idf22.jpg¿Seguirá existiendo el conflicto palestino-israelí como un conflicto de baja intensidad con esporádicos estallidos muy violentos, como la actual intervención militar israelí en Gaza? La respuesta es no.

(Desde Jerusalén) JERUSALÉN, CIUDAD EN LA QUE se encuentra la sede del gobierno de Israel, es también uno de los puntos álgidos del conflicto entre Israel y Palestina. Pero es en ésta –y en menor medida, en Tel Aviv, el gran centro urbano y económico de Israel– donde se tomaron las decisiones con respecto a la operación israelí.

Es en Gaza donde tiene lugar el enfrentamiento entre ambas partes, desde el 27 de diciembre 2008, pero de hecho, desde mucho antes, aún desde antes de la retirada israelí de esa zona, en agosto de 2005. La Franja de Gaza bajo el control de Hamás se ha convertido en un foco de miseria, tensiones y violencia en el que se concentra la esencia de la irresolución del problema palestino.

Un territorio estrecho, pobre, superpoblado, falto de recursos de todo tipo y parcialmente controlado por una organización islámica radical empeñada –al menos retóricamente– en una confrontación de tipo suma cero, con un Estado establecido y mucho más fuerte que ésta, Israel.

¿CONFLICTO IRRESOLUBLE?

La imposibilidad de diálogo directo, el extremismo de las posiciones de Hamás, los intereses de terceras partes –especialmente Egipto e Irán– «Hamás no es una organización homogénea, disciplinada y capaz de controlar Gaza. No controla siquiera a todos sus miembros» complican aún más la situación, tornando el enfrentamiento entre Hamás e Israel irresoluble en las condiciones actuales de confrontación y violencia. Al calificarlo de irresoluble señalamos que no tiene solución: ni militar, ni política o de ninguna otra índole, hasta que no se elimine de su seno las ideas de resolución a través del juego suma cero; esto es: si yo existo, tú desapareces; si tú existes, desaparezco yo.

Y si el conflicto va a seguir existiendo como conflicto de baja intensidad con esporádicos estallidos muy violentos, como la actual intervención militar israelí en Gaza, la gran pregunta es cómo manejarlo, para aminorar su impacto y permitir a todas las partes continuar viviendo de la manera más normal posible y si esto es posible. La respuesta es no. No hay lugar, a largo plazo, para un conflicto de baja intensidad, pues entraña en su seno los estallidos de violencia que lo hacen de alta intensidad y por ende, insoportable para ambas partes.

Para completar la ecuación, hay que mencionar algunos datos más que la componen. El primero es que Hamás no es una organización homogénea, disciplinada y capaz de controlar Gaza. No controla siquiera a todos sus miembros. Su brazo armado, Az A Din el Kassam, funciona en forma autónoma, aunque coordinada, en cierta medida con el liderazgo político, sin que exista una clara jerarquía de control y subordinación al poder político legalmente constituido (elegido democráticamente).

LOS LÍDERES DE HAMÁS ESTÁN DIVIDIDOS

«Los restos de Al Fatah han sido perseguidos por Hamás, pero constituyen una parte de la ecuación que no puede dejar de ser tomada en cuenta» Los líderes políticos mismos están divididos entre pragmáticos residentes en su mayoría en Gaza, encabezados por Ismail Haniya, y dogmáticos residentes en su mayoría (la denominada ala Kuwaití) en Damasco, encabezados por Haled Mashal, con diversas variantes entre estos. Y por si esto fuera poco, funcionan en Gaza también milicias de Jihad Islami, Comités de Coordinación y grupos menores que no están subordinados a Hamás ni a la Autoridad Palestina. Los restos de Al Fatah en Gaza han sido marginados y perseguidos por Hamás, pero también constituyen una parte de la ecuación que no puede dejar de ser tomada en cuenta.

La insistencia en el carácter humanitario de la crisis –y las acusaciones anti-israelíes derivadas de esto– dejan de lado el potencial agresivo anti-israelí de los grupos antes mencionados. El que estos operen desde el seno de la población civil de Gaza es una perogrullada, ya que las condiciones en esa área no les presentan otras alternativas. De aquí que cualquier operación militar israelí contra las facciones armadas de Hamás, Jihad Islami o cualquier otro grupo violento que lance misiles u obuses de mortero desde Gaza sobre territorio israelí, produce víctimas civiles palestinas inocentes, «El modelo Hezbollah y la pérdida de disuasión de Israel han sido factores centrales en la errónea evaluación de Hamás sobre las intenciones de Israel» aunque la intención del ejército israelí sea atacar solamente a los miembros armadas de estos grupos que atacan Israel.

Es por esto que el Gobierno de Israel confrontó un dilema irresoluble. Como gobierno, su primer deber es hacia sus propios ciudadanos. En el caso de los ataques con misiles y obuses provenientes de Gaza, era, es y será la obligación del Gobierno de Israel, defender a su población. Esto se ha hecho durante un largo período y especialmente desde la desocupación israelí de la Franja de Gaza, a través de medidas de defensa civil –refugios, cuartos reforzados en casas, colegios, lugares de trabajo, alertas y alarmas, refuerzo de los servicios médicos y de rescate– y también a través de ceses de fuego negociados a través de la mediación egipcia, que aseguraron una calma relativa.

NO HAY PEOR ERROR QUE CREER EN LA PROPIA PROPAGANDA

El problema se agrava desde la segunda guerra de Líbano en 2006, «Los líderes de Hamás no tomaron en cuenta que el ejército israelí aprendió las lecciones de Líbano en 2006 y se entrenó para librar este tipo de guerra» donde la típica disociación entre fracasos militares y éxitos políticos que funcionan en Oriente Medio desde hace muchas décadas como parte de las culturas políticas locales –véase el Egipto de Nasser en 1956 y en 1967, como ejemplos– permitieron a Hezbolá clamar victoria frente a Israel, al no haber sufrido una derrota absoluta pero sí haber sufrido muy graves pérdidas.

El modelo Hezbolá, más retórico que real, sumado a la pérdida por parte de Israel de su capacidad de disuasión, han sido factores centrales en la errónea evaluación que hace Hamás sobre las intenciones y la capacidad de Israel frente a la no renovación de la tregua y el incremento de los ataques con misiles y morteros sobre las áreas de Israel vecinas a Gaza. Dicen los expertos en propaganda política que no hay peor error que creer a la propia propaganda. «¿En que medida es permisible defender a la población civil israelí con una operación que tiene altos costes humanos entre los palestinos de Gaza?»

Pareciera ser que Hamás ha sido víctima fatal de este error, al creer que Israel era incapaz de actuar militarmente frente a los continuos ataques provenientes desde Gaza, por debilidad, o porque Hezbolá , y siguiendo su ejemplo Hamás, habían logrado resolver la asimetría militar con Israel a través del uso de misiles y una suerte de guerra de guerrillas semiurbanas, contra la cual un ejército regular como el israelí, pierde su efectividad.

Los líderes de Hamás no tomaron en cuenta que el ejército israelí aprendió las lecciones de Líbano en 2006 y se entrenó para librar este tipo de guerra de forma efectiva. Pero la preparación militar, componente de la ecuación sobre la obligación de todo Gobierno israelí de defender a su propia población, no termina de resolver los dilemas que enfrenta Israel.

EL DILEMA HUMANITARIO

Al subir el nivel de violencia y comenzar la operación militar en Gaza resurge con mucha fuerza el dilema humanitario: ¿en que medida es permisible defender a la población civil israelí con una operación que tiene altos costes humanos, en términos de víctimas civiles inocentes, entre los palestinos de Gaza? Todo esto, más allá del impacto que las imágenes televisivas tiene sobre la opinión pública mundial y las manifestaciones masivas contra Israel en Europa y el resto del mundo, son problemas a tomar en cuenta y muy seriamente. «Israel ha rebajado, al menos a nivel declarativo, sus objetivos en Gaza. No se trata de derribar a Hamás, sino de lograr el cese de todo ataque desde Gaza contra Israel»

El intento militar israelí de combatir a Hamás, Jihad Islami y otros grupos en Gaza y aminorando, al mismo tiempo, el número de víctimas civiles inocentes y el número de bajas entre los soldados israelíes, constituye una contradicción en sus propios términos. Hay que recordar que el deber del gobierno de Israel es actuar responsablemente en ambas áreas –con respecto a civiles palestinos inocentes y con respecto a los propios soldados israelíes–; pero el equilibrio entre dos objetivos válidos, que se logran de manera contradictoria, no puede producir resultados positivos en ninguna de las dos áreas.

A todo esto se suma el dilema político. Israel ha rebajado, al menos a nivel declarativo, sus objetivos en Gaza. No se trata de derribar a Hamás, sino de lograr el cese de todo ataque desde Gaza contra Israel. Israel insiste en que la frontera de Egipto tiene que quedar cerrada ante futuros contrabandos de armas y explosivos que permitan a palestinos extremistas en Gaza rearmarse y recomenzar los ataques contra Israel. Un cese de fuego que incluya intercambio de prisioneros –incluyendo la devolución a Israel del soldado Gilad Shalit, en manos de Hamás desde hace dos años y medio– y la apertura normal y continua de los seis pasos fronterizos entre Israel y Gaza, serían la formula para lograr la calma en la zona.

ASIMETRÍAS

En este momento es difícil pensar que todos estos objetivos serán logrados. Aun más. «Es difícil pensar cómo es posible lograr la pacificación de la zona de Gaza sin ayuda internacional en las negociaciones» Ni importa cual sea el resultado final, basta que un combatiente de Hamás enarbole una bandera palestina o islámica y una metralleta frente a una cámara de televisión, para que Hamás proclame la victoria.

Por otro lado, el que Israel logre todos sus objetivos es casi imposible. La asimetría entre Hamás, como víctima autoproclamada y autoeximida de toda responsabilidad por los hechos, en base a su debilidad, frente a Israel, el Estado fuerte y proclamado por Hamás y muchos otros como agresor –al margen de lo que señale el examen objetivo de los hechos sobre quien agrede a quien y quien ataca civiles a sabiendas, frente a quien intenta, inútilmente en la mayoría de los casos, de ahorrar vidas civiles– jugará en todo caso a favor de Hamás.

Aunque Hamás llegue al acuerdo con Israel –a través de terceras partes–, siempre habrán grupos más extremistas que decidan lanzar misiles u obuses de mortero contra Israel y esto es intolerable desde el punto de vista israelí. Es por esto que es difícil pensar cómo es posible lograr la pacificación de la zona de Gaza sin ayuda internacional en las negociaciones.

EL ESTADO PALESTINO

Al final de la actual crisis y aún durante las negociaciones que lleven a su resolución habrá que volver a pensar en la vuelta a canales de negociación entre israelíes y palestinos, que conduzcan al establecimiento de un Estado Palestino. Para que este Estado tenga posibilidades de consolidarse, será necesario que posea los niveles de institucionalización necesarios que le permitan controlar a sus propios extremistas, canalizando desacuerdos y protesta a la esfera pública y a la política, controlando la violencia y estableciendo un modus vivendi normal con Israel. Todo esto requerirá de mucha ayuda y apoyo por parte de la comunidad internacional.

Los dilemas de Israel, así como los de los palestinos, no tienen resolución de carácter violento o militar posible. La idea del conflicto de baja intensidad es sólo una base para estallidos de violencia que nada resolverán.

Extrañamente, la crisis en Gaza hace pensar que ahora más que nunca es necesario revitalizar y reformular las ideas que llevaron a compromisos que permitan lograr soluciones reales y efectivas las que, basándose en compromisos por parte de ambos lados, no son de carácter militar, sino político.