación de la gente en los temas políticos.

Hay una coincidencia de calendario: las primarias en Estados Unidos, la proximidad de unas elecciones muy peleadas en España entre el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP), el primer test en las urnas para el rampante presidente francés Nicolás Sarkozy, y el ingreso de Italia en una competencia electoral precipitada por la caída de Romano Prodi y el horizonte de un Silvio Berlusconi en los umbrales de un retorno al poder.

LA REGENERACIÓN DE LA VIDA POLÍTICA NORTEAMERICANA

“Estados Unidos está mostrando una notable capacidad de regeneración de su vida política, pese a Irak y al fantasma de la recesión”Lo de Estados Unidos es notable. Hace ocho años, el empate entre George Walker Bush y Al Gore y la indefinición en el conteo de votos y electores llevó a muchos a hablar del final del sistema electoral e, inclusive, de la crisis de legitimidad del presidencialismo norteamericano. Cuatro años después, el desinterés frente a la reelección cantada de Bush reiteró los diagnósticos sobre la apatía y el desinterés alarmante de los estadounidenses, reflejado en la baja participación electoral en un país donde el voto no es obligatorio.

Lo que está mostrando el país del Norte americano en la conclusión de la era Bush es una notable capacidad de regeneración de su vida política, pese a Irak y al fantasma de la recesión “Obama y Clinton movilizan a sectores que se hubieran quedado mirando otros canales (…) McCain ha retenido al electorado republicano, en plena desbandada neoconservadora”(o, tal vez, precisamente por eso). Las candidaturas de Barack Obama y Hillary Clinton entusiasmaron a los jóvenes y movilizaron a sectores que, de otro modo, se hubieran quedado mirando otros canales y acudiendo a otros espectáculos. Y la figura de John McCain ha logrado la hazaña de retener al electorado republicano, en plena desbandada neoconservadora y frente a la descomunal hipoteca que deja la actual administración.

La consecuencia inmediata más importante ha sido el incremento en las tasas de participación electoral, tradicionalmente bajas en Estados Unidos, en comparación con otras democracias maduras.

UNAS PRIMARIAS ESPECIALMENTE MOTIVADORAS

“Los mismos instrumentos de la democracia representativa dados por obsoletos están concitando una movilización de votantes pocas veces vista” De acuerdo con las investigaciones del Center for the Study of the American Electorate de la American University, la participación electoral en Estados Unidos ha registrado una tendencia descendente desde mediados de los años 60, momento en el que alcanzó un nivel récord del 45 por ciento en elecciones primarias. En 2004, por ejemplo, sólo el 8,3 por ciento de la población nacional en edad de votar participó en las primarias, con diferencias amplias entre un Estado y otro, que fueron de un máximo del 23 por ciento a un mínimo del 3,8 por ciento.

Esta tendencia descendente se ha revertido en las primarias de la actual contienda presidencial. En varios Estados, tanto en los que tuvieron elecciones abiertas como en los caucus o asambleas electorales, la participación tanto republicana como demócrata se duplicó con respecto a 2004. “La política democrática es, al fin y al cabo, la posibilidad de confrontar distintos modelos de sociedad sin que la sangre llegue al río” En California, sobre un padrón de 15 millones habilitados para votar, lo hicieron más de 7 millones, esto es más de un 45 por ciento, y, por primera vez, los latinos conformaron una coalición decisiva de electores.

De tal modo, los mismos instrumentos de la democracia representativa dados por obsoletos o considerados un desaliento para la participación ciudadana (las primarias y asambleas partidarias, las discusiones programáticas y la exposición argumental de los líderes políticos frente a sus públicos), están dando la nota, al concitar una movilización de votantes pocas veces vista.

CONFRONTAR MODELOS SIN DERRAMAR SANGRE

En varios países sudamericanos es recurrente la atención sobre la necesidad de modernizar los partidos políticos, aún cuando sea difícil determinar a ciencia cierta cuánto de transformismo y cuánto de transformación efectiva decanta de estos cíclicos impulsos. “Vaya si ha corrido sangre en América Latina como para que no valoremos sobremanera estas muestras de calidad de la democracia”

Por ello, cabe recordar que un sistema de partidos no es una sumatoria de aparatos sino una dinámica en la que cada fuerza dialoga, compite y confronta con la otra. España ha dado en estas semanas un buen ejemplo de ello en los debates electorales, mal que les pese a muchos españoles saturados de tanta crispación confrontativa. La política democrática es, al fin y al cabo, la posibilidad de confrontar distintos modelos de sociedad sin que la sangre llegue al río.

Y vaya si ha corrido sangre en América Latina como para que no valoremos sobremanera estas muestras de calidad de la democracia, aunque sean ellas sólo un destello de intensidad episódica marcado por los cambios de gobierno o de legislatura, un instante para abrigar ilusiones y confrontar la incertidumbre con el discernimiento de la voluntad popular.