
Italia, entre la dimisión de Walter Veltroni y la crisis de la izquierda
Por qué la oposición a Berlusconi es inexistente
La izquierda italiana no puede pretender que los electores vuelvan a brindarle su confianza sólo condenando al personaje de Berlusconi; es evidente la izquierda necesita de un programa propio y, sobre todo, de un líder.
(Desde Madrid y Roma) LA ESCALADA DE SILVIO BERLUSCONI y de su coalición parece no tener fin. Después de la victoria en las elecciones nacionales, la coalición de centro derecha (el PdL, Il Popolo della Libertà) ganó las elecciones de varias regiones Italianas. La oposición, representada por el Partido Democrático (Pd, Partito Democratico), sigue coleccionando derrotas contundentes.
En este punto la opinión pública se cuestiona: ¿Cuál es la alternativa al berlusconismo? ¿Sobre qué bases se funda la oposición? ¿Cuáles son las ideas para una renovación?
Y sobre todo: ¿Cuáles son los motivos de tantas derrotas? A pesar de la fuerte crisis económica, que habitualmente genera descontento entre gran parte de la población, la oposición no consigue ganar posición con respecto a Berlusconi. El Partido Democrático parece más comprometido con la lucha por el liderazgo que en la oposición al Gobierno en carga.
Como consecuencias de las derrotas, hace pocos días dimitió Walter Veltroni, el secretario de Partido Democrático Italiano; el secretario dimisionario justificó el suceso argumentando que no supo construir el partido que había deseado. En este momento se discute si encontrar un nuevo secretario o proceder con las primarias, dejando la elección del nuevo secretario a la votación de los inscritos al partido.
UN CUERPO, DOS ALMAS
«Es evidente que el Partido Democrático tiene un fuerte problema de identidad: las dos almas del partido, la católica y la más izquierdista, llevan adelante instancias y pensamientos diferentes» Cabe recordar que el Partido Democrático es un partido joven, nacido durante el gobierno Prodi con la idea de constituir un partido que incluyera las almas del centro izquierda italiano; se estrenó en las elecciones nacionales de 2008, representándose como fusión fría entre la componente católica procedente de la vieja Democracia Cristiana y el centro izquierda, dejando fuera la izquierda radical, que por su parte no consiguió ningún representante en el Gobierno.
La exclusión de la izquierda radical en la coalición se basó en el asunto que sus instancias no corresponden a la identidad del PD, que se percata de ser más moderno y liberal.
Aún así, es evidente que el Partido Democrático tiene un fuerte problema de identidad: las dos almas del partido, la católica y la más izquierdista, llevan adelante instancias y pensamientos diferentes, y difícilmente expresan posiciones comunes sobre varios asuntos, por ejemplo en relación a las cuestiones éticas como la reglamentación de las parejas de echo o el testamento biológico.
La división entre las dos componentes es tan fuerte que ni siquiera se sabe si el PD tomará parte al Partido Socialista Europeo, ya que una parte consistente se identifica mayormente con los Populares.
LOS CÁLCULOS ERRÓNEOS DE LA OPOSICIÓN
Queda la duda: ¿quién puede encargarse con éxito de hacer una seria oposición a Belusconi, o al menos de representar una alternativa creíble frente a éste? «La oposición falla al considerar a Berlusconi un político que basa su éxito en la figura personal, sin pensar que tiene un bloque social que lo sostiene y que comparte y aprueba su política y su manera simplista de expresarse» ¿Puede el PD, con sus características y su falta de unidad, llevar a cabo semejante desafío? ¿En qué bases ha de fundarse la oposición?
Los simpatizantes de izquierda viven una profunda ausencia de representación; y mientras en sus filas se debate la sucesión, el Gobierno de Berlusconi sigue obteniendo consensos.
La coalición de derecha parece tener más identidad y fuerza común: no obstante, ésta está también constituida por varios partidos, si bien consiguió estar unida y obtener consenso sobre varios e importantes temas, como la cuestión de la inmigración, la seguridad, el empuje hacia la privatización de los servicios públicos, la convicción que el Estado tiene que ser gobernado como si fuera una empresa, o la desconfianza hacia la administración pública, entre otros.
En estos temas, el PD siempre ha tenido un perfil bajo, sin ofrecer opciones diferentes ni una respuesta común.
Seguramente que la oposición falle en el considerar Berlusconi un político que basa su éxito en la figura personal, sin pensar que tiene un bloque social que lo sostiene y que comparte y aprueba su política y su manera simplista de expresarse.
¿Y LOS VALORES DE LA IZQUIERDA ITALIANA?
La izquierda no puede pretender que los electores vuelvan a darle confianza sólo condenando el personaje de Berlusconi; es evidente la necesidad de proponer un programa propio, que no sea sólo un enfrentamiento puntual a las propuestas avanzadas por el Gobierno, llevando el debate hacia temas que el centro-izquierda puede manejar mejor: la honestidad de la administración pública, la gestión a nivel público y local de recursos tales como el agua y la basura, la atención al Estado del bienestar y la solidaridad social, soluciones contra la precariedad laboral de los jóvenes, etcétera.
«Los mismos inscritos al PD reprochan a los políticos el haberse alejado de las bases y de la sociedad, critican las divisiones y auguran una renovación total de la oposición» La izquierda italiana, que después de la post-guerra siempre ha sido muy fuerte, tenía como base valores reconocibles y compartidos: el haber nacido de la Resistencia, el laicismo, la solidaridad social y cierto escepticismo hacia el liberalismo sin frenos.
Sin embargo, estos valores no se aprecian en el PD, más bien se notan sólo en algunas de las personalidades que lo constituyen.
Se podría hasta afirmar que ahora mismo la oposición italiana está en manos de un partido que no se puede definir de centro-izquierda (y de hecho sólo algunos componentes se autodefinen de esta manera), dividido por sus varias almas, que no consiguen dar alternativas ni recoger las instancias de quien no vota a Berlusconi, cuyo voto va disperso.
Sería también útil que se plantease una profunda reflexión sobre lo que valora un potencial elector de centro-izquierda.
POLÍTICOS ALEJADOS DE LA SOCIEDAD
Hasta los mismos inscritos al PD reprochan a los políticos el haberse alejado de las bases y de la sociedad, critican las divisiones y auguran una renovación total de la oposición, en la que actualmente presencian siempre las mismas caras.
Veltroni tenía a Obama como modelo, pero no tuvo su misma audacia; Italia experimenta desde hace poco, digamos con la llegada de Berlusconi, el fenómeno que en Estados Unidos ya está consolidado desde tiempo, esto es, el tener como referencia a un líder comunicador e influyente, antes que a un partido. De hecho, en los últimos años, las coaliciones de izquierda han funcionado sólo cuando no se ha pretendido seleccionar un líder telegénico y comunicador según el modelo Berlusconi.
Quizás sería oportuno que el PD, inmerso en la tarea de elegir al sucesor de Veltroni, y de decidir cómo organizarse los próximos meses, se cuestionara un asunto: ¿acaso el elector de izquierda busque un partido antes que un líder?
- Berlusconi vuelve con la misma fórmula con la que se fue hace cuatro años
por José Catalán Deus
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