bacheletrie.jpgChile goza de una gran imagen internacional en comparación con sus vecinos, pero carece hoy de las ideas renovadoras y propuestas como para sostener esa percepción y es incapaz de dar el salto definitivo al Desarrollo, dice el autor. Entienda por qué el país sudamericano, probablemente el más próspero de la región, está perdiendo una oportunidad histórica.

(Desde Santiago de Chile) ALGO LE PASA A CHILE. Cuando todo parecía indicar que iba a dar un salto definitivo hacia el desarrollo, parece haberse quedado sin ideas renovadoras.

En efecto, la muy buena imagen internacional que tiene Chile en el mundo, se debe fundamentalmente a tres cosas: su estabilidad política y económica, el buen funcionamiento de sus instituciones, y que hizo reformas que en su momento marcaron el rumbo y se adelantaron a muchos otros países.

«¿Por qué no se aprovecha esta coyuntura inmejorable para dar el salto definitivo?» Y esto último es el problema. Las reformas que en su momento llamaron la atención, hoy son parte del abc del mundo globalizado, pero Chile dejó de marcar pautas, y con ello, parece estar desperdiciando una oportunidad inmejorable para ingresar al selecto club del desarrollo.

Chile cuenta con una situación envidiable en muchos aspectos y en los últimos años, con un precio excepcional de su principal producto de exportación, el cobre, lo que le ha permitido sortear la marejada del precio del petróleo y los problemas financieros internacionales.

La pregunta es otra: ¿por qué no se aprovecha esta coyuntura inmejorable para dar el salto definitivo? Y ahí no hay respuestas, al menos, convincentes.

¿UNA IMAGEN REFLEJO DE LA REALIDAD?

«Las fronteras nacionales se han quedado pequeñas a sus empresarios que se despliegan con más de 40.000 millones de dólares de inversión en el extranjero» Chile figura muy bien, pero sólo cuando se compara con países que tienen un peor desempeño, sobre todo en la región. Ahí figura como una verdadera estrella y ahí aparece una segunda pregunta: ¿se merece hoy ese sitio?

En efecto, como chileno me impresiona que en tantas conferencias, publicaciones y seminarios se presenta al país como un ejemplo, pero la evidencia muestra que es el producto de glorias pasadas más que de planes futuros. Al haber ingresado antes que otros, ha aprovechado bien la globalización, lo que se expresa en acuerdos preferenciales de comercio con más de medio centenar de países incluyendo a los más importantes: Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, China y otros.

Las fronteras nacionales se han quedado pequeñas a sus empresarios que se despliegan con más de 40.000 millones de dólares de inversión en el extranjero. Un país pequeño y lejano es hoy el cuarto usuario mundial del Canal de Panamá, «Chile no debiera compararse con los países que lo hacen peor en la región, sino con los países que marcan el rumbo en el mundo de hoy» lo que explica la guinda de la torta: una invitación a integrarse a ese exclusivo club de países líderes conocido como la OECD.

Sin embargo, algo no parece coincidir con la imagen internacional. En principio, ello podría explicarse, ya que muchas veces hay un rezago en la opinión que se tiene en el extranjero con los hechos que están teniendo lugar en el país. A veces se tiene una peor imagen de la que se merece y a veces una mejor.

Y en el caso de Chile parece predominar claramente esta última, fundamentalmente debido a cambios y procesos totalmente consolidados, ya que se siguieron con constancia durante largo tiempo.

SIN IDEAS RENOVADORAS

«Hace una década se hablaba de llegar al bicentenario del 2010 como país desarrollado. Hoy, se ha corrido el plazo al 2030» El problema ahora consiste en que Chile no debiera compararse con los países que lo hacen peor en la región, sino con los países que marcan el rumbo en el mundo de hoy, y sobre todo, con aquéllos con los cuales Chile desearía compararse, es decir, los que se conocen como los like-minded countries: los países escandinavos, Nueva Zelanda y similares.

Y allí Chile parece retroceder en vez de avanzar. En efecto, hace una década se hablaba de llegar al bicentenario de 2010 como país desarrollado. Hoy, se ha corrido el plazo al 2030 en el improbable escenario que los otros países se mantuvieran estáticos.

Chile cuenta con estabilidad, bajo riesgo país, sigue llegando la inversión extranjera, excedentes impresionantes del fisco y otras virtudes. Pero la inflación ya llega a casi el 10 por ciento, mucho de ella importada, pero también con claro componente local. «El problema no es sólo el gobierno, ya que los medios de comunicación aportan poco, y la oposición carece de alternativas» El crecimiento económico ha disminuido a un pobre 4 por ciento después de haber alcanzado el 10 por ciento en la década pasada.

Sobre todo el país parece haberse quedado sin ideas renovadoras. Es así como simplemente no sabe qué hacer con miles de millones de dólares depositados en cuentas en el extranjero, además que sus avances en innovación y productividad son mínimos. Más aún, ideas como los clusters y progreso sostenido en la utilización de ciencia y tecnología no tienen mayor presencia en el debate público.

El problema no es sólo el gobierno, ya que los medios de comunicación aportan poco, y la oposición parece carecer de propuestas alternativas. Las universidades y centros de estudios tampoco parecen tener ideas de cómo enfrentar esta nueva etapa, al igual que empresarios y sindicatos.

CUESTIÓN DE COMPARACIONES

En otras palabras, para realmente llegar al desarrollo, Chile necesita una segunda etapa de reformas económicas y políticas que no aparecen en el horizonte. «Pareciendo tenerlo todo para dar el salto al desarrollo, tal como ocurriera a fines del siglo XlX, está dejando escapar esta oportunidad»

Mientras tanto, ha existido una enorme inversión en educación y salud que no parece haber dado frutos además de reformas que han fracasado en temas como el medio ambiente y el transporte público.

Aún más, un país que no tiene petróleo y gas, carece de una política nacional en relación a la energía. En otras palabras, no basta con la estabilidad y con el ordenado funcionamiento de sus instituciones políticas y económicas: para esta nueva etapa no sólo deben funcionar, sino que deben hacerlo bien, con calidad y en forma innovadora.

En resumen, Chile goza de una gran imagen internacional, pero hoy parece carecer de las ideas y propuestas como para sostener esa imagen. La penosa conclusión, es que pareciendo tenerlo todo para dar el salto al desarrollo, tal como ocurriera a fines del siglo XlX, está dejando escapar esta oportunidad.

Chile parece brillar cuando se le compara con otros países de la región, aunque su crecimiento económico ha sido inferior a países como Perú y hoy sólo está en la media mundial.

Su problema es otro: que debiera empezar a compararse con los que mejor les va, y allí se aleja y no se acerca. Y es una pena, ya que a veces el tren de la historia no vuelve a pasar por el mismo lugar.