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India no puede dejar sin respuesta la masacre de Mumbia. Pero si India toma una postura de dureza forzaría a una escalada militar en la frontera indo-pakistaní que pondría en jaque a la estrategia de Washington en Afganistán. La solicitud de Nueva Delhi al gobierno pakistaní de un cambio drástico de su Inteligencia (ISI) es inviable.


(Desde Monterrey) EL ATAQUE TERRORISTA CONTRA Mumbai, la capital económica, financiera y del cine de la India, la antigua Bombay (Buena Bahía en portugués), no solamente significó una pesadilla para la ciudad y una masacre contra más de diez puntos de la ciudad, hospitales, cafés, estación ferroviaria, un centro de culto judío (Nariman House) y finalmente ocupando dos de los principales hoteles, el Oberoi y el más emblemático de los edificios del puerto, el Hotel Taj Mahal que acaba de cumplir 100 años (yo me hospedé en el Hotel Taj Mahal en el verano de 2007 y en el verano de 1999, en el hotel Oberoi), sino un cambio estratégico fundamental en la región.

Mumbai alberga la principal bolsa de valores del país, la Bombay Stock Exchange, y esta ciudad está Bollywood, la Meca del cinema indio, produce casi 1000 películas al año, más que Estados Unidos.

No es el primer ataque contra instalaciones indias de parte de las fuerzas radicales paquistaníes, sobre todo de Cachemira. Anteriormente, el 11 de junio del 2006, siete explosiones sucesivas y preparadas para causar la mayor mortandad posible, fueron realizadas contra los trenes de cercanías de Mumbai con un saldo de 135 muertos y cerca de 300 heridos.

LA SOMBRA DEL ISI

Sin embargo, este atentado múltiple tiene consecuencias más profundas. Más allá de las pérdidas humanas (casi 200 víctimas), de los daños materiales y de la necesaria condena mundial del hecho, el ataque está provocando un importante cambio y presenta un fuerte dilema tanto para las potencias en pugna, India y Pakistán, como para Estados Unidos y su estrategia en Afganistán.

Por un lado, es poco probable que la organización del atentado se haya perpetrado directamente desde el gobierno de Pakistán, más preocupado desde que Ali Zardari asumió el poder, en acercarse a la India e inclusive a firmar un acuerdo de unión económica con Nueva Delhi.

Todo indica que nuevamente el Inter-Services Intelligence (ISI) pakistaní, está detrás de la operación, en colaboración con los movimientos fundamentalistas regionales, en particular el movimiento de los Talibanes.

LAS DOS HIPÓTESIS

Las dos hipótesis más aceptadas apuntan o al movimiento radicales de Cachemira, Lashkar-e-Toiba, o a los Talibanes con su apoyo, Al-Qaeda.

El movimiento separatista de cachemira, fue dominado hasta finales de la década de los años ochenta por el Frente de Liberación de Jammu Cachemira (JKLF), partido nacionalista y secular fundado por Amanullah Khan y Maqbool Bhat, en Birmingham, Gran Bretaña, el 29 de mayo de 1977. Pero en 1989, con la creación del Lashkar-e-Toiba (el Ejército de los Puros que en enero del 2002 cambia su nombre oficial por el de Jama’at-ud-Da’wah por la presión del gobierno pakistaní), el movimiento separatista se radicaliza y opta por la vía terrorista y violenta como lo demuestran los múltiples atentados perpetrados en la India.

ALCANCE GLOBAL

Aunque la masacre de Mumbai fue reivindicada por un movimiento desconocido hasta la fecha, los Muyahidin del Deccan, para indicar que los terroristas son internos al país, el hecho que la mayoría del comando suicida haya entrada por mar desde Karachi, con probablemente un apoyo interno, no deja lugar a duda que el grupo tiene su base en Pakistán, con un fuerte entrenamiento y un apoyo que rebasa las capacidades de un simple movimiento. Sin embargo, contrariamente a los atentados anteriores, el propio Lashkar-e-Toiba enfatizó su no participación en el acto.

La segunda hipótesis también muy probable apunta a los Talibanes y a Al-Qaeda por el grado de preparación que el comando recibió y sobre todo por la organización muy meticulosa de los múltiples atentados.

Independientemente de quien de los dos grupos perpetró la masacre, queda muy claro que su alcance rebasa los límites regionales. De la misma manera que el atentado de diciembre de 2001 contra el Parlamento indio que conllevó a Nueva Delhi a movilizar sus tropas a las fronteras con Pakistán, la actual masacre impone al gobierno indio a responder de manera muy contundente.

PROBLEMAS PARA HILLARY

En efecto, desde hace 7 años, los varios atentados, como el de Mumbai del 2006, no provocaron ninguna respuesta radical de la India que buscó evitar caer en la trampa terrorista de escalar la tensión transfronteriza para paralizar a Islamabad. Hoy día, el gobierno del Partido del Congreso no puede dejar sin respuesta la masacre en el más importante puerto del país. De no hacerlo, daría elementos a su principal rival político, el nacionalista hindú, Bharatiya Janata Party. Tampoco la solicitud de Nueva Delhi al gobierno pakistaní de un cambio drástico del ISI es viable. El débil régimen de Islamabad no tiene un control sobre las actividades de su institución de inteligencia ni sobre el ejército que actúan de manera autónoma, y en muchos casos, respaldando las operaciones de los grupos radicales tanto de Cachemira como de los Talibanes.

A pesar de la solicitud norteamericana de moderación por parte de la India para evitar la escalada militar en la frontera indo-pakistaní que pondría en jaque a la estrategia de Washington en Afganistán, la situación regional podría empeorar en las próximas semanas, dejando un problema explosivo para la recién designada secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien deberá asumir su cargo el 20 de enero próximo, en medio de un resurgimiento de la tensión entre la dos potencias nucleares de Asia meridional. La visita de Condoleezza Rice a la India para lograr que Nueva Delhi acepte la posición norteamericana, tiene pocas probabilidades de lograrse. El Partido del Congreso debe pensar en su futuro político y en las presiones internas que exigen una respuesta firme y una movilización de las tropas contra Pakistán, aunque sin llegar a un enfrentamiento global.

¿MANOS LIBRES PARA LOS TALIBANES?

Por su parte Pakistán, no puede presionar ni a su ejército ni a su inteligencia militar que tienen fuertes lazos con los grupos fundamentalistas del país y además respaldan a las acciones tanto del movimiento Lashkar-e-Toiba como de los Talibanes e inclusive de Al Qaeda. Cualquier decisión de Zardari de cambiar la estructura de poder del ejército, conllevaría a su caída.

Así, la estrategia de Barack Obama de enfocarse más a Afganistán, cuna de Al Qaeda está en riesgo de quedarse inoperante si el gobierno de Islamabad retira sus 100,000 hombres de su frontera occidental para concentrarlos hacia la India. De esta manera, tanto los Talibanes como Al Qaeda y las tribus pashtunes de la frontera pakistaní tendrán las manos libres para incrementar su presión contra las fuerzas internacionales instaladas en el país.