rafaelcorreaarrasaA pesar de su aplastante triunfo en Ecuador, Rafael Correa enfrenta los nubarrones de la crisis económica global y sus efectos sobre la economía ecuatoriana, además de tensiones latentes en la heterogénea alianza gobernante.

EL PRESIDENTE DE ECUADOR, RAFAEL CORREA, logró su reelección tras una aplastante victoria que le permitirá seguir gobernando, al menos hasta 2013. Se trata de la primera vez desde el regreso de la democracia en 1979 que un can-didato presidencial alcanza el triunfo sin la necesidad de acudir a un ballotage o segunda vuelta.

«Se trata, de este modo, del único presidente de la democracia ecuatoriana que no sólo ganó sin la apoyatura de un partido político tradicional, sino que comenzaba a gobernar sin ninguna representación en el Congreso»

El partido de Correa, Alianza Patria Altiva y Soberana (PAIS) se alzó con el 51,7 por ciento de los votos, muy por encima de su competidor más cercano, el ex presidente Lucio Gutié-rrez (2003-2005), del Partido Sociedad Patriótica (PSP), que alcanzó un 28 por ciento de apoyo. Muy por detrás quedó el magnate bananero Álvaro Noboa –principal competidor de Correa en las elecciones de noviembre de 2006–, con cerca del 11,6 por ciento de los sufragios. Por otra parte, el oficialismo asumirá muy probablemente el control de la Asamblea Legislativa, compuesta por 124 escaños. Las encuestas asignaban 62 diputados a Alianza PAIS y 22 legisladores al PSP.

LA CAPACIDAD DE CORREA

Estos resultados nos llevan a reflexionar sobre tres aspectos clave para el futuro de Ecuador. En primer término, el saldo electoral parece otorgar la necesaria dosis de estabilidad política, rasgo imprescindible para un país que se había convertido, desde hace un decenio, en la democracia más inestable de América Latina. En segundo lugar, está la cuestión de la sustentabilidad del proceso económico ecuatoriano, que a partir de ahora –en un contexto de crisis económica global– deberá hacer frente a una delicada combinación de caída de los precios internacionales del petróleo, disminución de las remesas de los ecuatorianos que están fuera del país y ausencia de crédito externo.

«El éxito de Correa ha dependido hasta ahora de su capacidad para mantener unidas y cohesionadas a las diferentes fracciones políticas y movimientos que componen su gobierno»

Finalmente, una cuestión no menor –aunque no tan aludida por estas horas, dado el marco de triunfalismo que rodea a la gobernante Alianza PAIS– es el desafío que representan pa-ra Correa las tensiones al interior de su heterogénea coalición de gobierno. El éxito de Correa ha dependido hasta ahora de su capacidad –que ha demandado esfuerzo e innovación permanentes– para mantener unidas y cohesionadas a las diferentes fracciones políticas y movimientos que componen su gobierno.

EL DESAFÍO DE LA ESTABILIDAD

Ecuador ha sido la democracia más inestable de América Latina. Desde 1996 ha tenido ocho presidentes, tres de los cuales fueron destituidos por la acción del Congreso y como resultado de protestas callejeras. En 1997, el Parlamento ecuatoriano declaró la «incapacidad mental» de Abdalá Bucaram, cuando no llevaba ni siquiera un año en la Presidencia, y su mandato fue completado por el entonces presidente del Congreso, Fabián Alarcón. Sus sucesores Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez fueron derrocados: el primero por un golpe cívico militar en plena crisis económica de 2000 –con bancarrota de una docena de bancos– y el segundo en 2005, en medio de algaradas callejeras que pasaron a la memoria colectiva como la «rebelión de los forajidos», retomando el calificativo que Gutiérrez había utilizado para definir a los manifestantes.

El hoy reelecto presidente Rafael Correa diseñó –antes de llegar al poder en 2007 como líder de un movimiento encabe-zado por intelectuales de izquierdas– una «estrategia antisistémica», que algunos analistas describen como «terapia de choque». El momento fundacional de esta estrategia, cuya continuidad se extiende hasta el día de hoy, data de septiembre de 2006, cuando, a través de la riesgosa decisión de Alianza PAIS de no presentar candidatos para el Congreso Nacional, Correa trazó la identidad política originaria del movimiento.

LA TERAPIA DE CHOQUE

Se trata, de este modo, del único presidente de la democracia ecuatoriana que no sólo ganó sin la apoyatura de un partido político tradicional, sino que comenzaba a gobernar sin ninguna representación en el Congreso. Así las cosas, la distorsión de representación política –esto es, un presidente con altísima estima de la ciudadanía pero sin representantes en el Parlamento– se convirtió en el factor determinante que permitió a Correa convocar una Asamblea Constituyente de plenos poderes y demandar el cese temporario de las funciones del Congreso.

«Con su estrategia de «revolución ciudadana», Correa ha intentado cortar de raíz la inestabilidad crónica del sistema político ecuatoriano, caracterizado por el veto permanente de los poderes fácticos»

La estrategia de «terapia de choque», que le ha permitido a Correa forjar la estabilidad política de su gobierno, podría resumirse en tres ejes: «revolución ciudadana»; ruptura con la política económica ortodoxa de los años noventas; y rediseño de la política exterior.

LOS EJES DEL GOBIERNO

La idea de «revolución ciudadana» –como denominan desde el propio Palacio de Carondelet al proceso político en marcha– se apoya en la confrontación permanente de Correa con los denominados poderes fácticos (la banca, los medios de comunicación, la élite económica de Guayaquil, los partidos políticos tradicionales, las instituciones estatales corruptas), a los que se considera responsables de todos los males del antiguo sistema.

Con su estrategia de «revolución ciudadana», Correa ha intentado cortar de raíz la inestabilidad crónica del sistema político ecuatoriano, caracterizado por el veto permanente de los poderes fácticos, por la ausencia de mayorías estables en el Congreso y por la exclusión del proceso político de segmentos importantes de la sociedad, principalmente indígenas.

En materia económica, Correa –un economista de línea neo-keynesiana, doctorado en la Universidad de Illinois en Estados Unidos y tributario de la doctrina social de la Iglesia– rompió con los lineamientos ortodoxos de los años noventas.

Relanzó al Estado como planificador del desarrollo nacional, regulador de la economía y eje de la distribución de la riqueza. Sin embargo, ha demostrado ser pragmático a la hora de sostener, sin ningún tipo de anteojeras ideológicas, la vigencia del dólar como moneda oficial, medida introducida por el ex presidente Jamil Mahuad como respuesta a la crisis económica y bancaria de fines de la década de 1990.

EN EL CONCIERTO SUDAMERICANO

Respecto de la política exterior, Correa inscribió a Ecuador en el concierto de naciones sudamericanas (el denominado eje Brasilia-Buenos Aires-Caracas-) que tomaron distancia de la Casa Blanca en los años de George W. Bush. En este contexto, se ha acercado –tal vez en demasía– a Hugo Chávez y su Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), aun sin ser miembro efectivo, lo que le ha significado también un vínculo estrecho con aliados extrarregionales como Irán y Rusia, con los cuales Ecuador ha firmado convenios para la modernización de sus Fuerzas Armadas. Con Brasil, las relaciones se agriaron transitoriamente en 2008, como resultado de las medidas de Correa contra la constructora brasileña Odebrechet, expulsada de Ecuador por el incumplimiento de contratos con el Estado, y por la inicial negativa del mandatario ecuatoriano de pagar una deuda al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de ese país. Sin embargo, esos recelos parecen hoy superados.

«Rafael Correa iniciará su segundo mandato (2009-2013) en un marco signado por la crisis económica global que afectará a Ecuador»

Pese a las visiones simplistas que ven a Correa como un simple álter ego de Chávez, lo cierto es que la política exterior del mandatario ecuatoriano es mucho más sofisticada que la de su par venezolano. Esto es tan así que en ciertos círculos diplomáticos, que aprecian la formación intelectual de Correa en Europa y en Estados Unidos, se lo percibe como la «cara racional» del denominado «socialismo del siglo XXI». En este sentido, el prestigioso académico estadounidense Abraham Lowenthal –presidente fundador del Inter-american Dialogue y catedrático de la Universidad de Southern California– ha visto en el Ecuador de Correa «un esfuerzo muy diferente e innovador para refundar la identidad nacional, crear instituciones políticas más inclusivas y capturar más beneficios de sus recursos naturales».

ESTRATEGIA ANTISISTÉMICA

En breve, su «terapia de choque» o «estrategia antisistémica», con su tres ejes (revolución ciudadana, quiebre con el neoliberalismo económico y reorientación en clave autonomista de la política exterior), ha dado satisfactorios resultados, que han sido reafirmados por la rotunda victoria electoral. Además, las tasas de popularidad de Correa y de respaldo a su gestión se han mantenido constantemente por encima del 60 por ciento, lo que resulta más sorprendente todavía si se considera que el mandatario ecuatoriano accedió a la primera magistratura luego de un ballotage con el empresario Álvaro Novoa en noviembre de 2006, después de haber obtenido en la primera vuelta electoral tan sólo el 23 por ciento de los votos.

La contracara es la oposición política, que luce dividida, desorientada y sin liderazgos claros. Aún cuando haya sorprendido obteniendo 10 puntos más que lo vaticinado por casi todas las encuestas –situación que lo ha catapultado como jefe de la oposición–, el ex mandatario Lucio Gutiérrez, muy popular en las regiones de la Amazonía, no parece capaz de articular una alternativa seria al gobierno de Correa. Sólo el alcalde conservador de Guayaquil, Jaime Nebot, quien fue reelegido con cerca del 70 por ciento de los votos, parece despuntar. Sin embargo, no se decide aún a emprender un verdadero camino nacional, superador de su actual liderazgo local.

LA CRISIS…

Rafael Correa iniciará su segundo mandato (2009-2013) en un marco signado por la crisis económica global que afectará a Ecuador. La caída de los precios internacionales del petróleo y el drástico freno que han sufrido las remesas enviadas por los emigrantes amenazan el modelo económico del presidente. Sólo en el período enero-marzo de 2009, los ingresos petroleros disminuyeron un 67 por ciento. Estos datos ponen en entredicho la posibilidad de cumplir cabalmente con los proyectos sociales comprometidos por el presidente, sobre los que reposa, en gran medida, su altísima popularidad entre los sectores medios y bajos de la sociedad.

El otro elemento que dificulta la sustentabilidad económica del proyecto de Correa es el acceso al crédito internacional. Es sabido que el gobierno está lidiando con la renegociación de una deuda externa (a la que considera en gran parte «ilegítima, ilegal y corrupta», lastre de años de irracionalidad en el manejo de la economía desde el comienzo de la bonanza petrolera de 1970), que pone enormes trabas al financiamiento en los mercados internacionales. Como parte de esta estrategia de des-endeudamiento, el gobierno de Correa –que optó por renegociar en mejores términos y no por repudiar la deuda como auguraban ciertos analistas– acaba de presentar a sus acreedores una propuesta para canjear los bonos Global 2012 y 2030 (que suponen un tercio del total de la deuda externa, estimada en 10.090 millones de dólares), con una fuerte quita del valor nominal, equivalente al 70 por ciento.

…Y LA COALICIÓN

El otro gran desafío que enfrenta Correa es el de mantener la cohesión de los diferentes movimientos sociales y fracciones políticas que componen Alianza PAIS. Como afirma el experto Franklin Ramírez Gallegos, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador) respecto de los debates al interior de la Convención Constituyente, encargada de redactar la nueva Constitución –finalmente aprobada por los ecuatorianos el 28 de septiembre de 2008–: «Mantener la unidad y cohesión del bloque exigió un enorme esfuerzo a la plana mayor de Alianza PAIS (…) En ella han coexistido una serie de fracciones políticas que van desde la centroderecha a un abanico de expresiones de izquierdas, en el que se destacan ecologistas, vertientes cercanas al movimiento indígena, a ciertos sindicatos, al activismo de las ONG, organiza-ciones de mujeres, expresiones de las iglesias progresistas (y no), militancias tradicionales provenientes de viejos y nuevos partidos de izquierdas y ciudadanos recién llegados a la política».

«El presidente es consciente de las dificultades que supone lidiar con la heterogeneidad de su fuerza política, pues, aun cuando claramente su figura se erige como cemento unificador de la coalición, no resulta simple adoptar criterios que contenten a todos los sectores»

En aquella ocasión, la cuestión ecológica, los derechos sexuales y reproductivos y la declaración de plurinancionalidad del Estado despertaron intensos debates al interior de la coalición oficialista, que en algunas ocasiones se zanjaron luego de que grupos cercanos a Correa volvieran sobre sus pasos en algunas de sus propuestas originales. De modo que el presidente es consciente de las dificultades que supone lidiar con la heterogeneidad de su fuerza política, pues, aun cuando claramente su figura se erige como cemento unificador de la coalición, no resulta simple adoptar criterios que contenten a todos los sectores.

MALESTAR ENTRE LOS MILITARES

Como muestra de estas dificultades latentes, en los últimos tiempos ha crecido el malestar entre los militares (que rechazan la eliminación del servicio militar obligatorio y denuncian intentos de politización al involucrar a la Armada en tareas administrativas en Petroecuador y al Ejército en la reconstrucción vial) y los movimientos indígenas (que rechazan, a través de la CONAIE, un proyecto de ley que autoriza la explotación minera, así como las leyes del agua y de soberanía alimentaria).

En definitiva, el triunfo electoral del pasado 26 de abril ha significado un notable espaldarazo para Rafael Correa y su estrategia política «antisistémica» o de «terapia de choque». Correa ha podido, por esta vía, dotar a Ecuador de la necesaria estabilidad política, impensada hace tan sólo una década. Sin embargo, los nubarrones de la crisis económica global y sus efectos sobre la economía ecuatoriana (caída del precio del petróleo, disminución de remesas y ausencia de crédito ex-terno), sumados a las tensiones internas siempre latentes en la heterogénea alianza gobernante, representan amenazas con las que Correa deberá lidiar para mantener a Ecuador en la preciada senda de «estabilidad política», «sustentabilidad económica» y «cohesión interna».