Hezbolá demostró eficazmente que puede mantener asfixiado el corazón de Beirut por medio de la presión y la violencia armada. ¿Es posible creer que las negociaciones de Doha o las que planifica la Liga Árabe serán exitosas en el futuro? El autor lo duda. Y explica por qué.
LOS POLÍTICOS LIBANESES PARECEN EMPECINADOS en tropezar dos veces con la misma piedra. Desde 2005 hay dos fuerzas políticas claramente definidas y en pugna. Este escenario comenzó a delinearse cuando la Revolución de los Cedros se levantó contra el status quo impuesto durante 29 años por la ocupación siria, luego del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri [1] en marzo de 2005.
Ello significó un acontecimiento único en la región, un ejemplo sin precedentes para el mundo libre desde la caída del Muro de Berlín y cuya principal característica fue la no-violencia. Pero la Revolución de los Cedros [2] no tradujo el enorme éxito que alcanzo entre los ciudadanos libaneses hacia los centros de poder.
LA CONTRARREVOLUCIÓN
El primer hecho que marcó la contrarrevolución al pacifico movimiento de los revolucionarios de los Cedros lo marcó Hezbolá cuando lanzó deliberadamente una catastrófica guerra contra Israel en julio de 2006, marcando el futuro del país de acuerdo a los planes de Irán. Pero a diferencia de la Revolución de los Cedros, Hezbolá [3]ejecutó sus acciones por medio de la violencia.
“El aspecto negativo para el movimiento chii actualmente se relaciona en forma directa con sus acciones militares recientes” La incompetencia militar mostrada por el gobierno de Ehud Olmert [4], mas una mezcla de ingenuidad y complicidad de Naciones Unidas y los gobiernos de Occidente han pretendido presentar el endeble alto el fuego –alcanzado en agosto de 2006 por medio de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU [5]— como un gran logro. Luego fueron desplazados 15 mil hombres de la Fuerza FINUL [6] en Líbano meridional, al sur del Río Litani y sobre la frontera con Israel apaciguando al grupo de oposición encabezado por Hezbolá, quien se adjudicó la victoria ante estos eventos.
Lo cierto fue que todo ello allanó el camino y el fortalecimiento interno del movimiento liderado por Sayyed Hassan Nasrallah [7] y se permitió de ese modo que el líder de Hezbolá focalizara toda su energía en la situación política interna, debilitando al Gobierno y ampliando su capacidad operativa en la arena libanesa. Nasrallah ha demostrado que si él desea dar un golpe, no existe prácticamente oposición para frenarle.
El aspecto negativo para el movimiento chií se relaciona en forma directa con sus acciones militares recientes, ya que ha demostrado lo contrario a lo que fue siempre el discurso de Hassan Nasrallah respecto a que nunca emplearía la fuerza de sus armas contra los ciudadanos libaneses. Las presiones directas que Hezbolá venía ejerciendo sobre el gobierno de Siniora [8] datan desde diciembre de 2006 cuando el partido y sus aliados en la oposición ocuparon el centro de Beirut exhibiendo sus armas en tiendas de campaña que levantaron en la ciudad.
En enero de 2007, Hezbolá y sus aliados del partido de Michel Aoun [9] y del Partido Nacional Socialista sirio trataron de fortalecer su control sobre el país mediante el bloqueo de carreteras en todo el país. El 23 de enero de 2008, los libaneses se vieron nuevamente impedidos para llegar a sus lugares de trabajo y escuelas. Hubo enfrentamientos en la Universidad Árabe y los choques entre facciones suníes y chiíes que se saldaron con ocho muertos y una veintena de heridos.
“¿Qué clase de dialogo y acuerdo se puede alcanzar cuando una de las partes empuña un arma?” La primera semana de mayo de este año Hezbolá elevó la apuesta, clausuró la autopista del Aeropuerto Internacional y cortó cientos de calles en Beirut y otras carreteras de Líbano y lanzó a sus militantes a las calles con la orden de cometer actos de vandalismo, dispararon tres potentes cohetes contra el edificio del diario Al Mustakbal, antes de proceder a incendiar la redacción con sus empleados dentro de las instalaciones, para continuar luego con la destrucción y saqueo de los estudios de la radio L’Orient y el canal de televisión Future; los tres medios de prensa propiedad de la familia del diputado Saad Hariri [10] quedaron así destrozados. Ese día también comenzaron los combates en Trípoli para luego extenderse hacia Aley, Swaifat y la montaña del Chouf. Se cerró así el círculo de los discursos que sostenía el grupo opositor respecto de su resistencia en defensa de Líbano contra el enemigo israelí. El telón de la realidad cayó delante del mundo o de los que quisieran verlo con un saldo de 83 muertos y 268 heridos en los días que duro la refriega.
LA LÓGICA DE LA VIOLENCIA SE IMPONE A DOHA
Mientras el gobierno y la oposición se reunían en Doha, en las calles de Beirut se leían carteles y pintadas que indicaban frases como: Llegad a un acuerdo o cubriros de vergüenza y Si no sois capaces de alcanzar un acuerdo, no regreséis. Así se expresaba la ciudadanía desahuciada y defraudada por la dirigencia política. “El plan de guerra psicológica de la oposición sobre el Gobierno consistió en armar la crisis, fogonearla y llevarla a límites críticos para luego dar con la solución”
Las distintas facciones regresaron con un acuerdo, es cierto. Muchos libaneses festejan y se felicitan por ello, otros se preguntan cómo se hace para negociar con quien posee las armas y no está dispuesto a hablar de ese punto. ¿Qué clase de diálogo y acuerdo se puede alcanzar cuando una de las partes empuña un arma?
En cualquier caso, y más allá de lo que se presenta como un acuerdo nacional, nadie ignora que la lógica de la fuerza continúa hoy, no ha menguado y seguirá latente mientras no haya reconciliación real y se resuelvan los problemas de las divisiones sectarias que se han agudizado con los enfrentamientos últimos.
¿EVITAR LO IMPOSIBLE DE IMPEDIR?
Al mismo tiempo que representantes del Gobierno y la oposición viajaron y se reunieron en Doha para publicitar luego un acuerdo que, dicen, logrará evitar lo que no es posible impedir. Mientras tanto, el enfrentamiento sectario entre suníes y chiíes, es un hecho; los drusos no se mantendrán al margen y demandan venganza, y los cristianos parecieran aguardar su turno ante la ira y la violencia contenida de momento.
Hezbolá demostró eficazmente que puede mantener asfixiado el corazón de Beirut por medio de la presión y la violencia armada; a pesar de ello, hay quienes piensan que las negociaciones de Doha o las que planifica la Liga Árabe puedan ser exitosas en el futuro. Lo cierto es que los operadores políticos de Hezbolá han demostrado históricamente, y más aun en los últimos tres años, que manejaron a la perfección una estrategia de guerra psicológica implacable contra el Gobierno de Siniora que éste último y sus ministros no han sabido o no han querido neutralizar.
En términos sencillos, el plan de guerra psicológica de la oposición sobre el Gobierno consistió en armar la crisis, fogonearla y llevarla a límites críticos para luego dar con la solución. “Es aquí donde se encuentra la respuesta de manera muy clara ante los interrogantes de para qué sirve la Hermandad Musulmana en Egipto, el Ejército de Mehdi en Irak o Hezbolla en Líbano»
En otras palabras: armar y ejecutar un conflicto y luego generar y facilitar la alternativa de solución y salida de él. Es en esta línea que las acciones de la oposición plantearon su guerra psicológica contra el gobierno, teniendo como objetivo estratégico central avanzar sobre el poder legítimo y la autoridad del Estado para hacerse con el control total del poder público en el momento oportuno. A pruebas vistas, la oposición holgadamente se alzó con la victoria.
Para quienes apoyan logística y financieramente a los sectores de la oposición, estas acciones táctico-estratégicas de guerra psicológica consisten en generar la crisis, sostenerla y apoyarla desde los medios de comunicación afines, generalmente con una importante carga de antisemitismo al que denominan antisionismo, y una buena dosis de antiamericanismo.
Focalizar y centrar la atención del mundo en una crisis determinada y así desestructurar y desplazar el verdadero escenario de las reales controversias en la comunidad internacional y en Oriente Medio en particular es bien sencillo y fácil de manipular cuando hay millones de petrodólares para tal misión. El claro ejemplo de ello fue la guerra que Hezbolá lanzó a Israel en el verano de 2006, cuya orden fue impartida desde Teherán para frenar o limitar las sanciones de la ONU de ese momento ante los informes de junio de 2006 de la AIEA [11] sobre el enriquecimiento de uranio que comenzaba a comprometer al régimen de Ahmadineyad [12] según lo declarado en Paris por el ex vicepresidente sirio Abdul Halim Khaddam [13], desertado del régimen de Damasco y quien dijo conocer desde mucho tiempo antes tal estrategia.
OPERACIONES PSICOLÓGICAS Y CORTINAS DE HUMO
Este accionar respecto al cambio de perspectiva de la realidad mediante una crisis o conflicto generado para cubrir otra situación ha sido muy bien utilizado en la región. Y es aquí donde se encuentra la respuesta de manera muy clara ante los interrogantes de para qué sirve Hamás en Gaza, la Hermandad Musulmana en Egipto, el Ejercito del Mehdí en Irak o el Hezbolá en Líbano.
En este mismo contexto, pero de manera inversa se encuentra el presidente estadounidense George W. Bush con sus planes de atacar Irán, dados a entender públicamente en su reciente viaje a Israel. El presidente norteamericano hoy se encuentra cercado y desprestigiado.
Esa causa, y no otra, le ha impedido lanzar la operación de atacar a la Republica Islámica de Irán, algo que no pocos analistas han dado a conocer como un plan que está preparado y que permanece en stand by en el Pentágono, pero que ni Bush ni Cheney [14] se han animado a ordenar, y probablemente no lo ordenen, puesto que la administración esta en franca retirada de la Casa Blanca. Aunque con Bush y sus decisiones nunca se sabe, recuérdese el apoyo a la independencia de Kosovo que sus asesores recomendaron al presidente estadounidense. Lo cierto es que en este escenario actual, es muy poco probable que Estados Unidos decida una operación que puede presentar más problemas que soluciones a la maltrecha administración Bush.
EL ACUERDO POR DENTRO
Operaciones de guerra psicológica o no, lo cierto es que tras cinco días de reuniones, a las tres de la madrugada del 21 de mayo, las facciones políticas libanesas llegaron de hecho a un acuerdo que permite al General Michel Suleiman asumir la presidencia del Líbano y que pueda formar un Gobierno de unidad nacional (ver articulo del 28 de marzo pasado publicado en Safe Democracy [15]).
“Todas las expectativas futuras estarán focalizadas en las próximas elecciones, que pueden ser las más importantes desde que Líbano se independizara de Francia en el año 1943” El último escollo por superar fue la nueva ley electoral. La oposición, encabezada por Hezbolá, intenta establecer un sistema de votaciones basado en el ecuación una persona-un voto. También pretenden bajar la edad legal con derecho a voto, esto es, descenderla hasta los 18 años, lo que sin duda les beneficiaría entre los libaneses más jóvenes y políticamente más activos de su comunidad. Y a falta de las elecciones parlamentarias, de cara a 2009, el Gobierno de unidad quedará constituido de la siguiente forma: la mayoría, apoyada por Arabia Saudita y Occidente, mantendrá 16 de las 30 bancas del gabinete. La oposición, que cuenta con el soporte de Irán y Siria, conducida por Hezbolá y que incluye al Partido Cristiano Minoritario (MPF) dirigido por Michel Aoun, consigue 13 puestos del gabinete. Las tres bancas restantes serán asignadas por el presidente Sleiman, y son altas las probabilidades que tales designaciones recaigan en tres hombres de la oposición.
También se acordó en Doha la adopción de la ley electoral de 1960 (basada en el distrito administrativo libanés), por el que Beirut quedará dividido en tres Circunscripciones Electorales. El primer distrito electoral comprende Ashrafiyeh, Rmeil y Saifi, con cinco bancas: dos armenios, uno maronita, uno ortodoxo y uno católico. El segundo distrito electoral comprende Bashoura, Medawar y Marfa, con cuatro escaños: uno suní, uno chií y dos armenios. El tercer distrito electoral, por su parte, comprende Mazraa, Msaytbe, Ras Beirut, Al Mina el Hosn, Zaqa el Blat y Dar el Mrayseh, con diez escaños: cinco suníes, uno chií, uno druso, uno ortodoxo, uno evangélico y uno para las minorías.
Por ahora, estos últimos tres puntos se ven como equilibrados, y allí el acuerdo se presenta como justo para las partes dadas las actuales circunstancias y teniendo en cuenta el hecho de que no se han realizado censos desde 1930. El diputado Saad Hariri consiguió la mayor parte de lo que quería el Movimiento del Futuro para preservar su base electoral en el Oeste de Beirut. Todas las expectativas futuras estarán focalizadas en las próximas elecciones, que pueden ser las más importantes desde que Líbano se independizara de Francia en el año 1943. No hay dudas que Washington, Tel Aviv, Teherán, Damasco y Riad tienen sus candidatos favoritos y se mantendrán expectantes de los sucesos.
ENTREGA DE UN PRINCIPIO BÁSICO
Una pregunta que cabe efectuarse dentro del gobierno libanés será: ¿hasta dónde es posible responder a la violencia con la no-violencia? “No son pocos los sectores libaneses que sostienen que el Gobierno debió preservar e insistir en que el Parlamento es la única institución constitucional para el diálogo entre las facciones libanesas” Los integrantes de la Revolución de los Cedros lo han intentado, pero no han tenido éxito, sólo han obtenido como resultado el asesinato de varios de sus diputados en los últimos tres años. La mayoría libanesa adhiere a la lógica de la no violencia, pero la oposición se impuso por la fuerza bruta y evidentemente, en este caso puntual, la violencia les dio la victoria por sobre la mayoría pacifica.
Lo que genera escepticismo respecto de Qatar y los acuerdos arribados es que pareciera ser que se ha permitido equiparar al agresor con la víctima, al violento con el no-violento, o peor aun, lo que ha quedado claramente demostrado es que el Estado legal libanés ha hecho entrega del principio básico de todo gobierno legal en un Estado de derecho: Líbano ha entregado el monopolio sobre el uso de la fuerza del Estado a un grupo político-violento.
Es posible y hasta comprensible que Líbano no pueda desarmar a Hezbolá, pero el Estado legal y sus instituciones democráticas (si es que lo son) no pueden ceder lugar en el Gobierno a un grupo que utilizó las armas contra sus propios conciudadanos y cuya agenda es llevar al país a una guerra de resistencia eterna.
Asimismo, no son pocos los sectores libaneses que sostienen que el Gobierno debió preservar e insistir en que el Parlamento es la única institución constitucional para el diálogo entre las facciones libanesas. Doha y otros lugares pueden ser vistos como inconstitucionales si se los utiliza como alternativos a las sesiones parlamentarias, y por ello son escépticos de cara al futuro y hablan abiertamente de una nueva versión del Acuerdo de Taif [16] que sumió al país en los años 90 en una de las etapas más oscuras de su historia moderna.
LA MANO DE DIOS
Es muy claro que el acuerdo tiene un categórico vencedor, la oposición, y un vencido, la mayoría parlamentaria. La obtención del derecho a veto, a partir de ahora en manos de la oposición, y, fundamentalmente, el hecho de que no se pusiera sobre la mesa de negociaciones la cuestión del armamento, así lo indica. Todo acuerdo debe reflejar un equilibrio entre las partes involucradas, pero en el caso de Doha se partió de un equilibrio inexistente. No sorprende por tanto, que tras 18 meses de parálisis institucional se haya alcanzado un acuerdo sólo después de los ataques armados de Hezbolá en Beirut y en otros lugares del país.
La cuestión clave para la pacificación del país, esto es, las armas de Hezbolá, quedó fuera de las conversaciones, fue unilateralmente excluida y diplomáticamente evitada en Doha; respecto al compromiso de cómo el nuevo Gobierno debatirá y decidirá cómo abordarla y tratarla en el futuro, definitivamente no es convincente el Acuerdo de Doha en ese punto. Hezbolá se siente, por ahora, protegido. Consiguió eficazmente el bloqueo sobre las decisiones del gabinete del Gobierno, algo que había estado buscando desde el final de la guerra de julio de 2006, y hará todo lo posible por continuar con el control del sur de Líbano y atacar a gusto y beneficio la frontera israelí mientras continúa el debate en la comunidad internacional sobre la agenda nuclear de su mentor iraní. Todos los gobiernos de Occidente y los Estados árabes moderados consideran que Irán está próximo a adquirir armas atómicas.
Otro signo del estado de las cosas luego de Doha es la influencia de Hezbolá en la elección del general Michel Sleiman [17] como presidente del país. Las declaraciones que Sleiman emitió el jueves 22 de mayo al diario An Vahar, sosteniendo que su país tiene un sólo enemigo, llamado Israel, y que ése es un conflicto armado permanente con la entidad sionista parece ser otra prueba palmaria.
Definitivamente, lo que acordaron los miembros del gobierno en Doha no fue sino el establecimiento de un gobierno ampliado en el que dentro de unas semanas empezarán de nuevo las discusiones y los desacuerdos.