presibielorruso.jpgPoco antes de la celebración de elecciones parlamentarias, el próximo 28 de septiembre,  Lukashenko intenta dar señales a Occidente de una supuesta apertura. Está en duda saber  si se trata de un verdadero impulso hacia la democratización del país, o de un simple golpe de efecto para romper su aislamiento y promover la colaboración, sobre todo económica, con la UE.

(Desde Madrid) DESDE BRUSELAS SE HAN FIJADO cinco condiciones para reestablecer el diálogo con Bielorrusia. Entre ellas destacan la liberación de los presos políticos, la participación real de la oposición en las próximas elecciones y la presencia de sus representantes en el Parlamento que se elegirá a finales de septiembre de este año.

El presidente Alyaksandr Lukashenko ha cumplido en parte con la primera de ellas, al sacar de la cárcel al líder opositor Alexander Kazulin, que cumplía una condena de más de cinco años (y que, además de rechazar moralmente el perdón presidencial, ha exigido al Estado su rehabilitación y una indemnización de dos millones de euros). Pero aún permanecen en prisión otros activistas contrarios al régimen.

¿CAMBIO DE INTERESES?

«Existe un grupo de tecnócratas, partidario de las relaciones económicas con la Unión Europea y Estados Unidos»El factor clave para que este proceso goce de alguna credibilidad es el grado de libertad con que la oposición pueda implicarse en las próximas elecciones.

Para ello son imprescindibles requisitos como el registro de sus candidatos, la inclusión de la misma en las comisiones electorales a todos los niveles, su presencia en los colegios electorales y, sobre todo, una campaña electoral no obstaculizada de manera alguna por el régimen. De no contarse con tales premisas es probable que la oposición decida boicotear la convocatoria electoral, lo que no haría sino prolongar la actual situación de estancamiento.

«Acaba de aprobarse un Plan de Privatización, que pretende vender 500 empresas estatales y 150 semipropiedad del Estado» Desde su independencia en 1992, Bielorrusia ha sido la gran aliada de Moscú, disfrutando a cambio de precios preferenciales para las exportaciones rusas, sobre todo las de materias primas energéticas. Sin embargo, desde 2006 se han dado algunas muestras por parte de Minsk de su deseo de colaborar con Occidente.

A pesar del talante autoritario de Lukashenko, hoy se puede hablar de la existencia de un grupo de tecnócratas, liderado por el hijo del propio presidente, partidario de establecer relaciones económicas con la Unión Europea y Estados Unidos.

«No es la primera vez que desde Bielorrusia se intenta jugar a dos bandas» Este círculo ha ido ganando peso en los últimos meses. En julio pasado, dos de los principales representantes del ala dura del régimen fueron expulsados del ámbito presidencial.

Además, acaba de aprobarse un Plan de Privatización, que a lo largo de dos años pretende poner a la venta 500 empresas estatales y otras 150 propiedad en parte del Estado. Este proyecto pretende atraer la inversión extranjera aunque, según sus críticos, lo más probable es que sólo sirva para que los rusos compren el país.

UN PANORAMA CONFUSO

En cualquier caso, no es la primera vez que desde Bielorrusia se intenta jugar a dos bandas. «Junto a los pequeños avances conviven otras actuaciones que nos recuerdan el carácter dictatorial del régimen» Lukashenko es el colaborador fiel de Rusia, pero al mismo tiempo intenta sacar partido de esta estrecha relación frente a Bruselas y Washington (al parecer a principios de año se inició un proceso impulsado desde Estados Unidos similar al que ahora lidera la UE. Sin embargo, la negativa del presidente bielorruso de liberar a Kazulin en aquel momento hizo fracasar el intento).

El anuncio del Kremlin de aumentar las tarifas del gas este otoño podría también haber impulsado a Minsk a buscar otros posibles aliados o, simplemente, utilizar esta posibilidad en sus negociaciones con Moscú.

El panorama en Bielorrusia es confuso y junto a los pequeños avances que indicarían una cierta apertura conviven otras actuaciones que nos recuerdan el carácter dictatorial del régimen. Podemos citar en este sentido la nueva Ley de los Medios, aprobada en un tiempo récord en junio y que va a permitir un mayor control de la información que circula por Internet, o la multiplicación de las detenciones de activistas políticos tras la explosión de una bomba en el acto de celebración del Día de la Independencia, el pasado 3 de Julio.