ortegabrazoalto2.jpgLos últimos dos años de Daniel Ortega al frente del poder en Nicaragua han sido un rosario de escándalos de corrupción, fracasos en todos los órdenes de la vida social y económica y una política exterior disparatada y carente de sentido cada día más alineada con Hugo Chávez, dice el autor.

(Desde Bogotá) CUANDO DANIEL ORTEGA llegó por segunda vez al poder, en el año 2006, la mayor parte de los nicaragüenses y buena parte de la comunidad internacional pensó que el máximo líder había cambiado y abandonado los viejos hábitos autoritarios, como cuando gobernó durante la larga década de los ochenta e instaló un gobierno personalista, ineficaz e incapaz de llegar a acuerdos con la oposición.

Su política suicida, junto con sus crasos errores, llevaron al país a la guerra civil que devastó Nicaragua. En vista de lo que estamos viendo en los últimos meses, queda claro que casi todos erramos en el análisis y nos equivocamos, de nuevo, al confiar en que los sandinistas habían aprendido las lecciones de la historia. Ahora, incluso, lo están haciendo peor que antes, un escenario que era inimaginable para la mayor parte de los nicaragüenses.

RETÓRICAS PROPIAS DE LA GUERRA FRÍA

Los últimos dos años de historia de Nicaragua han sido un rosario de escándalos de corrupción, fracasos en todos los órdenes de la vida social y económica y una política exterior absolutamente disparatada y carente de sentido, donde destacan inútiles viajes de Ortega «Ortega ha llegado a calificar a los cooperantes internacionales como moscas que siempre se paran en las inmundicias» con toda su familia a Senegal y Libia y un claro alineamiento con el desacreditado régimen del venezolano Hugo Chávez. Todo ello por no hablar del descarado apoyo del régimen sandinista al grupo terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuyos miembros se pasean impunemente por el territorio nicaragüense, e incluso dos activistas de dicha organización asesina han encontrado asilo político en la Nicaragua de Ortega.

Pero Ortega, cuya facilidad para desacreditarse a sí mismo cada día que pasa es más notoria, ha llegado al límite de lo admisible, habiendo llegado a calificar a los cooperantes internacionales como moscas que siempre se paran en las inmundicias, y tampoco dudó en arremeter contra los países que más ayudan a Nicaragua, «Nicaragua ya es uno de los países más pobres de América Latina, donde la renta per capita no supera los 450 dólares por habitante al año» como España y Costa Rica.

Llevado por una retórica populista y antiimperialista más de los tiempos de la guerra fría que de la era de la globalización, Ortega ha calificado de la misma forma a Colombia como país que practica el terrorismo de Estado y ha amenazado en repetidas veces al presidente Uribe de que estaría dispuesto a ir hasta la confrontación con dicho país por sus reclamaciones sobre las islas de Providencia y San Andrés. Tampoco se mantiene muy diplomático con respecto a Estados Unidos, habiéndose aliado con Irán, Cuba y Venezuela en el eje antinorteamericano, en una apuesta que le aleja de su realidad geográfica y política. Qué disparate.

CUADRO DESOLADOR

Mientras esta cascada de estériles descalificaciones, insultos y exabruptos incalificables se suceden en Managua, el país se encamina hacia la más grave crisis económica de su historia. «La popularidad de Ortega es de las más bajas de la región latinoamericana, con un apoyo de apenas el 18 por ciento de la población» Nicaragua ya es uno de los países más pobres de América Latina, donde la renta per capita no supera los 450 dólares por habitante al año, el paro afecta al 60 por ciento de la población activa, más del 40 por ciento de los cinco millones de nicaraguenses (2,3 millones, para ser exactos) vive en la pobreza extrema, y casi la mayor parte de la población vive con algo más de un dólar diario. ¿Alguien da más?

A este cuadro tan desolador, que las autoridades sandinistas tratan de maquillar con pura propaganda, se le ha venido a unir recientemente una clara regresión democrática, al prohibir el régimen a dos formaciones políticas –los conservadores y los sandinistas disidentes– presentarse a las próximas elecciones locales, en un claro intento por evitar lo que sería una segura «El ex vicepresidente Sergio Ramírez ha denunciado cómo el régimen sandinista deriva hacia una dictadura institucional incapaz de gobernar de forma racional»y contundente derrota en las urnas. No en vano, la popularidad de Ortega es de las más bajas de la región latinoamericana, con un apoyo de apenas el 18 por ciento de la población, y una desaprobación que ya supera el 60 por ciento.

Ortega teme a las urnas, pues ya fue derrotado en el pasado y fue elegido presidente con un tímido 38 por ciento de los votos. Sin embargo, pese a todos estos elementos, el presidente Ortega, que ya fracasara en otros tiempos bien distintos por conducir a su país hacia un escenario de bienestar y progreso, continúa su viaje hacia ninguna parte, habiendo creado uno de los regímenes más corrupto, clientelar, cleptómano e inútil de toda Centroamérica.

CORTINAS DE HUMO

Recientemente, en una entrevista publicada en el diario El Tiempo de Bogotá, el que fuera vicepresidente de Nicaragua con Ortega, el escritor Sergio Ramírez, denunciaba la deriva autoritaria que dominaba la vida política del país y cómo el régimen sandinista está deviniendo en una dictadura de carácter institucional incapaz de gobernar de una forma racional.

También denunció que Ortega utiliza como una cortina de humo sus diatribas antiimperialistas y antioccidentales para esconder los verdaderos problemas del país, que desde luego no se resuelven con las inútiles ayudas procedentes de Irán y Venezuela, por lo general invertidas de una forma opaca y poco sujeta al control por parte de las instituciones.

En resumen, como se afirmaba líneas atrás, un cuadro bastante desolador y poco esperanzador, cuando apenas han pasado algo menos de dos años desde que Ortega fuera reelegido presidente de Nicaragua.