wstreet.jpgAmérica Latina debe sacar sus conclusiones. Frente al difícil 2009 que viene, es preciso recrear en los hechos, en las leyes, en las regulaciones, y en los presupuestos, una agenda ética para la economía. Precisamente, esa que ha fallado en Wall Street.

(Desde Nueva York) LA ESCENA FUE ANTOLÓGICA. Los presidentes de las tres grandes empresas automovilísticas de Estados Unidos acudieron al Congreso para pedir el apoyo de 25.000 millones de dólares para que la industria, sin duda vital para el empleo, pudiera seguir operando.

El presidente de la Comisión del Congreso les preguntó inesperadamente cómo llegaron a Washington. Contestaron que en jet privado. Les hizo la cuenta: era un viaje que les había costado a sus accionistas 40 veces más que si hubieran sacado un pasaje en business. Intentaron subsanar el error casi increíble llegando en las interpelaciones siguientes manejando automóviles. Lo sucedido ilustra la burbuja irreal en que se movían muchos altos ejecutivos americanos.

TODO PRIVILEGIOS, CERO RIESGOS

«El New York Times investigó los paquetes remuneratorios de los altos CEOs del mundo financiero. Algunos de ellos ganaban 17.000 dólares por hora» El presidente electo Obama dijo poco después, apoyando el rescate de la industria automovilística, que muchas cosas debían cambiar, como las tecnologías que habían dejado a Estados Unidos detrás de la industria japonesa, pero no sólo eso, sino también los esquemas de compensación a los CEOs, y las distancias remuneratorias con los trabajadores. Explicó que una de las causas de la crisis eran las altas inequidades, y que los periodos de mayor productividad de la economía americana habían sido aquéllos en los asalariados participaban más en los beneficios.

El New York Times investigó los paquetes remuneratorios de los altos CEOs del mundo financiero. «Todos los privilegios para ellos, cero riesgo, ninguna vinculación entre su eficiencia y sus sueldos Algunos de ellos ganaban 17.000 dólares por hora» Por otra parte se había autofijado indemnizaciones por si los despedían que superan los 60 millones de dólares. Al mismo tiempo ellos y los de otras empresas líderes despedían sin escrúpulos a centenares si había alguna baja en los mercados.

Como lo llamó el diario El País de España, se habían construido un mundo a semejanza de los Brahamanes. Todos los privilegios para ellos, cero riesgo, ninguna vinculación entre su eficiencia y sus sueldos, y condujeron a las empresas que dirigían a casinos financieros para obtener los más altos réditos de corto plazo, y aumentar así sus ingresos personales, no importando lo que pasara después.

ABSOLUTA LIBERTAD DE ACTUACIÓN

Todo ello estuvo favorecido por la cuasi impunidad. Las políticas públicas dejaron de cuidar el interés colectivo. Bajo el dogma de que los mercados eran infalibles se desreguló sin cortapisas. «Se necesitan políticas públicas que protejan el bienestar colectivo, empresas con elevados niveles de responsabilidad social, apoyo a las pequeñas y medianas empresas…» Los Brahamanes funcionaban sin controles. Termina de explotar el caso de un fondo sobre el que pesaban denuncias desatendidas totalmente desde 1992, que produjo el mayor desfalco desde Enron, 50.000 millones de dólares.

Las cifras de recesión, que hoy estremecen a los ciudadanos americanos y al mundo, con records en el desempleo (2 millones de puestos de trabajo destruidos en el 2008), en el descenso del consumo, en las hipotecas ejecutadas, la baja de la producción, y otras similares, tuvieron algunas de sus causales en profundos déficits éticos anteriores. Con razón señalaba editorialmente el Washington Post cuando los jueces dictaron la máxima condena contra los responsables de Enron, que cuidado con decir que se trataba de simples manzanas podridas, que había un tema de falta de ética corporativa mucho más profundo.

VÍAS DECISIVAS

América Latina debe sacar sus conclusiones. Frente al difícil 2009 que viene, es preciso recrear en los hechos, en las leyes, en las regulaciones, y en los presupuestos, una agenda ética para la economía, esa que falló en los acontecimientos de Wall Street.

Debe enfrentarse de lleno la corrupción en el sector público, pero al mismo tiempo también la corporativa. Se necesitan políticas públicas que protejan el bienestar colectivo, empresas con elevados niveles de responsabilidad social, apoyo a las pequeñas y medianas empresas base de la creación de trabajos, sociedades civiles movilizadas para exigir ética, y solidaridad, defender la inversión social que será más necesaria que nunca, privilegiar educación y salud para todos.

Estas vías serán decisivas para evitar que la crisis agudice aun más los intolerables niveles de inequidad, y pobreza actuales de la región.