voto.jpgUnos 340 millones de personas forman la clase media de América Latina. Y en sus manos, reside la potestad para inclinar la balanza en las urnas; de ahí que muchos partidos en la región, ante la proximidad de la cita electoral, hayan comenzado a recorrer el camino hacia el centro.

(Desde Montevideo) HOY MÁS QUE ANTES, pero también como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, la cuestión esencial gira en torno al papel que debe desempeñar la política en la conducción de la economía de una democracia.

Para la mayoría de los teóricos de la derecha, el Estado garantiza el funcionamiento del mercado, pero no debe interferir en sus resultados. Según los ideólogos de la izquierda, el Estado debe enmendar en lo posible las desigualdades que el libre mercado produce. Históricamente, la izquierda ha defendido la necesidad de construir un Estado de bienestar, benefactor, con políticas de redistribución y oportunidades para todos. La derecha pone más energía en la seguridad, los valores, la defensa de la propiedad y la libertad económica.

«Nadie puede triunfar en una elección presidencial sin el codiciado y cada vez más importante voto centrista» Sin embargo, hoy esas diferencias no son nada claras. Unos y otros incursionan en los dos enfoques a la hora de presentar sus programas electorales o cuando los llevan adelante desde el gobierno. El problema actual no se resuelve entre izquierda y derecha sino, como sostiene el intelectual Mario Vargas Llosa, entre libertad y no libertad. O como dijo el ex presidente español Felipe González, entre modernidad y populismo.

Ante estas nuevas realidades, el hombre común, el de centro, el que está inserto en la maltrecha clase media, cada día que pasa cobra mayor relevancia a la hora de las decisiones en casi todos los países en donde la democracia es el pilar fundamental de la sociedad.

EL CODICIADO VOTO CENTRISTA

¿Por qué sucede esto? «Las elecciones las deciden una porción relativamente pequeña del electorado, pero crucial para triunfar» Simplemente porque cada vez más ciudadanos que se ubican en el centro del espectro político, son precisamente los que inclinan la balanza hacia un lado u otro a la hora de votar y elegir a los candidatos para que los gobiernen.

Nadie puede triunfar en una elección presidencial sin el codiciado y cada vez más importante voto centrista, que analiza detenidamente como influyen las propuestas –particularmente las económicas– que llevan adelante los partidos y candidatos, más aún hoy cuando los efectos de la crisis económica seguirá haciendo mella en todo el mundo por algún tiempo más.

El centrismo tiene una característica principal. El rechazo de los perfiles políticos marcados, la huida de las posiciones asentadas en principios ortodoxos, un cierto rechazo universal a las ideologías y a quienes las defienden, «Obama ajustó su discurso a las aspiraciones de un gran número de estadounidenses y multiplicó las referencias al patriotismo y a la fe» y el gusto por los términos medios, por las ofertas electorales que no se definen dogmáticamente y que voluntariamente rebajan la presión ideológica sobre el elector hasta situarla en un punto próximo a cero, que es el que se supone propio del centro perfecto, pero al que no siempre se llega.

Las elecciones las deciden una porción relativamente pequeña del electorado, pero crucial para triunfar. La gran mayoría de los votantes tiene decidido su sufragio mucho tiempo antes incluso de que comienzan las campañas electorales. Por eso todos apuntan a ese electorado más desideologizado y para conquistar sus favores los partidos políticos deben evitar a cualquier costo los excesos de izquierdismo o de conservadurismo desmedido. A nadie le extraña que los discursos de los partidos políticos en tiempos electorales se parezcan cada vez más y sus pretendidas diferencias en muchos casos quedan en aspectos menores.

PRIMARIAS EXTREMAS, GENERALES MODERADAS

«Es típico en las campañas presidenciales llevar la batalla de las primarias o internas con posiciones extremas y luego inclinarse suavemente hacia el centro» Los ejemplos de la búsqueda de ese voto centrista abundan. Liberal y reformista durante las primarias, el presidente demócrata Barack Obama, puso rumbo al centro para triunfar sobre su rival republicano, una regla de juego casi indiscutible para ganarse los favores de un electorado más amplio en los comicios estadounidenses.

Aunque el cambio fue el núcleo de su mensaje, el hoy presidente de Estados Unidos ajustó su discurso a las aspiraciones de un gran número de estadounidenses y multiplicó las referencias al patriotismo y a la fe. Ahora esos votantes lo evaluarán y dirán luego en las urnas si colmó sus expectativas para un segundo mandato.

Es típico en las campañas presidenciales, llevar la batalla de las primarias o internas con posiciones extremas y luego inclinarse suavemente hacia el centro con el fin de atraer al mayor número de votantes en la elección general.

También en la región el voto centrista, no ideologizado y sí muy pragmático, es tenido en cuenta por muchos gobiernos que van a ser juzgados en las urnas y que aspiran a otro mandato, así como por sus opositores.

El camino hacia el centro lo han comenzado a recorrer muchos partidos en la región ante la proximidad de la hora de las urnas.

LOS CASOS DE CHILE Y BRASIL

En Chile, los socialistas –al igual que la mayoría de los partidos de la oficialista Concertación– optaron por un democristiano, el ex presidente Eduardo Frei, para enfrentar al empresario Sebastián Piñera, favorito de la centroderecha para alcanzar el sillón del Palacio de la Moneda.

En dos meses y de forma fulminante, Frei desplazó a todos los candidatos del oficialismo pese a que la Democracia Cristiana fue la gran perdedora de las elecciones municipales, al bajar de 20,1 por ciento de la votación de concejales a 15,45 por ciento.

El presidente Lula, que aspira a que su partido logre un nuevo mandato, llegó a insinuar la posibilidad de un candidato presidencial que no fuera de su partido.

El PT gobierna gracias a una alianza con el centrista PMDB, que salió fortalecido de las municipales al ganar en Río de Janeiro y otras ciudades.

Las elecciones municipales en Brasil y Chile celebradas a finales de 2008 concluyeron con resultados y señales de advertencia para los gobiernos de Bachelet y Lula, más por problemas internos, que por la coyuntura internacional. Desde el gobierno, en ambos casos, las estrategias apuntan a buscar el voto de centrista.

EL CENTRO URUGUAYO

El centro político también es disputado en Uruguay. En el gobierno socialdemócrata del Frente Amplio, el ex ministro de Economía Danilo Astori y el ex guerrillero izquierdista José Mujica, tienen una dura competencia mediática. Mientras que el ex ministro de Economía uruguayo Astori defendió un TLC con Estados Unidos, el ex guerrillero tupamaro Mujica y los que los apoyan, entre ellos el Partido Comunista, no dudan en admirar y elogiar los procesos que llevan adelante Castro, Chávez, Morales y Correa.

«Todos buscan ajustar sus programas y promesas electorales a ese mágico punto que inclina la balanza cuando de votos se trata. Nadie es dueño de ese centro político» El presidente uruguayo Tabaré Vázquez y su entorno político consideran que si Mujica es finalmente el candidato del Frente Amplio, la izquierda perdería las elecciones de 2009 ante el opositor Partido Nacional, al alejarse del voto de centro. Para el presidente uruguayo Astori es el candidato que aseguraría la continuidad en el gobierno, pues captaría el voto de independientes y centristas que fue la gran conquista del presidente Vázquez.

En el opositor Partido Nacional, favorito para triunfar en una segunda vuelta, el ex presidente Luis Alberto Lacalle y el ex senador Jorge Larrañaga, también entraron de lleno en las internas. Ambos aluden al centro o hacen gestos para ese vital electorado, sabiendo que es el que determinará a la postre al vencedor. Gobierno y oposición saben que no se puede ganar sin esa porción del electorado. Todos, buscan ajustar sus programas y promesas electorales a ese mágico punto que inclina la balanza cuando de votos se trata. Nadie es dueño de ese centro político. Ese voto se gana en cada contienda electoral. Es un voto vital en los casos en los que hay segunda vuelta.

Por eso el gran capital de un candidato es su imagen centrista y su mayor cualidad la capacidad de no decir nada que exaspere a ese anónimo y despolitizado proporción de los electores que tiene la llave para llegar al gobierno. La elección del candidato y el programa de gobierno pasan a ser vital para triunfar.

UNA CLASE MEDIA NADA HOMOGÉNEA

Claro está que también cada vez es más complejo para el votante común, para el votante medio, decidir su sufragio. Desde ambos lados del espectro el esfuerzo para orientarse hacia al centro es cada vez mayor. Al extremo que unos y otros se acusan de seguir las mismas políticas. «La clase media argentina se constituyó recientemente en uno de los actores sociales determinantes en la arena política» Las diferencias en muchos casos son difíciles de percibir.

El mágico voto de centro inserto en la clase media y su bienestar es tema de campañas políticas en muchas democracias de la región.

Unos 340 millones de personas forman lo que se puede definir como la clase media de América Latina, según un informe preparado para la Cepal. La clase media no conforma un bloque, ni política ni socialmente homogénea. Los intereses y las ideologías de una misma clase con frecuencia chocan entre sí y el voto ya no se ajusta a las viejas pautas ideológicas tradicionales de izquierda y derecha.

La clase media argentina se constituyó recientemente en uno de los actores sociales determinantes en la arena política. Durante el paro agropecuario que tuvo lugar entre los meses de marzo y julio de 2008, la clase media se manifestó pública y espontáneamente a favor de los grupos agrarios y pulseó con éxito contra las medidas del gobierno de la presidente Cristina Kirchner.

LA LLAVE PARA ACCEDER AL PODER

«Los partidos en el gobierno quieren seguir en el poder y la oposición quiere retornar a él. Y ambos tienen en la mira a ese votante, capaz de inclinar la balanza en las urnas» El comportamiento social y político de la clase media y de ese votante de centro es determinado por sus intereses, así como por el contexto económico, al cual confronta. Con economía en expansión, créditos baratos e importación de bienes de consumo a bajo precio, la clase media es atraída a la centroderecha. En un contexto con profunda crisis, la clase media puede ser parte de los sectores de centroizquierda, que buscan recuperar su pérdida de propiedad, ahorros y empleo. Pero por sobre todas las cosas, siempre están a favor de la democracia y contra las radicalizaciones extremistas.

Los electores tienden cada vez más a escoger alternativas que maximizan sus beneficios y reducen los costos de la decisión.

Tras el fin de la guerra fría en el siglo XX, esta apetecible porción de las sociedades fue ganando -s-ilenciosamente– una importancia crucial en las democracias a la hora de votar

La movilidad del voto de centro y de la clase media tiene a mal traer a todos. Los partidos en el gobierno quieren seguir en el poder y la oposición quiere retornar a él. Y ambos tienen en la mira a ese votante, capaz de inclinar la balanza en las urnas. El voto de centro de la maltrecha clase media tiene la llave para entrar al poder.