coreadelnorteNo es descabellado pensar que puede ser necesario esperar a que Corea del Norte cuente con un nuevo líder para que una negociación verdaderamente efectiva acerca del abandono de su capacidad de disuasión nuclear pueda tener lugar.

(Desde Londres) COREA DEL NORTE cumplió por fin el pasado 5 de abril lo que había estado anunciando algunas semanas antes al proceder al lanzamiento de un cohete. Al respecto, desde Pyongyang se insiste en que el lanzamiento fue exitoso y que, gracias a él, un cohete Unha-2 puso en órbita un satélite de comunicaciones Kwangmyongsong-2 que, de hecho, está emitiendo «canciones revolucionarias» para la población norcoreana.

Sin embargo, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos no sólo dicen que no se trataba de un satélite de comunicaciones sino de un misil balístico intercontinental del tipo Taepodong-2 de 32 metros de longitud, con un alcance de casi 9.000 Km. y con capacidad para llevar una carga de entre 700 y 1000 Kg. sino que, además, indican que el lanzamiento fue un fracaso. Así, mientras la primera fase habría caído en el mar de Japón, la segunda y tercera fases habrían se habrían precipitado posteriormente sobre el Océano Pacífico, a unos 3.200 kilómetros.

Ahora bien, no es desde luego la primera vez que Corea del Norte lanza un misil de estas características, ni tampoco la primera vez que fracasa. Ya lo hizo en julio de 2006, cuando también se procedió al lanzamiento de un Taepodong-2 que, no obstante se precipitó poco después de su lanzamiento y en agosto de 1998, cuando dispararon un Taepodong-1 que apenas recorrió unos 1600 kilómetros.

CONDENA DEL CONSEJO DE SEGURIDAD

Como tampoco es la primera vez que una acción norcoreana ha venido seguida no sólo de la condena de la comunidad internacional y de los llamamientos de algunos estados especialmente afectados a la imposición de sanciones sino de los desacuerdos entre las principales potencias implicadas acerca de cuál debía ser la respuesta que recibiera Corea del Norte (en 2006 y, como consecuencia de la oposición china, sólo fue posible aprobar la Res 1718 una vez que se suavizó el contenido de la misma). Así y, aunque finalmente, el 13 de abril, fue posible hacer pública una declaración –no vinculante– del Consejo de Seguridad en la que se condenaba el lanzamiento y se instaba a endurecer las sanciones impuestas a Corea del Norte en 2006, la oposición de China y Rusia impidió la aprobación de una Resolución cuyo contenido hubiera podido ser, además, mucho más duro.

En consecuencia, la verdadera relevancia del paso dado por Corea del Norte reside –más allá de la prueba del misil y del vehículo lanzador, de por sí importantes por cuanto la exportación de dichos vehículos lanzadores, de manera especial a Irán, constituye una de las fuentes de ingresos del aislado régimen asiático– como es habitual, en las motivaciones que puedan subyacer a la decisión del líder norcoreano Kim Jong-Il de proceder al lanzamiento.

Pues bien, entre tales motivaciones, el deseo de Kim Jong-Il de fortalecer su posición al frente de Corea del Norte, la voluntad de acabar con unas Conversaciones a Seis que le resultaban crecientemente desfavorables o la de comenzar las relaciones con la nueva administración norteamericana desde lo que considera una posición más fuerte, parecen cuestiones a tener en cuenta.

FUERA DE LAS PRIORIDADES

Así, en primer lugar, el lanzamiento, más allá de contribuir a sostener la retórica de estado de guerra que trata de legitimar las paupérrimas condiciones de vida de la población, fue visto por Kim Jong-Il como un medio para reafirmar su liderazgo tras los rumores desatados desde el ataque al corazón que habría sufrido en agosto de 2008 y, al propio tiempo, buscar una legitimación para volver a poner en marcha sus programas nucleares.

El lanzamiento sería, en ese sentido, un claro mensaje de que, no sólo sigue manteniendo un firme control del régimen sino que los sectores más duros del mismo pueden estar tranquilos ya que el abandono definitivo de sus programas de armas nucleares y la adopción de una política exterior de mayor entendimiento no están entre sus prioridades.

Una reafirmación que se acompañaría de la decisión de dar marcha atrás en el proceso de desnuclearización que parecía seguir Pyongyang en los últimos años, una decisión que Corea del Norte estaría ahora tratando de legitimar al señalarla como una respuesta a la declaración de condena emanada del Consejo de Seguridad tras el lanzamiento, pero que ya les podría haber conducido a reiniciar el reprocesamiento de plutonio y que estaría en consonancia con el anuncio, hecho recientemente por Corea del Norte, de que podría hacer pronto un nuevo ensayo nuclear.

LA BIENVENIDA A OBAMA

Asimismo, a la decisión de proceder al lanzamiento del cohete pudo contribuir también el deseo de «dar la bienvenida» a la nueva administración estadounidense desde la condición que quiere que se le reconozca: la de estado nuclear y la voluntad de dinamitar las Conversaciones a Seis al tiempo que divide a sus miembros.

Y es que, la evolución de dichas rondas negociadoras había sido crecientemente desfavorable para el régimen de Pyongyang que había visto cómo los restantes participantes, –si acaso con la excepción de Rusia que siempre mantuvo una postura más ambigua–, por diferentes razones, habían ido confluyendo en una postura común en virtud de la cual la única opción para el régimen coreano era el abandono completo y verificable de sus programas de armas nucleares. Así, si en la primeras rondas nos encontrábamos en una situación de 2-3-1, en la que la posición de firmeza y, si se quiere dureza hacia Corea del Norte la mantenían tan sólo Estados Unidos y Japón, mientras que Rusia, China y Corea del Sur mantenían una posición más conciliadora, en el contexto de las últimas reuniones celebradas, la situación era más parecida a un 4-1-1, donde sólo Rusia se mantenía en una posición ambigua.

DIVIDE Y VENCERÁS

En esa situación, con una nueva relación de fuerzas en el seno de las conversaciones a Seis, Kim Jong-Il no sólo deja de estar interesado en el proceso negociador, que debía tratar de desbaratar, sino que necesitaba urgentemente romper la creciente unidad del resto de participantes. Y es indudable que el lanzamiento es un paso hacia la consecución de ambos objetivos, ya que si por una parte y, tras la Declaración Condenatoria del Consejo de Seguridad el régimen norcoreano ha insistido una y otra vez en que no volverá a la mesa de las Conversaciones a Seis, por otra, la generación de divisiones entre los restantes participantes es, como demostraron los desacuerdos acerca de una posible resolución condenatoria, a los que hemos hecho referencia más arriba, desgraciadamente, más fácil de lo sería deseable.

En consecuencia, si algo ponen de manifiesto estas motivaciones es cuál debe ser la respuesta de la Comunidad Internacional en general y de los participantes en las Conversaciones a Seis y la Administración Obama en particular. La respuesta debe pasar por el mantenimiento de la unidad, la moderación y la paciencia.

MODERACIÓN O CONTENCIÓN

Unidad en el seno de la Comunidad Internacional en general y, en particular entre los cinco participantes en las Conversaciones a Seis, que evite, pese a los desacuerdos iniciales en relación con la respuesta al lanzamiento que la estrategia norcoreana de división tenga éxito. En este contexto los esfuerzos para la convocatoria de una nueva ronda reciente convocatoria de una nueva ronda de las mismas no deben abandonarse y la reunión debería celebrarse incluso si Corea del Norte, que ha declarado que «no acudirá nunca más a una reunión de las conversaciones a seis, que considera inútiles» decidiera finalmente no asistir. En este mismo sentido, en el momento actual resulta particularmente importante que Estados Unidos se resista a las constantes presiones de Pyongyang para la celebración de conversaciones bilaterales entre los dos estados.

Moderación o contención, evitando con ello una desestabilización mayor, pero también evitando que Corea del Norte tenga la impresión de que su demostración de fuerza logra llamar la atención de la Comunidad Internacional y que es un buen medio para negociar desde una posición más fuerte o para ser más tenida en cuenta.

En este sentido, es particularmente importante evitar cualquier gesto que permita a Corea del Norte entender que se le reconoce status alguno de estado nuclear que es, precisamente, lo que persigue.

EVITAR LA IMPLOSIÓN DEL RÉGIMEN

En estrecha relación con esto último, la estrategia de la Comunidad Internacional y la de los principales actores implicados en los esfuerzos por lograr la desnuclearización de Corea del Norte debe pasar por la paciencia. Paciencia porque cualquier esfuerzo exitoso en esa dirección pasa por evitar una implosión del régimen, máxime teniendo en cuenta las disensiones entre aperturistas y duros existentes en su seno, la situación de Kim Jong-Il, más débil que tiempo atrás como apuntábamos más arriba y la irresuelta cuestión de la sucesión del líder norcoreano, que no hace sino alimentar los esfuerzos de las distintas facciones por hacerse con el control.

En este sentido, parece claro que el proceso puede ser largo puesto que no cabe esperar de Kim Jong-Il una actitud particularmente condescendiente ni abierta al abandono de sus programas nucleares –de hecho las Conversaciones a Seis estaban ya paralizadas desde el otoño como consecuencia de los desacuerdos en torno a la verificación– pues tal actitud, de ser interpretada como gesto de debilidad podría precipitar una maniobra de los sectores más duros del régimen y/o del ejército para tomar el control, lo que no sería favorable a los intereses del líder norcoreano, pero tampoco a los de la Comunidad Internacional.

Así, desafortunadamente, no es descabellado pensar que puede ser necesario esperar a que Corea del Norte cuente con un nuevo líder para que una negociación verdaderamente efectiva acerca del abandono de su capacidad de disuasión nuclear pueda tener lugar.