calduchseguridadeuropa1¿Es posible reconstruir el entendimiento político y militar entre Europa, Estados Unidos y Rusia que imperó en la década de los noventa y que se arruinó durante la última Administración Bush o ha llegado el momento de sentar las bases de un nuevo orden de seguridad europea acorde con las necesidades del siglo XXI?

(Desde Madrid) 20 AÑOS DESPUÉS de la caída del muro de Berlín, se vislumbra un período decisivo en el desarrollo de la seguridad mundial y europea. Desde luego, la Europa de 2009 presenta una configuración sustancialmente distinta de la de 1989. La OTAN de los 28 y la Unión Europea de los 27 constituyen los dos organismos intergubernamentales sobre los que pivota la vida política, económica y militar de una Europa institucionalmente unida pero diferenciada en sus intereses, objetivos y estrategias.

Junto a ambas organizaciones la Federación de Rusia se erige en la potencia continental cuya asociación se necesita tanto como se teme. Completa el panorama el ineludible vínculo transatlántico con Estados Unidos, cuya implicación en la seguridad europea sigue siendo decisiva.

NUEVAS INSTITUCIONES Y ACUERDOS

En este nuevo escenario, cabe interrogarse sobre el horizonte futuro de la seguridad europea. ¿Es posible reconstruir el entendimiento político y militar entre Europa, Estados Unidos y Rusia que imperó en la década de los noventa y que se arruinó durante la última Administración Bush o ha llegado el momento de sentar las bases de un nuevo orden de seguridad europea acorde con las necesidades del siglo XXI?

Las respuestas de la UE, Rusia y Estados Unidos se orientan, aunque por distintas vías, a favor de una renovación de la estructura de seguridad europea mediante nuevas instituciones, acuerdos y estrategias acordes con una concepción de la seguridad multidimensional, interdependiente y compleja. Una nueva seguridad europea capaz de dar respuestas eficaces a los problemas políticos, económicos, sociales y culturales que entrelazados con las amenazas de la proliferación de las armas de destrucción masiva, el terrorismo, el crimen organizado y la inmigración ilegal masiva, configuran un horizonte dominado por la incertidumbre, la inestabilidad y el riesgo.

«La posición de Estados Unidos apuesta por la diplomacia multilateral, la colaboración con Europa y el entendimiento político y militar con Rusia»

La entrada en vigor del Tratado de Lisboa supondrá la puesta en marcha de una PESC potenciada en su dimensión de seguridad por cuatro pilares decisivos: la institución del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, apoyado por un servicio europeo de acción exterior; la cláusula aliancista contemplada en el art. 42.7 del TUE; la cooperación estructurada permanente de los arts. 42.6 y 46 del TUE y, finalmente, la cláusula de solidaridad contenida en el art. 222 del TFUE. Estos cuatro instrumentos evidencian una decidida voluntad de los miembros de la UE de generar un nuevo contexto de seguridad regional.

APUESTA RUSA

Por su parte, la Federación de Rusia, por boca de su Presidente Dimitri Medvedev, ha reiterado en diversas ocasiones a lo largo de la segunda mitad de 2008, la necesidad y voluntad de apoyar la conclusión de un nuevo Tratado de Seguridad Europea basado en cinco principios: cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos, respeto a la integridad territorial y política junto con el resto de principios de las Naciones Unidas; prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales; ningún Estado u organización internacional, incluida Rusia, podrá gozar de unos derechos exclusivos para mantener la paz y la seguridad europeas y, finalmente, el establecimiento de parámetros básicos para el control de armas y una razonable suficiencia en el ámbito militar. Detrás de esta propuesta hay una inequívoca apuesta de las autoridades rusas de generar y participar activamente en una nueva estructura de seguridad regional que venga a sustituir a la cada vez más anquilosada realidad de la OSCE.

«Resulta significativo que los principales contactos de Obama con otros líderes, especialmente con el presidente ruso Medvedev, no se hayan realizado en el marco del Consejo Atlántico sino en el foro del G-20»

La posición de Estados Unidos, anticipada por el Vicepresidente Joe Biden en la 45ª Conferencia de Seguridad de Munich (6 al 8 de febrero de 2009) y ratificada luego por el Presidente Obama, apuesta por la diplomacia multilateral, la colaboración con Europa y el entendimiento político y militar con Rusia. La petición de un reforzamiento militar de los aliados europeos a la misión de ISAF junto con la oferta de vincular a Rusia en el polémico escudo antimisiles, son ejemplos significativos del nuevo rumbo en la política de seguridad y defensa norteamericana.

ESTRATEGIA PARA AFPAK

Estas posiciones convergentes y renovadoras se han podido apreciar en la reciente cumbre de la OTAN, donde se han despejado algunas incógnitas decisivas. En primer lugar, se han detallado nuevos objetivos e iniciativas en la estrategia para Afganistán, que buscan incrementar la capacidad militar, policial y civil de las autoridades de Kabul, junto con un mayor control de la frontera con Pakistán. También se han establecido el procedimiento y los plazos para la formulación de un nuevo concepto estratégico de la Alianza, al tiempo que se reforzaba el pilar europeo con la plena incorporación de Francia a la estructura militar y el ingreso de Croacia y Albania como aliados.

«El Gobierno español debería tomar una posición bien definida y públicamente expresada respecto de las principales cuestiones que afectan al nuevo horizonte de seguridad europea»

Sin embargo, resulta significativo que los principales contactos de Obama con otros líderes, especialmente con el presidente ruso Medvedev, no se hayan realizado en el marco del Consejo Atlántico sino en el foro del G-20. Ello significa que la diplomacia multilateral directa va a tener una prioridad en la política exterior de Washington sobre la diplomacia institucional atlantista. Un aspecto nada desdeñable que anticipa la orientación norteamericana a favor de un futuro de la OTAN como organización de seguridad colectiva antes que como alianza militar.

LA PRESIDENCIA DE ESPAÑA EN 2010

El Gobierno español, a pesar de la prioridad que concede y debe conceder a la resolución de la crisis económica, como el resto de los gobiernos, debería tomar una posición bien definida y públicamente expresada respecto de las principales cuestiones que afectan al nuevo horizonte de seguridad europea, máxime cuando está previsto que asuma la presidencia de la UE en el primer semestre de 2010 y, por tanto, tendrá la responsabilidad de iniciar la aplicación del Tratado de Lisboa.

«Existe la oportunidad de demostrar que España no solamente puede sino que quiere intervenir de un modo activo en la política europea incluidas las cuestiones estratégicas»

En particular, existen dos cuestiones en las que España debería adoptar una posición acorde con los intereses nacionales: la forma y los límites de la cooperación política y militar entre la UE y la OTAN, de una parte, y la consolidación de las relaciones con Rusia mediante la conclusión de un nuevo Acuerdo UE-Rusia. Existe la oportunidad de demostrar que España no solamente puede sino que quiere intervenir de un modo activo en la política europea incluidas las cuestiones estratégicas.