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Tras dos meses de agitada movilización del sector agropecuario argentino, enfrentado a las políticas agrarias y económicas del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, no debe descartarse la posibilidad de que el campo conforme la base territorial de próximos proyectos y realineamientos políticos, dice el autor. El campo tiene voz; y voto.

(Desde Buenos Aires) UNA DE LAS INSOSPECHADAS DERIVACIONES del conflicto entre el Gobierno y las entidades ruralistas en Argentina es la aparición de una voz opositora de alcance nacional referenciada en un sector productivo específico, aquél en el que se sustentó una parte importante del crecimiento económico de estos últimos años.

“Cuando la presidenta criticó lo que llamó piquetes de la abundancia, variados sectores de la clase media urbana y del interior se sintieron aludidos de manera despectiva” Lo que empezó como un reclamo sectorial y corporativo por la decisión del Gobierno de aumentar el porcentaje de retenciones a las exportaciones de soja y granos fue derivando, tras dos paros agropecuarios con cortes de rutas en todo el país y manifestaciones-cacerolazos en la ciudad de Buenos Aires, en un epicentro de la disconformidad de una parte de la sociedad con el Ejecutivo y desencadenante de posibles realineamientos políticos.

Lo singular en este caso, es que esta nuevo frente opositor no fue el resultado de un propósito deliberado y consciente de los dirigentes ruralistas que lo encabezan o de los partidos y líderes políticos de la oposición, sino de la forma en la que el propio Gobierno y la presidenta Cristina Kirchner trataron el conflicto desde un comienzo. Desde el momento en que la presidenta criticó a viva voz lo que llamó piquetes de la abundancia, variados sectores de la clase media urbana y del interior del país se sintieron aludidos de manera despectiva y, si no había hasta entonces una viva simpatía hacia el gobierno de CK, esa divisoria de aguas terminó de fijar una manifiesta lejanía, disgusto y enojo con las actitudes oficiales.

LA GRAN PUEBLADA NACIONAL

Mientras tanto, en los últimos dos meses, las estaciones de servicio en los cruces de ruta se transformaron en puntos de encuentro de productores rurales, improvisados comités de febril intercambio, reuniones y asambleas informales entre dirigentes de las entidades del agro, medianos productores, chacareros (granjeros) y referentes de base, sumadas las cámaras de televisión transmitiendo en vivo el clima de Fronda.

En la gimnasia confrontativa se fue fermentando a fuego lento este nuevo caldo del cual puede surgir un movimiento reivindicativo con otras proyecciones. En una de las concentraciones de hace pocos días, en Gualeguaychú, la misma ciudad fronteriza en la que está cortado el puente hace más de dos años por organizaciones ambientalistas opuestas a una planta papelera en la vecina Fray Bentos de Uruguay, el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, calificó la protesta del campo como una gran pueblada nacional y pidió a las autoridades nacionales discutir un modelo distinto de país.

Un artículo publicado en el diario La Nación, por una de las portavoces de una de las vertientes de este movimiento, ilustra el ánimo con el que se ha vivido este conflicto y la clase de imaginarios y representaciones ideológicas que ha desatado. Resulta una pieza sociológica a la que vale la pena prestarle atención.

LA GESTACIÓN DE UNA CRISIS

Explica su autora, Malena Gainza: Argentina es un país donde caben Francia, España, Italia, Alemania, Reino Unido, Portugal, Suiza, Holanda, Dinamarca, “Desde su irresponsable hospitalidad, la oligarquía vacuna no previó la infraestructura necesaria para recibir un contingente humano que triplicaba la población nacional”Bélgica y Polonia, todos juntos, y sobra lugar. Nuestra población, amontonada en unas pocas ciudades, no llega al 10 por ciento del total de estos países. Hay aquí entonces un inmenso territorio despoblado, de clima y suelos privilegiados, con muy eficientes productores agropecuarios y una cadena agroindustrial, que ofrece infinitas posibilidades de crecimiento, para dar trabajo y bienestar a toda la población. Somos, nos guste o no, un país agropecuario por excelencia.

A continuación, se interna en una revisión histórica en la que encuentra la Edad de Oro de la Argentina agro-exportadora de hace un siglo, la del régimen oligárquico de la Generación del 80: A través de nuestra historia, hemos cometido la torpeza imperdonable de no exigirle, a todo gobierno, la incorporación permanente de ministros de Economía «duchos» (experimentados) “Son la espina dorsal que sostiene al interior del país, al brindar silenciosamente comida, trabajo y divisas para todos. Merecen el mayor respeto y agradecimiento”en temática agropecuaria (…) La ingratitud bautizó ‘oligarquía vacuna’ a la clase gobernante argentina que fundó el país. Esta misma, entre fines del siglo XIX y principios del XX, acogió a más de tres millones de refugiados europeos y levantinos que huían del horror de la guerra en sus países, sin condicionamiento alguno. Pero, desde su irresponsable hospitalidad, tan característica del criollo, la mentada oligarquía no previó la infraestructura necesaria para recibir un contingente humano que triplicaba la población nacional. Generosa o abusadora, según como se la mire, pagó caro las consecuencias políticas de su ligereza y perdió el poder.

En esta visión, la llegada de la democracia, de la mano del estatismo expropiador fue la que motivó el inicio de la decadencia: La ley de la herencia diezmó las extensiones de tierras a título individual. “Es, ni más ni menos, el regreso del federalismo frente al centralismo porteño de Buenos Aires”La carga impositiva directa e indirecta sobre las mismas es tal –aun antes del aumento a las retenciones de la soja– que quien no trabaja su tierra con eficiencia la pierde. Luego, le sigue la reivindicación de este actor social que resurge con una combinación de tradicionalismo e innovación, progresismo tecnológico y conservadurismo político: Hoy, cientos de miles de pequeños y medianos productores caracterizan al campo argentino. Invisibles a los porteños, ignorados por los políticos que persiguen los votos acumulados en los grandes centros urbanos, lejos de los ejes del poder, trabajan de sol a sol en el anonimato. Son la espina dorsal que sostiene al interior del país, al brindar silenciosamente comida, trabajo y divisas para todos. Merecen el mayor respeto y agradecimiento por parte de pueblo y gobierno, no insultos y maltrato.

EL CULTIVO DE LA SOJA… Y DE LA RESIGNACIÓN

Es, ni más ni menos, el regreso del federalismo frente al centralismo porteño de Buenos Aires: “Además de soja, cultivan paciencia y resignación para sobrevivir a la certeza de que a los años de vacas gordas seguirán otros de vacas flacas”Sin su aporte no existiría industria ni comercio ni servicios: son la base de la cadena agroindustrial, que es el sector más eficiente de la economía argentina. Pero toda cadena se corta por el eslabón más débil, y la ‘fábrica sin techo’ del campo no maneja sus tiempos. Funciona acorde con ritmos implacables impuestos por la naturaleza, con fechas rigurosas de siembra y trilla a cumplir, y otras urgencias impostergables que determinan vida o muerte de cultivos y animales. De ahí su dificultad para negociar, agravada por la incomunicación con sus pares y con la sociedad, a causa de las enormes distancias físicas a recorrer, las aberrantes deficiencias viales y precarios medios de comunicación.

“El Estado aprovechó la proverbial mansedumbre del campo para quitarle más del 50 por ciento del negocio” La solidaridad es parte de la idiosincrasia de la gente del campo, austera, humilde y respetuosa por naturaleza. Además de soja, cultivan paciencia y resignación, como deformación profesional, para sobrevivir a la frustrante certeza de que a los años de vacas gordas seguirán otros de vacas flacas, independientemente del esfuerzo realizado, y ajenos a su control (precios deprimidos, plagas, sequías, inundaciones).

Pero el Estado argentino aprovechó la proverbial mansedumbre del campo para quitarle progresivamente, de manera inconsulta, con o sin justificativos, directa o indirectamente, en forma anticipada o con retroactividad, y gane o pierda el productor, más del 50 por ciento del negocio, sin correr el menor riesgo y sin siquiera cumplir con las contraprestaciones a las que está legalmente obligado por los impuestos y demás eufemismos que inventa en su afán recaudador y cobra, hasta por servicios que no brinda.

NO SE TRATA SÓLO DE PELEAR EL PRECIO DEL POROTO, SEÑORA PRESIDENTA

El análisis que reproducimos concluye con la convocatoria opositora, una apelación a ese federalismo capaz de plantarse frente a los poderes centrales y utilizar los recursos participativos y de protesta que hasta ayer le resultaban ajenos: Tras arruinar el negocio ganadero y el triguero con precios máximos y cierre de exportaciones, el Estado pretende ahora quedarse con el 44 por ciento de la soja.“La televisión satelital, la telefonía digital e Internet le mostraron que el piquete es el único idioma que entienden los gobiernos K” Pero el campo dijo basta. Basta a la expoliación, al menosprecio de su gente y de su esfuerzo. Basta a los índices falsos de inflación, a los subsidios mentirosos, a las cotizaciones falaces de divisas, al disparate del tren bala cuando faltan trenes de carga, a los caminos infectos que destrozan autos y camiones, a los hospitales sin insumos, a las escuelas paupérrimas. No se trata sólo de pelear el precio del poroto (judía), señora presidenta.

Nadie como el campo sabe lo que cuesta producir comida y lo que duele tirarla: vio morir sus vacas y cultivos en sequías e inundaciones, tiró miles de litros de leche y toneladas de grano para desempantanar carros y camiones encajados en caminos miserables que cuestan fortunas. “Con la globalización, la lejanía del horizonte pampeano se le vino encima a la ciudad, el campo desensilló en la Casa Rosada” Pero en las ciudades nadie se enteró, o no les importó. Aguantó piquetes ajenos, estoicamente, durante años, porque el campo nunca fue piquetero. Pero la televisión satelital, la telefonía digital e Internet le mostraron que el piquete es el único idioma que entienden los gobiernos K.

Con la globalización, la lejanía del horizonte pampeano se le vino encima a la ciudad, el campo desensilló en la Casa Rosada. El agro cobró protagonismo mediático, está en el aire. Ahora doma fibras ópticas, jinetea el ciberespacio, chatea en fogones virtuales, lee diarios por Internet, visita el cibercafé antes que la pulpería, confía más en cadenas de mails que en chasquis. El facón y el rebenque los guarda para los desfiles, el gaucho de hoy lleva un GPS en la rastra y el celular (teléfono móvil) bajo el poncho. El campo argentino finalmente comprendió la insistencia de Sarmiento por educar al soberano y sabrá hacer valer sus derechos. Hoy, además del voto, tiene voz.

UN VERDADERO SEMILLERO

¿Puede nacer un partido ruralista en Argentina, como existe en otros varios países del mundo, sucedáneo a su vez del autonomismo de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia y otra consecuencia de la pulverización del viejo sistema de partidos en el que peronistas y radicales aglutinaban los intereses plurisectoriales y policlasistas de los distintos sectores de la sociedad? No parece ser este el caso, pero el gobierno de CK se ha encontrado con un frente opositor de inesperados alcances y del que es en gran medida autor y responsable.

Después de todo, el gobierno buscaba una oposición de derechas y algunas de estas expresiones le calzan bien a ese estereotipo. Pero no es descartable que los chacareros y sectores ligados a la producción agropecuaria que se movilizaron en estos meses terminen siendo la base territorial de próximos proyectos y realineamientos políticos. Apelando a metáforas agrarias, un verdadero semillero.