Cabría preguntarse si mediante una fórmula más política reforzada por acciones militares, al estilo de la aplicada en Chad en 2004, la presencia internacional en Afganistán resultaría más efectiva. Quizá éste sea el modelo por el que apostar: asistencia desde la retaguardia y dejar el protagonismo de las acciones más arduas del combate a las fuerzas regulares del país.
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